FAITH
Capítulo 1
El Museo de Arte de Japón era un sitio increíble, había pasado tanto tiempo en ese sitio y lo conocía a la perfección. La fiesta de beneficencia de esa noche no tenía nada de especial, era como muchas otras a las que había asistido en ese mismo lugar, solo que esta era organizada por su madre.
Como siempre, a él le resultaba completamente indiferente ser el centro de atención y estaba completamente ensimismado en una llamada de negocios. Era un hombre muy atractivo que irradiaba una profunda masculinidad. Las mujeres lo observaban con descarado apetito y sus guardaespaldas lo protegían de todo contacto no deseado. Pocos de los presentes recibían algo más que un distante saludo de su parte, pero muchos presumirían durante semanas por haber sido invitados a una celebración en la que el asistía.
Shaoran ignoraba prácticamente a todo el mundo. Hombre frío e implacable, se dejaba llevar por sus propias reglas. Odiaba a los que perdían el tiempo y aborrecía los acontecimientos sociales. Lo único que le empujaba era la consecución de poder y beneficios. A su madre le desagradaba desde que murió su padre y sus hermanas le temían.
Al terminar su llamada, miró a su acompañante y se dio cuenta de que, por mucho que lo quisiera su madre, no iba a casarse con la señorita Juno Akatsuki, ni con nadie que ella le eligiera. El chantaje emocional resultaba tan despreciable para Shaoran pero a pesar de eso tenía que hacerlo por la promesa a su padre. Él jamás mentía.
Nunca le habían interesado las Navidades ni las tradiciones asociadas a esos días, pero un pensamiento le inundo la mente. Nieve cayendo, copas vacías y unos cabellos de color miel. Creía que el hecho de que estuviera pensando en esas cosas en esos días era una maldición. Maldijo para sus adentros y suspiro.
Ni siquiera sabía cómo iba a sobrevivir hasta el final del baile en la aburrida compañía de Juno. Sobre todo cuando su madre los vigilaba como un halcón.
–¿Te encuentras bien? – le preguntó ella.
Tenía la voz aguda y reía demasiado a menudo. Supuso que estaría nerviosa y no le extrañaba. Tenía que reconocer que él no le había dado motivos para relajarse desde que fuera a recogerla a su casa. Había estado distraído y pensativo y apenas le había dirigido la palabra. La había tratado con corrección, por supuesto, pero con poco interés.
–Por supuesto – mintió él forzando una sonrisa.
Shaoran dejó de sonreír en cuanto su acompañante se excusó para ir al tocador. Aunque sabía que estaba rodeado de pirañas que estarían también observándolo para tener así la oportunidad de esparcir rumores sobre él, no se tomó la molestia de fingir que estaba teniendo una velada agradable en compañía de Juno.
–Esta noche estás tan encantador como un sepulturero – gruñó su madre en cuanto se quedó solo. No tenía paciencia para ella en esos momentos, estaba demasiado cansado.
–Estoy aquí, ¿no? – Repuso Shaoran mientras la miraba a los ojos – Tal y como me ordenaste.
Había sido bastante duro sobrevivir desde que su madre se empeñó en que tenía que casarse para perpetuar el apellido familiar. Y le detallaba las ventajas y desventajas de cada heredera, Shaoran no había podido dejar de pensar en esos ojos que le recordaban una pradera.
–Es que no debería tener que mandártelo. Tienes que recordar en todo momento la responsabilidad que tienes como heredero de la familia – comentó su madre – Tienes que elegir pronto ya que si no lo haces regresaremos a China, estoy segura que si aquí no encuentras una candidata adecuada en China lo harás. Te he dado tu tiempo Shaoran pero estoy hartándome de esto. Recuerda tu deber.
Eran las mismas palabras que ya le había dirigido en innumerables ocasiones. Pero esta vez había amenazado con regresar a China.
Shaoran esa noche estaba más impaciente e irritable que de costumbre. No conseguía escuchar sus quejas y aceptarlas con gentileza como solía hacer siempre. Esa noche específicamente lo transporto a hace tres años.
Tres años antes - - -
Otra noche más, otro baile benéfico.
Shaoran consiguió que su rostro no reflejara el aburrimiento que sentía. Estaban su madre y él en el jardín de aquella mansión. Desde allí, podían contemplar toda la ciudad. A la anfitriona de esa noche, no le había importado el clima y el mes del año en el que organizaba su fiesta. Estaban varios grados bajo cero, pero no parecía preocuparle ese detalle.
Había caviar, champagne y mujeres de la más alta sociedad. Pero él no tenía ojos para ninguna de ellas, solo podía pensar en ella. Sabía que iba a asistir a esa fiesta, pero aún no la había visto. Habían pasado dos días desde que pasara la noche en su piso y no podía pensar en nada más.
–¿A quién se le ocurre organizar una fiesta al aire libre en el mes de diciembre? ¿Acaso así va a poder reunir más dinero para sus obras de caridad? – Murmuro su madre – Lo más seguro es que muramos de hipotermia.
Decidió ignorar su comentario, llevaba toda la noche haciéndolo.
–Felices fiestas, madre –murmuró Shaoran entonces con tanta sinceridad como pudo reunir en ese momento. Su madre lo miró con el ceño fruncido.
–Serían mucho más felices si pudiera morir en paz, sabiendo que el apellido familiar no va a terminar contigo. Pero parece que prefieres ofender a todas las herederas de Hong Kong y no aceptar tu responsabilidad.
Estaba cansado de tener esa misma conversación con su madre. Pero la vio entonces y no pudo pensar en nada más. Estaba abriendo las puertas que daban a la terraza, llegaba rodeada por algunas de las modelos más conocidas de Europa, jóvenes más interesadas en las fiestas que en la caridad. Hablaban animadamente y le dio la impresión de que su estrella parecía estar muy a gusto con ellas.
Aunque estaba a muchos metros de distancia, se quedó sin aliento y todo su cuerpo reaccionó al verla. Era irresistible y lo sabía. Era letal. Deseaba abrazarla, besarla y perderse en sus curvas. Mientras caminaba les sonreía a todos con esa sonrisa que la convirtió en la estrella que era.
Pero le llamó la atención ver que su vestido era muy indecoroso y mostraba mucha piel, frunció su seño al notar que no solo él la miraba y no principalmente las mujeres. Sabía que era una modelo muy reconocida y que se encontraba en el punto más alto de su carrera pero no le gustaba que otros la vieran. Una vez más, se dio cuenta de que estaba mucho más perdido de lo que habría creído posible.
–Esa no podría ser nunca una de las candidatas – comentó entonces su madre mientras miraba en dirección a su estrella – No, jamás. Esa chica solo nos traería problemas. No ha hecho otra cosa desde el día que nació.
–No la conoces, madre – la defendió Shaoran – A lo mejor, su actitud es fruto de las circunstancias en las que ha tenido que vivir. Creo que deberías sentir más compasión por ella.
–No te confundas, la conozco muy bien – le dijo su madre mirándolo a los ojos – No tiene moral ni le importa. Será mejor que te obsesiones con alguna otra. Las modelos son solo unos maniquís sin cerebro. Y esta en específico, con solo mirarla se lo que es, será mejor que solo te concentres en tu cita.
En ese momento, Shaoran sintió que algo estallaba en su interior. Miró a su madre, seguía observándolo con el ceño fruncido y gesto de reproche. Justo en ese momento sintió unos brazos rodearlo por la espalda y volteo a ver quién se atrevía a abrazarlo de esa manera.
–Ves, solo es una cualquiera. Puede tener una familia millonaria y con un apellido legendario pero ella es una perdida. Jamás aceptaría a alguien como esa fulana, solo mírala – Se fijó rápidamente en su madre olvidando los brazos que lo tenían encerrado, siguió la mirada de su madre y lo que vio no le gusto.
Un tipo se había vuelto a acercar a ella y le susurraba cosas al oído y ella solo sonreía coquetamente.
Presente - - -
–No tienes que preocuparte. Sabes muy bien que estoy comprometido con mis obligaciones – le dijo entonces a su madre entre dientes – Quieres preocuparte y no sé por qué. No tienes motivos para hacerlo.
Le hablaba con educación, pero también con frialdad. Su madre se quedó un buen rato fulminándolo con la mirada. Fue un momento muy tenso. No sabía cuándo ni cómo se había convertido en alguien tan imprudente como para hablarle de esa forma. Hasta entonces, siempre se había andado con cuidado y la relación que había tenido con su madre había estado dominada por el respeto.
Su madre no contestó. Shaoran se distrajo contemplando a la gente que había a su alrededor. Pero apenas se fijaba en lo que veía. Tenía que admitir que llevaba tres años sintiéndose distinto, aunque le costaba pararse a analizar las razones que habían provocado ese cambio. Y sabía muy bien por qué se negaba a hacerlo.
Algo dentro de él había cambiado desde que se despertara una mañana para descubrir que Sianna Kino se había ido de su lado. Y era algo que no conseguía superar. Había seguido con su vida como si no le importara lo que había pasado. Trató de convencerse de que era así. Cerró su casa de Hong Kong y regresó a Japón.
Solo podía pensar en sus tormentosos ojos verdes, su deliciosa boca y una inteligencia que se empeñaba en ocultar. Mientras su madre le hablaba de cuánto le convenía unirse con otras familias de renombre para reforzar el legado del que eran responsables, él solo podía revivir en su cabeza algunas escenas del tiempo que habían compartido en Hong Kong, como cuando ella se quitó el abrigo la primera noche, ofreciéndose a él en el salón como una poderosa diosa.
Se negaba a creer que ella estuviera fuera de su alcance. Siempre podía conseguir lo que deseaba y sus sentidos ya estaban gozando con sólo pensar en aquella mujer en su cama. Por el modo en el que ella lo había mirado, se había dado cuenta de que el interés era mutuo.
Había reflexionado sobre lo difícil que le resultaba la idea de casarse con la mujer más apropiada cuando no se quitaba a Sianna de la cabeza y aún podía saborearla en sus labios y sentir el tacto de su piel en los dedos. Pero eran esas cosas que no había podido contarle a su madre, ni siquiera podía pronunciar su nombre, sin que le doliera el corazón.
Se sentía como si hubiera sido hechizado, no encontraba otra explicación. Sianna era tan adictiva como había temido y él era tan dependiente de esa droga como lo habían sido de niños. Había pensado que iba a poder controlarse, pero se había equivocado. Incluso en esos instantes, después de que ya hubieran pasado tres años sin que la hubiera visto y lo dejara sin decirle adiós y a pesar de encontrarse rodeado de algunas de las mujeres más atractivas de Japón, seguía deseándola.
No podía pensar en nada más, estaba obsesionado. Vio que regresaba su acompañante y se levantó caballerosamente. Aunque le sorprendía el hecho de que no pudiera quitarse a Sianna de la cabeza, no era algo que le molestara. Ese día que dejo Hong Kong regreso a su vida y a su trabajo en Corporaciones Li, pero ella ocupaba sus pensamientos de día y protagonizaba de noche sus sueños.
Sentía que Sianna era su fantasma y se le aparecía a menudo. Por eso no le sorprendió oír a la gente murmurar a su alrededor y ver que estaban hablando de Sianna Kino, que acababa de llegar a la fiesta, después de abandonar la escena hace tres años. Sintió un nudo en el estómago. Era casi como si él la hubiera conjurado con sus pensamientos.
Cerró un instante los ojos, casi creyendo que su imaginación le estaba jugando una mala pasada y que podría conseguir que desapareciera. Pero no lo consiguió. Era ella la que había entrado. Sintió su presencia como una corriente eléctrica que lo recorrió de arriba abajo. Y por primera vez en mucho tiempo, no tuvo que forzar una sonrisa. Estaba guapísima, no habría esperado menos en ella. Se había convertido en un icono de belleza para las mujeres de su generación y no le sorprendía que lo fuera aun.
Recordó entonces que la versión de Sianna que había visto en Hong Kong no era la habitual. Había pensado entonces que se había disfrazado para tratar de engañarlo y manipularlo. Le costaba hacerse a la idea de que fuera la misma mujer con la que había estado. Una sin una gota de maquillaje en el rostro y ropa muy cómoda.
La mujer que tenía delante en esos instantes iba vestida a la última moda y dedicaba su famosa y falsa sonrisa a los fotógrafos y a los invitados. Daba la impresión de estar muy cómoda en ese ambiente, como si le encantara ser el centro de atención de todo Japón, como si no hubiese desaparecido por tres años.
Se abría paso entre la gente y vio que sonreía a todo el mundo, como si esperara la admiración de todos, como si fuera una especie de aparición divina, un ángel que hubiera bajado de los cielos para iluminar a todos con su presencia. Llevaba un maravilloso traje largo en un color dorado que dibujaba su perfecta anatomía como una segunda piel.
–Tiene descaro esa Sianna Kino. Hasta hace poco empezó a reaparecer en todo acto social, después de dos años de ausencia, el rumor decía que se casó con algún pobretón y para esconder su pena huyo del país, por eso renuncio a su carrera de modelo – le susurró Juno al oído con tono altivo – Y ahora todos comentan que anda tras un magnate del petróleo. Ya que su antiguo romance no funciono. Por eso es que regreso a la ciudad – le dijo con acidez – Viendo cómo se comporta, es difícil adivinar cómo es en realidad. Cree que está por encima de la gente.
Esas palabras sacaron a Shaoran de su trance y se quedó mirando a su acompañante. Le entraron ganas de agarrarla por los hombros y decirle lo que pensaba de ella, pero no creía que a su madre le gustara ese tipo de actitud. Además, era un caballero y eso no podía olvidarlo.
–No tenía ni idea de que conocieras a Sianna – le dijo entonces con frialdad. Juno se sonrojó al ver cómo le había hablado.
–Bueno, la verdad es que no la conozco personalmente – repuso ella algo avergonzada.
–Entonces, no sé cómo puedes atreverte a decir cómo es Sianna en realidad – replicó enfadado – Creo que deberías pensártelo dos veces antes de hablar de la gente sin conocimiento. Es un tipo de actitud más propio de las personas que se dedican exclusivamente a calumniar y esparcir rumores sobre los demás.
Juno abrió sorprendida la boca y se sonrojó aún más. Notó que su madre lo estaba fulminando con la mirada, pero no consiguió que su gesto reprobatorio le importara en esos momentos.
Tampoco le preocupaba echar a perder la posibilidad de que hubiera algo más entre su acompañante y él o la necesidad que tenía de casarse para darle un nuevo heredero a su familia. Estaba demasiado ocupado tratando de analizar por qué había reaccionado como lo había hecho cuando escuchó el comentario de Juno.
La verdad era que él mismo le había dedicado palabras mucho más duras a Sianna y había tenido incluso el descaro de decírselo a la cara. No entendía por qué le molestaba tanto que otra persona hiciera lo mismo que él. Buscó a Sianna con la mirada. Habían pasado tres años desde que la vio en persona de esos tres años dos de ellos había desaparecido de la faz de la tierra.
No pudo evitar suspirar al verla así. Era aún más bella de lo que recordaba. Le encantó ver cómo se había arreglado para destacar sus hermosos ojos verdes y su cabello corto y más oscuro que el chocolate de él. Aunque siempre había sido conocida por su maravillosa y larga melena rubia, le dio la impresión de que su nueva imagen le confería una apariencia más sofisticada y elegante.
Le parecía una mujer que destilaba misterio, sensualidad y algo más que no sabía cómo definir. Pero no tardó mucho en adivinar de qué se trataba. Era su pedigrí, la importancia de sus raíces familiares. Durante siglos, el legado de su apellido se había transferido de generación en generación y, aunque le parecía algo que Sianna no había querido aceptar hasta ese momento, le daba mucha seguridad y un aire casi imponente.
Se movía entre sus admiradores y detractores con valor, sonreía y saludaba con su mano como si fuese una princesa, como si hubiera aceptado el hecho de que, hiciera lo que hiciera, acabarían criticándola. Se dio cuenta de que solo había una mujer como ella. Por muy famosa que fuera y muy escandalosa que hubiera sido su vida, seguía siendo Sianna Kino.
Cuando la miraba en las revistas, no podía evitar sentir que le pertenecía, que esa mujer era su mujer. Le parecía una locura, pero todo su cuerpo parecía estar de acuerdo. Se dio cuenta de que Sianna había vuelto a casa. Y él estaba deseando volver a tenerla entre sus brazos.
Tres años antes - - -
–¿Te acuerdas de mi hermano Anton, Sianna? No recuerdo si le conociste, pero si no, podemos recuperar el tiempo perdido, pues él siempre ha sido tu admirador – Le dijo una de sus amigas.
La chica se apartó a un lado y dejó ver al hombre que estaba detrás de ella. Sianna le miró a los ojos. En ellos brillaba el tipo de mirada que a ella siempre le había disgustado.
–Aunque nunca pude admirarte de cerca –comentó el hermano de Hannah. Observándola descaradamente.
Ella nunca había tratado con aquel hombre porque Shaoran le había puesto en su lugar una vez que había intentado acercarse a ella. En ese momento ella miró de soslayo a Shaoran que estaba acompañado por su madre y una mujer muy sonriente se acercaba a él y lo abrazaba.
Sianna se sintió derrotada. No tenía límite la maldad de Shaoran. El haber invitado a esa mujer, en su reencuentro, era el golpe más duro que podía haberle dado. Ella no podía mostrarse como una mujer segura de sí misma ante aquella rusa escandalosamente sensual. La hermosa mujer llevaba su pelo platinado recogido en un elaborado moño. Estaba muy bien maquillada y el ceñido vestido rojo resaltaba las curvas de su cuerpo.
Y justo cuando se iba a acercar a saludar a Shaoran, Anton la agarró del brazo e ignoró las copas que les ofrecían y comenzó a susurrarle una letanía de lo bella que era, ella solo sonreía para despistar su incomodidad.
Sianna podía ver a Shaoran a dos mesas de donde se había sentado, no podía disimular su mal humor, ella había pensado que disfrutaría de una cena placentera, pero era evidente que todo había cambiado y para acabarlo de estropear, Anton comentó algo que cayó como una bomba.
–Veo que estás comprometida – la observación llamó la atención de todos alrededores de ellos.
–Sí – aceptó ella, con la sonrisa más auténtica que tenía, consciente de que Shaoran no podía alegar entre gente que los conocía – Me voy a casar dentro de tres meses y mi prometido va a venir por mí para que volvamos juntos a Japón.
Todos comenzaron a susurrar y a felicitarla, definitivamente la prensa se enteraría esa noche de que pensaba casarse.
Shaoran se puso furioso. Estaba a punto de estallar. Ella notó con satisfacción que era la única que no le temía. Sonrió cuando Anton la sacó a bailar y pensó que no le importaba nada.
–Estás más bella que nunca – le dijo Anton cuando estaban bailando – Sera por tus próximas nupcias.
A ella no le agradaba la forma en que le hablaba, ni cómo la miraba. Pero había estado expuesta a ese tipo de situación desde su adolescencia y sabía bien cómo manejarlas.
–Baila conmigo – dijo una voz que ella conocía muy bien.
–Oh...
–Ven – la cogió de un brazo y empezaron a bailar. Dejando a Anton de lado.
La apretaba con tanta fuerza. Ella sentía su rabia y esperó a que de un momento a otro explotara.
–¡Mantente apartada de ese tipo! – la amenazó con voz de trueno.
–Tengo la intención de permanecer lejos de él y de otros. Sabes que solo mi prometido tiene mi permiso para hacer estas escenas, me pregunto qué diría tu madre al respecto Shaoran.
Sus palabras le sorprendieron y la miró con interés. Después de un rato, él se relajó y bailaron como lo habían hecho tantas veces. En sus brazos era fácil olvidar todo lo sucedido, parecía que no existía más que Shaoran en su vida.
Presente - - -
Tiempo más tarde, Shaoran alcanzó a Sianna cuando esta salía del museo y bajaba la famosa escalinata. Ella iba bien abrigada para protegerse del frío de diciembre. Él, en cambio, no necesitaba nada. Después de pasarse toda la velada viendo cómo bailaba con todo el que se lo pedía y sonriendo sin descanso, no necesitaba nada más para entrar en calor. Esa noche, se había comportado como la perfecta heredera, pero él no se creía nada de lo que había visto.
–Más despacio, Cenicienta – le dijo con su tono frío y lleno de seguridad, cuando estuvo lo suficientemente cerca como para tocarla. Había alargado la mano para hacerlo, pero se contuvo en el último momento. Sabía que, si quería controlarse, no podía tocarla. Después de tres años, la tenía frente a él.
Ella giró y, durante unos segundos, tuvo el inmenso placer de ver a la verdadera mujer que era, la que había conocido, sin la máscara que llevaba en sociedad. Lo notó en sus ojos y en cómo le temblaron los labios.
– Li – repuso ella con una sonrisa – ¿Te parece buena idea acercarte como lo has hecho a una mujer que camina sola y de noche por Tokio? – le hablaba como si nunca lo hubiese abandonado.
–¿Adónde vas? – le preguntó él en el mismo tono. Sintió que estaba al borde del abismo, a punto de cometer alguna locura, como un depredador esperando el momento propicio para atrapar y devorar a su presa. Estaba nervioso y angustiado.
–Eso no es asunto tuyo – le dijo ella – ¿De verdad vas a arriesgarte a que alguien te vea hablando conmigo? Estamos en la escalinata del Museo de Tokio, uno de los sitios más concurridos de Japón. Cualquiera podría verte. No creo que sea buena idea que estés tan cerca de mí.
Le hablaba con un tono dulce, pero había hielos en sus ojos y no pudo evitar sentirse dolido. El último recuerdo que tenía de ella había sido en su cama, con ella gritando de placer. Le bastaba con recordar ese momento para excitarse de nuevo. Pero sabía que era mejor no pensar en ello, esos recuerdos no estaban haciendo sino empeorar las cosas.
–Me parece increíble que estés huyendo del baile después del gran esfuerzo que has hecho para aparentar que has cambiado y que ya no eres la rebelde e inmoral modelo o heredera de una de las familias más importantes de la ciudad – le dijo él entonces – ¡Qué sorpresa! Después de dos años de ausencia – Agregó con ironía – ¿Hay algo de lo que no huyas?
A pesar de lo que le estaba diciendo, le dio la impresión de que no se trataba de la misma mujer con la que había compartido momentos de pasión en Hong Kong. Sus ojos no expresaban nada, no reaccionó al oír sus palabras. Se limitó a sonreír y no le gustó que lo hiciera.
–Ya no me interesa que trates de analizar mi perfil psicológico. He cambiado desde que nos vimos por última vez – le dijo ella – Es un placer verte de nuevo, por supuesto, sobre todo porque así he podido comprobar que ya no te disfrazas de pescador y que vuelves a lucir tus galas habituales – añadió lo miraba de arriba abajo – Pero, por desgracia, tengo que irme.
–¿Cómo se llama?
Su intención había sido fingir que no le importaba, pero no pudo evitar que hubiera cierta tensión en su voz. Ella se quedó callada unos segundos, pero no apartó la mirada.
–¿Me estás preguntando por mi acompañante? – Repuso ella – He venido sola, Li. No sé si lo sabías, pero algunas veces las mujeres vamos solas a los sitios. Incluso yo.
–Hablaba del hombre con el que has quedado ahora, pareces tener mucha prisa –le dijo él – Del hombre por el que abandonaste mi cama.
Ella soltó de golpe el aire que había estado conteniendo. La delató el frío, que formó una nube de vapor frente a su boca. Sonrió al verlo, no sabía por qué le resultaba tan fácil ser cruel con ella. No se reconocía, pero no parecía ser capaz de dejar de hacerlo.
–¿Es acaso ese imbécil con el que has bailado cuatro veces esta noche? – Le preguntó él – No podías haber elegido mejor –añadió con ironía.
–¿Nolan Kuznetsov? – contestó ella riendo – No, en absoluto.
–Entonces, ¿de quién se trata?
Sianna lo miró de arriba abajo.
–Pareces empeñado en pensar que voy al encuentro de algún hombre. Pero claro, es justo lo que esperas de una mujer como yo, ¿verdad? Crees incluso que me dedico a ello de manera profesional – le dijo ella fuera de sí – Maldito seas – añadió entre dientes – De un modo u otro, no es asunto tuyo, pero te diré que si hay quienes me espera – esta vez su sonrisa llego a sus ojos.
A Shaoran se le hizo un nudo en el estómago al escuchar esas palabras, después de unos segundos se recuperó.
No estaban solos en mitad de la noche. A pesar de la hora, había mucho tráfico, ruido de autobuses y cientos de personas recorriendo las aceras. Pero él solo veía sus maravillosos ojos verdes y cómo le temblaba levemente el labio. Era casi imperceptible, pero lo notó. Quería tomarla en sus brazos y llevarla a algún sitio. Pero no sabía si deseaba tenerla en su cama o quedarse simplemente abrazándola. La segunda opción le parecía mucho más peligrosa. También quería disculparse y retirar sus palabras. Parecía empeñado en hacerle daño, cuando deseaba todo lo contrario. Pero se quedó callado, no sabía cómo decírselo.
–¿De verdad crees eso, Sianna? – Le preguntó él mientras se acercaba más a ella – ¿De verdad crees que te basta con salir corriendo para conseguir que todo termine? ¿Otra vez? ¿Crees que voy a dejar que te salgas con la tuya también ahora?, diciendo que te esperan.
–¿Qué es lo que quieres, Shaoran?
Por fin había conseguido que le hablara la verdadera Sianna y que abandonara sus juegos.
–¿Qué haces aquí?
–¿Por qué te interesa tanto? – Repuso ella riendo – ¿Es que te molesta que no tenga nada que ver contigo?
–Todo lo contrario – le aseguró él con algo más de frialdad – Has tenido una temporada estupendo, ¿verdad? Es por tu nueva conquista, por la que apareces de nuevo – le preguntó entonces con ironía – Eso es al menos lo que he oído.
Se sintió desnuda y vulnerable, algo que siempre trataba de evitar, sobre todo cuando estaba cerca de ese hombre y después de lo que había ocurrido la última vez. Lo peor de todo era no poder contarle la verdad ni defenderse. Tenía que aceptar lo que decían de ella, algo que todo el mundo había creído. No entendía por qué le dolía tanto esa vez. Después de todo, era solo un escándalo más. Pero esa vez, las noticias en las que se había visto envuelta no las había inventado ella.
–Sí, claro – repuso ella con una sonrisa, desviando la mirada – Escucha he cambiado y debo decirte que…
Una risa cortó lo que trataba de decir y enfoco los ojos de Shaoran.
–Claro – repuso con ironía – Y, por alguna razón inexplicable, has elegido regresar para demostrar tu gran cambio y así conseguir un nuevo marido. Con cortarte el cabello y pintarlo no cambia lo que eres.
Estaba claro que no la creía. No había esperado otra cosa. Por eso se sentía segura diciéndole la verdad. Creía que nada importaba porque ella no le importaba a nadie.
–Estuve reflexionando y tratado de encontrar mí camino, por eso he regresado – le dijo ella con una sonrisa.
–Estás muy guapa cuando mientes – le dijo él casi con ternura – Has conseguido convertirlo casi en un arte. Creo que deberías estar orgullosa de tu talento – agregó cruelmente.
–No puedo ser alguien que decida cambiar y mejorar su imagen – prosiguió ella – Algunos tenemos que reinventarnos sin nadie que nos apoye o nos crea.
–Veo que sigues intentando convencerme de que estás tratando de cambiar – repuso furioso – ¿Por qué te empeñas en seguir jugando así con la gente, Sianna? ¿Acaso mi cuenta bancaria era tan pequeña para tus ambiciones? ¿Qué es lo que esperas ganar?
–No, yo…
–¿No tuviste suficiente con un marido como yo?
Durante unos segundos, ella lo miró como si acabara de abofetearla. Vio que le costaba respirar y no tardó en esconderse bajo su máscara.
–Tu acompañante es preciosa – le dijo ella entonces para cambiar de tema – Estoy segura de que se convertirá en la esposa perfecta, pudorosa y obediente, a imagen y semejanza de lo que tu madre quiere.
No le gustaron sus palabras.
–¿Crees acaso que tú estás más capacitada para elegir a la que será mi futura esposa? – Replicó él.
–No, ella es perfecta. Me ha parecido que estaba completamente sobrecogida por la situación. No creo que le importe que tengas aventuras extramatrimoniales, a lo mejor ni siquiera se entera. Puede incluso que se sienta aliviada, no me ha parecido una mujer muy aventurera.
–Tú, en cambio, eres completamente distinta – le dijo mientras la miraba de arriba abajo – ¿Acaso te estás ofreciendo para ser mi amante?
–No –le dijo ella – No seré yo. Estoy segura de que habrá alguien más, pero no seré yo. Nunca.
–Eres una mentirosa – replicó él en un tono demasiado alto – ¿De verdad crees que vas a poder seguir huyendo de todo? ¿O crees que te bastará con fingir que te has vuelto una mujer respetable?
–Ya estoy harta de… – comenzó ella. Pero él no podía seguir fingiendo.
La detuvo para que no dijera nada más de la única manera que se le ocurrió, besándola con toda la pasión y la ira que había acumulado durante esos años. La besó hasta que se olvidó de todo y solo existía Sianna, su sabor y su aroma. Encajaban a la perfección. Tomó su cara entre las manos y la besó una y otra vez.
Poco a poco, fue desapareciendo su ira y encendiéndose la llama de la pasión en su interior. La besó hasta olvidar dónde estaban y quiénes eran. Olvidó que alguien podría estar viéndolos así. Solo podía pensar en ella y en cuánto deseaba hacerle el amor. Se imaginó sobre ella, bajo ella, a su lado. Estaba deseando unir sus cuerpos hasta que no supieran dónde empezaba uno y terminaba el otro. Habría dado cualquier cosa en ese momento por poder estar con ella una vez más. Pero ella gimió levemente y se apartó de él.
–En realidad no me deseas, Shaoran – le dijo ella sin aliento – Deseas lo que crees que soy, lo que ves cuando me miras, pero no a mí.
–¿Cómo puedes saber lo que quiero?
–Poco me importa lo que tú quieras – replicó ella – Lo que me importa es lo que quiero yo y no es esto. No quiero besar a un hombre que me odia y hacerlo en secreto, en medio de la oscuridad, mientras que la joven con la que va a casarse lo espera en otro lugar lleno de gente, luces y un entorno mucho más apropiado.
–Pero te deseo a ti – insistió él acercándose un poco más. Pero ella se apartó y lo fulminó con la mirada.
–Han pasado tres años. No me conoces, ya no soy la super modelo Sianna Kino – le dijo ella – Lo que deseas es una fantasía que no existe, como todos los demás. No tiene nada que ver conmigo.
–Te conozco mejor de lo que crees S… – repuso él con el corazón en la garganta.
–No, no es verdad – Lo interrumpió ella – Pero yo sí te conozco a ti. Te crees con derecho a juzgarme e insultarme. Te gusta recordarme cada fallo que tengo cuando lo único que haces tú es bailar al son que te marca tu madre. Nunca vas a conseguir terminar de cumplir la penitencia que te ha impuesto. ¿No te das cuenta, Li? Nunca vas a poder recuperar a tu padre.
–¡Cállate! – exclamó él con dureza.
–Prefieres pasar el resto de tu vida sin posibilidad de ser feliz antes que enfrentarte a tu madre – insistió ella – Estás incluso dispuesto a casarte con quien ella elija, como si estuviéramos en el siglo XVIII. ¿Cómo puedes atreverte a decirme que mi vida es patética? Puede que sea muy débil y una vergüenza para mi familia, pero al menos yo no finjo ser quien no soy – agregó mientras levantaba orgullosa la cara – Con defectos o sin ellos.
–¿Cómo puedes hablar así? Te has empeñado durante toda tu vida en menospreciar lo que te corresponde por nacimiento – replicó él fuera de sí.
–No puedes hablar de mí, Li. No me conoces y nunca llegarás a hacerlo – le dijo ella con tristeza.
Se le encogió el corazón al ver cómo lo miraba. Sintió que la estaba perdiendo en ese momento, que la había decepcionado. Ella era la que lo abandonaba una y otra vez, pero se dio cuenta de que él era el que la estaba empujando. Le brillaban los ojos y sus labios temblaban, pero se apartó de él. Se dio cuenta de que no iba a volver a su lado. Ni esa noche ni nunca.
–Sakura – susurró desesperado.
Pero ya era demasiado tarde. Ella se había dado la vuelta y bajaba los escalones hasta su coche. Lo dejó donde estaba, solo.
Continuara...
