"GIRASOLES Y 18 CARTAS"
CAPÍTULO I
"REENCUENTRO"
Nunca se imaginó que lo volvería a ver, jamás en todo este tiempo se le cruzó en la cabeza que lo vería otra vez, ¿cuánto tiempo había pasado?, cuántos inviernos habían ya transcurrido, ¿qué tanto había pasado en su vida?, ¿cuántas cosas había que contar?, pero sobre todo si en ese tiempo, en esos años, había dejado de sentir lo que fue alguna vez.
Por asares del destino la hermana gemela de su esposa, Madeline, iba a casarse en Nueva York, por esa razón su esposa lo convenció de ir a Estados Unidos a la boda, hacer un viaje tan largo de Moscú a Nueva York no era de su agrado, no por el tiempo, era el país, de ahí era ese hombre al que amaba. Pero ahí estaban, esa razón la atribuía ahora a su reencuentro con él. Su hijo había pedido ir al zoológico de Manhatan, se había rehusado por motivos sacados de la manga, pero su hijo había ganado, así es como estaba en Central Park.
Por su parte Iván Braginski había pasado 8 años de su vida en una tela cubierto llamada familia. Se cuestionaba ¿cómo se la había pasado él en tanto tiempo?, tenía tantas dudas, tanta emoción guardada en su persona, tenia sujeto fuerte la mano de su hijo que gritaba alegre porque al fin conocía un tigre, no le prestaba atención ya que de nueva cuenta veía a esa persona que había estado amando desde que tenía 19.
Después de tanto, ahí estaba ese hombre, que jamás dejo de querer, a pesar de lo lejos que se encontraba podía reconocerlo bien, ¿quién no reconocería al amor de su vida? El músculo de su pecho latía tan rápido como aquella vez cuando lo capturo, esa belleza aunque ya pasado los años permanecía en el. Estaba tan concentrado en mirarlo que no se percataba que su hijo le hablaba, menos mal que su esposa estaba lejos o si no ya le hubiera hecho una escena de celos.
-Alfred...-sonó tan emocionado al decir ese nombre, pues tenía unas inmensas ganas de salir corriendo a tomarlo en brazos y decirle lo mucho que lo había extrañado. Apretó la mano de su pequeño hijo algo fuerte aguantando la ansiedad.
-¡Papá! Me aprietas mi mano...-se soltó del agarre de su progenitor- ¿quién es Alfred?-
-¿Por qué preguntas eso?-
-Papá acabas de decir ese nombre...-
-No es nada...ahí viene mamá- señaló a la mujer que traía un par de helados, esta se acercó, le dio uno al pequeño y el otro ella se lo comía.
Volvió a voltear la mirada para buscar ver a ese sujeto de nuevo, pero ya no estaba, sintió un horrible vacio al darse cuenta que lo había perdido de nuevo, desesperado volteó a todas partes tratando de hallarlo, su angustia aumentaba al no verlo, no había sido un espejismo, ambos estaban en el mismo sitio otra vez. De repente, en un abrir y cerrar de ojos lo visualizo yendo al baño del lugar, al parecer estaba solo sin nadie que lo acompañara.
-Amelia, cuida a Fred iré al baño-
-Claro, aquí te espero mi amor...-tomó la manita de su pequeño y se sentaron en una banca frente a jaula de los monos.
Al fin Iván se sintió libre de ir tras él, su emoción le llenaba el pecho sintiendo que estallaría en cualquier momento, por fin después de tanto sufrir sin él de nuevo volvería a verlo, corrió hasta el baño, cada centímetro que se acercaba lugar sentía como su corazón se le salía, así empujo la puerta del baño y se introdujo.
Habían dos hombres saliendo del sitio, de reojo buscó donde ese rubio estaba, espero a que salieran los sujetos y cerró con seguro la puerta. Se paró frente del espejo donde se reflejaba la puerta de los inodoros esperando verlo salir. El nerviosismo le hizo rasguñar un poco la loza del lavamos, sus labios temblaban, podía desmayarse de tanto que sentía y por si fuera poco al fin se abrió la puerta, pudo verlo reflejado en el espejo, en ese momento bajo la vista y ladeo su cuerpo, murmurando algunas cosas que el otro no supo entender, se lavó las manos a un costado de él, en definitiva era Alfred, aquel soldado jovencito del que había quedado enamorado 18 malditos años atrás.
-Hace cuanto tiempo que te vi, tan asustado por que temías que te matara, sabes cuantos años ya pasaron...Frederick...-
Abrió los ojos tan grandes el de cabello amarillo y dio pasos hacia atrás hasta toparse con la pared, tenía la boca abierta, sus piernas tambaleaban, obviamente había reconocido esa voz dulce, tantos años después y aun la recordaba bien.
No sabía que responderle estaba asustado mirándole la espalda, observó la puerta, sin pensarlo corrió hacia ella intentando huir pero poco le duro la esperanza puesto que el albino lo jalo fuerte pegándolo a la pared de nueva cuenta.
-Alfred...mi vida. ¿Dónde habías estado corazón mío?-fue envuelto por esos brazos tan fuerte, Alfred aun temblaba de miedo por verlo, no había contestado a ninguna de sus palabras.
-Te busque por todos lados todos estos años Alfred...te busque desesperado pero desapareciste sin decirme donde hallarte...Alfred...mi Alfred- le tomó de sus mejillas y fuerte lo abrazo, 18 años esperando ese calor de nuevo.
Tragó saliva, correspondió el abrazo a pesar de casi desmayarse por la impresión.-Iván...-Respiró ese aroma extranjero, aquel que ningún hombre expedía, la alegría y la emoción les ganó que empezaron a reír para después llorar, 18 años sin esos ojos, 18 años sin esa risa o ese tacto, 18 años sin su amor.
No perdieron más el tiempo y unieron esos labios en un beso que expreso más de mil cosas, tan intenso y duradero que parecían nuevos, pareciere que el tiempo nunca corrió pues su sentir era el mismo. Solo bastó unos segundos y ya sus lenguas volvían a conocerse, que día tan grandioso era ese, pues por un momento se les olvido que estaban en un baño público.
Por falta de aire se separaron pero no acortaron espacio, Iván sostenía bien a Alfred de su cintura mientras se miraban y se sonreían, sus gestos expresaban todo lo que querían decirse, jamás se dejaron de amar. Era un momento como ninguno, no podían manifestar ese sentir, ya ni cuando se vieron por primera vez en la guerra, ahora perfecto.
Sin embargo todo lo maravilloso puede desmoronarse en tan solo segundos. Amelia, la mujer del ruso tocó la puerta del baño ya preocupada por su esposo que tardaba mucho en el baño, quizás tantas horas de vuelo le habían afectado pues no había descansado bien, así que tocó la puerta para saber cómo se encontraba. –Iván, ¿estás bien?, me estoy asustando-
El rucio atendió al llamado de la mujer, había dicho claro "Iván", mismo que entendió que conocía al moscovita. -¿Quién es ella?- preguntó.
-Ella…-murmuró como si fuera una ofensa hablar de ella. –Ella es mi esposa-
-Eres casado...- respondió con decepción a la recién confesión, Alfred no estaba dispuesto a caer tan bajo y ser parte de una infidelidad, mismamente le empujó para apartarlo de su persona. –No vuelvas a acercarte a mí-
-Alfred espera…- le sujeto fuerte de su brazo- déjame explicarte…por favor…- le abrazó de frente volviendo a ver esos turquesas que lo volvían loco.- Te espero mañana a las 4 de la tarde en la estación grand central calle 42, por favor ve, te estaré esperando ahi- pegó su frente a la ajena mientras acariciaba esa mejilla.
-No es buena idea…-
-¿Por qué?-
La dama oía murmureos dentro, intentó entender pero hablaban muy bajito.-Iván responde…- el infante se desesperaba, pues su papá no salía del baño.
-Papi…-
La voz de aquel menor solo hizo que se le estrujara el corazón en su pecho y el hombre de los ojos amatista se maldijo internamente, su hijo había sido inoportuno.
-Esa es la razón- lleno de resentimiento y tristeza lo abofeteó fuertemente para al fin librarse, el albino solo pudo reaccionar llevando su mano a su mejilla mirando cómo se iba de nuevo.
–Idiota- así pudo ir hacia la puerta y salir, para ver en la puerta a aquella linda mujer rubia ojiazul parada con un niño que aparentemente no superaba los 10 tomado de la mano de la que supuso era su madre. Solo los miró rápidamente y salió a paso veloz alejándose de ahí.
Aunque quiso seguirlo y gritar que no se fuera Iván no pudo hacer mucho estaba su esposa mirándole y su pequeño también.
-¿Qué sucedió?-
-Nada Amelia, es solo que no me siento bien, quiero volver a tu casa-
-Está bien-
-¡Papá no!, yo quiero seguir viendo los animalitos- replico.
-¡Frederick!, hijo papá se siente mal, vamos, ya será luego…-
-Lo lamento en verdad- dijo apenado.
-Vamos amor- le tomo la mano, Iván estaba desorientado, mirando a la nada, aturdido, de nuevo su amor había huido.
