Disclaimer: Hetalia y sus personajes le pertenecen a Himaruya Hidekaz
Advertencia: FrUK con un mal término/ USUK
La vida le sonreía, es decir, ¿quién no estaría feliz en su lugar? Había cumplido su sueño: era el Chef ejecutivo de uno de los Restaurants más galardonados en París y probablemente de toda Francia, tenía una buena casa en la capital con una vista increíble de la Torre Eiffel, un Aston Martin aguardando su salida en el parking del restaurant, el pase libre a cualquier Night Club -el cual terminaba usando religiosamente todos los fines de semana- y un sinfín de mujeres dispuestas a compartirlo de ser necesario solo por permanecer con él... y es que no solo su galantería era capaz de conquistarlas, mira que tener una posición en los círculos más exclusivos de la sociedad francesa ayudaba mucho...
Para Francis Bonnefoy, todo esto significo nada cuando recibió aquella maldita llamada.
El Servicio había resultado bastante bien, la cocina había trabajado en armonía y con fluidez, esta demás decir que ningún platillo fue devuelto y que las felicitaciones al Chef llegaron cual diluvio alimentando el ego del ojiazul. Había sido un día memorable y tenía razones de sobra para disfrutar de los benditos días del fin de semana, donde mandaba al tacho su vida ordenada y pulcra para dar paso a su lado más salvaje y vivir las noches desenfrenadas de las que hacía gala la juventud francesa. Ya había dejado de usar su impecable uniforme para cuando empezó a meditar si sería una buena idea adelantar la noche con una sutil copa de vino ¿un sabor ligero estaría bien? ¿quizás un vino blanco... o tal vez uno tinto? La mente del francés estaba tan sumida en que cosecha sería mejor para la ocasión que apenas pudo sentir la cuarta llamada entrante de los últimos 3 minutos. Tomó el celular y una amplia sonrisa se le dibujo en el rostro al ver el nombre de uno de sus mejores amigos en la pantalla ¿Esta noche podría ponerse mejor?
- Toño, mon ami... ¿al fin decidiste aceptar mi invitación? Ya sólo nos quedaría contactar a Gilbo para estar completos de nuevo..
- Francis, no... no era eso la razón por la que te llamaba... pero en serio he estado considerado la propuesta.. –los nervios eran evidentes. Francis comenzó a preocuparse, era raro oir al español así.
- Entonces, ¿a qué debo el placer de tu llamada?
- Yo... creía que tenías que saberlo
- ¿Saber qué? –El tono amistoso se había ido
- ... -El silencio incómodo comenzaba a poner ansioso al francés- Verás, eh... Arthur se irá del país a finales de este mes –Las palabras congelaron al ojiazul, no esperaba oír esto pero, quizás, podría significar que tal vez él...
- Ya era hora. Estúpido y terco cejas, dándose el lujo de hacerme esperar tanto...
- No, Francis, él... se irá para Estados Unidos. –Certero. La voz de Antonio empezó a sonar desesperada- Lo siento tanto, Francis. Yo creía que él... ¿Aló?... ¿Francis?... ¿Estás bien? ... ¿Frannie? ..Joder, tío... ¡Contéstame!
Ni el sonido de la pantalla del móvil quebrándose contra el piso pudo hacerlo reaccionar.
"¿Qué fue lo que pasó, Arthur?"
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Le dolía dejar su vida en Francia, sus amigos y todo lo que conocía. Teniendo 12 años tampoco es como que haya tenido la posibilidad de escoger su situación o de lidiar con las deudas que agobiaban a su familia pero... ¿de verdad su padre tenía que escoger Londres? De todos los lugares del mundo, tenían que venir a parar justamente a esa ciudad a la que tanto aborrecía.
Al menos el vecindario era bonito, la casa era relativamente grande y tenía toques franceses que sacaron una sonrisa del adolescente que llevaba unas cuantas maletas hacia el pórtico del que sería su nuevo hogar. Dejó el equipaje, estiró sus entumidas extremidades, producto de los viajes en tren que le costaron llegar hasta allí, y exhaló un pesado suspiro. Su nueva vida había comenzado.
La mudanza no fue un problema dada las pocas pertenencias de su familia pero la escuela significaría un dolor de cabeza terrible. Su amado francés había sido echado de lado por un asqueroso inglés con un asqueroso acento británico que había venido a gobernar y regir cada cosa que haga por el resto de su asquerosa vida y la asquerosa escuela no era la excepción. Francis tenía la sangre de Napoleón Bonaparte en sus venas, al menos eso creía el, y esto solo significaba "una prueba de fe" y como todo francés que se respeta... no se iba a amilanar por ningún bebedor compulsivo de té con dientes torcidos.
El primer día de clases había llegado y Francis estaba psicológicamente preparado para el reto. Con un inglés bastante básico y el dejo francés a flor de piel, se presentó hacia su nueva clase y tomó asiento en el único lugar disponible, al lado de un chico de un horrible y espantoso cabello desordenado color paja y unos ojos verdes que desentonaban con su prolijo uniforme y su bien ordenado escritorio... pero todo quedó eclipsado cuando sus ojos se posaron sobre esas cosas monstruosas que tenía por encima de los ojos, el francés retrocedió intimidado y asustado porque se les fuera a saltar en la cara pero rápidamente recupero su postura y se sentó en el pupitre al darse cuenta que solo eran las cejas de su nuevo vecino de escritorio.
Intento presentarse pero fue ignorado olímpicamente por el ojiverde, juraba que podía haber oído en una casi imperceptible voz, un "frog" casi escupido antes de perder del todo la poca atención que su compañero le había dado, pero decidió atribuirlo a su imaginación. El resto del día, el francés se sumió en la explicación de la maestra de Historia y en la de Matemáticas mientras elaboraba una estrategia para sobrellevar el resto del año porque... volvería a su amada Francia, ¿no es así? Solo tenía que aguantar hasta el fin del año escolar... al menos se aferraba a ello aunque su situación reflejara lo contrario.
Los días y las semanas pasaron, Francis sufría pero poco a poco se estaba acostumbrando a la rutina y al idioma aunque se llevó unas cuantas sorpresas más: su compañero de escritorio había resultado ser su vecino, ser el menor de 5 hermanos... y también menor que él. El condenado mocoso tenía el ego hasta las nubes y es que Arthur Kirkland tenía razones de sobra para tenerlo: era el mejor en su clase y probablemente en la escuela, lo que le costó un pase directo a un adelanto académico de tres años, había ganado competencias interescolares de deletreo y composición literaria y sus trofeos se exhibían en el corredor principal del colegio, era el Presidente del Consejo Estudiantil más joven en la historia de la escuela con tan sólo 9 años, e, irónicamente, era el alumno más repudiado del plantel. Arthur se había labrado su reputación y la sobrellevaba bastante bien, al punto en el que no parecía afectarle pero... uno de los secretos que Francis había aprendido era que no todo lo que brilla es oro.
Se había vuelto una costumbre oír a través de las delgadas paredes de su hogar, las peleas que se daban en la casa inglesa contigua. Los gritos del primogénito de los Kirkland con quién al final resultó llevarse bastante bien, la voz de la razón del segundo hermano, las risas maquiavélicas y escandalosas de los gemelos a costa de su víctima de turno y...el llanto mal disimulado del pequeño Arthur en la soledad de la noche. Sí, las cosas no se habían dado bien entre ambos en la escuela, es más, al tener que formar un equipo para algún trabajo, los roces habían llegado a raspar el límite de la tolerancia y el irse de manos era algo bastante tangible... pero ni esto pudo evitar que lo tocara de alguna forma. El brillante alumno, egocéntrico y altanero Arthur solo existía en la escuela, y en casa, el pequeño Artie hacía su aparición. Francis no podía evitar mirarlo durante las clases sin que éste se percatase y preguntarse por qué...
Así iniciaron las cosas, supongo.
Ya habían pasado dos años, el francés ya había comprendido que no iba a comer un foie gras o un ratatouille pronto así que decidió buscar soluciones más reales para afrontar el problema. Las cosas con el "cejas" habían progresado: ambos eran ridículamente competitivos, orgullosos y estaban dispuestos a sacarse los ojos si tenía que defender a su nación en algún debate de Historia pero ninguno supo explicar desde que momento fueron capaces de confiar en el otro al punto de unirse para destruir a alguien más, de ser necesario. No los entiendan, ni ellos mismos lo hacían... como sea, todo parecía ir bien hasta que llego la estudiante de intercambio: Jeanne.
La chica nueva era simpática, decidida, valiente e inteligente. Venía de un programa de becas para estudiantes de bajos recursos pero eso no importó para robarse el corazón de Francis y de medio salón. Los meses pasaron y el sentimiento se iba fundiendo cada vez más en el pecho del ojiazul; la chica nueva lo había marcado, no había duda, y se estaba tomando en serio una posibilidad con ella, hasta estaba usando sus armas de seducción para hacer que la niña caiga a sus pies. Lo que el franchute no pude entender es que como su eneamigo, que no había mostrado interés alguno en la doncella de sus ojos, ahora se preparaba para robarle el amor de su musa.
Fue una lucha salvaje y sin cuartel: rosas, cartas, dibujos, poemas, canciones, etc, etc, etc y más que eso...un año entero de competencia no podía ser sano. Las cosas comenzaban a ponerse bastante tensas entre ambos hasta que llegó ese maravilloso día en el que Jeanne había tomado su decisión: había cedido su corazón a Arthur. Francis quedó devastado y no es para menos, fue su primera vez probando el desamor y no había nada que pudiera hacer; él la amaba y si a ella Arthur le hacía feliz, el, como un buen caballero, aceptaría su derrota por la mujer que ama y velaría por su felicidad.
Y así Francis vivió el infierno en la tierra. Ver los ojos enamorados con los que la mujer que amaba miraba a su mejor amigo lo destrozaba, escuchar las palabras de amor que ella usaba al referirse a él lo lastimaba pero lo que más le dolía es que ahora que Arthur era el dueño de la atención de su amada, éste pareciera haber perdido todo interés sobre ella. Podía soportar su dolor pero verlo reflejado en Jeanne había llegado al límite. Furioso, espero a que las clases acabaran y para antes que el británico se retirara, el francés lo cogió del brazo y lo miro a los ojos.
- Patio trasero de la escuela. 5 minutos. Tenemos que hablar.
El francés ya se había retirado y la mirada sorprendida del ojiverde no se hizo esperar, recupero la postura, continuó guardando sus cosas con la misma paciencia de siempre aunque algunos tremores se habían hecho presentes. ¿Qué tenían que hablar?
El cielo naranja y los altos árboles le daban una apariencia bastante tenebrosa al lugar donde Arthur había llegado puntual, como siempre, esperando a su mejor amigo. 15 minutos habían pasado, su instinto mata-ranas había llegado al punto más álgido y su largo repertorio de maldiciones había hecho aparición; estaba dando la media vuelta para cuando una mano se posó sobre su hombro asustándolo, estuvo a punto de girar y romperle lo que sea que tenga entre las piernas su agresor hasta oír una voz que era más un lamento que un reclamo.
- ¿Por qué, Arthur?
- ¿Francis? Maldita sea, ¿Tienes idea de que pude golpearte? –Su posición defensiva se desarmó pero no dejo de sostener la mirada a los ojos de quien tenía enfrente- ¿Por qué, qué?
- Jeanne...
- ¿Qué hay con ella? –Una media sonrisa se hizo presente en la cara del británico y marcó el descontrol en la mente de Francis.
- Maldito cínico, tu sabes qué pasa con ella –En un impulso, tomó el cuello del uniforme de Arthur y lo empujó hacia una de las paredes que delimitaban la escuela- ¿Por qué, Arthur, por qué ella? –el inglés tragó saliva, las cosas empezaron a salírsele de las manos.
- No estoy para estas cosas. Suéltame, barbudo. –Trataba de mantener la serenidad en la voz e intentaba zafarse del agarre de su amigo mientras tanteaba sus reacciones.
- ¿Por qué le destrozas el corazón?, ¿Por qué a ella, Arthur? ¡Sabias perfectamente que la quería! –El agarre se había hecho mucho más fuerte y el británico empezaba a sentir escasez de aire- ¿Acaso tu no la amas? –Los intentos de escape del inglés habían cesado al terminarse de formular la pregunta y se sentía incapaz de seguir mirándolo a los ojos. Francis no se controló más. –Es eso, ¿no es así?
Silencio, no siguió defendiéndose ni tampoco dio alguna respuesta más.
- ¡Contesta! –los pies de Arthur hacía poco se habían alejado del piso y sentía que en cualquier momento iba a desmayarse. No podía respirar.
- Sué...ltame, Fran...Francis –A cada palabra el poco aire que retenía se le iba de los pulmones pero no iba a ceder.
- ¡Dilo! –Presión, mucha más presión.
- No... no la amé... y tampoco... tampoco lo hago ahora –la voz era imperceptible pero el inglés se las había ingeniado para hacerse oír.
Francis sintió la ira apoderarse de él. Había soltado al británico y este había caído abruptamente al piso; cuando estaba dispuesto a cobrarse la afrenta con sus puños... un sonido limpio y seco hizo que ambos pares de ojos se dirigieran al origen del ruido y se abrieran al unísono al ver la mochila de Jeanne tirada en el piso mientras ella salía corriendo en dirección opuesta a la escena. El francés miro con desdén al inglés, tenía clara sus prioridades. Salió corriendo tras su amada pero le fue imposible alcanzarla. Intentó toda la tarde y hasta muy entrada la noche pero no la pudo hallar.
Esa fue la última vez que vio a Jeaane.
Eventualmente, la mochila había sido pedida por los padres de Jeanne y la tutora había soltado un "Por problemas familiares, Jeanne no podrá acompañarnos más. Agradece infinitamente el tiempo que compartió con ustedes y siempre los llevará en sus corazones..." que nunca convenció a Francis. Él sabía la verdadera razón y el maldito responsable había sido tan cobarde de ausentarse desde aquel día.
Una semana había pasado ya, Arthur había vuelto a clases pero nunca más volvió a ser lo mismo para esos dos. Francis cambió de lugar con una chica a la que sabía que no podría rechazarlo y decidió olvidarse del inglés de una vez por todas.
El tiempo había pasado pero hacía mucho que se había dado cuenta que lo que sentía por el británico no sólo era odio. Luego de alejarse de él y romper todo tipo de comunicación, Francis se aferraba al dolor que le había producido el inglés y es eso lo que evitaba que fuera corriendo a hablarle en los pequeños momentos de debilidad que tenía a veces. La ira se fue y el francés perdió la motivación esencial que lo mantenía alejado de él. Sí, estaba dolido pero no entendía porque es que a pesar de ello, quería volver a hablar con Arthur. Extrañaba la forma en la que renegaba, su forma de replicar a las ideas diferentes de la suya, su estúpido sarcasmo y la manera en la que se burlaba del resto... Estaba mal, lo reconocía. Se dirigía ante la primera pared que encontrase para golpearse la cabeza... pero su intento de suicidio fue evitado al ser interceptado por un tipo albino que lo usó de escudo humano para protegerse de los feroces ataques de la Vice-Presidente del club de Anime.
Luego de terminar con severos golpes y creyendo que el tema de la pared no hubiera sido tan salvaje como esto, Gilbert lo invitó –arrastró- a la Cafetería a por unos refrescos para disminuir su cargo de consciencia. Allí conoció a Antonio y el grupo terminó saltándose las clases de ese día, es que la química había resultado bastante buena entre los tres que el tiempo del receso había sido nada. Y así, el trío se volvió inseparable. No había rincón en la escuela en el que no se conociera al autoproclamado "Bad Touch Trío" y Francis se preguntaba si Arthur también estaba enterado de ello.
Era lógico que al ser buenos amigos, compartieran muchas cosas y terminaran conociendo sus virtudes y defectos. La manía mal sana del alemán con el alumno austriaco de intercambio y el masoquismo de Antonio por el afecto a cierto italiano sureño... era obvio que los dos iban a descubrir tarde o temprano su situación con Arthur. Y así fue.
Una fiesta de rencuentro, si... eso era lo que era... a quien engañan, solo era otra estúpida razón por la que usar la mayoría de edad para emborracharse hasta de no acordarse de hablar el inglés; al menos, eso era para Arthur. Los últimos años habían sido bastante duros para él y aunque era relativamente joven, ya conocía de cerca el licor. No malentiendan, no es un borracho ni necesita ir a alcohólicos anónimos pero, tener la oportunidad de olvidarte de todo por un solo día –o noche- sonaba ridículamente tentador y Arthur cedía a sus pasiones bastante rápido, además... esa noche iba a estar él y necesitaba estar preparado para hacerle frente.
Habían bastado solo dos jarras de cerveza para que el británico este más borracho que romano rindiendo culto a Baco y comenzara a montar un circo junto a un español alegre (pero no borracho –aun no-) y un alemán albino que no paraba de gritar; los tres vestidos solo con un delantal negro, trago en mano y bailando como si no hubiera un mañana sobre la pobre e inocente mesa a la que habían secuestrado e improvisado de escenario. Toda la gente alrededor del estrado tomando cuanta foto pudieran del antes temido Presidente del Consejo Estudiantil y una que otra chica esperando la gracia de Dios en el que algún impulso moviera ese fastidioso pedazo de tela y revelara algo más que el estado de ebriedad del trio.
- I love scotsmen though they hump sheep, they hump sheep~ They hump sheeeeeep THEY HUMP SHEEEEEP!*... Chúpate esa, Scoooott! –Borracho hasta el tuétano, es sostenido por sus compañeros de show antes de caer de cara al piso.
- Tranquilo, cejitas, ¡no te emociones mucho! ¡Recién comienza la fiesta y mi asombrosa persona aún no ha podido robarse el show!
- ¿Bromeas, Gil? Mira eso –Señala a todo el mundo- ¡Ya sólo falta Frannie para completar el grupo!
- Estamos bien sin la rana –Arrastraba las palabras pero se podía sentir la seriedad de ellas. Si, tal vez podría estar borracho... pero aún tenía orgullo, al menos para eso.
Las cervezas llegaron en mayor cantidad y el show debía continuar. Por otro lado, el francés recién llegaba después de un largo debate con la almohada... donde ella gano, por eso estaba allí después de todo. Saludo, saludo, brindis, saludo, brindis, saludo, brindis, brindis... antes de cumplirse la primera hora, Francis ya sentía los estragos del alcohol pero nada que no pudiese dominar. Había sorteado a muchas personas con la esperanza de no encontrarse con él hasta que el tumulto de gente lo guio a donde menos quería llegar. Esos ojos, ese cabello... Esas cejas... ¿ESTABA USANDO OREJAS DE CONEJO? ¿De qué rayos se había perdido? No fue una sorpresa toparse con sus dos mejores amigos de los últimos años de la escuela, Gilbert y Antonio, pero ver al británico siendo el centro del espectáculo era otra cosa.
Al acercarse, vio como el rubio se ponía en pie a duras penas ayudado por el español y el alemán que se autodenominaba prusiano. Se reía mientras decía lo grande que fue como Presidente y lo mucho que logró por la escuela mientras que sus acompañantes tenían una cara de fastidio enorme suplicando que se callara... el rostro les cambio del todo cuando vieron al francés delante de ellos.
- Frannie, ¿Cómo has estado, tío? ¡Qué alegría que hayas decidido pasarte por aquí! –la sonrisa del español daba mala espina.
- Sí, y ¿cómo esta-
- Si, Francis, mira, tu sabes que te queremos y todo –la del albino menos.
- Pero ya no lo soportamos más, ¡Es tuyo ahora! ¡CORRE GIL!
No es como si hubiesen tenido el escape del siglo... dos borrachos corriendo en zigzag hasta chocar, caer y volverse a levantar para repetir lo mismo solo dejaron a un confundido francés medio sobrio con un británico ebrio sobre él. Terminó arrastrando al ojiverde a uno de los cuartos de la enorme casa que la anfitriona húngara amablemente y sospechosamente rápido le había cedido, lo tiró como un bulto cualquiera sobre la cama mientras él se desabrochaba los primeros botones de su camisa y se sentaba en el piso. De todos los escenarios posibles, era este el que menos tenía en mente.
Los recuerdos lo abrumaron y tuvo que reprimir las ganas de moler a golpes al inglés; no era de caballeros matar a alguien que odias mientras duermes... no es necesaria tanta piedad. Se froto las sienes un par de veces, se acomodó como pudo en el piso divagando entre esas oscuras memorias y dejó de poner resistencia al adormecimiento que el alcohol producía en él.
El sueño le duro poco y comenzó a abrir los párpados pesadamente, un sollozo mal disimulado bastante familiar se hacía presente obligándolo a despertar. Se levantó y vio a Arthur sentado, con el rostro rojo y las manos en la boca reprimiendo el llanto; al percatarse de que Francis empezaba a incorporarse, los sonidos cesaron y el británico miró hacia otro lado evitando un posible contacto visual. Al francés esto le llegó al corazón, sin embargo, no iba a cambiar las cosas en lo absoluto aunque... en virtud del tiempo en el que fueron amigos, no iba a negar que le interesaba saber que pasaba.
- ¿Qué haces aquí, Bonnefoy?
- Descansar después de sacarte del show que montaste y traer tu trasero borracho hasta acá... De nada, mon cher. –Ya estaba de pie mientras una de sus manos iban directo a su cabeza, la maldita resaca lo estaba matando.
- ¡E-Eso no es cierto! –Los colores se le subieron al rostro... no podía ser verdad ¿no?
- ¿Ah, no? ¿Acaso te has visto, Arthur? –Y el británico pudo ser consciente de su casi desnudez... tampoco fuera que el delantal tapara mucho- Como sea, quédate aquí, me voy. –Ya estaba dándose la vuelta en dirección a la puerta cuando algo lo detuvo-
- Es...Espera –Su mano sujetaba fuertemente la camisa del francés a pesar de que temblaba- Gra... Gracias –tan bajo que apenas pudo oírlo el ojiazul aunque esto no hizo que cambiara su actitud.
Aun se notaba el alcohol en el sistema nervioso del inglés y Francis conocía lo bastante bien a Arthur como para saber que terminaba siendo bastante sincero y directo mientras estaba bajo los efectos del licor, así que decidió cobrarse el trabajo de traerlo hasta un lugar seguro. Tendría las respuestas que buscó por años.
- Ok. Ahora, si me disculpas... -intentó probar hasta donde llegaba y caminó un poco más, la mano de Arthur había aumentado la fuerza del agarre por lo que Francis, satisfecho, decidió quedarse a hacerle compañía al inglés. Arthur se hizo a un lado, dándole un poco de espacio en la cama mientras se sentaba con las piernas cruzadas y una almohada entre las piernas.- Si no me dices que es lo que quieres, no hay forma de que me quede.
- ¿Por qué te fuiste abruptamente? –Los verdes se abrieron y se enfocaron directamente en los azules del contrario. Había tomado desprevenido a Francis, sabía que Arthur era directo en estas condiciones pero esto era ridículo.
- ¿Me lo preguntas? –Se había levantado bruscamente pero ocupó de nuevo su lugar cuando el británico volvió a jalar su camisa.- ¿No crees que es bastante ridículo que seas tú quién me pida explicaciones?
- Sólo responde –Dirigió su mirada hacia el piso, sabía la respuesta pero necesitaba oírlo de él.
- Porque le rompiste el corazón a ella... y yo la amaba –Arthur tembló- y me hiciste lo que un amigo jamás le haría a otro. Tú me destrozaste por completo, Arthur. ¿Cómo podría haber estado con alguien que me hizo tanto daño? En quién confié... ¡Tú sabías lo que sentía por Jeanne! Tú...
- ¡Tenía mis razones! –Interrumpió al francés, no soportaba escuchar más
- ¿Razones? ¡El que me odiaras o me tuvieses cólera no justificaba que hicieras eso!
- ¡No, idiot! –Arthur tiró la almohada y, a pesar de seguir bajo los efectos del alcohol y tambalerse, se puso de pie, colérico- ¡No entiendes nada!
- No me vengas con tus estu-
Silencio. Arthur tomó del cuello al francés y lo besó con fuerza, tratando de expresar todos los sentimientos que había guardado por años. Francis abrió los ojos de par en par sin mover ni un músculo, sin corresponder o apartar al británico. Pasaron segundos para que un momento de lucidez asaltara al inglés, rompiera el beso y, aun jadeando, se repusiera y sin importarle como estaba vestido, saliera de la habitación dejando al francés más que aturdido preguntándose cómo demonios las cosas habían terminado así
Esto significó el verdadero inicio de todo.
Luego de una semana de tortura, reflexión y un gran debate interno, Francis tomó la iniciativa de retomar el contacto con Arthur, necesitaba respuestas a las nuevas preguntas que tenía. Arthur, por su parte, no había hecho mucho por contactar a Francis aunque, estaba abierto a la posibilidad y a la esperanza de volverlo a ver aunque era difícil por como estaban las cosas.
Es así que Francis fue a la casa de los Kirkland con el pretexto de pedir de regreso algunas cosas que le había prestado a Scott. El francés, aprovechando la delgadez de los muros, encontró el momento oportuno en el que no había nadie, a excepción de Arthur, para dirigirse a la casa. Se acercó la puerta y con una cara de "yo no sé nada" tocó el timbre siendo recibido por el británico.
- ¿Está Scott? Porque necesito que...
- No –Arthur se había echado para atrás y empujaba la puerta con fuerza, siendo impedido por un indiscreto pie francés.
- Espera, espera... ¡Auch! –La puerta aplastó con fuerza su pie- Yaaaaa, ¡déjame entrar! Necesitamos hablar...
- Largate, stupid frog –ahora los dos hacían presión en ambas caras de la puerta. Luego de un intenso forcejeó y el sonoro crujir de la madera, pararon y Arthur no tuvo más opción que dejar pasar a Francis si es que quería seguir conservando su puerta. -¿Qué mierda quieres ahora?
- Quiero arreglar las cosas entre ambos. Estuve pensando en lo que pasó en la fiesta y... -Arthur tragó saliva, rompió su postura agresiva por un momento, pasando a una de relativa calma.
- No sé... de que hablas –Arthur tomó aire y lo miro a los ojos, titubeando- Mira, lo único que recuerdo es que me hayas sacado del salón y me acompañaras a un lugar donde pudiera descansar. Si quieres que te lo agradezca... ya está, ahora vete.
- Arthur... -Francis se quedó sin palabras por unos segundos, su mirada sorprendida fue a parar a los ojos verdes que lo miraban impasibles. Le tomó un tiempo continuar, no iba a dejar que la situación le ganara esta vez- Creía que... podíamos volver a...–Francis se estaba tragando su orgullo y le costaba.
La puerta de la sala se había abierto y el mayor de los hijos británicos ingresó. Francis se calló de inmediato y saludó a Scott como los viejos amigos que eran. Nada había pasado.
- Vine por lo que me debes, mon ami, Scott –El pelirrojo no era tonto, pero decidió jugar a serlo por esta vez.
- Bien. Sígueme, losgann** –El mayor comenzó a andar escaleras arriba en dirección a su cuarto, sin fijarse si era seguido.
- Escoceses... -el francés rio y se fue a paso lento tras el pelirrojo, ya conocía el tipo de "afecto" de los hermanos Kirkland.
Por su parte, Scott aún tenía en mente que era lo que pasaba entre esos dos. Tarde o temprano lo iba a saber, de eso no había duda... mientras el inglés, viendo que no había nada más que lo retuviese allí, se dirigió a su cuarto y se encerró. No quería ver más a la rana por ese día, tenía mucho que pensar.
El tiempo había pasado lentamente para esos dos pero habían retomado su amistad. Arthur había optado por estudiar Literatura Inglesa, la adoraba; seguir sus estudios no había representado un problema... a decir verdad, sus padres gozaban de una buena posición económica por lo que no tuvo un reclamo sobre la elección de su carrera. Francis, por el contrario, había optado por Gastronomía y dada la situación de su familia, se hizo con un trabajo de medio tiempo. Para la familia francesa, fue un verdadero problema; la carrera era bastante cara... Pero Francis luchó y permaneció firme a cambio de mucho trabajo y esfuerzo, lo que lo llevaba muchas veces a preguntarse si tanto sacrificio valdría la pena.
Y, como los buenos amigos que eran –y amantes de la buena vida- ambos se juntaban en sus tiempos libres para disfrutar la vida nocturna londinense. Lo usual era acabar en un pub o un club nocturno, mientras hubiese licor... ambos estaban bastante cómodos.
- Git, ¿tienes idea de lo mucho que extrañaba esto? Salir y divertirme... la Universidad me esta matando –Arrastraba las palabras mientras se dejaba caer sobre la mesa. Hace mucho se había sacado la corbata y la tenía alrededor de la frente, la camisa estaba a media desabrochar y salida del pantalón.
- En serio se te da terriblemente mal el licor, mon cher... -una sonrisa que explota en una carcajada sonora. Francis tenía los dos botones de la camisa abierta y es que sí, estaba picado pero toleraba el alcohol bastante bien.
- ¡No te burles, barbudo! –levantó un dedo acusador bastante tembloroso mientras sus mejillas se ponían rojas- No es como si tuvieras algo de que reírte...
- Ya. Ya entendí Arthur –trataba de aguantarse la risa pero sabía que el británico tenía razón. Sus problemas eran más serios, sí, pero esa noche no era para hablar o pensar en ellos. Para eso estaba la mañana siguiente.- Es hora de irnos.-dio un último sorbo a su copa de vino antes de ponerse de pie-
- ¿Por qué? No hace muchos que hemos venido y... -se intentó parar y fracasó vergonzosamente. La silla había tambaleado y de no haberse aferrado a la barra, su cara habría sido otra.
- Lo que digas, cejitas –Repitiendo la costumbre, Francis pasó un brazo bajo el de Arthur y lo ayudó a caminar hasta la salida del local. El ojiverde ya no ponía impedimento alguno, era la rutina del final de sus noches de parranda.
Ya habían llegado al carro del francés y éste trataba de ayudar a que su acompañante entrara en los asientos traseros. El equilibrio del inglés era bastante torpe y en el momento en que estaba por sentarse, un mareo lo desestabilizo jalando al ojiazul con él. Arthur terminó cayendo de espaldas y Francis sobre él, separando sus rostros por solo centímetros. Ninguno se movió ni hizo ruido alguno, se miraron a los ojos y el silencio fue roto por el de ojos verdes, quién jalo al francés haciendo que sus labios se encontraran y terminaran en un beso cargado de deseo y desesperación. Posesivo, devorador y competitivo... ninguno de los dos estaba dispuesto a perder la batalla, haciéndolo aún más pasional. Arthur sintió la lengua del francés invadir su boca y arremetió contra ella mientras sus manos se deslizaban hacia la nuca de su amante profundizando más el beso y moviendo las caderas desesperadamente en un intento de roce. Las lunas del vehículo se empañaron y el aire comenzó a escasear, obligándolos a separarse en busca de más.
Ambos se miraban con lujuria pero no podían quedarse a continuarlo en un estacionamiento público. Arthur asintió ante la propuesta del galo, se sentó y se acomodó el cinturón mientras el francés se dirigía al asiento del piloto dispuesto a embarcarse en búsqueda de un lugar más privado. Ya llevaba unos 15 minutos manejando, había llegado a un motel y cuando se lo iba a comunicar al británico, pudo ver que había caído profundamente dormido. Francis lo miró con ternura, hizo el cambio en Retroceso y tomó la ruta para la casa del menor. Si había esperado mucho tiempo ya... podía esperar un poco más.
Francis estaba en un debate interno: conocía la forma de ser de Arthur y entendía el porqué de sus reacciones pero tampoco es que soportara que jugara con sus sentimientos. Había pasado una semana y las cosas... terminaron como siempre: el de ojos verdes diciendo no recordar nada de la noche anterior y él, haciendo de tripas corazón, siguiéndole el juego y cambiando la conversación a cambio de seguir a su lado.
La historia se había repetido con una frecuencia que estaba enloqueciendo al ojiazul. Al principio, habían sido con varias fechas de diferencia pero ahora, era algo infaltable si el británico terminaba ebrio. Francis no quería eso, ya no lo soportaba. Y el día en que habían pasado la barrera de los roces... el día en que lo habían hecho en el baño de aquel pub... fue el límite de todo. Y otra vez, el británico volvió a darle la misma respuesta: nada.
Francis había dejado de verlo por un tiempo y se sumió en sus estudios. Habían pasado meses en los que trató de evitar a su vecino por completo enfocándose en su nueva meta: conseguir la tan ansiada beca para estudiar en la Universidad Lenôtre, que se había ofrecido en concurso para los estudiantes de Gastronomía que ocuparan los primeros puestos de sus respectivas universidades. Los días habían sido duros, no hubo descanso alguno y sin contar el trabajo de medio tiempo que no podía dejar de lado... para cuando publicaron los resultados, el francés no pudo contener las lágrimas. Lo había logrado.
La euforia que lo había acompañado desde el momento en el que se enteró hasta los preparativos del viaje, se había esfumado cuando cayó en cuenta que aún faltaba algo más: Arthur.
El francés tenía muy en claro lo que sentía y lo que quería, le había dado demasiadas vueltas durante todo este tiempo y tenía una decisión firme. Tomó el celular y, aun sabiendo que Arthur estaba solo en casa, llamó. Las palabras fueron mínimas y fue una sorpresa que el inglés haya cedido tan rápido a aceptar verse otra vez. Al colgar, Francis tomo aire y salió con paso firme en dirección a la casa de a lado. Llamo a la puerta dos veces, siendo recibido por esos ojos verdes que conocía tan bien y que le hacían dudar de lo que pasaría a continuación. El galo tragó saliva y siguió adelante, esta vez las cosas no acabarían igual.
No tomaron asiento, el británico lo esperaba de pie en el salón con una mirada severa y una postura altanera.
- ¿Qué es eso tan importante de lo que querías que habláramos, Francis? –lo miraba a los ojos mientras cruzaba sus brazos a la altura de su pecho- No tengo todo el día...
- Esto –Francis se acercó, sacó el boleto del avión de su bolsillo y se lo ofreció. El inglés lo había tomado en mala gana y a medida que iba leyendo, sus ojos se ensanchaban- Me iré en el vuelo de esta noche...
- Bien –sus labios se curvaron en una media sonrisa mientras agachaba la mirada- Buen viaje, entonces –estiró la mano devolviendo los documentos y evitando que sus miradas se encontraran.
- ¿Eso es todo? –La tranquilidad se había roto y la frustración se apoderó por completo del ojiazul aumentando la agresividad en sus palabras- ¿En serio es todo?
- ¿Qué esperabas? –el británico se defendió. Sus puños se cerraron, sus músculos se tensaron pero aun pudo mantener esa postura de superioridad- ¿Qué te hiciera una fiesta de despedida?, ¿Qué te rogara que te quedaras? –Sabía que había dado en el clavo pero prefirió meter el dedo en la llaga. También levantó la voz- Tú y yo no somos absolutamente nada. No tengo poder sobre tu estúpida vida y tampoco me interesa tenerlo, lo que quieras hacer con ella es tu condenado problema.
- Estás de broma... -Francis rio, no iba a mostrarle otra vez lo vulnerable que era.
- Deberías irte ¿tienes maletas que hacer, no? –Lo picó una vez más.
- Bien, Arthur... si las cosas tienen que acabar así, perfecto.
Francis había dado media vuelta tratando de mantener la compostura. Durante todos estos años, había cedido bastante ante Arthur: siempre había sido él quien se tragaba su orgullo y tomaba la iniciativa en retomar la comunicación, siempre lo había puesto como prioridad en su vida y ahora...
Ya estaba a unos pasos de la puerta para cuando volvió a oír ese sonido que partía su corazón: Arthur sollozaba mordiéndose los labios sin cambiar de posición. El galo tuvo esperanza, espero por sentir una mano en el hombro, o un abrazo o... una sola palabra de él pidiéndole que no lo haga. Francis había creído en ello hasta el momento en el que su mano tomo el pomo de la puerta y lo giró, nada había pasado. Si tan sólo se lo hubiera pedido, hubiera mandado todo a la mierda por intentarlo. Pero ya era tarde, no había marcha atrás
Si Arthur pudo fingir que no había pasado nada entre ellos, él también podía fingir no haberlo oído ¿no? Todo lo que lo retenía en Londres se había quedado en esa casa, era libre y unas nuevas puertas se abrían ante él, no podía desperdiciar la oportunidad. Si esto era todo lo que le quedaba, se aferraría a ello con todas sus fuerzas.
En el frío salón, de rodillas y golpeando las baldosas, el rubio no podía reprimir las lágrimas y se dejó llevar por el dolor. Gritó, golpeó, lloró y se abrazó a si mismo buscando un consuelo a la tristeza que lo consumía.
Francis, el hombre al que había amado desde la escuela, terminó yéndose otra vez. Si tan sólo hubiese sido capaz de dejar su orgullo de lado, nada de esto hubiera pasado. Si tan sólo hubiese sido sincero con lo que sentía, no habrían terminado lastimándose tanto.
Lo peor de todo es que el francés se había ido para no volver... y sí, esta vez también había sido su culpa.
* La canción existe, es "The stereotypes song"
**Segun internet, losgann es rana en escocés
Es mi primer fanfic y lo primero que me atrevo a subir a internet x'D Es un two-shot y... por favor, no me linchen ;-; Los comentarios son bienvenidos :3
