Disclaimer: Los personajes pertenecen a Masashi Kishimoto.
-Quisiera agradecer a las beta-readers que me ayudaron, cuando creí que no podría sacar este fic adelante: Amaia Russo, Antheia's Maiden, Camila Caicedo y a Maki (o kurozumi o.o)-
"Nuestro Secreto"
Los personajes son creación de Masashi Kishimoto.
.:::::::::::::::::::::::::::::::::::.
Abrí rápidamente mis ojos para quitar esa imagen de mi mente. Estaba tan sudoroso que las sábanas se pegaban a mi cuerpo dificultándome salir de la cama. Las fuertes palpitaciones seguían golpeando mi pecho de forma casi dolorosa, y mi miembro… bueno, mi miembro no estaba precisamente flácido. Estaba duro como una roca produciéndome un dolor extremadamente punzante.
Me dirigí inmediatamente al baño para calmar mis bajos instintos, pero odio el agua helada, así que decidí cortar por lo sano bajando mi erección con mi propia mano. Solo para saber si funcionaría, traté de pensar en una chica, pero tuvo cierto efecto interesante. La rigidez comenzó a irse de forma enloquecedora, dándome a entender que ya no hay remedio y de que el sueño que acababa de tener era hasta premonitorio.
―¡Maldición! ¿Por qué estas cosas me pasan a mí? ―me pregunté a viva voz.
Salí del baño para sentarme en el borde de la cama. Pasé mis cansadas manos por mi rostro y suspirando me pregunté si es que acaso mi subconsciente tenía realmente algo de tacto para decirme de forma directa (y no con torturantes y eróticos sueños húmedos) que me gustaban los hombres. También me pregunté por qué no se veía reflejado en la realidad, ya que toda la villa creía que yo era el "toro Uzumaki" o el "león Uzumaki", pero la cierta realidad es que era el… "gatito-por-favor-denme-duro Uzumaki".
A mis cortos dieciocho años aún era virgen. Eso ya era suficiente para pensar que algo raro sucedía conmigo, pero nunca nadie sospechó de mí, ya que lo disfrazaba con mi supuesta atracción hacia Sakura. Ella era un escudo para que nadie y menos mis amigos supieran que era lo que yo realmente deseaba. Era solo Kakashi-sensei quien sabía acerca de mi "situación", ya que me tomó por sorpresa un día haciendo… creo que esa será una historia para otro día.
En ese momento sonó mi celular. Al tomarlo vi titilar el nombre de Shikamaru; el consejero del Hokage, mi consejero. Ese pensamiento hizo desviar mis ojos hacia una túnica blanca con tonos rojos colgada en la pared junto a un kunai de tres astas.
―¿Diga? ―pregunté colocando el aparato en mi oído.
―Naruto, ¿te desperté?
Miré mi reloj de mesa asegurándome de que no fuera demasiado temprano. Genial. Eran las nueve de la mañana y todo gracias al excitante sueño húmedo que no deseaba volver a tener. O al menos mi consciente, mi subconsciente es otro asunto.
―Estoy bien, dime ―mentí.
―Necesito tu ayuda con el nieto del Sandaime ―dijo con voz abatida.
―Explícate ―exigí poniéndome de pie.
―Se trata de una misión de rango C, fuera de la aldea, y Konohamaru…
Mientras trataba de comprender la urgencia del asunto, una gotita resbalaba por mi sien. ¿Qué acaso no podía aguantarse un día sin meterse en problemas?
Luego de escucharlo, me alisté inmediatamente con lo necesario. Salí por la ventana para saltar al tejado de la casa siguiente y así seguir con mi camino hacia la torre Hokage.
Al llegar me encontré a Shikamaru, Moegi, Udon y a Konohamaru cruzado de brazos, sentado en el suelo y despotricando en mi contra.
―¡Para ser Hokage se necesita un cerebro! ―exclamaba mientras me iba acercando―. ¿Es que no entiende que ya no soy un niño? Será burro.
―Konohamaru-kun, ya cállate, Naruto-sama está aquí ―le contestó su amiga.
―Gracias Moegi, pero no es necesario ―dije a la chica. Luego miré al de la bufanda con cierto cabreo. Él hizo lo mismo, hasta que fuimos advertidos por la mirada de su compañera de equipo―. Bien, bien ¿qué quieres? ―pregunté cruzándome de brazos. Konohamaru se levantó para luego apuntarme con el dedo―. Esta misión es una mierda, queremos otra.
Me froté la sien con molestia. ―Es lo que hay ―respondí.
―¡Mentira! ―gritó el Honorable nieto agarrándome de mi chamarra, por lo que le solté un coscorrón. Mientras se retorcía en el suelo me acerqué al Nara para consultarle acerca del resto de las misiones, que (para mí no tan grata sorpresa) eran todas de rango S y en el país del sonido, por lo tanto imposibles de realizar para este equipo con tan poca experiencia. Fue en ese momento cuando me pregunté cómo lograba soportarme la vieja Tsunade.
Cuando estuve a punto de caerme rendido sobre mi asiento, una extraña sensación me hizo levantarme de exabrupto. Alguien desconocido había cruzado la barrera de protección que había colocado alrededor de la villa, pero ¿quién la cruzaría de forma tan precipitada? Me quedé mirando la pared fijamente, pensando y buscando el punto por donde habría entrado. Al no conocer de quien se trataba, me acerqué a la ventana, pero no vi a nadie alarmarse. Solo Shikamaru advirtió cierta preocupación en mí.
―¿Sucede algo? ―preguntó haciéndome entender que no había presentido nada. Debía ser quizás porque estaba acostumbrado a ocupar el modo sennin.
Fui hacia la puerta, no sin antes decirle a mi consejero que se encargara de la situación del equipo de Ebisu, provocándole al Nara un aneurisma.
―¡Naruto! ―escuche gritar a Shikamaru al tiempo que yo salía del despacho para dirigirme hacia el techo de la torre, donde sabia tendría la mejor vista para saber que estaba ocurriendo. Me apresuré hasta llegar al borde de tal precipicio, pero… todo estaba normal. No había destrucción, no había muertes. Entonces ¿que era esa horrible sensación?, ¿por qué me sentía tan alterado?
Empuñé mi mano sintiéndome nervioso. Al concentrarme, lograba sentir el chakra del desconocido, que era extremadamente fuerte. Cerré mis ojos para concentrarme nuevamente y sentir de donde provenía. Luego ocupe un jutsu de tele transportación, por lo que casi logré alcanzarlo. Lamentablemente predijo mis movimientos dándose inmediatamente a la fuga.
Cruzó la barrera de protección alrededor de la aldea, pero no tenía pensado dejarlo escapar tan fácil. Lo seguí hasta casi pisarle los talones, pero lo único que lograba atisbar era una mancha negra saltar por los árboles a una velocidad sónica.
Al pensar nuevamente en su chakra, mi subconsciente abrió agresivamente una puerta olvidada que me trajo recuerdos de mi infancia. Me agarré instintivamente el pecho, pues presentí de quien se trataba. Mis manos comenzaron a sudar helado y mi cabeza hacía como un tambor. Si me detenía en ese momento le pondría fin a lo que estaba sintiendo, pero la curiosidad y la excitación me obligaban a seguir adelante. Sin dar más rodeos apresuré el paso hasta quedar separados por unos escasos cien metros. De pronto se detuvo, por lo que disminuí mi velocidad inmediatamente.
Bajé del árbol lentamente hasta tocar con mis pies el suelo. No podía avanzar sobre los arboles porque sería fácilmente localizado. Fui a tientas guiándome entre la espesa hierba gracias al poder de su chakra. Me fui acercando, pero aun no lograba verlo. Di suavemente un par de pasos más hasta por fin divisarlo. Mi corazón dio un vuelco al notar de quien se trataba.
Era él. Era Uchiha Sasuke.
Leves rayos de sol, que lograban atravesar el follaje de los árboles, lo alumbraban acogedoramente. Su pelo, su piel, su mirada autosuficiente que lo caracterizaba cuando era niño: todo seguía como lo recordaba. Todo seguía igual a la última vez que lo había visto, en nuestra lucha en el Valle del Fin.
Mi corazón se aceleró de forma que no pude controlar. Me derrumbé y con mis manos tuve que apoyarme en el árbol a mi lado. Me quedé donde estaba a la espera de que hiciera su primer movimiento, pero lo hice yo, es decir, lo hizo la ramita que acababa de pisar. Rápidamente me sobresalté dejando notar mi posición exacta.
Sasuke se puso en alerta e inmediatamente dirigió su mirada hacia donde yo estaba. Lo vi desenvainar su sable para luego desaparecer. Mis manos inconscientemente golpearon el suelo con rabia. Inhalé y exhalé para colmar mis pulmones de aire, pero se me estaba haciendo imposible, estaba demasiado nervioso.
―¿Buscabas algo? ―preguntó detrás de mí sorprendiéndome.
Presuroso salté hasta dejarnos lo bastante lejos, pero sin perderlo de vista. Apoyé mi mano en el pasto, pues estaba demasiado conmocionado para poder mantenerme en pie. Sasuke se acercó a paso lento, pero luché con mi corazón para mantenerme en mi lugar esperándolo. Logré reincorporarme, aguardando a que se provocara una pelea.
Se mantuvo a unos cinco metros de mí observando la túnica de Hokage que llevaba puesta―. Así que los rumores eran ciertos… Hokage ―dijo sonriendo irónicamente.
Pude sentir como su chakra comenzaba a disminuir muy lentamente. Eso me decía que estaba bajando la guardia o no deseaba luchar. ―Ya no perteneces a mi aldea… puedes decirme solo Naruto ―respondí. Él sonrió de medio lado.
―No me importaría matarte entonces, pero lo dejaremos para otro momento —dijo dándose la vuelta y caminando en sentido contrario al mío.
―¡Espera! ―exclamé empuñando mis manos. Mi sangre comenzó a hervir desesperada.
―¿Qué quieres? Usuratonkachi ―dijo cabreado.
―Pelea conmigo ―Comencé a sacarme mi túnica sin perderlo de vista.
―Si eso quieres ―susurró lanzándose velozmente para combatir cuerpo a cuerpo mientras yo lo esperaba con los brazos abiertos. Se agachó tratando de volcarme con su pie, pero fui lo bastante rápido y logré saltar antes de tiempo. Él tomó mi brazo desde su lugar para aventarme al césped, pero conseguí caer con mis pies. Al seguir con su mano en mi brazo, la usé como torque para poder aventarlo al árbol de más allá.
―¡Kage Bunshin no Jutsu! ―Hice copias de mi mismo para mejorar mi perspectiva, pero para cuando me di cuenta, ya no se encontraba donde debería, sino que detrás de mí. Una de mis copias lanzó un kunai en mi dirección para yo poder desviarla y así darle al vengador, pero él se movió conmigo esquivando así el arma. Pasó su brazo por mi cuello con el fin de asfixiarme, pero lancé un codazo hacia atrás dejándolo sin aire. En ese mismo momento, otro Kage Bunshin se tiró desde un árbol hacia Sasuke, pero éste lo hizo desaparecer con electricidad que emanó de su cuerpo.
Al lanzarse nuevamente hacia mí, alcancé a detenerlo con mis manos. Aplicó mucha más fuerza, provocando que mi pies se deslizasen lentamente hacia atrás. Manchas negras empezaron a recorrer su cuello y la mitad de su rostro, indicándome que había comenzado a liberar el sello maldito. Yo sentí como el calor del Kyuubi se apoderaba de mí, haciendo que mis celestes ojos tomaran un color rojizo y que las marcas en mis mejillas se acentuaran cada vez más.
Por mi mente pasaron miles de recuerdos de mi niñez: entrenamientos, juegos, luchas. Las tantas veces en que mi «ahora oponente» y yo habíamos peleado y las tantas veces en que nos habíamos reconciliado con un simple olvídalo.
Nuestras miradas se conectaron en una conversación interminable. Las palabras sobraban.
Desconecté mi mirada desviándola hacia abajo. Mi atención entonces, se centró en su blanca camisa abierta, que dejaba poco a la imaginación. Observé su esculpido pecho que me bombardeaba de impuros pensamientos. Como un hechizo.
Subí rápidamente mis ojos sin dejar de examinar su pálido cuerpo. Al llegar a su cuello sentí ganas de morderlo y no dejar ningún lugar sin explorar. Pensar eso provocó un ligero rubor en mis mejillas. Me di cuenta de mi error, pues en su rostro se posaba una burlona sonrisa. Ese gesto me apoderó, retorciéndome aun más si cabía. La rabia emergió como un volcán en erupción, es por eso que lo empujé con fuerza separándonos al instante.
Esa propia reacción me descuidó por unos instantes, pero no hubo un ataque de regreso. Sasuke había saltado a un árbol y aparentemente con la intención de irse.
―¿Es que ahora te has vuelto un cobarde? ―pregunté, pero ni se molestó en responderme.
Cuando se iba retirando, fueron sus simples palabras de despedida las que determinaron que esta historia debía terminar adornada con la muerte del vengador: ―Lo siento por haberte calentado… dobe.
―Maldito el día en que naciste ―pensé cerrando mis manos con fuerza. ¿Cómo se atrevía a desafiarme de esa manera y luego tener el descaro de retirarse? Nadie se metía con un Uzumaki y vivía para contarlo. Como nota mental me propuse que al llegar a casa debía pensar mejor si Sasuke era o no una excepción a esa regla. Ya se había metido conmigo incontables veces.
―¡Repítelo y haré que te arrepientas con los puñetazos que te daré! ―grité hacia su posición.
Pude ver, a pesar de que él se encontraba de espaldas a mí, que sonreía satisfecho por mi predecible reacción. Comencé a juntar chakra en mis manos para reventarlo con mis puños, pero él ya había comenzado a saltar a los árboles siguientes. El desgraciado estaba arrancando. Aunque fuera lo último que hiciera debía terminar esta pelea. Se había vuelto de vida o muerte. Así que lo único que pude pensar para que por lo menos se diera la vuelta, fue provocarlo con uno de sus cuantos puntos débiles. Su poder.
―¿Temes que el último sobreviviente del gran clan Uchiha… ―Como predije, se detuvo para esperar a que yo terminara la frase ―… sea derrotado por un Uzumaki?
Y esa fue la gota que rebalsó el vaso, porque con fuerza desmesurada vino en mi dirección para lanzar un potente puñetazo hacia mi estómago. Perdí el equilibrio y caí con fuerza hacia atrás. Él, hecho una fuera, se agachó hasta quedar sobre mío, para luego tomarme de la ropa y levantarme. Su sharingan me observó colérico, pero eso no alcanzó para intimidarme. Inclusive esperé a que lanzara otro puñetazo para, de paso, provocarme aún más.
Solo después de un rato caí en la cuenta de que sus labios se encontraban muy cerca de los míos. ―¡Maldita la hora en que comencé a tener estos pensamientos! ―pensé angustiado.
Sin imaginármelo, él comenzó a bajar la mirada. Empezó con las marcas en mis mejillas, para luego observar por segundos mi boca ―. ¿Qué tanto ves? ―pregunté nervioso.
Decir eso suscité a que sonriera con arrogancia. Mierda, el cabrón sabía cómo manejarme.
Una vez noté que Sasuke se estaba acercando cada vez más, me pregunté qué tan trastocada tenía yo la realidad. Sentía que estaba a milímetros de mis labios, hasta podía experimentar su aliento chocar con mi boca. Mi corazón se aceleró cual colegiala y hasta la idea de reducir a la nada esa escasa distancia surcó mi mente.
Nos empujamos y saltamos creando un gran trecho entre nosotros, así recomponiendo un poco nuestra dignidad. Nos volvimos a mirar desafiantes, en posición para seguir con este encuentro. Pero la imagen de nosotros dos cerca, casi abrazados y a punto de besarnos seguía calando profundo en mis pensamientos. ¿Qué esperaba: cerrar los ojitos y que aparecieran fuegos artificiales? No señor.
Salté veloz hacia él con mi mano empuñada, pero Sasuke, en un rápido movimiento alcanzó a tomarla y a utilizarla para lanzarme al piso. Estrellé todo mi cuerpo en el suelo, pero eso no era suficiente para dejarme vencer. Me levanté rápidamente y corrí hacia el Uchiha al tiempo que comencé a juntar chakra en mi mano, formándose así una esfera de viento. Logré ver como él también vino rápido en mi dirección con chakra eléctrico acumulado en su mano. Chocamos nuestros poderes, pero no alcanzaron a causar mayor daño, porque entre ellos se absorbieron en un extraño fenómeno―. Te has salvado… ―mascullé tratando de acumular más energía en mi cuerpo.
Cuando estuve listo nuevamente, corrí rápido y lo tomé por los hombros aventándolo a un árbol. Me quedó mirando expectante a cualquier cosa que hiciera. Colocó sus manos en mis brazos haciendo fuerza, sujetándome. Al yo tenerlo acorralado, sus movimientos se hicieron limitados, por lo que lo único que podía hacer era morderse el labio inferior ―¿morderse el labio inferior?, ¡hijo de perra! ―pensé. ¡Su mirada! ¡Sus labios! ¡Ese gesto! Todo me desafiaba a pensar en voz alta.
―Vuelve a hacer eso y te muerdo la boca ―dije enceguecido por la excitación. ―¡Mierda, pero si seré imbécil! ―exclamé para mis adentros.
―Entonces hazlo dobe.
―¿Ah...?
Primero, espero sea de su agrado mi historia, y segundo, acepto cualquier tipo de comentarios hechos con respeto.
Gracias.
