El Potterverso pertenece a J.K. Rowling. Moi solo pide prestados sus personajes un ratito para una retorcida historia que a ella no le causaría ninguna gracia. Je, je, je.

Esta historia participa en el II Festival del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black

Personajes: Draco Malfoy/Harry Potter

Género: Crimen

Advertencias: Slash/Lemon/EWE. Esta historia contiene una relación homosexual que no va a ser cursi ni buena. En serio. La probabilidad de que esto acabe de una manera increíblemente mal es muy, muy alta. Dicho está. Sobre avertencia no hay engaño.

Prompt: #39


Dulces y Pesadillas

Por:

PukitChan

Prólogo

Caía una lluvia ligera cuando el reloj centenario, ubicado sobre la elegante chimenea de granito, dio doce melódicas campanadas anunciando la medianoche y ocasionando un sobresalto colectivo. Magnífico, pensó Harry mientras todos los presentes en la habitación trataban de recuperarse por la sorpresa que aquel inesperado sonido les había dejado, ahora estamos paranoicos.

—Murió hace cuatro horas y media —anunció la mujer de aspecto reacio. Harry la miró en el momento exacto en el que ella sacudía su varita y la guardaba dentro de su túnica color azul oscuro, como si quisiera limpiarla del último hechizo que había realizado.

—¿Maldiciones imperdonables? —cuestionó, solo para asegurarse a pesar de que conocía la respuesta. Diana, tal como Harry lo esperaba, negó.

—Incluso las imperdonables dejan rastros. Sutiles tal vez, pero existen. Esto es distinto.

Harry entrecerró los ojos y miró hacia el escritorio italiano, donde el cadáver de un hombre mayor permanecía semiacostado. Un mago estaba fotografiando la escena mientras otro recolectaba toda posible evidencia. Sin embargo, mientras más tiempo Harry permanecía allí rodeado de murmullos entrecortados y el lejano llanto de quien alguna vez fuera la familia del difunto, menos sentía que podía llegar a una conclusión.

—¿Suicidio, tal vez? —conjeturó Diana mirando cada parte de la fría y elegante habitación. Era una posibilidad, por supuesto, pero Harry la había descartado en cuanto llegó: sus instintos, aquellos que casi nunca habían fallado, le decían que un hombre que conservaba tantas fotografías de sus seres amados en un lugar dedicado al trabajo, simplemente no podía suicidarse.

—No podemos descartarlo —repitió vagamente mientras caminaba en busca de detalles, los más pequeños e insignificantes. Eso era algo que los años ejerciendo su labor se habían encargado de enseñarle: que, en ocasiones, la respuesta se hallaba donde menos la esperaba.

Intentando no estorbar el movimiento de los magos que analizaban la escena, Harry se acercó una vez más al cadáver. Sus labios estaban morados y sus manos aún sujetaban la edición vespertina de El Profeta, abierto en la sección financiera. La suya no fue una muerte dolorosa, y de esa Harry ya conocía muchas. Allan, imaginó Potter, simplemente había cerrado los ojos sin imaginar que no volvería a tomar uno de los dulces que había en el soberbio cuenco de plata que estaba a su lado izquierdo.

Una triste sonrisa se formó de inmediato en sus labios al intentar recrear en su mente la escena de un día cualquiera de Allan: después de merendar y besar a su esposa, había informado los asuntos pendientes que tenía que revisar. Lo siento, amor, tal vez habría dicho, es de vital importancia que esto quede solucionado. Y entonces Allan habría entrado a su despacho sin cerrar la puerta, porque sus niños siempre entraban a mirarlo, y por eso el hombre tenía un cuenco rebosante de caramelos. Para sus chicos, que siempre lo hacían sonreír. Y a veces, hasta él se daba el gusto de tomar un dulce. Quizá prefería los chocolates sobre los caramelos. Tal vez comía uno mientras leía qué negocios iban en ascenso.

No. Definitivamente, el señor Allan no se había suicidado.

—Hemos completado los registros. Debemos el trasladar el cadáver, jefe.

Cadáver. Qué fría palabra. Qué dureza para hablar cuando a unas habitaciones de allí, alguien lloraba la muerte de esa persona.

—Háganlo —ordenó con un ligero cabeceo. Tuvo que colocarse cerca de una repisa donde había un telescopio para poder abrir espacio. Agachó la mirada cuando el cuerpo levitó lenta y cuidadosamente, y solo hasta ese momento notó una envoltura de chocolate sobre el pulcro piso. Un hábito inusual tal vez, pero no extraño y mucho menos relevante. Se colocó en cuclillas sin animarse a tocar la envoltura; esta tenía diminutas migas oscuras.

—Harry. —Por inercia, levantó la mirada al escuchar su nombre. Entrando por la habitación, segundos antes de que el cuerpo fuera retirado, Neville y Ron aparecieron. El primero con aspecto dubitativo, y el segundo irritado. Se incorporó, no sin antes asegurarse que el evontolorio continuara allí, lo cual, si lo pensaba con detenimiento, era absurdo.

—¿Su familia dijo algo? —preguntó a Neville, quien había sido el encargado de ello. Ron, por su parte, se dedicó a buscar alrededor de la casa, preguntando a vecinos cualquier detalle que les hubiera resultado sospechoso.

—Nada —respondió—. Tenemos sospechosos, claro, pero son las típicas riñas de hace muchos años.

—No deberías subestimar los rencores —interrumpió Ron, en algo que Harry sabía que era cierto. Aun así, comprendía la duda de Neville. Había algo en esa situación que no cuadraba.

—No hay rastros de magia ni de lucha —musitó Harry. Ron resopló y Neville negó.

—¿Así que solo queda esperar?

Harry sintió la túnica del Ministerio más pesada que nunca. Esperar. Odiaba hacerlo aunque había aprendido que a veces, para resolver un caso, era lo que debía hacer.

—De cualquier manera —espetó Ron, cansado—. No resolveremos nada sentados aquí.

Y aunque estaba de acuerdo con eso, Harry miró alrededor una vez más. La ausencia del cuerpo hacía que la habitación recuperara su aspecto soberbio y tranquilo; jamás se pensaría que allí hubo un asesinato. Se acercó al escritorio buscando rastro de algo, de lo que fuera… pero lo único que halló fue que, al trasladar el cuerpo, alguien accidentalmente había movido la página de El Profeta: ahora, en lugar de números y finanzas, Harry veía una fotografía de Draco Malfoy y un artículo a sus pies, donde anunciaban su importante y destacada participación en el Departamento de Cooperación Mágica Internacional.

—¿En dónde trabajaba Allan? —preguntó abruptamente Harry. Ron y Neville intercambiaron una mirada. Era Neville quien sabía esa información.

—En el Ministerio de Magia, en el Cuerpo de Normas Internacionales de Comercio Mágico —respondió—. Mandamos a dos aurores a investigar esos detalles.

Harry se acomodó la túnica. Dos muertes en menos de tres meses. Circunstancias totalmente diferentes. No había nada que los relacionara.

Nada. Excepto, tal vez él.

—Lleven también ese envoltorio. Pidan que lo analicen —ordenó inesperadamente.

—¿Harry?

—Vamos, tenemos muchas cosas que hacer.

Harry sentía que la respuesta estaba allí, frente a él, pero como una escurridiza snitch, se negaba a ser capturada. Pero ¿contra quién estaba compitiendo? ¿Y por qué pensaba en Draco Malfoy, justo en ese momento?


Autora al habla:

¡Buenas noches, gente bonita! :D ¿Cómo han estado? Espero que muy bien. Esta vez vengo a presentarles un Drarry diferente. Quienes me leen, saben que soy una cursilona de primera, pero aquí nos adentraremos en algo un poquito distinto... algo más oscuro. Si ignoraron mis advertencias de arriba, ruego que las lean antes de que vengan a matarme al final de esta historia... ¡Que por cierto! Ya está finalizada. Publicaré esta historia en tiempo récord xD. De hecho, oficialmente, solo tengo dos semanas para hacerlo, JAJAJA. Gracias a todos por acompañarme.

A la dueña(o) de este prompt: me enamoré de tu idea desde que la leí. De corazón deseo que se asemeje un poco a tu petición y a lo que deseaste para con esto. ¡Ojalá que te guste en mis letras y disfrutes mucho la lectura! :D Ya sabes, tendremos un poco de oscuridad por acá.

Ahora, muchas gracias a todos aquellos que se animen a acompañarme en esta historia más rápida que flash. ¡Los he extrañado un montón! :D

¡Muchas gracias por leer y más gracias si les nace un review! :D

La escritora perdida, PukitChan