Saeth acarició el musculoso cuello de Gorm y montó en él. Se sentía extraña luego del enfrentamiento con su otro yo, y no había querido que ni Arya, ni Angela ni nadie curara sus heridas, las había limpiado y vendado, ya dejaría que sanaran solas, las necesitaba como recordatorio de lo que había sucedido.
No había hablado de ello con nadie, ni siquiera con Murtagh, él se había enojado por ello y se había marchado con Ajihad y los gemelos a perseguir a los úrgalos sin siquiera despedirse. Quería verlo y decirle que lo lamentaba, le parecía una estúpida razón para pelearse ahora que todo parecía haberse serenado, al menos de momento. Pero no importaba, apenas llegara lo abrazaría, lo besaría y le diría cuánto lo amaba.
Tampoco había hablado de lo sucedido con Eragon, a pesar de que ambos parecían haber pasado por procesos similares, en cierta forma, estaban transformados y se sentían frágiles e indefensos, como si el más leve cambio pudiera afectar su recientemente formado carácter.
Además de frágil se sentía extraña, su relación con los vardenos y los enanos había cambiado notablemente, al verla la llamaban princesa, le hacían obsequios y la trataban con suma simpatía y educación. Algo a lo que ella no estaba acostumbrada desde que vivía Uru'baen. Sentía un extraño nudo en su estómago al recordar la visión de su pequeña yo abrazando a Galbatorix y la aceptación de que su vida junto a su padre no había sido tan terrible, de hecho había sido una de las épocas más felices de su vida. Y lo peor era que cada vez que la llamaban princesa evocaban aquella imagen en su mente.
Suavemente, Gorm la llevó hasta donde esperaban Eragon, Arya, Orik y otros. Aquel mismo día llegarían Murtagh y los demás, no podía esperar a verlo aparecer en la boca del túnel para lanzarse a toda velocidad hacia él, sin importarle el dolor de las heridas, y arrojarse a sus brazos. Aquel día se había preparado con especial esmero, rara vez se arreglaba, por no decir nunca, pero esta vez lo había hecho, se había puesto un vestido negro y una capa rojo sangre que bien podría compararse con la que aún inundaba el campo de batalla. Al llegar junto al resto les dirigió a sus amigos una sonrisa de emoción contenida, estaba demasiado feliz.
Luego de un momento de espera, unas diez figuras emergieron de la boca del túnel. Quien debía de ser Ajihad levantó una mano y el resto se formó en dos filas rectas y continuó avanzando orgullosamente hacia Tronjheim. Saeth sonrió radiante, deseando poder distinguir a Murtagh entre los hombres para así correr a recibirlo. No le importaba lo que los demás dijeran, y mejor si podía hacerle pasar el ridículo a Ajihad.
Repentinamente se oyó un fuerte bullicio tras los hombres. Saeth sintió una extraña sensación, un horrible presentimiento. Antes de que nadie pudiera hacer nada espoleó a Gorm y galoparon en dirección a ellos. El grito de Eragon tras ella le erizó los vellos de la nuca, confirmándole su presentimiento.
-¡Úrgalos!
Saeth sintió las tibias lágrimas rodar por sus mejillas. Y recordó la profecía de Angela.
–Está lágrima representa el dolor espiritual, está junto a este otro –señaló un hueso con una línea horizontal y un círculo encima –sólo una vez salió este símbolo, quiere decir que tendrás una larga vida, pero la cercanía con la lágrima significa que tu larga vida estará sembrada de tristeza.
No prestó atención a Eragon volando sobre ella, ni a Arya corriendo a la par de su caballo. Sus ojos estaban fijos delante. Fue inminente, vio como los úrgalos se les echaban encima.
-¡No! –gritó con toda la voz que pudo, como si su voz fuera a espantar a los úrgalos, pero no sucedió así, jamás sucedía así para ella. Nada de milagros, sólo la inminente, cruda y despiadada realidad.
Recordó las palabras de su yo maligna.
-No bromees conmigo, sabes perfectamente que las "cosas buenas" sólo se te son dadas para luego quitártelas cuando menos lo esperas, en el momento en que más te duela. Así sucedió con Jaru, así sucedió con Brom, así sucedió y sucederá con todo lo que ames. Seguro que es sólo cuestión de tiempo para que te quiten a tus nuevos amigos, entonces es allí cuando regresarás a mi, pidiéndome que te mantenga con vida el tiempo suficiente para vengarte, pero luego resulta que no cumples tu venganza.
Se produjo un extraño remolino en el aire, para cuando se despejó sólo quedaban Ajihad, los Gemelos y Murtagh.
-¡MURTAGH! –gritó desesperada. Tenía el rostro empapado en llanto, parecía una pesadilla en la que en cuanto más se acercaba, más lejano parecía estar.
Los úrgalos se les echaron encima y los ocultaron de la vista. Antes de que llegara lo suficientemente cerca como para siquiera lanzar un conjuro, los úrgalos se desparramaron hacia el túnel, dejando un reguero de cuerpos tras de si.
Al llegar se bajó de un salto de Gorm, no era consciente de que alguien más estuviera con ella. Frente a sus ojos pasaban las imágenes de la tumba de su madre, el día en que Tornac murió, el cuerpo sin vida de Jaru, Brom muriendo frente a sus ojos.
Dando traspiés se lanzó desesperada sobre los cuerpos y los volteó, buscando, y a la vez no deseando ver a Murtagh. Tenía las manos empapadas en sangre al igual que sus rodillas, pero no se detuvo, continuó buscando a Murtagh como si su vida dependiera de ello. Quería tenerlo en sus brazos, pero a la vez no quería encontrar su cuerpo por que aquello significaría aceptar su muerte, y sentía que nunca podría lidiar con ello, no Murtagh, no a quién más amaba en toda la tierra.
No le prestó atención a las últimas palabras de Ajihad, ya no tenía fuerzas para buscar, y sólo quedaba un cuerpo, cubierto por una desordenada y ensangrentada capa. A gatas se acercó, casi deseando correr en la dirección opuesta. No sentía el punzante dolor en su costado, ni en ninguno de sus brazos ni las heridas restantes, era sólo consciente del cuerpo frente a ella. Alargó una trémula mano y arrancó la capa con violencia. El alivio la golpeó demasiado fuerte al ver que no se trataba de Murtagh, entonces miró hacia la boca del túnel. Se lo habían llevado, a él y a los gemelos. Repentinamente todo a su alrededor pareció cobrar sonido y movimiento.
-¿Puedes seguirlos? –escuchó que Eragon le preguntaba a Arya.
Saeth montó en Gorm, le importaba poco si Arya los seguía o no, si se habían llevado a Murtagh ella los seguiría hacia las mismísimas puertas de Uru'baen. Cubierta de sangre ajena y llena de heridas se aferró a las riendas de su caballo con el dolor dibujado en su rostro. No importaba si era ella sola, en el estado en el que se encontraba podría haberse enfrentado a todos los úrgalos juntos y acabarlos.
-¡Saeth! ¿Qué haces? –Dijo Eragon escandalizado –Apenas puedes mantenerte de pie.
La chica se tambaleó sobre la montura como si fuera a desmayarse, pero se sujetó con más fuerza.
-Voy por él, se que no está muerto y voy a ayudarlo –lo miró con el rostro bañado en lágrimas, había una terrible tristeza en sus ojos, un dolor en el alma tan poderoso que logró incluso que Eragon se sintiera abatido –Por favor Eragon, no intentes detenerme.
A toda respuesta el muchacho retrocedió unos pasos, pero no hizo ningún otro gesto, aún no del todo convencido de que hacía lo correcto.
Sin decir nada Saeth partió a toda velocidad montada sobre Gorm. Arya no tardó en unirse a ella, pero la vista de la chica estaba fija en la oscuridad del túnel, y su atención en la meta.
