Disclaimer: Digimon pertenece a Akiyoshi Hongo y a Bandai. Yo sólo tomo la idea y los personajes sin fines comerciales ni de lucro.

"La resiliencia es la capacidad de afrontar la adversidad, saliendo fortalecido y alcanzando un estado de excelencia profesional y personal."

Prólogo:

Nueva York desafiaba a la noche con su habitual espectáculo de iluminación y bullicio por sus calles, haciendo honor a su fama de "la ciudad que nunca duerme".

El sonido de la música ambiente, unida a la espectacular vista que la Gran Manzana le regalaba en aquel momento hacían de aquel lugar donde se encontraba, sin lugar a duda, uno de los más cotizados para las veladas nocturnas de los neoyorquinos, quienes no parecían cansarse de su espectacular ciudad.

Era casi un sueño conseguir mesa en aquel lugar, pero no para Tachikawa Mimi. Su condición de reputada chef de alta cocina le abría puertas que para cualquier mortal le eran prácticamente vedadas.

Era cerca de la una de la madrugada, pero la noche apenas comenzaba para ella. Su restaurante Tachikawa's había sido un hervidero de actividad durante toda la tarde al haber recibido el encargo del catérin para una cena de gala de la misión japonesa en las Naciones Unidas.

No era la primera vez que confiaban en ella, no sólo por su firma comercial, sino también por la estrecha relación que la unía a uno de los diplomáticos: Yagami Taichi.

Con él se encontraba en ese momento. Había aterrizado en suelo estadounidense hacía escasos días, tras varias semanas de compromisos diplomáticos en la última cumbre internacional y ella había decidido invitarle a una copa en cuanto se vio libre de todo el trabajo culinario.

—¿Sigues con el jet lag?—le preguntó cuando notó como el joven diplomático bostezaba cada vez de forma más frecuente—. A ver si te voy a tener que llevar en brazos a tu cama.

Se echó a reír y se disculpó mientras echaba mano de su copa, dio un largo trago y la volvió a dejar en el posavasos con fuerza:

—No termino de acostumbrarme a tantos cambios de horas, y eso que en Zúrich no hay tanta diferencia como a Tokio…—dijo mientras se aflojaba el nudo de la corbata visiblemente incómodo, pero inmediatamente se acercó a ella y añadió mientras le guiñaba un ojo—. No necesitas el jet lag para llevarme a la cama, princesa. Sólo tienes que pedírmelo.

No pudo evitar soltar una carcajada ante aquella contestación y, como respuesta, le golpeó ligeramente con la mano en el hombro a modo de reproche. Vio que él alzaba su copa en su dirección y le secundó, brindando por su reencuentro.

Mimi se llevó su Manhattan a los labios mientras trataba de controlar la risa que aún le provocaba el comentario de Taichi. Evidentemente no iba a pedirle tal cosa a su amigo de la infancia y él, ni mucho menos, iba a aceptarlo. Pero a ambos le gustaba recurrir al coqueteo y a las bromas de doble sentido para hacer sus veladas mucho más entretenidas.

—¿Cuándo vuelve Mei-chan?—preguntó Mimi de repente, provocando que Taichi desviase la mirada de forma inmediata.

Ella frunció el ceño ante aquella reacción. Mochikuzi Meiko era su amiga del instituto y, a su vez, novia de Taichi desde hacía unos años. Vivían juntos en Nueva York como ella y solían verse muy a menudo. Ya esperaba que Meiko volviese a la India—donde había tenido que viajar recientemente—para recuperar el tiempo con sus dos amigos.

—¿Por qué esa cara?, ¿qué ha pasado?—preguntó insistente.

Taichi suspiró agotado. Apuró el contenido de su gin tonic y paladeó en silencio los siguientes segundos, antes de decidirse a hablar:

—Meiko y yo discutimos esta tarde cuando hablábamos por teléfono. Tengo que viajar a Tokio dentro de dos días, así que no voy a estar cuando ella vuelva y no se lo ha tomado muy bien. Y saber que esta noche iba a salir a tomar algo contigo, no ha mejorado mucho la situación, la verdad.

—¿Habéis discutido?—preguntó incrédula Mimi, incapaz de ver en esa situación a la dulce y tímida Meiko.

—Bueno, discutir no, ya sabes que no—se apresuró a corregirse el diplomático con una ligera que sonrisa que no aliviaba la tensión del momento—. Pero sé que se decepcionó y no quiso seguir hablando conmigo. Lo peor de todo es que no puedo hacer nada y no vamos a vernos hasta dentro de una semana.

—Bueno, no te preocupes. Yo hablaré con ella cuando vuelva—se apresuró a decir Mimi sonriendo—. No permitiré que decaiga el amor.

—Tampoco la vuelvas loca—contestó Taichi sonriendo más relajado y, al darse cuenta de que no quedaba nada en su copa, añadió—. ¿Pedimos otra?

Ella asintió y Taichi llamó al camarero para ordenar lo mismo que estaban tomando. De pronto, el teléfono del diplomático comenzó a sonar encima de la mesa, provocando que éste—al verlo—frunciese el ceño:

—Me llaman de la embajada—anunció deslizando el dedo por la pantalla para descolgar mientras se levantaba—. Discúlpame un momento.

Se alejó de la mesa para hablar tranquilamente y ella decidió perderse en la vista que le ofrecía Nueva York, maravillándose con la vida que era capaz de desprender a esas horas de la madrugada. No pudo evitar recordar las transitadas calles de Shibuya y lo poco que tenía que envidiarle a la ciudad estadounidense. No estaría mal volver a pasearse por allí, aunque solo fuera durante unos días.

El camarero la sacó de sus cavilaciones dejándoles lo ordenado y en ese mismo momento, volvió Taichi a la mesa demasiado alterado como para pasarle desapercibido. Se alarmó sin saber muy bien por qué y miró a su amigo preocupada:

—Mimi, tenemos un problema—comenzó Taichi sin andarse con rodeos—. Me ha llamado mi jefe desde el hospital. Han tenido que ingresar a la mayor parte de los invitados a la cena de la misión.

—¿Cómo?—exclamó la joven escandalizada, comenzando a hiperventilar—, ¿qué ha pasado?

—No ha sabido decirme, pero los médicos parecen indicar que han sufrido una intoxicación alimenticia—contestó llevándose la mano a la cabeza estresado—. ¿No te han dicho nada de tu restaurante? Mi jefe me ha dicho que no son capaces de localizarte.

—Pero si tengo el teléfono encendido—se quejó ella revolviendo entre las cosas de su bolso hasta alcanzar el móvil.

Sin embargo, cuando fue a pulsar una tecla para que se iluminase, éste no le respondió. Se había quedado sin batería. Cada vez más agobiada y temiéndose lo peor, buscó el cargador móvil en el interior del bolso y cuando por fin logró encenderlo, descubrió la bandeja de mensajes llena de avisos de llamadas de su ayudante y del propio restaurante.

Con el dedo tembloroso y sintiendo que le faltaba el aire, pulsó el botón de llamada a su ayudante y esperó los angustiosos segundos antes del descuelgue en un silencio perturbador:

Tachikawa-san, por fin responde—oyó la voz apresurada de su segunda en cocina—. Ha pasado algo terrible… lo peor que podría pasarnos jamás.

—Sí, sí acabo de enterarme—contestó ella tratando de aparentar serenidad—. ¿Qué ha ocurrido?

—No estoy segura. Todo estaba saliendo como estaba previsto y ya nos habíamos vuelto al restaurante, cuando de repente nos llamaron diciéndonos que todos estaban ingresados—contaba la muchacha notando el tono lloroso en su voz—. Luego ha venido la policía y un inspector de sanidad a tomar declaraciones y han tomado muestras de los ingredientes. Se han ido, ya Tachikawa-san, pero creo que, por lo que he oído de los síntomas y la cara del inspector de sanidad, todo apunta a lo mismo. Tachikawa-san… creo que ha sido Anisakis.

Aquella palabra cayó como un balde de agua congelada sobre la joven chef, que se le cayó el móvil de las manos, estrellándose de forma aparatosa contra el suelo. Ni siquiera prestó atención a los ruegos de Taichi para que le contase lo que había ocurrido.

De pronto, comenzó a notar cómo la angustia se adueñaba de ella hasta asfixiarla y todo se volvió borroso. Su consciencia se desvaneció, desmayándose en mitad de aquel local tan selecto con la voz de su segunda de cocina tronando en sus oídos, repitiendo como un eco maldita aquella espantosa palabra.


Hola y encantada de volver por estos lares.

Han pasado varios años desde la última vez que publiqué en esta página—no sé si me recordará alguien—, casi se me había olvidado cómo se subía un documento.

Creía—allí por el 2012—que mi vena ficker había muerto de forma definitiva y me dediqué a partir de entonces a escribir originales y a mejorar mi escritura con relatos cortos en mi blog. Pero me equivocaba. Fue volver a reencontrarme con Digimon al ver los nuevos capítulos de Tri y mi mente volvió a crear fanfiction. No pude evitarlo, o publicaba esta idea que me comenzó a rondar hace unos días, o no podría volver a concentrarme en nada más.

Aún no sé cómo catalogarlo, podría decirse que es antes del epílogo de Adventure 02 y con tintes de Adventure Tri. Así que a ver cómo evoluciona esta historia, os prometo que no os arrepentiréis.

Espero que este preludio haya sido de vuestro agrado y os animéis a continuar leyéndome y a darme vuestras opiniones por medios de esos reviews tan fantásticos.

¡Nos leemos!