1º.-Despedida.

Despertar, salir, huir, buscar, lugar, espacio, tiempo, ver, querer tener, poder, volver, seguir atento. Calla, observa, espera, anda, corre, aguanta.

El frío le mordía la piel pero, en cierto modo, era agradable; pues necesitaba sentir algo, para saber, que continuaba con vida. El viento susurraba, en sus oídos, silbidos incomprensibles; llenos de tristezas y melancolías. Era un sonido grato. Delicado, sutil, impresionista.

Caminaba lentamente; envuelta en un perfecto silencio, pisoteando las muertas hojas, doradas y cobrizas, que se encontraban sobre la húmeda tierra. Las débiles; las que no habían soportado el principio del otoño y habían caído, marchitadas y secas. Aquel natural suceso, canalizaba, de alguna forma, como se sentía ella en aquellos instantes. Su corazón latía más lentamente de lo normal; arrastrando el bombardeo de la sangre, derrumbando las emociones, controlando todo su cuerpo, todo su ser.

Recordar, olvidar, respirar, inspirar, calcular, vigilar, estabilidad persigo, decisión, precisión, ambición, ilusión, intuición, la misión testigo.

Suspiró y ahogó un pequeño gemido. Algo, en su interior, estaba muy vacío. Hueco. Sabía lo que iba a suceder; y no quería que aquel momento llegase; no tenia idea de qué podía hacer para huir, alejarse de todo, perderse para siempre. No deseaba escuchar aquellas crueles y frívolas palabras. Más él la encontró; y ella sabía que la iba a encontrar. Ambos lo sabían todo; pero no lo evitaron. Se miraron unos infinitos instantes en silencio; expresándose sin palabras algunas lo mucho que se amaban; deslizando los sentimientos a través de los ojos. Los dejaron fluir a rienda suelta.

-Hermione… -Susurró el muchacho, arrastrando las palabras delicadamente.

-¡Sshh! Prefiero que no digas nada. –Contestó la castaña. Sus ojos se fueron enrojeciendo poco a poco; intentó evitarlo desesperadamente; pero no pudo, y pequeñas lágrimas comenzaron a deslizarse, como pincel en cuadro, por su dorada piel. Brillaban bajo los débiles rayos, del sol del atardecer.

-Pero tengo que decírtelo. –Insistió él. –Tienes que saberlo, princesa.

-No me llames así. ¡Maldita sea, lárgate¡No quiero verte! –Chilló ella, girando su rostro para que él no la viese llorar.

-Sabes que estás mintiendo. No es cierto; no sientes lo que estás diciendo.

-No. Es verdad. Quiero que te vayas, que desaparezcas para siempre de mi vida.

El muchacho no pudo evitar fruncir, levemente, el rostro. Agarró a Hermione por el brazo, con cariño; y giró el cuerpo de la muchacha hacia donde él se encontraba. Observó, tristemente, sus ojos: Tristes, amargos, melancólicos, repletos de sueños e ilusiones rotas. Le temblaban los labios. Esos labios que él había besado innumerables veces; esos que tanta falta le hacían; rosados y cálidos. Limpió las lágrimas que caían, sutilmente, por el rostro de porcelana de ella. Y; sin poder evitarlo, la estrechó fuertemente contra su pecho; aspirando su aroma, notando el calor que su cuerpo emanaba sin remedio; la magia que poseía tan peculiar. Quiso permanecer así para siempre; quiso morir en su regazo; escapar con ella, huir, volar. Lo quería todo y nada, al mismo tiempo. Y ese era él.

Coger, dejar, tener, pagar, odiar, amar, instinto, siente, aprende, atiende, miente, laberinto, boli, texto... en un segundo.

-No puedes hacerme esto… sabes que no puedes… -Murmuró Hermione entre sollozos. Tan solo el corazón del bosque prohibido podía escucharlos.

-Sé que me perdonaras. Tienes que hacerlo. –Suspiró, y la apartó de su cuerpo para mirarla fijamente. –Voy a estar siempre dentro de ti. ¿Lo sabes, verdad?

-No. Ya no se nada. Sé que no quiero que te vayas; sé que quiero estar a tu lado.

-Sí; y también sabes que eso no es posible. Tienes que ser consciente de ello… -Le explicó; calidamente.

-¡El único que tiene que ser consciente de algo eres tú! He dejado muchísimas cosas por ti; te lo he dado todo, te he regalado mis ilusiones… y tú… tú te vas; sin más. Te marchas, me dejas sola de nuevo; como siempre he estado.

-No es cierto. –Besó levemente sus rosados labios. –Te lo dejo todo. Te dejo a mi mismo. Te dejo todos nuestros recuerdos.

-¿Eso es todo? –Preguntó ella, enjugándose los ojos y mirándolo tristemente.

-No. También te dejo una promesa. Te doy la palabra de que… volveré. –La besó de nuevo. –Juro que volveré para quedarme; para pasar el resto de mi vida a tu lado. Lo haré; sabes que puedes confiar en mí.

-…

-No llores. –La abrazó. –No llores, princesa. Estoy aquí; siempre voy a estar.

-No te vayas… -Sollozó Hermione.

-Lo siento. Lo siento, lo siento, lo siento… mil veces lo siento. –La besó con ternura, recorriendo cada centímetro del interior de su boca, acariciando con su propia lengua los labios de ella; uniendo su corazón con el de la muchacha. –No me queda tiempo. Debo irme; pero recuerda, siempre, mis palabras. ¿Lo harás?

-Sí…

-Te quiero; hasta más allá del infinito.

Hermione cogía la mano de él con fuerza. Más el muchacho tuvo que hacer un esfuerzo por soltarse y perderse entre la frondosidad del bosque; al tiempo que los lamentos de ella inundaban sus oídos.

Resurgir, seguir, subir, luchar, mantente fuerte, entretente, vende, compra, ofrece, presta, engaña, crea, daña, rompe, escapa, sueña, esconde, piensa, llora, implora, grita, enseña.

La castaña observó, entre las numerosas lágrimas, destronadas, que caían por su rostro, como parte su vida se marchaba. Le abandonaba. Le dejaba sola. Quizás había soñado demasiado, quizás había soñado tanto que la realidad la había dejado a un lado. Y ahora desfallecía, sola y apagada. Las lágrimas no se secaban, y se sentía endeble y vulnerable. Todo le daba igual; ya no quería luchar, ya no deseaba vivir. Se apretó con fuerza aquel anillo de oro, que llevaba colgado del cuello en una cadena. Aquel anillo que él le había dejado como recuerdo; como parte de su alma. Sintió su olor; su perfecto olor, y justo en aquel momento él se perdió de vista, lentamente, entre los frondosos árboles del bosque.

El frío volvió a invadirla; a colarse despiadadamente por cada poro de su tersa piel. Y lo sintió como si de un huracán se tratase. Quería gritar, chillar, llorar más, implorarle al cielo, a la tierra y al fuego, que aquello no sucediera jamás. Que él diese la vuelta y volviese a su lado. Que no marchara; que la abrazara. Habría dado su vida por sentir, una vez más, su cálido cuerpo, por volver a hacer el amor con él día y noche, acariciar su estómago, apartarle el elegante cabello que siempre caía por su pálida frente. Pero no podía; era demasiado tarde; y quiso volver atrás. Deseo, con todas sus fuerzas, no haberse enamorado de él nunca. Que todo, lo que había ocurrido, durante el último año en Hogwarts hubiese sido, simplemente, un sueño. O una pesadilla.

Ideo, golpeo, jadeo, palabreos, creo, deseo. Sin prisa, sin pausa, sin causa, sin farsa, sinceros, sin pero, senderos son fieros. Son.

-¡Vamos! No tenemos demasiado tiempo. –Le indicó su padre con frialdad.

-Bien; estoy listo –Aquel triste muchacho montó en el carruaje negro, llevado por dos caballos del mismo color. Quizás, tan solo era casualidad, que todo aquello hiciese juego con sus ropas negras y aquella capucha que, en cuanto montó en el carruaje, se puso, cubriéndose el rostro con rabia y furia.

-Estoy orgulloso de ti, Draco. –Murmuró su padre instantes antes de ponerse en marcha. El rubio estuvo a punto de reprocharle, pero no valía la pena. Permaneció en silencio, observando como se alejaba del bosque prohibido, lugar donde se encontraba ella, Hermione. Y, como aquel castillo que había sido su propio hogar, se perdía entre la niebla.

Libros, sexo, amor, amigos, enemigos, duelos, celos, aire, nieve, lluvia, fuego. Decido, consigo, respiro. Vivo en: sociedad, gran ciudad, soledad, ansiedad, libertad, oportunidad encuentro, constructor, trasgresor, vencedor, no hay mejor momento.

Por alguna extraña razón; el rubio muchacho de diecisiete años, sentía que se ahogaba, que no podía respirar, que iba a morir de un momento a otro. La tristeza era tan grande que no encontraba lugar donde posarla; la melancolía le perseguía, se apoderaba de sus sentidos. Todo aquello. Y los recuerdos; los recuerdos de sus labios besando los de ella; los recuerdos de todas las discusiones que durante aquel tiempo habían tenido, esas en las que siempre acababan riendo o peleándose bromeando. Había tenido razón aquel dicho: los polos opuestos se atraen. Sí; él mismo lo había comprobado. Y, pensar, que nunca más volvería a estar dentro de ella, en su cuerpo, saboreando el sudor de su dorada piel, acariciando cada palmo de ésta en secreto, sin que nadie pudiese observarlos. Durmiendo a su lado. Despertando a su lado. Todo junto a ella. Todo eso se había perdido. Tan solo permanecían ahora esos recuerdos y aquella promesa de que, algún lejano día, volvería.

Esa promesa que, Draco Malfoy, pensaba cumplir, fuese como fuese.

Deja que te enseñe; lo que nadie más, ha visto.

Son palabras. La palabra con la que hablo. La palabra con la que hablo.

Vuelve a reeditarse ésta fanfic. Actualizaré, al principio, con mucha frecuencia... Ya que varios capítulos se encuentran escritos desde hace tiempo. Ya sabéis, si os gusta, si no os gusta, si me queréis u odiais... Apretar el botoncito para llegar hasta los Reviews.

Saludos antifascistas.

Silvia.