1.
El calor sofocante azotaba a los habitantes de un pequeño pueblo costero, todo estaba teñido de colores parduscos y amarillentos.
Chiaki combatía las penurias de la temperatura cómodamente recostada en un sillón , con los pies descalzos apoyados en la ventana recibiendo una suave brisa y abanicándose despreocupadamente con sus apuntes de topografía.
A medida que el día había ido avanzando, el calor se había hecho cada vez más insoportable, Chiaki se había planteado seriamente ir a la playa y zambullirse en el mar hasta quedar arrugada y amoratada como una uva pasa, pero tenía un examen al día siguiente y no estaba la cosa como para tomarse descansos.
En esa posición se encontraba, medio adormilada, cuando todo empezó a temblar violenta y repentinamente.
-¡¿Pero qué coño?!- exclamó levantándose de un salto.
Salió de su habitación como un rayo y bajó los escalones atropelladamente, tambaleándose ante la fuerza de los temblores. Un mal paso le hizo caer de bruces contra el suelo y quedar inconsciente allí tendida.
Hambre… sed… calor…
El cuerpo de una joven de unos 20 años de edad, delgada y a penas cubierto por unos shorts vaqueros y un sujetador negro reposaba en la arena, boca abajo. Su larga cabellera castaña se desparramaba a ambos lados de su cabeza dejando su nuca descubierta.
Gruñendo, la joven se dio la vuelta y se incorporó repentinamente.
-¡Hambre, sed, calor!- exclamó enfadada.
Chiaki abrió lentamente los ojos y se llevó la mano a la frente, donde se había golpeado al caer por las escaleras tenía una ligera pero dolorosa hinchazón.
Tras un momento de aturdimiento, se levantó de un salto y se quedó acuclillada con una mano sobre la arena, mirando alarmada a su alrededor.
-¡¿Dónde coño estoy?!- gritó. ¡PERO DÓNDE DEMONIOS ESTOY!
Anduvo correteando por la playa en busca de algún ser humano que pudiese decirle dónde cuernos se encontraba, hasta que finalmente cayó rendida en la arena.
-No entiendo nada, lo último que recuerdo es haberme caído por las escaleras de mi casa…- dijo para sí misma.
Se quedó pensativa un rato, toqueteándose la hinchazón de la frente.
-Debo de estar alucinando tras el golpe- murmuró- o eso, o me he terminado de volver completamente loca.
Después de quedarse un rato en shock, decidió que, estuviese alucinando o no, lo primero era saciar su sed y su hambre, así que se internó en el bosque que proseguía a la playa en busca de ambas cosas. El agua no le llevó demasiado tiempo encontrarla, cerca de la playa corría un riachuelo, pero la comida era otra historia. No tenía ni idea de qué plantas serían comestibles en aquel lugar, y la caza no era una opción viable, así que se limitó a vagar por el bosque en busca de algún fruto, cruzando los dedos para no encontrarse con ningún animal cuyo alimente fuese ella misma.
Tras un buen rato arañándose brazos y piernas con los abundantes matorrales, distinguió algo morado en un claro, sobre un montón de hierbas. Parecía un fruto del tamaño de su cabeza…
Chiaki corrió a por él con el estómago rugiéndole ferozmente, pero no era la única que tenía intenciones de echarle mano a aquel manjar. Un destello rojo pasó ante sus ojos justo cuando tomó la fruta entre sus manos. El instinto hizo que diese un salto hacia atrás sin soltarla, y observó a su oponente con cara de pocos amigos.
Su oponente era un hombre pelirrojo, alto, fuerte, sin un brazo y que empuñaba una espada apuntando hacia ella con gesto amenazador.
-Bien- dijo con voz profunda- ahora me darás la fruta y haremos como que nada de esto ha pasado.
Chiaki le miró a él, luego a la fruta y a continuación otra vez a él, esbozó una sonrisa irónica y se la zampó de dos bocados.
El pelirrojo abrió los ojos y la boca desmesuradamente con incredulidad.
-¡Joder!- exclamó Chiaki- No sé por qué tenías tanto interés en la fruta esta, es asquerosa.
-¡¿PERO SABES LO QUE TE ACABAS DE METER A LA BOCA, INSENSATA?!
La cara de asco de Chiaki se tornó en pánico.
-No me digas… ¡No me digas! ¡NO ME DIGAS QUE ERA VENENOSA!- gritó llevándose automáticamente los dedos a la boca para provocarse el vómito.
El hombre, tras sacudir la cabeza con resignación, se acercó a Chiaki, la cogió del brazo sacándole así los dedos de la boca, y se rió escandalosamente.
Chiaki lo miró con incredulidad.
-No te preocupes mocosa.- comentó él entre risas.- Venenosa no es, pero ni se te ocurra caer en el mar, pues ya no serás capaz de nadar nunca más.
-¿QUÉ?- exclamó la joven.
-Me llamo Shanks- continuó el pelirrojo- y a partir de ahora cuidaré de ti.
Y así es como Chiaki conoció a Shanks y se comió una fruta del diablo sin tener ni idea de lo que eso conllevaba.
*Hola. Aquí voy con mi segundo fanfic, espero que os guste ^^.*
