Disclaimer: Todos los personajes y espacios son de Rowling.

Soy Rebeca y aquí os dejo mi primer fic, puesto que es el primero espero que no se porten mal criticándolo, lo e echo con mucho cariño, espero que os gusta tan solo la mitad de lo que me gusta a mi escribirlo. Un beso, y q disfruten!

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Amanecía con destellos rojos de sangre. La gran mansión de los Riddley parecía incluso más prominente que de costumbre, los grandes ventanales rotos, la fachada polvorienta y los jardines llenos de maleza que desde hacía dos años nadie se había molestado en arreglar, le conferían un aire mucho más amenazador.

Las dos figuras que se acercaban por el sendero eran claramente visibles tras uno de los pocos ventanales que estaban sin romper, la forma en la que se movían le indicaba que algo no había salido como esperaba. Nagini se posó sobre sus pies unos segundos y este no supo si era para reconfortarlo o no. Se alejó de la ventana y se sentó en un gran butacón cerca de una chimenea.

Antes de entrar por la verja de entrada Severus Snape se paró en seco y cogió al muchacho de melena rubia por el brazo.

-Y ahora, dirás lo que yo te diga.

Él se apartó con enojo.

-No pienso hacerlo, escúcheme bien, profesor; ¡No voy a hacerlo! Solo pretende arrebatarme la gloria… llevaba meses planeándolo, debía ser yo, y solo yo, quien le matara pero usted…

-¡Maldito necio!-Maldijo Snape entre dientes-¿Acaso lo habrías echo?-le volvió a coger del brazo-No, nunca has realizado una maldición imperdonable ¿acaso crees que El Señor Tenebroso esperaba que llegaras a hacerlo? Probablemente pensaba que carecías del valor suficiente, que te echarías atrás y así podría condenar a tu querido padre a la muerte, y si tenías agallas que aquello te hubiera conducido a una muerte segura, con lo que conseguiría vengarse de tus padres de esta forma.

Volvió a zafarse del brazo.

-Miente ¿Se lo ha dicho él? Supongo que no, solo era una prueba de lealtad, solo para comprobar mi valor, y usted-dijo, señalándolo con un dedo -lo ha estropeado todo, ahora el estará furioso con migo, pero al menos habéis conseguido lo que queríais, la gloria, es una pena que sea a costa de los demás, que no sea capaz de hacerlo por si solo, que sea un traidor, que se esconda entre las sombras, que nadie tenga claro de que bando est-calló abruptamente al encontrar la barita de su profesor solo a un palmo de la cara.

-Una palabra más, solo una, y desearás no haber nacido-Le cogió de la oreja para arrastrarle hacia dentro de la mansión-entra y deja de protestar-casi rugió.

-¡Suélteme! ¡Ya no estamos en Hogwarts!

Cual quiera que los escuchara no los habría reconocido, el profesor más clasista de Hogwarts peleando con su alumno predilecto, y no pararon de hacerlo hasta entrar en la casa. Si era sobrecogedora por fuera, por dentro y a oscuras lo era aun más, arriba de las escaleras se percibía una tenue luz y se escuchó un siseo apagado, al apoyar los pies en la desvencijada escalera los escalones parecían rugir, haciendo casi imposible que alguien pasara desapercibido intentando subir sin ser escuchado.

Los dos estaban sobrecogidos al entrar en la habitación y habrían jurado que allí no había nadie de no ser por los pies apoyados en el suelo que se veían tras el butacón de terciopelo rojo.

-¿Y bien?-Se escuchó una voz no del todo humana, el sonido parecía más un silbido de serpiente que palabras.

-A muerto señor, yo lo maté-Una figura alta se levantó rápidamente del butacón, y al darse la vuelta se vio sus duras facciones, la nariz aplastada como la de una serpiente, los ojos rojos y la piel cetrina, su dedo blanco le apuntó acusadoramente.

-¿Tú?-Rugió con rabia, acercándose a los dos-¡Yo no ordené que le mataras tú!

-Estaba apunto de hacerlo yo señor-se apresuró a decir Draco Malfoy-pero él no me dejó, yo le tenía acorralado y…

Crucio!-el chico calló al suelo, preso de espasmos y gritos de dolor. Los ardientes ojos lo miraron unos segundos y luego fueron a parar al rostro de Snape.

-¡No debiste hacerlo! ¿Alguien se dio cuanta de que lo hiciste tú? ¿Alguien conoce tu traición?

Tenía la varita levantada y amenazante, Snape le dirigió una rápida mirada a Draco, que se revolcaba por el suelo con sollozos angustiados.

-Yo… yo no lo sé, mi señor, creo… que no-jadeó al fin.

Con un rápido movimiento de varita deshizo el hechizo a Malfoy, que se quedó quieto en el suelo, temblando.

Enérvate!-El cuerpo de Malfoy flotó hasta colocarse de pie.

-No has conseguido tu cometido-siseó con dientes apretados y las rendijas de la nariz dilatadas por el enfado. Malfoy solo había estado tres veces delante del Señor Oscuro, todas habían sido terroríficas, pero esta era la que más, estaba sin aliento, aun así consiguió decir:

-Yo estaba apunto cuando…

-¿Acaso he dicho que haya terminado de hablar? ¡No me interrumpas! ¡Tenías que hacerlo tú, tenías que…!

-Señor, señor…-un hombre bajo y regordete entró jadeando por la puerta.

-¿Y ahora qué quieres Colagusano? ¿No ves que estoy ocupado…?

-Ha llegado esto de un agente infiltrado del Ministerio… Dumbledore ha muerto y…

-¡Eso ya lo sé!-Gritó irritado.

Pero Colagusano siguió con una sonrisa burlona en la cara y mirando a Snape.

-Y aquí dice que lo mató el profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, Severus Snape…

Con un grito de furia se volvió al, ahora seguro, ex profesor de Hogwarts.

-¡¿Acaso no dijiste que no te vio nadie?! ¡Estúpido imbécil! ¡Yo te necesitaba en Hogwarts! ¿Quién me iba a pasar información si no?...-la cara se le iluminó por un segundo-claro… como no se me había ocurrido antes…

Pareció pensativo, las tres figuras que estaban a su lado no le quitaban los ojos de encima. Se volvió con una sonrisa, o por lo menos con algo que se le parecía mucho.

-Quizá, después de todo… tengo que hacer unas visitas… estaré aquí en uno segundos… Vete con tu madre Malfoy, ella sabrá ocultarte… y tú…-dijo, señalando a Snape-espérame aquí, desapareció con un leve crack y los tres se quedaron en la sala, Nagini había subido hasta la butaca y se enroscaba en ella.

-Quizá después de esto se de cuenta de que yo soy su siervo más leal-dijo jadeante Colagusano, con una sonrisa y moviendo su nariz como si fuera un ratón-quizá ahora deje de tratarte como si fueras su favorito y…

Snape, con cara de cansancio, como si ese discurso lo hubiera escuchado ya muchas veces, hizo un movimiento de varita y Colagusano salió de la habitación gimoteando y tapándose las nalgas con las manos.

Se volvió a su ex alumno, que lo miraba con rabia contenida.

-Y ahora… será mejor que vuelvas con Narcisa…

El vagón lo ocupaban Neville, Luna, Harry y Ginny. Pero el silencio era casi total, solo se escuchaban el pasar de las hojas de la revista que leía Luna, debía de parecer muy interesante el artículo que leía, porque tenía la nariz casi rozando el papel. Los otros, por otro lado, se entretenían en mirar por la ventana, en silencio, Ron y Hermione patrullaban por el tren, lo que no debía de ser muy necesario, los alumnos, lejos de estar alegres por el regreso a casa, estaban entristecidos, o por lo menos la mayoría así era.

Cuando Harry había dejado de ver las torres del castillo tuvo una sensación muy extraña, sabía que tardaría mucho en volver, primero porque no sabían si la escuela abriría sus puertas el próximo curso y segundo, porque si lo hacía, él no pensaba ir.

-¿Creéis que nos dejarán volver el próximo año?-Dijo Ginny, apartando la cara de la ventana, al parecer él no era el único que estaba pensando en eso.

-Si nos dejan, yo vendré-dijo Neville, también apartando la mirada del cristal-y me da igual lo que diga mi abuela, no quiere que vuelva, no me lo ha dicho con esas palabras, claro, pero después de…-hizo una pausa, no muy seguro de cómo continuar-bueno de eso…

-De la muerte de Dumbledore.-Soltó Luna, con muy poco tacto.

Neville la miró compungido y continuó:

-me mandó una carta… creo que está asustada por si me pasara algo después de…-miró a Harry a los ojos, y este comprendió, seguramente su abuela ya tenía bastante con su hijo y su nuera en el Hospital de San Mungo.

Ginny puso cara de no entender, pero luego se encogió de hombros y volvió su mirada de nuevo hacia la ventana, Harry se alegró de tener una oportunidad de mirarla sin que ella se diera cuenta. Hacia apenas una semana y media que habían decidido posponer su relación, bueno, en realidad lo había decidido él, ella no había llorado, se había limitado a reír irónicamente, no parecía enfadada, ni siquiera parecía querer reprocharle nada. La admiró más que nunca.

La puerta del compartimiento se abrió y sus dos mejores amigos entraron por la puerta, con cara de cansancio.

-¡Los pasillos están completamente vacíos!-Exclamó Hermione, sentándose entre Neville y Harry.

-Es verdad…-Farfulló tristemente Ron-no hay un solo niño de primero al que atemorizar…

-¡Ron!-Le regañó Hermione.

-¿Qué? Es lo más divertido de ser prefecto, y puesto que el próximo año no vamos a venir…-Harry y Hermione le regañaron con la mirada.-Bueno… si no abren la escuela-corrigió, aun así, Hermione le miró ceñuda y dio un respingo, con los brazos en jarra.

Se abrió de nuevo la puerta y apareció una mujer con carrito y mirada triste.

-¡Ranas de chocolate! ¡Quiero cinco!-rebuscó en sus bolsillos y al sacar el dinero pareció decepcionado-mejor solo dos…

Harry sacó dinero mágico y volvió a pedir a la mujer las cinco ranas.

Hermione sonrió, muchas cosas no volvería a ser como antes ahora que no estaba Dumbledore, Hogwarts nunca sería el mismo, tardarían mucho, o al menos eso esperaba, en volver a ver a Snape, nunca más podría pedir ayuda a uno de los mejores magos que había existido, no pisaría nunca más Hogwarts como alumna, muchas cosas habían cambiado, pero, mirando a Ron y viéndolo como sacaba la rana del envoltorio con ansias pensó, con cierta alegría, que había otras cosas que nunca cambiarían.

Ron estaba apunto de llevarse la rana a la boca cuando sacó algo del envoltorio, eran los coleccionables que venían en las ranas.

-Mirad esto-Neville alzó la vista y tragó saliva fuertemente, después de todo ¿Por qué no iba a ser él? Dumbledore les guiñaba un ojo desde la fotografía, sus gafas de media luna parecieron resplandecer unos instantes.

Ya en la estación, con baúl en mano y Hedwig en su jaula, Harry divisó a lo lejos a sus tíos, se alegró de que solo tuviese que pasar unas pocas semanas en la casa de los Dursley, a fin de cuentas pronto cumpliría diecisiete años, y en el mundo mágico cuando los cumplías ya eras mayor de edad, aun así, lo que menos le apetecía en aquellos momentos era echar a andar hacia ellos ¿Por qué no podía hacer como Hermione? Ella solo pasaría una semana con sus padres, luego iría a pasar todo el verano a casa de los Weasley, o por lo menos todo lo que durara su verano, no sabía cuando se irían al Valle de Godric, la antigua casa de sus padres y donde Harry tenía la corazonada que era allí donde tenía que comenzar a buscar los cuatro Horrocux que quedaban por destruir.

Alguien le cogió del hombro.

-Ya es hora de que nos despidamos Harry…-Hermione, con una sonrisa, le dio un abrazo-nos veremos pronto ¿Verdad?

-Claro, apenas cumpla diecisiete, además, tengo que ir a casa de los Weasleys, por la boda de Bill y Fleur…

-Sí… yo apenas esté una semana con mis padres me voy a La Madriguera, quieren que les ayude con los preparativos de la boda…

-¡Oh, Harry! ¡Cariño!-La señora Weasley se había acercado hasta él y comenzaba a abrazarle-Me da tanta pena que tengas que irte con tus tíos ahora…-dijo mirando de reojo al señor gordo y la mujer larguirucha y chupada que estaban a unos diez metros de ellos y que miraban a los alumnos de Hogwarts con una mezcla de recelo, expectación y asco-después de haberlo pasado tan mal…¡Oh!-y lo demás que dijo no era comprensible, no paraba de darle besos en la cara y apretujarlo contra el pecho, cuando creyó que estaba apunto de ahogarse alguien la empujo, apartándola.

-¡mamá! ¡¿No ves que le vas a asfixiar?!-Ron traía una de las mejores sonrisas en la cara-pronto nos veremos amigo, cuídate… y ahora que puedes, aprovecha y asusta a tu primo… luego no vas a poder hacerlo…-le guiñó un ojo.

Dio un apretón de manos al padre de Ron.

-Adiós señor Weasley…

-Espero verte en la boda de mi hijo Bill…

-Claro que sí.

-Y…- se acercó para hablarle en voz baja-si no te importa…

-¿Qué?

-¿Podrías traerme… esas cosas que tienen los aparatos mugles para funcionar sin electridá?

-Electricidad-corrigió.

-Sí, eso, esas cosas que son así…-dijo, haciendo un gesto con la mano.

-¿Pilas?

-¡Exacto! Veras, el otro día vi una… caja con un montón de personas dentro y un hombre hacía que se fueran y llegaran otras con una aparatito muggles muy interesante…

-Claro, señor Weasley… yo le consigo algunas…-No supo si reírse o no.

Al lado de su padre estaba la pequeña Weasley, y estuvo apunto de bajar la cabeza y darle un beso, ese gesto habría sido tan normal hacía unas semanas que ahora parecía impensable no hacerlo, pero se contuvo y le dedicó una sonrisa, ella pareció entenderle, como si hubiera comprendido su impulso. Le devolvió la sonrisa y subiéndose de puntillas le dio un beso en la mejilla.

-¡Hasta pronto Harry!-Dijo, con los ojos brillantes y asiendo su baúl.

Aturdido se dio la vuelta y se acercó a sus tíos, que tenían cara de susto. Su tío Vernon le dio un gruñido en forma de saludo, su tía solo dio un respingo, enderezando la espalda y mirándolo por encima del hombro. Por la cara que tenían no parecían estar muy contentos ¿Tanto les desagradaba que volviera? Bueno ¿Qué mas daba? Pronto se iría para siempre del número cuatro de Prive Drive, volverían a ser una familia normal, con una casa normal, en un barrio normal y con vecinos normales, que era lo que más deseaban los Dursley, una vida monótona sin nadie que los interrumpiera y sin Harrys ni varitas mágicas que espantaran al pequeño "Daddy".

Ya en el coche, y con la radio puesta, Harry se dio cuenta de lo solo que se sentía, y del miedo que empezaba a sentir, al principio había sido un frío en el pecho y luego se le había pasado a la garganta, formándosele un nudo difícil de aguantar, cuando quiso darse cuenta, varias lágrimas se comenzaron a deslizar por las mejillas ¿Qué pasaba ahora que no estaban ni Duambledore, ni Sirius? ¿A quién iba pedirle un consejo? Claro que estaban Ron y Hermione, pero ellos tenían la misma edad que él, por más inteligente que fuese Hermione aun eran unos críos…

Críos… Niños… ¡Que mal se había sentido siempre que le llamaban así! Todos decían: ¿Qué puede hacer él si solo es un niño? ¡Un niño! Solo un niño… Y por un momento les dio la razón, aun ni siquiera había cumplido diecisiete años y tenía la responsabilidad del mundo mágico sobre sus hombros, el destino de un sin fin de brujos y bujas en sus manos… Parecía irreal y de película…

Debía comenzar a comprender que ya no era el "niño" que jugaba por momentos a ser un héroe con sus amigos. En sus primeros años en Hogwarts, pasando todos ellos por un sin fin de aventuras y misterios no había comprendido realmente lo que significaba ser "el niño que vivió", ni siquiera al comprender el significado de la profecía…

En los últimos años había comenzado a morir gente, pero no gente de cualquier lugar y sin nombre, gente que conocía y que esas perdidas le hacían daño, era más consciente de lo que significaba ser quien era, y por ello había decidido dejar a Ginny e ir en busca de los Horrocux… y quizá cuando todo aquello acabase, si es que acababa, podrían volver juntos, sería tan bonito…

Recordó sus ojos, las largas charlas, los entrenamientos del equipo, la sonrisa…

Algo que escuchó en la radio le hizo salir de sus pensamientos, algo extraño había ocurrido en el metro de Londres, algo así como una explosión, un humo verde había comenzado a salir por una de las tuberías, el reportero de la cadena interrogó a una mujer que decía que había visto a unos hombres encapuchados y con lo que parecían una mascaras, el reportero pareció titubear, como si pensase que deliraba, la mujer no paraba de chillar y de decir algo de chispas amarillas y gente hablando en lengua extraña, una lengua que parecía latín…

Harry se inclinó hacia delante, interesado, pero la radió dejó de emitir sonido abruptamente y un frenazo hizo que se diera con la cabeza en el respaldo delantero, cogiéndose la parte dolorida de la cara con una mano y apartándose las gafas torcidas con la otra, miró a su tío Vernon, que sin gafas era una masa uniforme y borrosa. Podía ver lo suficiente para comprender que su tío lo estaba mirando... al colocarse las gafas, se encontró con lo que le pareció un toro embravecido, tenía la cara roja de enfado, y al hablar, le salió saliva de la boca.

-¿Sois vosotros verdad? ¿Sois vosotros quienes estáis causando todo esto?

Tía Petunia se tapaba la cara con las manos, gimoteando.

-¿Por qué no nos podéis dejar en paz? ¿Qué os hemos hecho nosotros? ¿Tan difícil es dejarnos con nuestras vidas normales?-Comenzó a sollozar, a Harry se le entreabrió la boca, y no estuvo seguro si era por asombro o por ganas de replicar. No tendrían la cara de echarle a él la culpa ¿Verdad? Por que no era justo. Los cara amoratada de Vernon le seguía mirando, con los ojillos entrecerrados y cara de desprecio.

-¿Sabes el daño que nos estáis haciendo? Di ¿Lo sabes? Cada vez que voy al trabajo lo hago con miedo y cuando Duddly va al colegio, tu tía se pasa las horas mirando por la ventana, sin saber si lo va a ver llegar ¿Quiénes son aquellas personas que se pasean por aquí, y en todos lados vestidos con túnicas? ¿Quiénes son?

¿Qué había pasado mientras estaba en Hogwarts? La situación no podía ser tan caótica ¿o sí? Los sollozos de Tía Petunia le tenían paralizado. Vernon, nervioso, dio un puñetazo en el salpicadero.

-¡DI!

¿Qué iba a decir? Si ni siquiera lo sabía él, ese año no iba a ser normal, lo sabía, no iba a ser normal…

Había asistido a su primera tortura, era una niña, una niña muy pequeña, con ojos muy, muy verdes, y el pelo castaño cayéndole pegajoso sobre las sienes, tan solo tendría cuatro años, y era maga, pero sus padres confabulaban con los sangre sucia… sí, eso hacían… le produjo un placer perverso escuchar sus gritos, sus súplicas, el no entender por qué le hacían aquello, llamando a su "mamá", arrastrándose por el suelo, mientras la maldecían una y otra vez, hasta que sus ojos quedaron vacíos, con la boca entre abierta y todo su bonito vestido estilo muggles lleno de vomito. Había enloquecido hasta el punto de ser completamente inútil, ya no podía hablar, ni chillar, parecía una muñeca rota… entonces alguien pronunció el maleficio mortal, y acabó con ella, las risas de sus compañeros y las suyas propias aun retumbaban en su cerebro cuando se tiró a la cama, cansado de la jornada…

Había sido un día espectacular, genial y sus camaradas ya parecían haber olvidado el pequeño error cometido con Dumbledore… Casi creía haberse excitado sexualmente haciendo aquello, sonrió feliz. Todo iba bien, todo marchaba muy, muy bien…

Alguien toco a la puerta. Se desperezó y trabajosamente se dirigió hacia la puerta, la abrió.

En el pasillo, una Pansy Parkinson en bata y con un candil en mano, le miraba, con ojos entrecerrados.

-¿Puedo?-Tenía una sonrisa pícara y él sonrió a su vez, casi había olvidado donde estaban y donde vivían.

Los Malfoys ya no vivían en su lujoso palacete en el Valle BlackHolle, se habían trasladado, junto con muchas familias mortífagas a un castillo abandonado, que Voldemort había preparado para ellos, ese verano, los hijos de los Mortífagos, tendrían la oportunidad de aprender de primera mano toda clase de hechizos, encantamientos y defensa que no se aprendía en Hogwarts.

-Claro que puedes pasar-la sonrisa de la chica se agrandó, y al pasar por su lado, Malfoy notó su fragancia, que le hizo comprender que se había perfumado.

Cerró la puerta y se volvió a tiempo para ver como la bata de Pansy resbalaba desde sus hombros hasta el suelo.

-A veces me parece que es tan grande… y me siento tan afortunada de estar aquí…-Se acercó un poco, y ella le tocó el vientre con sus manos calidas y suaves-¿tú no?

-Claro que sí.

Ella se puso de puntillas, sin dejar de mirarle.

-Ha sido un día tan bueno…-ya casi no quedaba espacio entre los cuerpos, puso los dedos en sus hombros haciendo que su camisón de tirantes se deslizara también hasta el suelo, sus bocas se buscaron, y sus pensamientos volaron, como siempre lo hacían, hasta ser tan hipócritas que ellos mismo se creían lo que hacían.

Al llegar a la cama, Draco Malfoy sonrió, si, sin duda había sido un día bueno, muy bueno, la imagen de la niña de aquella mañana y sus gritos suplicantes retumbaron de nuevo en su cabeza