Nota: No tengo intención de infringir la ley. Casi todos los personajes pertenecen a SM.
Gracias a Bells Masen Cullen, por ser mi Beta, ella hace parte de BetasFanfiction. Espero que te guste ahora que ya lo he subido.
Allí muy tranquilos pasaban los días. Salían a nadar al rayo del sol. Se miran, se besan, se arrullan, se abrazan. Y al mundo le dan ejemplo de amor - Los Cisnes, música tradicional colombiana
El Manual - Prólogo
Edward y yo nos vimos por primera vez en una fiesta en la universidad, yo estudiaba literatura y él ya estaba terminando su carrera de medicina; la primera vez que lo vi estaba conversando con los anfitriones. Mi esposo es alto, acuerpado, con una nobleza en los ojos y dulce al hablar, él es simplemente encantador.
No pude quitarle los ojos de encima cuando le pidieron que tocara algo en el piano, y con un sexy rubor en las mejillas, aceptó. Deslumbrante, mostraba una pasión al tocar, la agilidad de sus dedos era arrolladora, absolutamente impresionante, todas las mujeres en el salón estaban perturbadas por el hechizo que Edward Masen ofrece con su sola presencia.
Yo por muy tímida que fuera, no me escapé a su embrujo, y disfruté de cada una de las notas musicales que se desprendían del movimiento de sus manos, la pasión que demostraba al tocar el piano es algo de lo que ninguna mujer podría escapar. Él asegura que no lo hace con intención, lo que lo hace aún más temible; es una fuerza arrolladora e incontrolable. Y escondida tras un muro disfruté del hombre más bonito (sí, bonito) que alguna vez haya visto.
Gracias a mi torpeza, tuve la posibilidad de conocerlo. Cuando Edward terminó su pieza, todos se acercaron para felicitarlo, al tratar de hacer lo mismo, tropecé con un escalón que no había visto y me doblé el tobillo. Siendo el caballero que es y además estudiante de medicina, Edward se encargó de mí; mi tobillo se estaba hinchando, así que en sus brazos me llevó a una habitación cercana para hacerme un examen sencillo. El diagnóstico, amor a primera vista, a primer contacto, a primera palabra. Y un tobillo luxado.
Supe que Edward era el indicado para mí esa misma noche. Cuando se enteró que mis medias se habían roto tras la caída, y no sé de donde, pero me trajo unas nuevas. Él era eso que yo siempre había querido alguien considerado, y tierno; su cara de preocupación al verme el tobillo torcido, aun sin conocerme, me mostraba a una persona sensible y de buen corazón.
Mi instinto no me falló, Edward es la mejor persona que conozco; es un trabajador incansable, un médico de increíbles capacidades, un padre maravilloso, un marido ejemplar, un hombre sin igual.
Desde el día en que nos conocimos somos inseparables, puedo decir que realmente él es mi media naranja, mi complemento.
¡OHHHHHHHH!
Nuestro noviazgo no duró mucho, yo me quería casar con él desde el principio, solo me faltaba que él quisiera lo mismo. No tardó en darse cuenta de eso, y unos días antes de nuestro primer aniversario, Edward se arrodilló ante mí, pidiéndome ser su esposa.
Gracias a que yo estaba haciendo unos cursos, la boda se realizó un año después del compromiso, nuestra relación era tranquila, sólida. No tengo temores sobre ella, mi esposo me trata, con ternura y suavidad; nuestras finanzas son estables, los dos tenemos una vida laboral sin inconvenientes y estoy absolutamente segura que Edward me ama de la misma forma en que yo lo amo a él.
Nuestro hijo Ethan nació un mes antes de nuestro segundo año como esposos. Mi embarazo no fue fácil debido a la endometriosis de la que padezco, pero el sueño y las ganas de ser madre pudieron hacer de mí una mujer valiente y logramos un parto natural para dar a luz a mi hermoso hijo, hoy de 8 años, quien es la viva estampa de su padre, con hermosos ojos miel, casi ámbar y un cabello imposible de peinar. Edward se ha encargado además, de hacer de él un pequeño caballero; así como su papá, mi hijito, me abre las puertas, me permite seguir primero, no dice malas palabras, es excelente deportista y un estudiante dedicado. Repito, la viva estampa de Edward.
Charlie y Carlie, nacieron dos meses después de nuestro cuarto aniversario. Edward y yo decidimos no tener más hijos después de las complicaciones que tuve con Ethan, pero mis gemelas son un regalo de Dios. El embarazo fue aún más complicado, haciendo casi imposible que me moviera durante 5 meses, tuve reposo absoluto. No obstante mis cuidados, las niñas nacieron a los 7 meses por cesárea, donde también tuve complicaciones y casi muero. Edward se hizo la vasectomía de inmediato, solo para prevenir que yo volviera a quedar embarazada y correr más riesgos.
Las niñas lo manejan a su gusto, son sus bebés consentidas, las trata como las pequeñas princesas que son. Toma el té con ellas los sábados en la tarde, las lleva a natación los domingos en la mañana y les revisa las tareas en la noche, además de jugar fútbol con Ethan, tocar el piano, ver sus dibujos animados favoritos y leerles cuentos antes de dormir.
ASSIIIIIIIIIIIIIIIIIII, SI, MASSSSSSSSS, ASIIIIIIIIIII
No puedo pedir un mejor padre para mis hijos, el amor que siente por ellos es incondicional y ellos están por encima de todos.
├EM┤
Cuando era niña, mi sueño era ser profesora, luché mucho por alcanzarlo, mi madre no quería que estudiara en la universidad sino que entrara a un convento. La timidez que me caracteriza me hacía muy propicia, pero mi intención nunca fue esa, quería niños, muchos niños… y los colegios serían una muy buena opción. Ahora dicto clases de literatura en 7º grado.
Charlie, mi padre, le hizo una evaluación exhaustiva a Edward cuando lo conoció, aciéndole prometer que jamás se sobrepasaría conmigo, jamás me llevaría a límites, jamás me haría sufrir.
Edward ha cumplido su palabra al pie de la letra. Me trata como a una muñeca de porcelana, la que con un mal movimiento se podría romper.
OH POR DIOS, YA CASI, ME VENGOOOO, YA CASI
Mi esposo no me levanta la voz, no me maltrata, las discusiones (porque las hay), son absolutamente pacíficas. Siempre termina regalándome algo para lograr el perdón, siempre se comporta como un caballero.
En conclusión mi vida es perfecta.
Perfectamente aburrida.
Y no me refiero a mi amor por Edward, ni al de mis hijos, amo mi trabajo y hago lo que quiero. Mi Edward es el hombre perfecto, mi casa es perfecta, mis hijos son los mejores niños del mundo, nuestra vida es tranquila, relajada sin complicaciones. No hay mayores alteraciones. Yo jamás he gritado.
No como mi vecina por lo menos.
OHHHHHHHHHHHHHHH JASPEEEEEEEEEEEEEEEERRRRRRR
Lo que me lleva a mi único gran problema. El sexo.
El sexo
El sexo. Cuando tenía 12 años, descubrí que si usaba bien mis dedos, podía sentir muchas cosas por dentro, así que me dedicaba todos los días, unos minutos en el baño, para disfrutar de mis momentos a solas. Todo iba bien hasta que mi madre me descubrió.
Renee, es la persona más religiosa que conozco, dedicada a su devoción a un grado que es extremo. Para mi madre todo es pecado, incluso el placer. Así que el sexo se convirtió en mi mayor temor, la satisfacción sexual era impensable. Los humanos, y en especial las mujeres no nacimos para disfrutar de los placeres carnales, venimos a qué sé yo… sufrir.
Por supuesto, perdí mi virginidad en mi noche de bodas. Edward jamás me presionó y después de conocer a mi madre, estoy segura que él también estaba asustado.
Fue una noche horrible, mi esposo hizo lo que pudo para que no fuera tan incómodo, pero fue imposible, el dolor fue incontrolable. Aprecio su intento por hacer de esa noche, una romántica y mágica, de todas formas lo fue. El único problema es que para mí, después de 10 años de matrimonio, la cosa no mejora. Edward teme repetir mi dolor, y es lento. A veces creo que es más por cumplir con sus obligaciones conyugales que porque yo le provoque algún deseo. O peor aún, creo que ni a él le gusta, no creo que yo que soy tan torpe y tan temerosa le provoque hacerme nada, nunca hemos sido muy aventureros en este aspecto, lo hacemos más porque es lo que dicta la sociedad que por el deseo desenfrenado que sentimos el uno por el otro.
La posición preferida de Edward es el misionero. Debido a que mi esposo cree que si me toca muy duro me voy a quebrar, nuestros momentos íntimos son muy calmados, son muy pasivos, son muy aburridos. Soy su princesa, al principio me encantaba el sobrenombre, me hacía sentir de la realeza, lo que nunca me di cuenta es que él se cree el plebeyo que no me puede tocar, que soy demasiado para ser tratada como una mujer, como una esposa, como una amante.
Con todos los sermones de mi mamá, quien dice que solo podemos tener relaciones para procrear y al ya haber decidido no tener más hijos, nuestra vida sexual se limita a un par de veces cada dos semanas. La pasión que vi en los ojos de Edward el día que lo conocí, se restringe a su trabajo, bueno y a los niños.
Nunca me quejé porque creía que era el proceso natural de una pareja, después de años de estar casados, nuestra prioridad no es la intimidad, sino nuestros hijos, la hipoteca, el trabajo. Nos hemos descuidado.
Yo realmente nunca perdí los kilos de más que gané con el segundo embarazo, pero Edward me dice que es el recordatorio que mis hijos salieron de mi cuerpo, al parecer a él no le molesta, o simplemente no le importa. Y Edward dejó de usar el perfume que me gustaba cuando éramos novios. Ya no recuerdo porqué. También tiene una barriguita prominente y hace un par de meses que no se afeita. Al principio no me molestaba, pero con su vello corporal y ahora el facial, parece que duermo con un chimpancé.
Pero nunca me quejé. Insisto, creí que ese era el curso natural de nuestra relación.
Hasta que conocí a Alice Brandon, mi vecina. La que grita, la que hace que los cuadros en mi casa se muevan, la que asustó a mis niñas una noche hace un par de semanas, la que hace que yo me tenga que morder el codo de la envidia.
OH POR DIOS, OH POR DIOS, OH POR DIOSSSSSSSSSSS
Alice y su esposo, Jasper, se mudaron a la casa de al lado hace 3 meses. Cuando los conocí me parecieron la pareja más agradable, son lectores incansables, excelentes conversadores y sobretodo muy felices; llevan años de casados, y viven solos pues su único hijo, Peter, se encuentra estudiando en el extranjero.
Mi percepción de ellos cambió ese mismo día, cuando unos gritos ensordecedores me despertaron a media noche, Edward tenía turno nocturno durante esa semana y yo realmente me asusté. Inicialmente creí que Jasper la golpeaba. Unos minutos después, me di cuenta que esos gritos no era por temor, sino todo lo contrario. Alice y su esposo celebraban la mudanza, y estaban…uhmmm, no sé, probando cada una de las superficies de la casa.
Después de casi 24 años, esa noche volví a masturbarme.
No lo pude evitar. En todo el tiempo que llevo de casada, jamás me había excitado tanto. Escucharlos disfrutar del placer que sus cuerpos les hacían sentir, provocó en mí algo que no me había pasado antes. Así que deslicé mis dedos en mi labia y empecé a moverlos al mismo ritmo de los golpes del otro lado de la pared, no podía creer cuan húmeda estaba, mis caricias en mis partes más escondidas surtieron el mismo efecto que tantos años atrás, y me redescubrí. Esa noche, el orgasmo, después de imaginarme cómo y dónde lo estaban haciendo, fue el más intenso que haya sentido... y ni siquiera necesité de mi marido.
Así de triste es mi vida.
Les he dicho que Alice cumplió 54 años hace dos semanas. Mejor no hablo de la celebración de ese día. Tuve que mandar a los niños donde los abuelos.
No entiendo porqué una mujer de la edad de mi vecina, y 20 años de casada, tiene mejor vida sexual que yo que tengo 34 y apenas 10 en mi matrimonio. Quiero saber su secreto, quiero saber qué hace, cómo lo hace. Quiero sentir lo que ella siente, quiero disfrutar, como ella lo hace. Quiero saber si puedo gritar más fuerte que ella cuando tenga un orgasmo más intenso que cualquiera que ella haya disfrutado en toda su vida. Mi problema, no sé cómo lograr todo eso.
No estoy segura que mi marido se preste a esta aventura.
Edward es el hombre más calmado y perezoso que se puedan imaginar. Igual su mayor temor es provocarme la misma incomodidad que me causó en nuestra noche de bodas. Nunca ha tratado de ser algo más agresivo conmigo y yo me he quedado dormida en mis laureles creyendo que lo que pasaba era normal. Y que mis ganas de más, mis bajas pasiones, eran solo el reflejo de lo pecadora que soy (Dios, mi madre ha tenido demasiada influencia en mí), me gustaría saber si puedo lograrlo y si puedo contar con su ayuda para salir de esta frigidez. De esta agonía de la insatisfacción, de este aburrimiento.
Me he demorado mucho en tomar esta decisión. Si Alice a su edad disfruta de su sexualidad, yo voy a hacer lo mismo, voy al menos a intentarlo, voy a tomar las riendas del asunto y voy a hacer valer mis necesidades, si porque lo son. Voy a establecer prioridades, y de ahora voy a procurar darle vida y pasión a esta rutina harta y molesta en lo que se ha convertido mi existencia. Voy a ponerle el picante que esto necesita.
Ahora, la pregunta es si Edward va a apoyarme, y peor aún ¿cómo lo voy a convencer?
