N/A: No es lo que tenía en mente ._. Pero no me quejo. Disfruten la lectura y denme su opinión, para esta nueva historia *s*
Sesshomaru Taisho no tuvo una infancia fácil: Sus padres lo abandonaron a la tierna edad de siete años, quedando a cargo de sus abuelos. Sus abuelos a pesar de ser amables por cuidarlo lo criaron con mano firme; Eran muy estrictos y religiosos. Creció en la ciudad de Kioto, en un ambiente infeliz, solitario y malhumorado. A una edad temprana aprendió a no apegarse a nadie, cuidarse solo y no depender de terceros. Por lo que su actitud era fría y distante. Se independizó a los dieciséis años de edad y desde entonces se dedicó a trabajar duro.
Actualmente, con 19 años, creía tenerlo todo: Un auto, Rentaba un pequeño departamento cerca de una de las universidades más importantes de Osaka; dónde estudiaba leyes, becado por sus calificaciones perfectas. Trabajaba en uno de los despachos más reconocidos de Japón, aun no ejerciendo como abogado más que trabajos menores como mensajero y pequeñeces similares, pero la paga era buena. Inteligente, popular, atractivo y nunca faltaba una bella dama que quisiera estar a su lado.
Todo le era perfecto, hasta que un día, una llamada de teléfono por la mañana, cambiaría las cosas…
Sábado, 7:30 am.
Ring… Ring… Ring...
El teléfono que yacía sobre la mesita de noche, sonaba inquietantemente justo al lado del joven durmiente. Sesshomaru no tenía intenciones de contestar. Era demasiado temprano, demasiado inoportuno, pero tanta insistencia le perturbó el sueño y no tuvo de otra que contestar, no sin antes dar un leve gruñido irritado.
— ¿Quién habla?
— ¿Sr. Taisho? Buenos días, estoy buscando al Sr Taisho— preguntó una voz masculina al otro lado del teléfono.
—Él habla—respondió, pesadamente, y no viendo la hora para que esta molesta llamada terminara.
—Oh. Buenos Días, señor. Soy el Sr. Konoe Ichiwara, de servicios infantiles, tenemos una noticia que darle.
«¿Servicios infantiles?, que extraño» pensó, pero continuó con la llamada.
—Primero, queremos darle nuestro sentido pésame por la pérdida de sus padres.
La noticia le cayó como balde de agua helada, todo era tan extraño. Fingió desinterés, y contestó: —Una lástima —, con tal frialdad que el hombre del teléfono se sorprendió.
Era una lástima que murieran, pero no era como que le importara demasiado, ellos no habían actuado como unos verdaderos padres con él, no sentía la obligación de llorar la perdida. Aunque cuando recordó la mención de ambos padres, se desconcertó.
—Dijo Padres ¿cierto?, ¿Qué sucedió? — Sesshomaru cuestionó.
El hombre del teléfono se mantuvo en silencio unos segundos y después habló: —Lo lamento, creí que ya lo sabía. La Sra. Irasue y el Sr. Inu no Taisho murieron en un accidente automovilístico hace más de un año. Temo que se enterara de esta manera.
«¿Se reconciliaron?» Sesshomaru pensó, pues era demasiada coincidencia que los dos perecieran al mismo tiempo. Era demasiada casualidad, por lo que su conclusión se volvió más firme. Ellos se reconciliaron y él no lo sabía. Tan poco interés tenían en él que no lo sabía. Se molestó por tal pensamiento, y se entristeció un poco por ellos. Bueno, todo era una lástima, pero no entendía por qué servicios infantiles le daba esta noticia tan tardía.
—Descuide, está bien. Bueno, si me disculpa, tengo que…
—No Sr. Taisho, espere un segundo. Lo que tengo que decirle es muy importante, llevó mucho tiempo queriendo contactar con algún otro familiar de los niños.
— ¿Niños? — Preguntó Sesshomaru. Esta conversación no le estaba agradando, a lo que él respectaba no había embarazado a nadie, ni tenía primos o algún familiar.
—Sí, sus medios hermanos: dos niños y una niña. Ranma y Ranko Saotome de 10 años e Inuyasha Taisho de 9 años.
Podía creerlo del último por el apellido, pero de los primeros dos no. Probablemente su madre se había casado después de que lo abandonó… o los adoptó, o lo que sea. Muchos pensamientos sobre ello comenzaron a pasar por su mente, «Deja de preguntarte eso a ti no te importa» se regañó internamente. Esos niños no eran su responsabilidad.
—Por lo que sabemos los gemelos eran hijos de la Sra. Irasue, o por lo menos los papeles dicen eso, y el otro pequeño hijo del Sr Inu no Taisho, producto de una relación anterior. Intentamos contactar con la madre del niño, pero al parecer murió por cáncer y el padre de los gemelos es desconocido. Por fuentes cercanas dijeron que la pareja se reconcilió y convivieron como una familia antes del accidente.
Sesshomaru estaba enojado, muy enojado. Sus padres no tuvieron el descaro de contactarse con él. Se habían reconciliado y no intentaron comunicarse con él.
—Los niños estuvieron pasando de hogar a hogar durante estos meses y el último pariente al que tienen para recurrir es a usted.
El hombre seguía murmurando cosas, pero Sesshomaru no le prestó atención por seguir perdido en sus pensamientos; odiando a sus padres fallecidos por su poca atención con él.
—… ¿Quiere usted hacerse cargo de los niños?
Fue lo único que escuchó, «Espera qué…»
—Discúlpeme...
—No tenemos más familiares a quienes encargarlos o a alguien más que se quiera hacer cargo de los tres juntos; usted es la última opción para que los niños estén unidos.
¿Le estaban proponiendo a él, Sesshomaru, cuidar a unos niños?
— ¿Qué pasa si me niego?
—Bueno, los niños serán llevados a casas hogares. Créame que para nosotros es mejor que los niños estén a lado de familiares y gente conocida, que en una casa hogar. Si se niega, cada niño será separado porque no podemos acomodarlos a todos juntos en un mismo lugar. Sí no tiene los recursos necesarios para atenderlos lo entiendo.
—No, el dinero no es un problema—Mintió, aunque no del todo, lo que ganaba era suficiente para tener una buena vida, por lo menos para una persona.
—Oh eso suena fantástico. ¿Cree usted tener lo necesario para hacerse cargo de ellos?
Sesshomaru guardó silencio, ¿En qué clase de lío se estaba metiendo? Se identificaba un poco con los chicos al saber que no tenían a nadie. Pero, por otro lado, no quería hacerse cargo de unos niños; él ya tenía una vida.
— ¿Señor?... ¿Sigue ahí?
—Sí, sigo aquí. ¿Qué tengo que hacer?
Escuchó con atención lo que el hombre le decía atentamente por teléfono. Le dijeron que checarían su departamento para ver si era adecuado para los niños, investigarían los gastos, su vida personal y que le harían un montón de preguntas. Sesshomaru no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. Pero no tenía por qué dejar a esos pobres chicos sin hogar, si servicios familiares le decían que no era apto, él lo aceptaría. Por lo menos lo intentó.
1 semana después…
Los tres niños iban en la parte trasera de una camioneta, llevaban consigo una pequeña mochila con sus pertenencias.
— ¿Están listos para ir a su nuevo hogar? — les preguntó el señor Konoe. Ese hombre había sido muy amable con ellos desde hace unos meses.
El trío asintió inseguro, sin saber que les deparaba el futuro. No sabían que tenían un hermano mayor, ni siquiera conocían su nombre.
— ¿A dónde vamos? —preguntó Ranko, entre susurros a su hermano gemelo.
Ranma se encogió de hombros —No tengo ni la más mínima idea.
— ¿Cuánto creen que duremos con éste? —preguntó Inuyasha, apoyando su cabeza contra el frío del cristal.
No era la primera vez que Konoe les hacia esa pregunta; los llevaba a su nuevo "hogar" y terminaban con algún "tío" o "tía" incluso uno que otro "abuelo" (que normalmente eran personas muy desconocidas para los chicos, pero se portaban bien… a veces), sin embargo, siempre al final terminaban por regresarlos después de un tiempo. Cuando los regresaban eran devueltos a una casa hogar siendo separados.
—No lo sé, por lo menos hay que durar lo suficiente para tener un plan y escaparnos juntos— dijo Ranma.
—Ya no quiero que nos vuelvan a separar, ustedes son odiosos. Pero las niñas del orfanato son completamente detestables —Comentó Ranko.
Los niños estuvieron de acuerdo con ello y guardaron silencio todo el camino, ansiosos por saber quién era su nuevo tutor.
No tardaron mucho en llegar al departamento de Sesshomaru, Konoe estacionó el auto y ayudó a los pequeños a abrir la puerta del carro.
—Muy bien, ya estamos aquí. Ahora, síganme, los llevare al departamento de su hermano mayor.
Los niños siguieron obedientes, con cada paso su corazón se aceleraba más, se sentían muy nerviosos. Después de viajar por el elevador y pasar unas cuantas puertas. Llegaron a su destino. Konoe dio unos golpes a la puerta y se abrió.
—Niños, Les presento a Sesshomaru Taisho— presentó alegremente Konoe.
Los chicos miraron atónitos a Sesshomaru, era tan parecido a su madre y a su padre a la vez, pero a diferencia de ellos; Sesshomaru era muy intimidante. El hombre joven frente a ellos vestía una camisa blanca y pantalones negros.
—Hola—Habló Sesshomaru, dura y fríamente. A los niños les dio un escalofrió, realmente estaban aterrorizados por esta persona.
Los niños no dijeron nada en absoluto así que Konoe tuvo que presentarlos.
—Él es Ranma, la pequeña pelirroja es Ranko, y él es Inuyasha.
Sesshomaru asintió en la información tratando de ser amable y fracasando en el intento. —Mucho gusto, ¿Quieren pasar?
Pero los menores seguían paralizados como estatuas.
—Vamos, niños, no sean tímidos. No te preocupes, Taisho, así son los primeros días. Ya que se conocen, tengo trabajo que hacer, así que me despido. Y recuerde que está a prueba, si las cosas no funcionan entre ustedes nos veremos obligados a separarles, pero espero sinceramente que todo salga bien.
Konoe se despidió de Sesshomaru y les susurró a los niños un Cuídense y pórtense bien. Konoe se alejó dejando a los cuatro medios hermanos.
— ¿No van a pasar? —preguntó Sesshomaru. Los niños no era lo que imaginaba. Inuyasha tenía los ojos y cabello de su padre, en cambio los otros dos tenían pocos rasgos comunes.
Los niños tragaron saliva y asintieron temerosos, adentrándose al departamento.
Sesshomaru pudo ver el nerviosismo de los pequeños, quienes miraban a todos lados y sostenían sus mochilas fuertemente.
Sesshomaru carraspeó para llamar su atención, consiguiéndolo.
— ¿Tienen hambre? —preguntó.
Los chicos negaron.
— ¿Les gustaría ver su habitación?
El trío asintió levemente.
—Muy bien, vengan conmigo.
Los niños obedecieron, dándose las manos entre ellos, mirando hacia todos lados y observando con temor al mayor, como si estuviesen en alguna especie de casa de terror.
«Genial, no llevan ni 7 minutos y ya me tienen miedo» pensó Sesshomaru.
Sesshomaru no sabía que es lo que estaba haciendo, pero lo que si tenía claro es que hoy sería un día terriblemente largo.
N/A: Cualquier comentario es bienvenido. n_n
