Disclaimer: la Tierra Media y sus personajes pertenecen a nuestro querido J.R.R. Tolkien y a sus herederos. Demás personajes y lugares inventados son míos.
Los elfos, la humana y el espejo
Era de noche y no podían dormir. Cierto era que, al ser elfos, no necesitaban dormir tan a menudo, pero a veces, y particularmente esa noche, estaban muy aburridos. Ya no había guerras en las que luchar, ni orcos que cazar, así que estaban prácticamente encerrados en Rivendel sin nada que hacer más que mirar al aire y tramar astutas bromas contra Glorfindel, que de tanta broma estaba ya hasta las narices de los gemelos y empezaba a preguntarse cuán grande sería el enfado de su señor si los ataba a un mástil y los enviaba a Valinor. Aunque, con la suerte que tenía, lo más seguro es que fuese él el que acabase atado y cruzando el mar.
–Tenemos que empezar a pensar en nuevas estrategias para gastarle bromas –comentó Elladan mirando distraído las estrellas.
–Cierto, ya se sabe todas las viejas –añadió su gemelo.
–¿Y si mañana nos encerramos en su armario antes de que se encierre él en la habitación? –preguntó Elladan.
–No es mala idea. Después salimos del armario con una escoba –sugirió Elrohir.
–Y le barremos el pelo –concluyó Elladan.
–Pero seguro que ya se lo esperara y mirará en el armario al entrar –dijo Elrohir.
–Y también debajo de la cama –añadió su gemelo.
–¿Y si nos metemos dentro de un cojín y nos ponemos encima de su cama? Eso no se lo esperará.
–Seguro que se pone a apuñalar los cojines solo para comprobarlo –afirmó Elladan.
Se quedaron callados durante un buen rato.
–Me pregunto si es que tiene un espía –dijo de pronto Elrohir.
–Tal vez. Tenemos que investigarlo.
–¿Por dónde empezamos? –preguntó Elrohir pensativo.
Se miraron unos segundos.
–¡Los guardias! –exclamaron los dos al mismo tiempo.
Bajaron de un salto del árbol y salieron corriendo en dirección a sus alcobas, para ponerse una ropa más acorde con el papel de investigadores, que consistía en unos sencillos zapatos, pantalones de tela, abrigo largo, todo ello en tonos marrones, complementado por gorra de orejas a cuadros y lupa. También recogieron papel y lápiz para tomar notas. Tras eso, se dirigieron precipitadamente a los puestos de guardia para empezar a investigar. Primero, interrogaron a un joven elfo que, al verlos venir, se había parado sorprendido, ya que no era normal ver a los gemelos por esa zona.
–¡Eh, tú! Ven aquí, queremos hacerte unas preguntas –le indicó Elladan con voz de mando.
El elfo asintió asustado y se acercó a ellos.
–Decidme, mis señores –dijo con voz temblorosa.
–¿Qué nos puedes contar acerca de las ocupaciones de Glorfindel en los puestos de guardia?
–Pues, es él quien decide quién vigila qué zona.
–Sí, sí, eso lo sabemos –cortó Elladan con aspereza. –Nos referimos a con quién se relaciona, con quien habla…esas cosas.
–Habla un poco con todos.
–¿No se entretiene más con alguien en concreto? –preguntó Elrohir.
–No que yo sepa.
–Bien, muchas gracias. Puedes seguir con tu trabajo –le indicó Elrohir.
El elfo se marchó confundido negando con la cabeza, mientras los gemelos se ocupaban de tomar notas de lo poco que habían sacado. Uno por uno, fueron interrogando a todos los guardias, lo que le llevo toda la noche. Ya por la mañana, y con ningún resultado válido acerca de las acciones de su sujeto de investigación, decidieron buscar entre el servicio de las cocinas, y de paso desayunaban.
–Señora, ¿podría decirnos si Glorfindel bien por aquí a menudo? –preguntó Elrohir a la cocinera mientras ella les servía unos bollos y café.
–¡Oh, sí! Viene muy a menudo –respondió ella poniéndoles unas tostadas.
–¿A qué? –preguntaron los gemelos a dúo, emocionados.
–A coger comida.
Los gemelos dejaron a la cocinera con la palabra en la boca, frustrados por la poca información que sacaban acerca de Glorfindel.
–No hay manera, parece un santo –protestó Elrohir.
–Tiene que haber alguien que sepa algo –murmuró Elladan enfadado.
–Seguro que quien sea se está escondiendo de nosotros.
–Vamos a buscar –ordenó Elladan. –Tú por un lado y yo por otro. Al anochecer nos encontramos en el árbol.
–Vale.
Pero por la noche, tras un día completo de investigación en vano, decidieron acudir a la mayor fuente de sabiduría de Rivendel, su señor padre, Elrond el semielfo, quien en esos momentos descansaba en su alcoba tranquilamente, o lo más tranquilamente que podía escuchando a sus hijos corretear de un lado para otro como pollos sin cabeza buscando a saber qué mientras molestaban a toda persona viviente de Rivendel. Así que, al verlos entrar sonriendo como dos niños pequeños, ya supo que algo tenían entre manos y que ahora le tocaba a él sufrirlos.
–Es muy tarde hijos míos, no deberíais estar corriendo de un lado para otro –les regañó Elrond.
–Estamos investigando, ada –se quejó Elladan.
–¿Y no podéis hacerlo de día?
–Es que es secreto –le susurró al oído Elrohir.
–Queremos averiguar si es que Glorfindel tiene un espía.
–Si se lo decimos ya no es un secreto –le recriminó Elrohir a su gemelo enfadado.
–No pasa nada, es nuestro padre, no se lo dirá –tranquiló Elladan.
–¿Un espía? –preguntó Elrond arqueando una ceja.
–Si. Pero no puede saber que lo estamos investigando o no nos dejará investigar en paz –afirmó Elladan.
–¡Ah! Ya veo. Entonces supongo que no puedo hacer esto ¿no?–Elrond se levantó del sillón y salió al balcón. –¡Elrohir y Elladan están investigando si Glorfindel les ha puesto un espía! –gritó el semielfo.
Los elfos que estaban cerca miraron sorprendidos hacia su señor.
–¿Qué pasa? ¿Nunca habéis visto a un elfo gritando? –les reclamó Elrond.
–¡Ada! ¡Eso no vale! –protestaron al unísono los gemelos.
–Si tenéis tiempo para esas tonterías, haced algo útil como entrenaros o vigilar las fronteras –les recriminó su padre enfadado.
–¿Para qué? Si ya no hay guerras…-empezó Elladan
–…ni orcos…
–…ni anillos únicos…
–…ni magos traidores…
–…ni señores oscuros…
–…ni nada mínimamente divertido que hacer –remató Elrohir con tristeza, mientras su hermano asentía con la cabeza tras él.
–¿Queréis hacer algo divertido? –preguntó Elrond, con un retorcido plan en la mente.
Los gemelos asintieron con la cabeza, expectantes.
–Id a limpiar la biblioteca –les ordenó.
–Eso no es divertido –protestó Elladan.
–No –admitió Elrond, –pero es una orden –finalizó sonriendo con superioridad.
–Tirano.
Y así fue como los gemelos fueron a parar a la biblioteca, llena de polvo y libros antiguos. Allí se encontraron con un par de escobas y algunos plumeros, listos para ser usados. Y también con un sencillo y gran espejo con marco de madera empotrado en la pared. Curiosos, dejaron de largo los utensilios de limpieza y se dirigieron a él.
–Nunca había visto este espejo –comentó Elladan examinándolo fijamente.
–Oye, ¿no te parece que el reflejo es muy extraño? –preguntó su gemelo.
–¡Anda, es verdad! ¿Qué clase de espejo es este?
No eran sus rostros los que se reflejaban, sino un extraño salón. En él había un joven de largo pelo castaño, vestida de manera totalmente incorrecta, que parecía buscar algo. Al poco, se rindió. Salió de la visión del espejo durante unos segundos y luego volvió a aparecer, alejándose de él.
–¿Quién será? –se preguntó Elladan.
–No sé. Lo más importante es: ¿qué hace dentro del espejo?
–Vamos a preguntarle.
–Sí, vamos…espera, ¿qué? –Elrohir miró a su hermano extrañado. –No puedes entrar en un espejo, es imposible –intentó razonar.
–¿Y cómo entró ella? –le rebatió Elladan.
Elrohir lo pensó unos segundos, pero acabó dándole la razón a su hermano. Al mismo tiempo, los dos apoyaron las manos en el espejo, esperando, en el fondo, toparse con un sólido y simple cristal…pero sus manos no encontraron nada sólido en lo que pararse.
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–Esto no vale –me lanzó el manuscrito en la mesa. –No tiene sentido.
–Ya dije que era un borrador –recogí los papeles y los volví a sujetar con la pinza. –Deberías escucharme cuando hablo.
–Ni como borrador tiene sentido –reclamó ella. –Necesitas vacaciones.
–Estoy bien, solo tengo que revisarlo y ya. Mañana lo tendré –metí los papeles en el maletín.
–¿Quién no escucha ahora? –preguntó.
–Te he oído, pero es que no necesito vacaciones –protesté. –Sólo necesito revisarlo. Mañana estará listo.
–¿Y cuándo piensas dormir?
–De noche, por supuesto.
–¿Y vas a revisar y corregir todo, absolutamente todo, en apenas cuatro horas que faltan para que sea de noche y tengas que ir a dormir? –preguntó suspicazmente.
–Eeeeeh… ¿sí? –vacilé.
–Son como doscientas hojas. Entiendo que quieras acabarlo cuanto antes, pero no a consta de matarte de sueño.
–Que estoy bien –repetí.
–Tienes dos meses de vacaciones acumuladas en el trabajo, aprovéchalas y vete al Caribe o a Punta Cana a tomar el sol y buscar un latino macizo que te de lo tuyo –insistió.
–¡Que no! –repliqué.
–¡Cabezota!
–¡Pesada!
–¡Terca!
–¡Plasta!
–¡Testaruda!
–¡Cargante!
–¡SEÑORITAS! Esto es una biblioteca, no la taberna de la esquina. Si quieren gritarse lo hacen fuera, ¿entendido?
Como la cara de la bibliotecaria no admitía replica alguna, recogimos nuestras cosas y salimos de la biblioteca lo más rápido posible. Era temprano aún, así que fui al supermercado a recargar las existencias de mi despensa y luego volví a casa. Tenía intención de ponerme a revisar mi manuscrito, pero me pudo la vagueza y acabe duchada, en pijama, tumbada en el sofá y mirando una absurda película sobre una chica torpe que conocía un vampiro vegetariano con cara de estreñido que la acosaba de noche, del cual se enamoraba. La típica película estadounidense adolescente.
Cuando volví a abrir los ojos, ya era de noche. La tele seguía encendida, aunque ahora la pantalla la ocupaba uno de esos programas de "videntes". Me levanté y la manta se cayó al suelo. La recogí extrañada, sin lograr recordar cuando me había arropado con ella. La dejé en su sitio mientras alargaba la mano para coger el mando de la tele de encima de la mesa, pero allí no estaba. Confusa, miré encima del sofá y por el suelo, pero el mando no aparecía. Acabé por rendirme y desenchufé la tele.
Me dirigía a mi habitación a dormir cuando un leve destello tras de mi me llamó la atención. Me giré hacia él…
–¿Qué demonios…?
…al tiempo de ver como dos sombras salían del espejo. Grité.
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En cuanto acabé de poner a punto mis cuerdas vocales, lancé lo primero que cogí a mano, que resultó ser un jarrón de cristal, con agua y flores incluidas. Fallé el tiro y les lancé una estatuilla de porcelana, que golpeó la parte superior de una de las sombras. Aproveche el momento que la otra sombra se agachaba junto a la primera para ir a la cocina y volver con el cuchillo más grande que pude encontrar. Tenía que sacarme la licencia de armas de una buena vez.
–Si os vais sin armar escándalo no llamaré a la policía –prometí mientras encendía la luz.
–¿Policía?
–¿Qué será eso?
–¿De dónde sale esta luz?
–Creo que del techo.
–¿Y esto?
–No sé.
Los hubiese echado fuera a patadas mientras curioseaban por mi salón, pero había una cosa que me impedía moverme del sitio y, sobre todo, cerrar la boca: eran elfos. O al menos, lo parecían. Toda cosa que veían les sorprendía, incluso las cortinas del salón, iban vestidos como salidos de una convención del Señor de los Anillos y llevaban cada uno su espada colgada del cinto, lo que me hizo pensar que mi simple cuchillo les haría más bien poco en caso de que las usaran contra mi.
–¿Qué hacéis aquí? ¿Cómo habéis entrado? ¿Quiénes sois? ¿De dónde salís?
–¿A qué respondemos primero? –preguntó uno de ellos con las manos levantadas en son de paz.
–A lo que quieras, tú responde y punto –exigí.
–Yo soy Elrohir y él es Elladan. Somos los hijos del señor de Rivendel –presentó uno de ellos.
Me costaba creer eso, pero por como se comportaban y lo asustados que parecían en mi casa, decidí darles un pequeño voto de confianza. Además, ¡habían salido de un puñetero espejo! Bien podían decir que venían de Marte, que tampoco parecería tan raro tras ver la puerta de entrada.
–Llegamos aquí a través del espejo. Te vimos en él y como nos pareció raro, nos acercamos al espejo, pero cuando nos quisimos apoyar, lo atravesamos. Luego tú gritaste, agrediste a mi hermano, nos amenazaste con un cuchillo…
–Si, si, eso me lo sé –corté impaciente.
"¡Estoy flipando! Las pipas debían estar malas...¿cuándo las compré? Creo que fue hace una semana... pero estaban cerradas...no sé..."
–No queremos molestar, así que ya nos vamos –se disculpó Elrohir.
Ambos se dirigieron al espejo para atravesarlo, como si del andén nueve y tres cuartos de Harry Potter se tratase…pero como en el segundo libro de esa saga, en el que Harry y Ron se chocaron contra el muro del andén, los gemelos de Rivendel se piñaron contra el espejo. No pude evitarlo y me eché a reír. No es que fuera por maldad, ya que era la primera interesada en que se largasen. Fue culpa de la cara de tontos que se les quedó, que seguro que no era muy propia de los elfos, ellos que se suponían tan serios y formales.
–Es de mala educación reírse de los males ajenos –refunfuño Elrohir.
–Es de mala educación entrar en casa de otra persona sin pedir permiso –contraataqué.
–¡Quiero irme a casa! –gritó Elladan aporreando el espejo.
–Y yo que os vayáis –añadí. –Y rapidito a poder ser, mi novio vuelve de su viaje en dos semanas. No quiero tener que explicarle que salisteis del espejo.
–¿Qué le has hecho al espejo? –me preguntó Elrohir, ignorándome por completo. –No serás una bruja ¿no?
–¡Claro! De noche me voy a sobrevolar la ciudad con mi escoba –dije con sarcasmo. – ¡Claro que no! Además, si lo que quiero es que os larguéis ¿por qué habría de hacerle nada al espejo? Y no me he acercado a él desde que…¡DEJA DE APORREAR EL MALDITO ESPEJO! –le grité a Elladan, que se detuvo con los puños en alto y me miró sorprendido.
Estaba tratando de discernir si estaba realmente despierta o si es que las pipas estaban pasadas de fecha, cuando llamaron a la puerta. Miré a la puerta y luego a los chicos. Volvieron a llamar a la puerta, esa vez más fuerte. Al final, me decidí a abrir, al menos para seguir conservando la puerta. Sin quitarles la vista de encima a los gemelos, retrocedí hasta la puerta de la entrada, deje el cuchillo paragüero y la abrí.
–¿Pasa algo? –pregunté extrañada al encontrarme al viejo del bajo de enfrente en pijama y zapatillas.
–He oído un grito. ¿Está todo bien? –le tapé la entrada, ya que conocía su manía de colarse en casa de las mujeres a cotillearle su ropa.
–Sí, es que he tenido una pesadilla –mentí. –Siento haberle despertado. Iba a volver a la cama ahora, así que usted puede volver a la suya.
–Tal vez sea mejor que inspeccione la casa, para ver que no hay problemas.
"Maldito viejo verde"
–No hace falta, muchas gracias. Vuelva a SU cama, yo estoy bien –aseguré.
–Pero mujer, que no me cuesta nada –insistió, tratando de abrir la puerta de todo.
–Ya le he dicho que no. Haga el favor de irse a su cama.
–Que sí, que no tardo nada –"¿Cuántos años de cárcel me pueden caer por pegarle a un viejo?" –Así nos quedamos más tranquilos.
Noté que alguien se ponía detrás de mí.
–Ya le ha dicho que no, no sea pesado y váyase a su casa –dijo Elrohir.
–Pero...
Miré sorprendida como el elfo le cerraba la puerta con facilidad, dejando al vecino con la palabra en la boca. Después me fije en que era el que había recibido la estatuilla de cabeza. Tenía un pequeño corte en la frente. Me sentí un poco culpable.
–¿Siempre es tan pesado? –me preguntó, señalando la puerta.
–Cuando se trata de meterse en casa de chicas, sí –respondí. –Gracias –añadí.
Nos quedamos unos segundos en silencio. Seguía sin saber exactamente que pensar acerca de lo sucedido, pero lo que me había quedado claro era que yo no estaba alucinando, ya que el viejo lo había visto y oído, y que las pipas estaban bien de fecha. Lancé un suspiro.
–Mirad, ahora es muy tarde, estoy cansada y quiero dormir. Mañana ya pensaré en cómo hacer que volváis a vuestra casa –dije con voz cansada.
–Pero…
–Nada de peros. A dormir.
Les presté unas mantas y me fui a mi habitación, todavía dudando si estaba despierta o soñando. En cuanto me tumbe en la cama, me quedé dormida
Continuará...
N/A: buenas! Aquí ando, con un nuevo proyecto. Iba a presentar este fic a un reto de un foro, pero al final decidí tomarlo con calma e ir subiéndolo poco a poco, porque ando escasita de tiempo y los capítulos (como podéis comprobar) serán largos. Para la semana el siguiente, prometido. Espero que os guste. Saludos.
