¡Hola de nuevo, nakama-lectores! Mientras redacto el nuevo capítulo de Oro y cristal, aquí os traigo un refrigerio con una nueva aventura LuNa con la pequeña Mae. Para quienes no hayan leído el fic anterior, "Los lazos inquebrantables que nos unen", os recomiendo leerlo primero por si no entendéis ciertas referencias. En cualquier caso, os explico que Mae es la hija adoptiva de Luffy y de Nami; tiene el pelo castaño y lacio, los ojos de color verde oscuro, la sonrisa de Luffy y la expresión de enfado de Nami.

Agradezco los reviews de la precuela de esta historia a Kaoru likes One Piece, yoshi y Alice1420.

Sin más que decir, ¡que se abra el telón!

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Año X de la "Era de Monkey D"

Lucía como una tarde de verano cualquiera en la villa de Fuusha: el azul y calmado mar reflejaba los rayos del sol, las gaviotas sobrevolaban las barcas pesqueras, y los habitantes de la aldea se ocupaban tranquilamente de sus quehaceres diarios. Makino no era una excepción, por lo que se llevó la misma grata sorpresa que sus vecinos al enterarse de que el famoso barco abanderado con la calavera Mugiwara se aproximaba al puerto de la villa. Emocionada, la peliverde corrió hacia el lugar en compañía de Red, su hijo de doce años, y saludó enérgicamente con el brazo al joven moreno que portaba un sombrero de paja, el cual le devolvió el gesto desde la cabeza del león en la proa. Y montada sobre los hombros de Luffy, estaba su inseparable hija Mae, la cual había crecido mucho desde la última vez que Makino la vio, hacía dos años.

Mientras el Thousand Sunny se aproximaba al puerto, Luffy observaba sonriente los lugares que recordaba de su infancia, desde la taberna de Makino hasta la casa del alcalde; y a lo lejos, se divisaba la montaña Corvo, donde tantos buenos recuerdos suyos habían quedado. El joven Rey Pirata se preguntaba si Dadan y los demás bandidos seguían ejerciendo como tales, ya que ahora eran sin duda más viejos. Pero antes de hacerles una visita, primero debía la cumplir la promesa que le hizo a su hija en su quinto cumpleaños: enseñarle a sobrevivir en la naturaleza, ¿y qué mejor lugar que la montaña donde se había criado para ello?

-Mira, Mae. Ahí está la montaña Corvo- dijo Luffy a la pequeña castaña mientras señalaba hacia el lugar- Allí te enseñaré a moverte por el bosque, a hacer una fogata y a conseguir tu propia comida.

-Comeré lo que yo misma cace, papá. Pienso atrapar a un oso así de grande- la niña extendió sus brazos todo lo que pudo, intentando abarcar el tamaño de un animal enorme- ¿Me enseñarás, verdad?

Hacía unos meses, Mae había decidido que desde el primer día que visitase el bosque con su padre, sólo comería la carne que ella misma cazara, pues estaba convencida de que de esa manera se haría más fuerte. Y a pesar de que Nami había protestado por aquéllo (y también porque Luffy la llevase a la peligrosa selva teniendo apenas siete años), nada había conseguido hacerla cambiar de parecer.

-Pues claro, shishishi.

-¡Nada de corretear con animales salvajes!- se escuchó decir a una autoritaria voz femenina que hizo a padre e hija encorgerse por un segundo.

Enseguida Nami se acercó a ellos, vestía un bikini de color coral que llevaba estampada la inicial B del berry a cada lado, un pantalón blanco inmaculado y un cinturón de oro; también llevaba puestos unos pendientes de rubí en forma de mandarina y un collar dorado del cual colgaba la palabra Queen, con cuentas brillantes incrustadas en ella.

-No pienso permitir que corras peligros andando entre bichos peligrosos, Mae.

-Pero Namiiiii...

-Pero mamáaaa...

-¡He dicho que no!

-Pero si he entrenado mucho con mi lanza- dijo la niña, sintiéndose muy segura de sí misma- Papá y el tío Zoro dijeron que estoy preparada para defenderme.

-Y además, Nami, yo estaré con ella y cuidaré que no se la coma ningún animal- la acompañó Luffy- Conozco muy bien la montaña porque crecí allí, ¿recuerdas? Shishishishi.

La navegante supo entonces que nada podía hacer para que su hija y (aún menos) su esposo entrasen en razón, y exhalando un fuerte suspiro, se retiró.

-Un día de éstos me vais a provocar un ataque de nervios entre los dos.

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El Sunny atracó a los pocos minutos, y en cuanto los Mugiwaras pisaron tierra, fueron recibidos con alegría; sobre todo Luffy, a quien consideraban casi como un héroe, ya que desde que era el Rey de los Piratas, ninguno de éstos se había atrevido a acercarse a su tierra natal por miedo a sus más que seguras represalias. Makino recibió a la Pareja Real con un abrazo, mientras que Red admiraba extasiado a Luffy, ya que como le ocurría a varios niños de la villa, el joven monarca era su ídolo.

-Qué grande estás, Mae. Dentro de poco ya no te reconoceré- le dijo la peliverde a la niña.

-Claro que soy grande, ¡ya tengo siete años! Shishishishi- respondió la aludida con una sonrisa muy similar a la de Luffy.

-¡Mae, contéstale bien a la gente! ¿Cuántas veces tengo que decírtelo?- la reprimió Nami, dándole un suave pellizco en la mejilla.

-Ay ay ay ay, perdóoooon...

-Cada día te pareces más a tu padre- comentó la pelinaranja con fastidio.

-¿Y eso qué tiene de malo?- preguntó Luffy cruzándose de brazos con una mueca infantil, ofendido ante el comentario de su esposa.

Makino se rió ante aquella peculiar y tan característica escena familiar, para luego invitar a los Mugiwaras a entrar en su taberna.

-Pasad todos, os invito a un almuerzo.

-¡El mío con ración especial de carne!- exclamó el Rey Pirata, babeando deseoso de hincarle el diente a los deliciosos platos de Makino.

-Sí, sí, como siempre, Luffy.

-Oi, papá, ¿y la excursión a Corvo?- protestó su hija al tiempo que hinflaba los carrillos.

-Iremos después de comer. ¡Vamos!

La niña y Nami soltaron un suspiro de fustración a la vez. Parecía ser que Mae no había salido tanto a Luffy después de todo.

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Después de haber repetido diez platos del almuerzo, Luffy estaba preparado para llevar a su hija de excursión. Mae saltó de su silla loca de contenta en cuanto su padre la llamó, y con su lanza en mano, lo acompañó a la salida de la taberna. Sin embargo, una vez fuera, cierta figura materna y autoritaria les mandó detenerse.

-Pero Nami, se lo he prometido- se defendió Luffy señalando a Mae con una voz propia de un niño pequeño caprichoso.

-Os olvidáis el kit de primeros auxilios que os preparó Chopper- la pelinaranja les tendió una pequeña mochila que tenía estampada una cruz roja.

-¿Para qué necesitamos éso?

-Porque con lo "cabeza loca" que eres, sé de muy buena tinta que Mae va terminar con algún rasguño o un chichón como mínimo. Así que ten ésto a mano para cuando éso pase.

Con una mueca de fastidio, el moreno tomó la bolsa y se la cargó al hombro, momento que Nami aprovechó para agarrarlo de la camisa y acercó su rostro al ella hasta que quedaron separados apenas por unos centímetros. Ahora los ojos de la navegante reflejaban un brillo amenazador que hizo estremecer al hombre más temido de los mares.

-Y espero por tu bien, amorcito, que seas un padre responsable y que nuestra hija regrese mañana de una pieza. ¿Entendido?- le dijo con un tono tan suave como escalofriante.

-En... entendido.

Nami entonces se agachó a la altura de Mae y le acarició dulcemente la mejilla. A pesar de que era igual de imponente con ella que con Luffy a la hora de regañarla, por lo general era más paciente y dulce en el trato hacia su hija. Cosas propias del instinto materno.

-Ten mucho cuidado, cariño. Y no te separes de tu padre.

-Sí, mami- respondió la castaña con una sonrisa, ya que, a pesar de su madre era aterradora cuando se enfadaba, adoraba las atenciones cariñosas que le brindaba.

La pelinaranja besó a la pequeña en la frente y después, con un semblante más serio, miró a su esposo. Tenía que recordarle la condición por la cual ella había accedido a permitir aquella aventura tan peligrosa: durante las dos semanas que permanecerían en la villa, Luffy y Mae tenían que regresar cada mediodía para darse un baño y para supervisar que la niña no hubiese pillado una infección, un resfriado extraño, o que una de sus extremidades no hubiese sido devorada por una criatura de la jungla.

-Os quiero de vuelta mañana al mediodía, y os daréis un buen baño nada más llegar, ¿de acuerdo?

-Sí, Nami- respondió Luffy, hastiado de tantos recordatorios que sólo alargaban la partida.

La chica asintió conforme y se dispuso a regresar a la taberna, pero Luffy se lo impidió agarrándola de la muñeca.

-¿Qué ocurre ahora?

-A mí no me has dado un beso- contestó el moreno con cierto deje de súplica.

Nami lo miró con cierta sopresa al principio, ya que aquellos arrebatos cariñosos no eran muy comunes en Luffy, pero no podía negarle una petición así. De modo que la joven besó con ternura a su compañero en los labios, mientras que éste la tomaba por la espalda con ambas manos para profundizar el beso.

-Iiuuh, qué asco- murmuró Mae apartando la vista con gesto asqueado; entendía que sus padres se querían, pero no disfrutaba en absoluto viendo cómo lo precesaban. Aún era muy pequeña para entender los sentimientos de los adultos.

Una vez que la breve sesión de amor terminó, Luffy se acomodó la mochila de primeros auxilios y miró a su hija con determinación.

-Vámonos ya, Mae.

-¡Síii!

-Id con cuidado- se despidió Nami, que se quedó observando mientras padre e hija echaban a andar hacia la ruta que conducía hacia la montaña Corvo.

-No lo entiendo- comentó Mae cuando aún no se habían alejado de la taberna.

-¿El qué?- quiso saber Luffy, mirándola confundido.

-Cuando mamá se enfada te asustas mucho y escapas de ella; pero cuando no es así, te gusta darle besos y abrazos, y también quedarte con ella en el cuarto de cartografía.

-Shishishi. Cuando tu madre no da miedo, resulta genial darle besos y hacer con ella el...

-LUFFY, IDIOTA, COMO TE VAYAS DE LA LENGUA TE VOY A...-rugió Nami detrás de ellos, haciéndo palidecer al moreno.

-¡Corre, Maeeeeeee!- gritó éste antes de huír de allí a toda velocidad.

-¡Espérameeee! ¡¿Qué ibas a decir, papá?!- le reclamó la aludida mientras corría detrás de él.

Como no conseguía alcanzarlo, el moreno estiró su brazo y cargó a la pequeña mientras se dirigían al galope hacia la montaña.

-¡Te lo contaré cuando seas mayor y entonces tu madre no pueda golpearme por comentarlo!

-TE HE OÍDO- chilló Nami hecha una furia, antes de que ambos desaparecieran doblando una esquina lejana.

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Los senderos de Corvo eran empinados y de terreno irregular, por lo que Mae comenzó a cansarse enseguida y a protestar que le dolían los pies. Sin embargo, Luffy le restaba importancia a dichas quejas y continuaba avanzando, incansable, a través de la espesura.

-¿Falta mucho para montar el campamento, papá? ¡Estoy muy cansada! - preguntó su hija con voz lastimera mientras utilizaba su lanza como apoyo.

-Deja de quejarte, Mae, eso te hace parecer débil, ¿y tú eres una pirata, no? Los piratas no muestran sus debilidades- le respondió él sonriendo y girando la cabeza para mirarla, sin dejar de caminar.

Pasó un buen rato hasta que Luffy dio con un claro que le pareció adecuado para la primera acampada. Mientras él reunía unas piedras para colocar alrededor de la fogata, Mae se derrumbó de espaldas en el suelo jadeando sonoramente. Tenía hambre, estaba agotada y los pies le dolían una barbaridad; ya no le interesaba tanto explorar la jungla o aprender a cazar, lo único que deseaba ahora era descansar.

-Oi, Mae, no es momento de domir. Tienes que ir a buscar leña- dijo Luffy mientras amontonaba las rocas que había recogido en el centro del claro.

-¡¿Quéeeeee?! Pero papá, no puedo con el alma...-empezó a replicar la niña, que no se podía creer lo indiferente que él estaba siendo con su terrible cansancio.

Pero el moreno la agarró de la camiseta por la espalda y la puso de pie, a lo que la pequeña le repondió con una mirada de desaprobación por verse tratada de esa manera por su propio padre.

-Yo he traído las piedras, ahora te toca a ti contribuír. Este campamento es de los dos, ¿o no? Shishishishi- comentó Luffy.

-Sí pero...

Antes de que Mae pudiera terminar, Luffy la giró de los hombros hacia el bosque que los rodeaba.

-¿Y si aparace una fiera y me devora?- preguntó la pequeña, recurriendo a una última excusa para librarse de aquella tarea tan fastidiosa.

-No te preocupes por eso, ya he comprobado con mi Kenbunshoku Haki que no hay ningún animal peligroso cerca. Así que ve ya a por leña si no quieres que nos alcance la noche y pasemos frío.

Sabiendo que ya no se iba a librar de ésta, la castaña suspiró y empezó a rondar el campamento en busca de madera. Los pies seguían doliéndole bastante y resollaba por el agotamiento depués de subir los empinados senderos, de manera que la labor le llevó un buen rato a pesar de que abundaban palos y varas por la zona. Por su parte, Luffy se sentó a descansar mientras respiraba el aire puro y familiar del bosque. Cualquiera diría que estaba siendo cruel al obligar a una niña de siete años, que además estaba dolorida y cansada, a realizar sóla una tarea así; pero el Rey Pirata sabía bien lo que hacía y quería que su hija se fortaleciera y supiera apañárselas en un ambiente hostil como aquél. Él había tenido que aprender esas cosas cuando era incluso más joven que Mae, cuando Garp lo abandonó en plena selva sin ningún tipo de materiales ni provisiones. Sin embargo, ni por asomo pensaba hacer lo mismo que su abuelo en cuanto educar a Mae en la supervivencia, no iba a dejarla a merced de los elementos y de los animales salvajes; la vigilaría en todo momento y le enseñaría todo lo que él había aprendido en aquella montaña, y por supuesto, la protegería de cualquier amenaza, como había hecho desde el día en que la había encontrado en aquella playa cuando era apenas una recién nacida.

Al rato, cuando el sol comenzaba a ponerse, Mae regresaba cargando con un montón de palos grandes, que dejó junto a las piedras que había amontonado Luffy.

-Bien hecho, Mae. Ahora podremos encender el fuego- comentó el moreno acariciando la cabecita de la pequeña.

Ésta no respondió y se sentó en la hierba con la lengua de fuera, ahora sí que estaba muerta de cansancio, además de hambrienta, pues sus tripas rugían tanto que hasta Luffy las escuchó.

-Tengo mucha hambre, papá. ¿Cuándo comeremos?- quiso saber ella mientras se tocaba la barriga.

-Ahora mismo iremos a cazar la cena, shishishi- contestó su padre al tiempo que se levantaba.

-¿De verdad?- Mae estaba entusiasmada, deseando poder atrapar su primera presa.

-Síp, vamos allá- Luffy elevó a su hija y la montó sobre sus hombros; ya habiendo cumplido con la tarea de buscar leña, sus pies se merecían un buen descanso.

El chico se adentró en una zona más profunda e inhóspita, donde la espesura de la vegetación impedían el paso de los últimos rayos de sol, dando la impresión de que ya era de noche. Mae se sintió intimidada ante el sepulcral silencio y las sombras que dominaban el lugar, y se aferró aún más a la cabeza de su padre. Pronto el Kenbunshoku Haki de Luffy le indicó que alguien se movía detrás de unos arbustos, de manera que rápidamente estiró su brazo hacia la copa de un árbol cercano y se subió a ella, con Mae aún sobre su espalda. De entre las frondosas hojas no tardó en aparecer una pantera negra del tamaño de un caballo; sus ojos verdes de rasgadas pupilas brillaban a pesar de la oscuridad del entorno, y su boca entreabierta dejaba al descubierto unos colmillos afilados como puñales. Mae se encogió de miedo al fijarse en lo amenazador que se mostraba el felino, pues parecía que también estaba buscando alimento. Por su parte, Luffy se relamía mientras imaginaba un filete de pantera asándose a fuego lento.

-Ahí está nuestra presa- susurró a su hija al tiempo que una cascada de saliva caía por su mentón.

-¿Se puede comer ésa pantera?- preguntó Mae anonadada y con el sudor recorríendole a oleadas por el temor- ¡Pero si es gigantesca y tiene unos dientes enormes!

-Tú lo has dicho: es gigantesca. Imagina cuánta carne podremos comer a la brasa esta noche.

El joven bajó a Mae de sus hombros y la dejó a su lado, sin apartar los ojos del animal. La niña apretó entre sus manos la lanza que le había regalado Luffy hacía dos años; se había entrenado durante bastante tiempo para aquel momento, pero no estaba segura de si podría vencer a una criatura que la triplicaba en tamaño y en fuerza. Temblando y con un sudor frío recorriéndole la espalda, Mae se irguió sobre la rama y se preparó para saltar sobre la cabeza de la pantera, donde tenía pensado clavarle la lanza y así rematarla de un sólo golpe.

En ocasiones, cuando acompañaba a la tripulación para explorar islas desconcidas, había observado a su padre y a sus tíos Zoro y Sanji ir de cacería; algunos animales no morían con el primer golpe o estocada y chillaban de dolor mientras se desangraban. La pequeña Mugiwara, que siempre había sentido una fuerte empatía con los animales, no quería provocarles tal agonía antes de matarlos, de manera que (con una determinación poco propia de su corta edad), se entrenó con su arma para intentar acabar con sus presas con un único ataque al cráneo o al corazón. Zoro se había encargo muy bien de dicho adiestramiento y había aprobado que su sobrina estaba lista para luchar en serio con un animal por primera vez. Pero ahora, con su primer rival tan de cerca, Mae no sabía si lo lograría. Iba a saltar cuando la mano de Luffy la atrapó sin que la pantera se diera cuenta.

-¿A dónde crees que vas?- le preguntó con un tono de reprimenda.

-¿No dijiste que era nuestra presa? Voy a cazarla.

-Ésa muy grande para tí todavía. Debes empezar con animales más pequeños como serpientes, lagartos y ranas, o peces y pájaros como mucho. Por ahora déjame a mí los más grandes, ¿vale?

-Eh... vale- asintió ella.

Aunque Luffy se sentía orgulloso de sí mismo al darle aquellas lecciones de supervivencia a su hija, no estaba dispuesto a dejar que se expusiera a los mismos riesgos que él cuando era niño. Aún recordaba con cierto escalofrío aquella vez en la que un cocodrilo estuvo a punto de zampárselo, y de no ser por Ace y por Sabo, ese día seguramente habría acabado convertido en papilla dentro del estómago del reptil. Además, si Mae recibía tan sólo un arañazo por parte de aquel felino o alguna otra fiera, de seguro que Nami lo echaría del camarote matrimonial durante un buen tiempo. ¿Incontables noches sin sexo por permitirse un descuido paterno? ¡Gracias pero no!

-¡Allá voy!- gritó decidido el Rey Pirata mientras se arrojaba hacia la pantera.

Ésta rugió sorprendida al percatarse de su presencia y dio un salto hacia atrás con el pelaje erizado. Mae miraba la escena entre asombrada y curiosa, ya que admiraba lo fuerte que era su padre cuando peleaba, y también ésa sería la primera vez que sentía que estaba participando (aunque indirectamente), pues de él podría aprender ciertas técnicas para luchar en momentos posteriores. Por su parte, la pantera gruñía mientras sacaba sus puntiagudas uñas y se relamía pensando en lo delicioso que parecía aquel humano que se le había presentado casi en bandeja de plata.

-¡Gear second!- dijo Luffy al tiempo que su piel se volvía roja y comenzaba a expulsar vapor por todo su cuerpo- GOMU GOMU NO...

El felino se abalanzó sobre él de un poderoso salto, dispuesto a clavarle las fauces en la garganta.

-JET PISTOL.

El puñetazo mandó al animal a varios metros de distancia, y cayó pesadamente sobre unos arbustos. Sin embargo, sólo había conseguido aturdirla.

-Sugooooi- chilló Mae con los ojos convertidos en estrellitas.

Aquéllo hizo que la pantera, la cual se recuperó en poco tiempo, descubriese a la niña y volvió a relamerse. Si bien aquella cachorra humana no era más que un aperitivo comparada con su padre, de seguro sería una víctima más fácil de atrapar.

-ROOAAAAR- el enorme gato negro se dirigió al galope hacia el árbol donde se encontraba la castaña.

-UAAAAAAHH- Mae se encaramó al tronco y comenzó a trepar hacia arriba, intentando huír de las garras de la fiera, quien no tardó en llegar hasta donde se encontraba- PAPÁ, AYUDAMEEEEE.

-MAEEE- exclamó Luffy con un alarido y los ojos desorbitados; ya se imaginaba a una aterradora Nami preparando su puño contra él, al ver a su pequeña con un arañazo en el trasero.

La ojiverde esquivaba los zarpazos como podía, ya que la pantera se había subido al árbol sin problemas y ahora trataba de darle alcance. Pero Luffy se lo impidó agarrando al animal por la cola.

-¡Oi, tú! ¡Mi hija no es tu almuerzo!- lo advirtió mientras enroscaba su cuerpo de goma, aún sujetando al felino, el cual empezó a maullar mientras se mareaba.

-GOMU GOMU NO KAZAGURUMA- gritó para justo después desenroscarse y lanzar a la fiera por los aires, quien cayó a un kilómetro de distancia con un gran estruendo.

El joven se sacudió el polvo de los pantalones y se colocó el sombrero, satisfecho al saber que por fin podría cenar.

-Fiiu, vaya guerra nos ha dado, ¿eh, Mae?- dijo Luffy divertido, pero su sonrisa se desquitó al ver que la niña se abrazaba con fuerza al tronco del árbol y temblaba enérgicamente, mientras dos cascadas de lágrimas salían de sus ojos- ¡Mae, baja de ahí, ya no hay peligro!

-¡Ni hablar, no pienso bajar de aquí nunca!- chilló ella mostrando una dentura afilada, al igual que hacía Nami cuando estaba aterrorizada.

-¡Vamos, no seas gallina!

-¡Que no bajo! ¡Quiero irme a casa!

Ya harto de las protestas de la niña, el moreno la atrapó con su brazo de goma y la cargó mientras iba en busca de la pantera, sujetándola enroscada bajo el brazo.

-¡Suéltame, papá! ¡Vámonos a casa, no quiero seguir con esta excursión!- se quejaba la castaña, pataleando en vano.

-¿Te ataca un animal y ya te rindes? ¡Ni hablar, Mae, si quieres ser una pirata de verdad debes enfrentarte a tus miedos!

-¡No quiero, bájame!

Las protestas (ante las que Lufffy se mantuvo indiferente) continuaron hasta que dieron con el felino, el cual yacía inerte cerca de un río que Luffy reconocío enseguida.

-Mira, Mae- exclamó con alegría al recordar aquellos buenos momentos de la infancia, dejando a su hija en el suelo- Aquí es donde yo y tus tíos Ace y Sabo nos reuníamos para pescar y cazar cocodrilos.

La aludida paseó la mirada por el lugar e intentó imaginarse a su padre y a Sabo de pequeños junto a Ace, al cual sólo había visto en las fotografías que Luffy conservaba de recortes de periódicos y que Nami se había encargado de guardar a buen recaudo en su escritorio del cuarto de cartografía.

-Los tíos eran geniales, ¿verdad?- comentó la niña al recordar en las grandes aventuras que Luffy le contaba de vez en cuando.

-Síp, shishishi. ¿Sabes que una vez, en este río, por poco me devora un cocodrilo de no ser por tus tíos?- comentó el chico al tiempo que levantaba el enorme felino y lo colocaba sobre sus hombros, para después echar a caminar hacia el campamento con medio cuerpo del animal sobre la espalda y la otra mitad arrastrando destrás de él. Mae, en un intento de ayudar, cargó con la cola.

-¿En serio? Pero si tú eres muy fuerte- contestó Mae con perplejidad, ya que siempre había visto a su padre como un pirata imbatible.

-No siempre lo he sido. Para llegar a donde estoy hoy tuve que entrenar mucho.

-Yo también quiero ser una pirata fuerte y tener muchas aventuras como tú, papi. Shishishishi.

-Si te preparas cada día para ello, seguro que lo conseguirás. Shishishishi.

El ego de Luffy crecía cada vez que la niña declaraba que quería seguir sus pasos, pues para él no podría haber mayor honor como padre verla llegar tan lejos como él, o incluso más si eso era posible.

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Cuando llegaron al campamento, Luffy se encargó de asar la pantera mientras que Mae se echaba una siesta, estaba agotada como nunca después de aquella tarde tan ajetreada. Ya era de noche cuando Luffy la despertó para avisarle de que la cena estaba lista.

-Oi, papá- comentó Mae mientras esperaba a que se enfriase un poco el trozo que el moreno le cedió.

-Fime Fae- farfulló el aludido con la boca llena, ya que no le importaba en absoluto que la carne estuviese hirviendo por estar recién sacada del fuego.

-¿Mañana me enseñarás a atrapar mi primera presa?

-Por supuesto, shishishi. Pero recuerda que debes empezar con animales pequeños y que no sean muy peligrosos.

-¿Y qué tal un pez?

-Podrías comenzar por ahí. En el río donde me reunía con tus tíos hay unas pirañas muy grandes y deliciosas, te enseñaré cómo pescarlos, pero el resto lo harás tú sóla, ¿de acuerdo?

-Yosh, shishishishi.

-Shishishishi.

La niña dio entonces su primer mordisco y comprobó que estaba muy rica. Una hora más tarde, ya se habían zampado casi toda la pantera asada (aunque un 85% de la misma fue consumida por Luffy) y guardaron los restos, pues Luffy le dijo a su hija que podrían utilizarlos como cebo para las pirañas. Y entonces, ya satisfechos, se dispusieron a dormir. Los sonidos del bosque y los gruñidos lejanos de las fieras impidieron a Mae conciliar el sueño por un buen rato; a pesar de que el fuego continuaba encendido y les proporcionaba protección y calor, la pequeña se sentía insegura al verse en un ambiente desconocido, solitario y hostil, tan diferente al de su habitación en el Sunny, el cual era cálido y acogedor. Por un instante, echó de menos su manta negra con una gran calavera Mugiwara estampada, sus juguetes de madera y su caballito de hojalata (fabricados respectivamente por sus tíos Usopp y Franky), su estantería repleta de libros de aventuras y también su poster de Se busca colgado en la pared, que ella misma había dibujado hacía unas semanas.

Su padre no pasó por alto la angustia que la carcomía, y le pasó un brazo alrededor para darle a entender que no iba a dejarla sóla y que la protegería. La castaña, reconfortada, se acurrucó junto al costado de Luffy y se aferró a su camisa, buscando el calor paternal, y al poco se quedó frita. Luffy se la quedó observando unos minutos más, se sentía muy feliz de poder compartir momentos así con Mae y de enseñarle cosas útiles, ya que mientras cada uno de sus nakamas aportaba algo en su educación diaria a bordo del Sunny Go, él poco podía ofrecer salvo las enseñanzas básicas de todo buen capitán, como comprender que el bienestar de la tripulación está por encima de todo, y que la libertad es lo más preciado para todo pirata. El crepitar de las llamas en la fogata le devolvió a las noches que había pasado junto a sus hermanos hacía tantos años atrás, y se sintió aún más contento al saber que la esencia de aquellas aventuras se las estaba transmitiendo a su querida hija.

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Antes que nada, aclaro que no menciono quién es el padre del hijo de Makino porque Oda aún no lo ha confirmado, de modo que dejo en sus manos ese tema. La única libertad que me permití con respecto a este personaje es su nombre.

Muchas gracias por haber llegado hasta aquí y por seguir o comenzar a leer esta saga de mini-fics. Ésta en concreto tendrá dos capítulos y un epílogo en el que aparecerá cierto personaje cercano a Luffy.

¡Relinchos de agradecimiento y nos leemos pronto, nakamas!