Buenas noches a quien sea que esté por ahí. Traigo un pequeño texto porque, digamos, porque nunca son suficientes fanfics. Espero que puedan disfrutarlo.

Tipo: Oneshot.

Cantidad de capítulos: 1.

Estado: completo.

Advertencia: basado en la novela ligera BEAST. Lea bajo su propio riesgo.


Epílogo.

La noche en que liberaron a las bestias.

La noche sin dudas se prestaba para una situación como aquella, pensaba Nakahara Chuuya mientras atravesaba las puertas principales de la sede de la Port Mafia y salía hacia la calle. Filas de hombres estaban formados afuera, rodeando el edificio y formando cordones impenetrables por todo el perímetro y la zona, pero no para evitar que algún peligroso enemigo rompiera filas y los atacara, sino para evitar que nadie diera un paso demasiado lejos. Él mismo había dado la orden momentos antes, cuando el infierno mismo se había desatado en los pisos superiores del edificio principal. El humo y fuego de una de las explosiones todavía podía sentirse en el aire aunque el fuego ya fue apagado y nadie estaba en relativo peligro. Sólo los trozos de cristal de los ventanales quedaban esparcido por toda la calle, brillando con aterradora pureza contra el asfalto oscuro y sirviendo como una de las dos pruebas de que algo terrible había sucedido.

Ahí, en la desierta y penumbrosa avenida, el silencio era abrumador, insoportable, pero Chuuya no se atrevió a romperlo y se obligó a sí mismo a ser tan endemoniadamente silencioso como le fue posible. Un grito de frustración y quizás tristeza estaba atorado en alguna parte entre sus pulmones y su corazón, sus manos metidas en los bolsillos de sus pantalones presionaban la tela interior con fuerza, negándose a la resignación, su semblante aburrido y despreocupado no demostraba todo lo que pasaba por su mente, los pensamientos y sentimientos que se aglomeraban detrás de sus ojos y le nublaban el juicio por momentos.

Una vez había jurado que le mataría, mil veces había advertido que la vida de aquel hombre le pertenecía y que era suya para que la tomara con sus manos. Chuuya había fantaseado con todas las formas en que podría hacerlo. Presionarle el cuello con sus propias manos hasta que su pecho dejara de moverse, proveerle algún veneno de acción lenta que le permitiera apreciar el momento en que el vacío en sus ojos se volviera opaco, clavarle un puñal en el corazón que le dejara ver una expresión atónita o una sonrisa lasciva, deslizar una navaja en su garganta que le abriera para finalmente saber si existía humanidad detrás de la piel vendada, propinarle una paliza interminable que se extendería por horas pero que le serviría bien como descargo por todos los años en que tuvo que reducirse a ser su juguete exclusivo, su fiel perro sirviente, su mano derecha. Pero todas sus fantasías sobre librarse de la sonrisa de aquel hombre se habían vuelto cenizas grises y se dispersaban con el cálido viento que soplaba y anunciaba la llegada de la nueva estación, la más colorida, la del amor, la amistad y todas esas otras cosas que le eran ajenas y le sabían extraño.

Pero supuso que tenía sentido que estuviera viendo el cuerpo de Osamu Dazai tendido en la calle la misma noche en que el invierno moría y la primavera daba su primer aliento. El mismo Chuuya dejó ir el aire que contenía en sus pulmones con demasiada fuerza, soltando el hastío por los años de vida que llegaron a su fin y la desesperación secreta que le provocaba todo lo que vendría a partir de ahora. La perspectiva de comenzar desde cero otra vez, de enterrar a alguien en algún lugar secreto donde nadie llevaría flores y de volver a atravesar las puertas de ese edificio para encontrar una silla vacía y un puesto libre que algún pobre desgraciado tendría que ocupar.

Se quitó el pesado abrigo que llevaba en sus hombros y lo dejó caer sobre él, cubriendo la parte superior de su cuerpo, dejando a la vista únicamente sus pies, una mano cerrada en torno a algo y la parte superior de su cabeza, cuyos mechones oscuros estaban húmedos y pegajosos por la sangre que formaba una laguna a su alrededor, como una corona roja para un rey demonio. Chuuya deseó poder haberle dicho algo antes que diera el paso que los llevaría hasta esta situación, querría haberlo visto para, quizás, extenderle una mano y convencerlo de lo contrario mientras lo insultaba en tres idiomas, o para darle el apoyo moral que en realidad no le faltaba para impulsarse a sí mismo hacia el vacío, hacia la muerte, hacia la utopía del suicidio elegante y alegre con que deliraba día y noche prácticamente desde que lo conocía.

Se preguntó vagamente adónde había ido a parar su alma, si es que tenía una. Se preguntó si estaría ocupando un lugar especial en alguna fosa ardiente o si simplemente había sido trasportado a algún sitio donde no sentiría dolor ni odio, donde no oiría mentiras ni tendría permitido decirlas, donde quizás hasta ni siquiera usaría vendas alrededor de su cuerpo para ocultar quién sabe qué tipo de cicatrices. Chuuya abandonó el pensamiento de inmediato. La sola idea de que Dazai estuviera siendo consumido por el fuego o danzando en un mar de infinita paz no era algo que le diera algún tipo de satisfacción o intranquilidad. Así que no podía darse el lujo de pensar demasiado en ello, o en él. No de la forma en que habituaba hacerlo, por lo menos.

Dazai ya no estaba. Dazai estaba muerto. La confirmación del hecho le estrujó el pecho y le provocó una extraña picazón en los ojos. Sus manos se removieron inquietas, una de sus rodillas tembló y se dobló antes que la otra, y se descubrió a sí mismo en cuclillas junto al cuerpo. El pesado abrigo mantenía oculto su rostro junto a la suave sonrisa que adornaba sus labios que se habían tintado de un leve color violeta y el gesto de eterna paz que llevaría desde ahora en adelante, ajeno al océano de frustración, violencia y dolor que había dejado atrás.

Chuuya no estaba seguro de si el no volver a ver su rostro era bueno o malo, o si debería sentirse triste o satisfecho, o si debería traerlo de vuelta a la vida a base de patadas y palabrotas. Miró su mano ahora pálida y dudó por un momento antes de tocarlo, preguntándose aleatóriamente si anularía su habilidad aunque estuviera muerto. Finalmente, oyendo pasos acercarse, extendió una mano y quitó un papel atorado entre los dedos tiesos, ignorando la frialdad de la piel y la falta de reacción ante su tacto. Al voltearse, se encontró a aquellos dos jóvenes, al de cabello oscuro que pertenecía a la Agencia Armada de Detectives, y al chico del tigre, Atsushi. Ambos tenían demasiadas armas apuntando a sus cabezas y a sus espaldas, ambos llevaban expresiones idénticas de incredulidad, pero solo el chico del tigre derramaba lágrimas.

Chuuya se puso de pie y encaró al extraño par de jóvenes que permanecían a la expectativa. Ambos chicos le devolvieron la mirada y aunque el chico del tigre se mostró abiertamente incómodo, no retrocedió un paso. Chuuya no supo cómo enfrentarlos, ni qué decirles. Ya no había un motivo real por el que pudiera reñirles, ni alguna razón por la que pudiera poner un precio a sus cabezas. Ellos no habían matado a Dazai, el chico del tigre no había traicionado a nadie y el joven detective tenía a su hermana menor de regreso. Sin ánimos de desmerecerlos o ignorarlos, Chuuya les quitó su atención y abrió el papel que había sacado de la mano de Dazai. Había una simple frase escrita con su puño y letra, y con su firma justo debajo, lucía como una promesa y una amenaza, y como un aviso que no le produjo ningún sentimiento bueno. Chuuya frunció el ceño y su boca se contrajo. El impulso de voltearse y reclamar con la mirada al cuerpo sin vida de lo que una vez fue el exasperante jefe de la Port Mafia le asaltó con tanta fuerza que tuvo que obligarse, a consciencia, a permanecer de cara a los jóvenes y los oficiales que los custodiaban.

Alguien estaba diciendo algo a unos metros y Chuuya levantó la vista a tiempo de ver a los oficiales caer de rodillas en sus lugares.

Era Hirotsu quien hablaba, sosteniendo entre sus manos lo que parecía un documento oficial.

— ¿Qué debemos hacer con ellos, jefe?

Jefe. Qué idiotez. Chuuya pensó que al viejo Hirotsu finalmente la edad le había pasado factura hasta que notó que, de hecho, le estaba hablando a él.

Oh. Bien. Osamu Dazai estaba muerto y su último mandato fue el ascenso al puesto de líder de quien supo ser su mano derecha durante años, sin rechistar ni una sola vez.

Dazai, hijo de puta. Pensó Chuuya, dándose finalmente el lujo de voltearse y mirar con desaprobación al cuerpo sin vida. Acusándolo silenciosamente de ser el culpable de todas sus desgracias. Volvió a leer las palabras escritas en el papel y esta vez una sonrisa seguida de una risa baja, desanimada y seca emergió desde lo más profundo de su ser a la vez que comenzaba a preguntarse qué estaba planeando hacer el bastardo suicida desde el lugar en que se encontraba ahora, fuera cual fuera.

A partir de ahora yo cuidaré de Chuuya.

Atte: Osamu Dazai.

Chuuya arrugó el papel y lo guardó en su bolsillo, volviendo a voltearse hacia los subordinados, sus subordinados para darles su primera orden, una que, por extraño que parezca, nadie se atrevió a cuestionar.

—Déjenlos ir en paz.


Bueno, eso fue todo por ahora. Sin embargo, siento que tengo que explicar por qué hice esto. Es más que nada porque creo que para nosotros los pobres mortales de este lado del planeta, muchas cosas quedaron sueltas y no nos dieron nada más que vistazos muy dispersos de lo que en realidad es la novela.

La primicia de Akutagawa en la Agencia, Atsushi en la mafia y Oda vivo casi pasó a segundo plano cuando Oda relataba que el jefe de la Port Mafia, es decir Dazai, estaba muerto. A mí la verdad casi me da un infarto, pero lo superé tan rápido como pude para empezar a sacar conclusiones. A pesar de no estar segura de si el AU pertenece o no al canon; muchos me dicen que sí y otros que no, que esto es solo un fanfic que Kafka se sacó de la manga porque le gusta hacernos miserables, pero de lo poco que pude leer (resúmenes más que nada) rescaté muchas cosas, entre ellas teorías locas pero con mucho sentido de viajes en el tiempo y Dazai reescribiendo la historia para revivir a Oda. Y los viajes en el tiempo me encantan y los mundos paralelos me encantan. Pero bien, que Dazai se murió y bla bla bla, pero no sé si alguien dijo qué pasó con Chuuya o con la Port Mafia. Así que la conclusión más fácil a la que se puede llegar es: 1) Que Chuuya se convirtió en el jefe y 2) Que se desató una guerra entre facciones que dejó medio destruida a la mitad de Yokohama y esta segunda perspectiva es muy complicada así que me quedé con la primera.

Este es solo mi punto de vista personal sobre lo que podría o no haber pasado inmediatamente después de la muerte de Dazai. No he visto que alguien (al menos de habla española) explore esta novela, me gustaría que alguien lo hiciera.

Sé que la última vez dije algo sobre no volver hasta traer un longfic y bueno, esto tiene que ver con el longfic. Así que hola. (?

Esta es la puerta de entrada a mi longfic, cuyo título temporal era Por el dolor del futuro corrupto pero que ya tiene título definitivo. ¿Alguna alma bondadosa recuerda el oneshot Noche de paz, o lo ha visto? ¿No? Okey, lo diré de todos modos. Tiene que ver con esto también.

Me agrada crear entramados, lo siento. Pero lo que no me gusta es hacer perder tiempo a las personas. Si alguien llegó hasta acá, le agradezco por leer y me despido hasta la próxima.