Caminar hacia la muerte

Vive memor mortis.

La luna seguía siendo la única fuente de luz en la habitación cuando Levi abrió los ojos. A pesar de que la vela llevaba horas apagada el olor de la cera caliente todavía estaba impreso en el aire, recordándole que no había abierto la ventana antes de dormirse. Con un chirrido quejumbroso de los muelles del colchón se giró hasta quedar boca arriba. En la oscuridad de la noche el techo parecía color crema y las humedades se disimulaban, si bien la pintura descorchada creaba sombras aquí y allá gracias a la luz lechosa que traspasaba el cristal.

A su lado, Erwin roncaba con suavidad. La sábana que cubría su cuerpo desnudo había resbalado por lo que quedaba de su brazo derecho, dejando el muñón al descubierto. Erwin tendía a cubrirlo a menudo, pero Levi siempre conseguía que se quitase los vendajes cuando estaban a solas y, si no, los retiraba mientras él estaba dormido. Erwin se enfadaba mucho los dos minutos después de despertar. Luego se le olvidaba.

El reloj que Erwin tenía en la mesita de noche marcaba las cinco de la madrugada. Sin un atisbo de sueño, Levi se levantó de la cama en silencio y comenzó a ponerse la camiseta y a calzarse pantalones y botas. Estaba apretando las correas de las perneras cuando el susurro de las sábanas le indicó que Erwin se había despertado, más posiblemente por la ausencia de su calor que por el ruido que podía haber hecho.

—Es muy pronto, Levi —masculló adormilado—. Vuelve a la cama.

Levi terminó de ajustarse las correas. La presión era tan habitual que ya la sentía como parte de su piel; cada sitio donde el cuero marcaba era tan sólo un músculo más. Se recostó en la silla y miró a Erwin hasta que éste abrió los ojos, unos ojos tan azules que bajo la luz de la luna parecían de plata. Seguían tan testarudos como habían estado esos dos días desde que la decisión fuese tomada. Levi no había esperado que cambiasen, aunque mentiría si dijese que no lo había querido.

—Voy a ir preparando las provisiones —masculló poniéndose en pie.

Erwin chasqueó la lengua y suspiró. Tomó asiento en el colchón, que volvió a quejarse por el cambio de peso, y tomó a Levi de la muñeca cuando intentó pasar por delante suya hasta la puerta. La sábana le había resbalado hasta la cintura, dejando su musculoso pecho al descubierto. Levi ni siquiera le dedicó unos segundos de sus ojos.

—No caminamos hacia la muerte, Levi.

El aludido apretó los puños y se sacudió el agarre de un manotazo.

—Tú sí —dijo antes de cerrar la puerta a su espalda.


Demasiados feels con el último capítulo.

Debo escribir más de ellos.