Ya saben lo que va aquí: los personajes no me pertenecen, nacieron en la mente de nuestra santa patrona S. Meyer. Yo sólo me los robé un rato, junto con la premisa de The Breakfast Club.
Era un día cálido (lo más cálido que puede llegar a ser Forks). El sol brillaba en lo alto del cielo más azul que el pueblo hubiera presenciado jamás, ni siquiera una sola nube profanaba el perfecto lienzo azul. Incluso, el tan cotidiano verde estaba surcado con algunas flores de múltiples colores. Y es que casi se podían escuchar a los animales cantando en el bosque, cual película de Disney. Aquel era un día hermoso, absurdamente perfecto, y un día poco común en Forks. Desgraciadamente para Isabella Swan aquel precioso día era el mismo que tendría que pasar en detención.
Y aunque desperdiciar su sábado castigada no era algo que ella deseara, posiblemente bajo otras circunstancias le hubiera sido indiferente. Pero aquel no era el caso, e Isabella se encontraba muy molesta. Consideraba aquel pequeño incidente un infortunio que podría manchar su perfecto historial de buena conducta y notas perfectas, un historial que había trabajado cuidadosamente durante mucho tiempo.
¿Pudiera ser que estuviera exagerando? Lo más probable es que sí. Pero pensar que estaba dramatizando la situación no disminuía su frustración. Así que lo único que podía hacer era maldecir su mala suerte durante el camino hacia su castigo.
Cruzando la entrada de la escuela se detuvo en seco al darse cuenta que no sabía dónde tenía que presentarse o adonde dirigirse. Ser la nueva en el pueblo (y por consiguiente en la escuela) suele tener múltiples desventajas, aquella era una de ellas. No estar familiarizada por completo con el entorno. Y para su desgracia preguntar no era una opción, puesto que la escuela estaba más sola que tienda navideña en Julio.
A punto estuvo de vagar por los pasillos con la esperanza de dar con el salón, o con algún alma piadosa a quien preguntarle, cuando alguien golpeó bruscamente su hombro para pasar por la puerta de entrada. Quería reclamar aquella descortesía, pero al ver una cabellera larga y rubia las palabras se le quedaron en la boca. La impertinente persona sólo podía ser Rosalie Hale. Y si Rosalie Hale estaba en la escuela un sábado por la mañana sólo podía significar que también ella había sido castigada. Y por un golpe de suerte (casi literalmente) pudo encontrar su camino sin perderse en el intento.
Comenzó a caminar detrás de la rubia, a una prudente distancia con el afán de no molestarla o hacerla enfadar. Y es que Rosalie no sólo era la reina de la escuela, era la princesa de todo el pueblo. La hija caprichosa descendiente de una familia bien acomodada, propietaria de una de las empresas madereras más importantes del país, así como de una cadena de hoteles y centros comerciales. En la escuela, Rosalie era casi una leyenda viva debido a que logró convertirse en la capitana de porristas estando en primer año del High School. No era difícil darse cuenta que siempre se encontraba en el ojo del huracán todo el tiempo, todos estaban pendientes de lo que Rosalie hacía o dejaba de hacer, y por supuesto sus opiniones eran siempre escuchadas, y tomadas en cuenta. Normalmente mantenía una actitud indiferente con todos los estudiantes de la escuela de "bajo nivel jerárquico", pero nunca perdía la oportunidad para lanzar comentarios a algún pobre incauto que se atravesara en su camino en aquellos días en los que estaba de mal humor. Y desgraciadamente, Isabella fue uno de esos incautos. Ella sabía perfectamente que era un blanco idóneo de las burlas y bromas de alguien como Rosalie. Después de todo era la chica nueva, una nerd cuyos únicos amigos en la ciudad eran, su propio padre y otra chica igual de nerd que ella.
Y como ya no le sorprendía cada que Rosalie y sus amigos le molestaban sin razón, tampoco le sorprendió cuando a punto de entrar al salón tras Rosalie, ésta azotó la puerta en sus narices ocasionando que Isabella terminara chocando contra la dura superficie.
"Si mi creciente enojo y frustración no era suficiente, tenía que llegar alguien a duplicarlo" pensaba Isabella mientras acariciaba su frente y nariz para mitigar el dolor.
Abrió la puerta y saludó al profesor Benner, que se encontraba sentado en su escritorio leyendo un libro. El profesor sólo le respondió a su saludo con un asentimiento de cabeza, sin si quiera despegar la mirada del libro. Isabella decidió sentarse lo más alejada posible de Rosalie, en la primera banca de la fila contigua al escritorio del profesor.
Además de ellos 3, en el salón se encontraban 2 personas más.
Sentado en un lugar al fondo del salón, recargado en la pared con los ojos cerrados, sus audífonos puestos y vestido completamente de negro, se encontraba Edward Masen. Edward era famoso en el pueblo, desgraciadamente no de la mejor manera. Su padre era un traficante de drogas que había sido arrestado unos años atrás. Durante el juicio se le atribuyeron varios crímenes más, en los que destacaron lavado de dinero, robo y violencia doméstica. Una vez en prisión, su único hijo fue puesto en un orfanato y posteriormente en hogares temporales. Aunque no se quedaba con ninguna familia por mucho tiempo porque alegaban que era un chico problemático y temperamental con un "mal comportamiento incorregible" (viva imagen de su padre). Debido a ello, todos en el pueblo terminaron sacando la misma conclusión, que debido a los maltratos cuando era un niño terminó siendo un caso perdido y seguramente acabaría en el mismo lugar que su padre, tras las rejas o en la correccional.
Y sentada en el último asiento de la fila del al otro extremo del asiento de Edward, garabateando en una hoja de libreta, se encontraba Alice Brandon. Una chica peculiar por donde la vieras. Bajita y delgada, con el cabello negro corto apuntando en todas direcciones y cuya apariencia en general recordaba a un duende. Pero lo más llamativo de ella, eran sus ropas tan coloridas y poco comunes, así como la infinidad de accesorios igual de extravagantes que acompañaban su atuendo. Debido a que Alice y su familia tenían sólo 9 meses en el pueblo, no se sabía mucho de ella o su familia, aparte de que sus padres eran igual de peculiares.
Aún quedaban unos minutos para las 8, y el profesor todavía no levantaba la mirada de su libro para darles instrucciones de nada. Así que Isabella sacó su libro y se puso a adelantar tarea. Tampoco es que fuera a perder el tiempo, aunque estuviera en detención.
Todo estaba en silencio cuando alguien entró azotando la puerta que estaba cerrada. El sujeto en cuestión era Emmett McCarty, la estrella de fútbol americano de la escuela. Hijo de la leyenda de fútbol del pueblo Barrie McCarty, el mismo que cuando estaba a punto de saltar a la fama nacional sufrió un accidente que le impidió seguir jugando. De todos modos, todos en el pueblo juraban que hubiera sido un grande, porque a su modo ya lo era. De Emmett se esperaba lo mismo, y que lograra lo que su padre dejó a medias. De esta forma, no era de extrañar que fuera una persona importante dentro de la escuela. Era un joven alto, musculoso e intimidante. Se caracterizaba porque siempre tenía una sonrisa en su rostro, aunque no era una sonrisa simpática, y él no era persona especialmente amigable.
El maestro le lanzó una mirada de disgusto, pero no le dijo nada y continuó con su lectura. El muchacho tomó asiento justo detrás de Rosalie y se saludaron en susurros. Que, a pesar de no poder ser comprendidos por el resto de las personas en el salón, eran igual audibles. El maestro bajó su libro nuevamente, pero esta vez se veía molesto. Era obvio que estaba a punto de llamarles la atención cuando apareció la última persona citada para aquel sábado. Un joven delgado de cabello rubio rizado que tomó asiento en una butaca en medio del salón. Jasper Withlock, un joven callado y con pocos amigos, a pesar de haber vivido toda su vida en el pueblo. El típico friki que prefiere pasar sus fines de semana jugando una partida de rol o leyendo algún libro a salir de fiesta con sus amigos. En la escuela le identificaban por ser el hermanastro de Rosalie, aunque ellos no se llevaran nada bien.
―Parece que ya estamos todos, jóvenes. Así que vamos a establecer algunas reglas para poder soportarnos todo el día de hoy― comenzó a hablar el profesor mientras se levantaba de su asiento, y caminaba con las manos en la espalda hacia donde se encontraban sus alumnos sentados. ―Es necesario acatarlas al pie de la letra. Lograr redimir a potenciales delincuentes como ustedes requiere disciplina de su parte― hizo una pausa mientras veía a cada uno y continuaba caminando hacia el fondo del salón ―No hablarán sin mi permiso, no saldrán sin que yo lo autorice, no se levantarán de sus asientos sin que les dé mi consentimiento. Y por supuesto, no utilizarán aparatos electrónicos― hizo énfasis a su último comentario arrebatando el aparato de música y los audífonos al muchacho dormido en el asiento al fondo del salón ―¿Entendido señor Masen?― El aludido sólo le mantuvo la mirada al profesor con una cara inexpresiva y sin decir nada ―Uno pensaría que después de tantos días en detención ya tendría una idea de las reglas. Pero puedo ver que no debo albergar la mínima esperanza en criminales como usted. El aparato se lo entregaré el lunes de la próxima semana, o en detención del próximo sábado, lo que pase primero.
El aludido le lanzó una mirada llena de odio al docente, era obvio que mantenían una rivalidad de tiempo.
―Entendido― le respondió, manteniendo su mirada desafiante.
―¿Creen que disfruto desperdiciar mi sábado con problemáticos como ustedes?― continuó su caminata por el salón ―Pues creen mal. Alumnos como ustedes son los que no harán nada con su vida, terminarán trabajando en restaurantes de comida rápida mientras lloran sobre la comida de sus clientes, todos los días por su miserable vida.― El señor Banner hizo un gesto despectivo, y volteó a ver a Emmett ―De nada les servirá ser un buen deportista, si no pueden pasar un examen para la universidad, y menos con comportamientos tan deplorables como ser un buscapleitos nato― giró su vista hacia enfrente y continuó caminando hacia su escritorio― Por supuesto que tampoco llegarán a ningún lado si se dedican a perder su tiempo jugando videojuegos que les pudren la mente, insultando a sus superiores o creyendo que tienen la vida resuelta porque papi les conseguirá todo lo que quieran durante toda su vida― dejó de caminar justo al lado de Isabella. ―Estoy seguro que no importa qué les diga, ninguno de esos hará nada de su vida. Pero verla a usted aquí, señorita Swan me decepciona enormemente. ― Le dijo a Isabella sin verla a la cara. Después de unos segundos de completo silencio continuó su camino al frente del salón ―Pero, es su oportunidad de recapacitar todo lo patéticos que son, para poder remediarlo. Harán un ensayo de no menos de 5 mil palabras reflexionando lo que hicieron mal para estar aquí y lo que hacen mal día a día. Quiero que me digan quienes creen que son, y adonde quieren llegar, sobre todo después de una actitud tan deplorable. Tómense su tiempo. Tienen hasta las 6 de la tarde.
Dicho esto, tomó asiento en su escritorio y continuó su lectura.
Yo no tengo idea de qué saldrá de esto. Al principio quería algo del género "pueblo chico donde se esconde un misterio enorme y hay que resolverlo" pero con mucha comedia. Pero al final de la planificación, todo terminó siendo un dramonón loco, y aún no estoy segura si la parte del misterio no dejará todo super saturado. Lo que sí les puedo decir es que la idea principal será la misma de El Club Desayuno, acerca de la amistad entre personas que de primera instancia parecen muy distintas, pero que en realidad tienen más cosas en común.
Así que será eso, amistad a tope.
Siéntanse libres de expresar sus opiniones, buenas o malas.
