Nueva historia. Completa, no soy dueña de nada y los errores son todos míos. Contará con personajes especiales fuera de Orphan Black pero decidí no meterlos como crossover.
Crucero al Olvido
Cosima sólo tenía una palabra para todo lo que estaba viendo. Ostentación. Porque ostentación era lo que los Niehaus representaban. Todo lo que les rodeaba parecía estar hecho de oro y piedras preciosas y eso Cosima nunca lo entendió mientras crecía.
Menos ahora.
Ahora que estaba probando un poco de lo que vivían constantemente sus padres, el placer, el lujo y la extravagancia.
No eran su estilo pero cuando ella puso un pie en el crucero Crystal Symphony eso fue lo que consiguió.
Fue la manera que sus padres tuvieron de mantenerla tranquila. Es que luego del fiasco de su matrimonio con la mujer que amaba era lo único que ellos podían hacer para ayudar a su hija. Mandarla con todos los gastos pagados por un tour de lujo alrededor del mundo, en uno de los cruceros más caros que existían.
Porque convengamos, Cosima jamás se gastaría treinta mil dólares más impuestos en un viaje de ese tipo, pero como sus padres eran además de reputados científicos y diplomáticos, también tenían mucho que ver con el mundo de los viajes de negocios y tener un gran porcentaje dentro de la naviera Crystal Cruiser era decir mucho.
Cosima no podía negar que todo el lujo era impresionante. Empezando por el piso de mármol en el que te podías reflejar. Era de color blanco con bordes negros y Cosima se preguntó cuándo se demoraban en dejarlo así de reluciente. Ella sólo seguía a un chico vestido de negro que supuso era el botones de los equipajes que la fue llevando por el vestíbulo del barco donde Cosima pudo ver una zona de relajo y bar con asientos de a cuatro color verde que le parecieron tréboles. Siguió por un pasillo hasta un ascensor transparente y se la llevó al Penthouse. Cosima pudo ver amplias salas de esparcimiento con diferentes bares y zonas de juegos intentando ponerse al día con una mujer que parecía azafata y el tenía el cabello pelirrojo y que se presentó a Cosima como Susan Robert. Ella se encargó de darle la bienvenida al Symphony mientras le contaba todas las atracciones disponibles dentro del crucero.
Ella le explicó que tenían casinos, una biblioteca, una sala de cine, una piscina en la cubierta, saunas, comedores de lujo, bares, canchas de tenís, circuitos de golf, bufetes, un laboratorio de computación conectado con las principales universidades de los Estados Unidos, Europa y Asia.
A Cosima por supuesto le interesaron algunos de esos lugares. El primero, el laboratorio de computación. Ella así podría ponerse al día con su trabajo en la universidad de Massachusset. Supo que gastaría mucho de su tiempo allí, en el bar, en la biblioteca y en la sala de cine algunas veces.
Sin embargo ella no tenía intenciones de conocer a nadie. Había decidido, luego de aceptar las demandas de sus padres, que disfrutaría del tiempo a solas que tanto necesitaba. Ella no volvió a prestar atención a la asistente a bordo que le explicaba que el crucero ofrecía fiestas temáticas todas las noches y que hacían espectáculos especiales y conciertos los fines de semana.
Dejó el lobby dónde alcanzó a ver un bello piano de cola color blanco y siguió a Susan y al chico del equipaje por un pasillo elegante que conducía a su habitación en el Penthouse. El pasillo con piso de mármol y paredes color crema estaba completamente adornado con cuadros de arte.
Ella pudo ver retratos de pintores franceses y americanos y algún Van Gogh cerca de su habitación en primera clase. Su cuarto era el segundo más grande del dentro del Symphony y se hallaba a babor en el tercer piso del barco.
Cosima esperó a que Susan abriera la puerta de tosca madera oscura de su habitación con una tarjeta llave y la hizo entrar a ella.
- Oh guau... - Cosima se sorprendió cuando vio lo grande que era el Penthouse. Si no supiera que estaba en un barco a miles de millas marinas de distancia de Los Ángeles, que fue dónde sus padres la arrastraron para abordar el crucero, ella pensaría que estaría pasando todo su tiempo en una habitación del Ritz - Carlton.
Cosima no dejaba de mirar con asombro todo el lujo que la rodeaba. Su lugar tenía una sala de estar con sofás tapizados de telas oscuras, las paredes se mezclaban con colores pasteles y oscuros y en el centro de la sala dominaba una gran televisión de pantalla plana que le seguía a una estantería con algunos adornos exóticos y plantas.
Cerca de la sala había un comedor pequeño cerca de un ventanal que dominaba todo el ancho mar que la rodeaba.
Cosima miró a su asistente y le dijo que el Penthouse era precioso.
- Me alegro que sea de su agrado señora Niehaus - la mujer pelirroja sonrió con amabilidad aprendida - Espero que le gusten las otras partes importantes de su Penthouse.
- Oh por favor no me llames señora Niehaus - Cosima sonrió entre dientes - La señora Niehaus es mi madre, puedes llamarme Cosima. Yo ya no soy...
Cosima se quedó callada y Susan al ver su incomodidad se acercó con cautela y tocó su brazo en señal de confort.
- No te preocupes Cosima - Susan expresó ahora con una sonrisa genuina - Si te sientes más cómoda así está bien. Tú también si quieres sólo puedes llamarme Susan.
- Está bien - Cosima volvió a sonreír como antes - Eso es grandioso, ¿Podemos ver mi habitación ahora? Necesito descansar.
- Por supuesto - Susan asintió. Le dijo sin palabras al joven del equipaje que se marchara y se llevó a Cosima hasta una puerta lateral de madera que abrió con otra llave magnética. Hizo entrar a Cosima y volvió a reírse al oír el murmullo encantado de la joven de rastas. Nunca pensó que la única hija de los Niehaus iba a ser tan diferente a ellos. Mientras la pareja mayor era condescendiente y engreída, esta chica era amable, alegre y sabía tratar con respeto a las personas que la rodeaban.
Pero mientras la asistente pelirroja meditaba esa diferencia en su cabeza, Cosima se dedicaba a admirar la nueva estancia que la rodeaba. Desde la cama estilo King con mantas blancas y azules a la gran televisión empotrada en una pared que separaba la cama de un confortable sofá de tapizado azul, al lado del sofá había un pequeño sillón de elegante tapizado blanco y un reposapiés igual de elegante y redondo que daba hasta pena usar y ensuciar.
- Este lugar es ciertamente increíble - Cosima admitió con una sonrisa - Es el lugar perfecto para pasar mi tiempo. Es un lindo crucero.
Susan asintió una vez más y le explicó cómo se manejaba el mando de la televisión que en realidad no estaba pegada a la pared sino incrustada, dependiendo de su lugar, la cama o el sofá, con el mando podías cambiarla de posición al lugar de tu preferencia. Las luces y las cortinas también eran automáticas excepto las lámparas en las mesitas de noche a los costados de la cama.
- Sé que todavía queda por ver el baño pero no tengo más energía ahora Susan - Cosima se medió quejó sentada a la orilla de la cama - ¿Podemos dejar el resto del tour para más tarde? Yo sólo necesito dormir.
- Dejaremos el tour para cuando tú quieras Cosima - Susan le respondió con amabilidad - Puedes descansar ahora y cuando necesites algo sólo marca la extensión que está escrita en el teléfono que tienes a tu lado. El servicio a la habitación está disponible las veinticuatro siete así que a cualquier hora que sea, una asistente de a bordo vendrá ayudarte si yo no estoy disponible.
Cosima asintió en agradecimiento y salió de la habitación para recuperar su equipaje. Susan ya estaba en la puerta del Penthouse para marcharse. Cuando la joven pelirroja vio a Cosima extendiendo la mano y ofreciendo propina ella negó con la cabeza y sonrió.
- Sus padres se han encargado de eso Cosima - ella le aseguró - En este viaje tendrás todos tus gastos cubiertos y eso incluye la propina del personal a bordo. Tú no tendrás que pagar nada.
- Así que ellos han pensado en todo ¿Eh? - Cosima sonrió pero su sonrisa no llegó a los ojos - Lo supuse...
- Ellos sólo quieren lo mejor para su hija - la asistente dijo con suavidad como si eso lo explicara todo - No está mal.
Cosima asintió sin mirar a su contraparte y suspiró. Se despidió de ella dándose cuenta que le había dejado las llaves magnéticas encima de la mesa de centro en la sala de estar.
Luego de cerciorarse que la puerta principal estaba asegurada se encerró en su habitación y se recostó en la cama quitándose los zapatos en el proceso.
Intentó no pensar pero su mente revuelta no dejaba de pensar en la única persona que sabía, jamás volvería a ver mientras durase su travesía.
- Delphine...
- ¡Cormier! ¡El bar del Tiffany se ha quedado sin abastecimiento de nueces!
Delphine suspiró y salió del calor de la cocina dónde se había tenido que quedar a organizar platos, para recibir una bandeja con varios pequeños boles de color blanco y negro llenos de nueces. Ella estaba agotada más allá de la razón pero había decidido que el trabajo duro hasta el cansancio le haría olvidar todo lo que seguía haciéndole daño.
Se había convertido en una mujer soltera hace tres meses luego del breve matrimonio con la mujer de sus sueños que sólo alcanzó a durar un año. Un completo año donde las dos habían sido muy felices porque su mujer... su ex esposa la hizo muy feliz.
Delphine había conocido a Cosima hace cinco años atrás, cuando la rubia comenzaba su nueva vida en Estados Unidos venida desde Francia. Ella había empezado su doctorado en la Universidad de Massachusset y planeaba especializarse en inmunología con mención en microbiología.
Fue dónde la conoció a ella. Su diosa de rastas, su alma gemela. Una chica muy hermosa por la que Delphine había caído rendida y con la que había vivido por cuatro años en una dicha completa, aunque con altibajos. En su quinto año de conocerse Delphine se plantó en una rodilla en medio de una disertación de su chica sobre los modelos mourinos y le pidió casarse con ella. Su pequeño ángel aceptó con emoción y los ojos llenos de lágrimas aun sabiendo que se enfrentarían a la furia de los padres de ella.
Sus futuros padres en ley la odiaban. Ella nunca fue del agrado de ellos porque era pobre. Delphine jamás tuvo mucho mientras crecía. Su familia era granjera y tenían un pequeño rancho con algunas cabezas de ganado, una vaca y cinco gallinas. Se dedicaban a vender lo poco que producían y en el invierno se les hacía muy difícil sobrevivir. Los inviernos en la parte más humilde de Lille eran crueles pero Delphine aprendió a sobrellevarlos. Se acostumbró al frío, a comer poco, trabajar mucho y luchar por todo lo que tenía.
A los quince años podía cazar lo que necesitara para sobrevivir a los crudos inviernos y aprendió a pescar en río cerca de su casa a los nueve años.
Ella debió aprender a trabajar duro desde el principio porque suplía a su padre en las labores que él ya no podía hacer cuando enfermó gravemente de neumonía.
Al no tener recursos para un buen tratamiento, el padre de Delphine murió de neumonía cuando ella tenía once años.
Ella era hija única y le quedaba sólo su madre, Adrienne Cormier. Ella amaba a su hija pero extrañaba mucho a su marido Pierre. Adrienne había caído en una depresión tan nefasta que aquello también afectó su sistema inmunológico al extremo que un resfrío mal cuidado no tardó en convertirse en una nueva neumonía que un año más tarde se había llevado a la única pariente que Delphine todavía tenía con vida.
Delphine se había quedado huérfana a los doce años, pero sobrevivió. Logró tomar las riendas de su pequeño rancho por sí misma hasta los quince años. Tenía lo suficiente para sobrevivir y con eso le bastó por un tiempo hasta que autoridades locales hicieron un recorrido por los poblados alejados para censar a sus ciudadanos.
Fue cuando ellos la descubrieron.
Cuando esas personas se dieron cuenta que una menor de edad estaba viviendo sola en un rancho y se la llevaron a la asociación de protección a la infancia con sede en París que luego la derivó directamente a un internado escolar cuando se dieron cuenta que la chica era demasiado inteligente para perder su futuro en colegios comunitarios.
Así fue la segunda vida de Delphine siendo becada. Fue becada durante toda su vida académica incluyendo su doctorado en los Estados Unidos.
Cuando conoció al amor de su vida y supo que sus padres eran de dinero y tenían posiciones importantes, también supo que había fijado sus ojos demasiado alto y que su chérie estaba demasiado lejos de su liga.
Pero fue inmensamente feliz cuando se dio cuenta que a ella no le importaba de dónde venía o que no tuviera dinero.
- A mí sólo mi importa la mujer que tengo delante de mí Delphine Cormier, no tu pasado ni tus ingresos. Sólo tú.
Fue lo que ella le había dicho en su momento y que había calado tan hondo en su corazón. Cosima Niehaus era una chica impresionante y Delphine había caído prácticamente a sus pies desde el primer día.
A Delphine le gustaban los hombres, o lo creía. Nunca había tenido tiempo para una relación amorosa y aunque le gustaban los chicos, las chicas le gustaban mucho más.
Desde que había entrado al internado lo había sabido porque Delphine siempre tuvo más química con las chicas que con los chicos. Sin embargo había tenido que esconder sus inclinaciones porque el internado donde estudiaba era profundamente católico y a pesar de sus mejores esfuerzos en ocultar sus sentimientos las monjas encargadas de su educación acabaron enterándose y Delphine acabó castigada y avergonzada en medio de toda la clase con sendos azotes en su trasero dados por una paleta de madera que le hizo imposible a Delphine poder sentarse en una silla sin sentir la quemazón de los golpes en su piel sensible. Ella tenía dieciséis pero había aguantado los dolorosos golpes sin lágrimas y ninguna queja.
Desde ese momento Delphine aprendió a callarse todo lo que sentía y concentrarse sólo en lo que amaba, la ciencia.
Ella fue una loba solitaria durante todo su internado y su paso como becada en la universidad. Se graduó de la Universidad con honores y eligió especializarse en la inmunología, ansiaba cuidar a los pacientes con enfermedades como la neumonía que se había llevado a sus padres y lo consiguió.
Trabajó duro para mantenerse y luego decidió que necesitaba tener un doctorado en inmunología. Ganó una beca de estudios en la Universidad de Massachusset y no dudó en viajar a los Estados Unidos para seguir sus sueños. Pero a su llegada no sólo le interesó la Universidad sino la chica que había conocido en sus aulas. Ellas se habían conocido porque ambas compartían una clase de microbiología y Delphine tenía su mesa de trabajo frente al amor de su vida.
Un "enchanteé" con acento americano fue todo lo que necesitó Delphine para encantarse y un "sólo quiero hacer la ciencia loca contigo" todo lo que le bastó a la rubia para enamorarse de la chica de San Fran.
Para Delphine todo fue perfecto por largos tres meses hasta que Cosima le pidió a Delphine que conociera a sus padres.
Era un paso intimidante para la rubia pero ella aceptó porque sabía que no podría luchar contra la mirada de cachorrito con la que su amor había tratado de convencerla.
Viajar a la mansión de los Niehaus en la costa este de los Estados Unidos fue toda una aventura. Casi envidiaba la soltura con la que Cosima se desenvolvía en su ciudad natal pero al mismo tiempo estaba encantada de verla tan feliz en su zona de confort.
Delphine sabía que no impresionaría demasiado a los padres de su amor pero estaba vestida con sus mejores pintas, así que esperaba al menos no desentonar con todo el lujo que sabía, pronto la rodearían.
La mansión de los Niehaus era de ensueño. Estaba situada en la parte más acomodada de una comunidad cercana a Malibú por lo que tenías que subir un camino de piedras en una colina empinada.
Delphine descubrió que la mansión tenía un estilo victoriano moderno con fachadas oscuras y un camino pavimentado de arenisca blanca. El centro de la mansión estaba decorado con una bella fuente de agua redonda adornada con flores y muchos sectores de grava bien cuidados. Todo alrededor eran árboles y flores.
Delphine estaba impresionada por el lujo que la rodeaba pero su amor no parecía disfrutar de lo que sus ojos admiraban. Ella se dio cuenta que Cosima estaba nerviosa por el encuentro con sus padres porque su inquietud podía sentirla a millas de distancia.
La rubia sabía que su chérie no se llevaba muy bien con sus padres y que se había alejado de ellos a los dieciocho años cuando entró a la Universidad de Berkeley.
Ella intentó convencerla de que todo estaría bien pero Cosima negó con la cabeza, no estaba conforme con su intento de confort y eso la hizo suspirar, porque Delphine también estaba muy nerviosa.
Cuando llegaron a la entrada de la mansión, Cosima fue la primera en salir y en ayudarla a salir del auto que las había llevado a la colina. El auto de traslado de sus padres.
Cuando traspasaron el umbral la puerta estaba abierta y las chicas fueron recibidas por el mayordomo de la familia. Un anciano británico que se llamaba Alfred y que saludó a Cosima tratándola de ama.
Delphine casi se rió cuando vio a su ángel poner los ojos en blanco, pero saludó al anciano con todo el respeto del mundo.
El hombre las guio después al gran vestíbulo de paredes blancas y piso de mármol blanco y negro y Delphine se detuvo un segundo para apreciar la gran escala que dividía el primer y segundo piso de la mansión. Una alfombra granate la decoraba y las esquinas del vestíbulo también convivían con cuatro esculturas bellísimas de escultores renombrados que Delphine olvidó cuando Cosima se los mencionó.
Los padres de Cosima les esperaban en la sala de estar. La gran sala de estar que tenía una chimenea grande y pulida y Delphine descubrió que el lugar estaba igual de decorado que el vestíbulo, pero que también había más pinturas que esculturas.
La rubia había alcanzado a descubrir pinturas de Monet, Anton Von Werner, y la pintura más icónica del artista flamenco belga Jan Van Eick "El matrimonio de Giovanni Arnolfini y su esposa" Ese cuadro por supuesto estaba en la posición de honor dentro del gran salón, la pared de la chimenea.
El resto del mobiliario consistía en un sofá de tres cuerpos de gamuza negra y dos sofás del mismo tapizado pero en colores claros. Una mesa de café de cristal dominaba el centro del salón y en una esquina, un piano de cola mignon de 130 cm de madera negra marca Bösendorfer les dio la bienvenida.
Delphine admiró todo esto con un suspiro. Darse cuenta de lo lejos que estaba de su ángel fue casi como una bofetada en la cara, pero conocer a los padres de la mujer que amaba fue la peor experiencia que vivió luego de la muerte de sus padres por neumonía.
Jarvinia y Raynard Niehaus eran una pareja poderosa y ya de por sí sus nombres lo hacían notar. Ambos eran tan altos como Delphine y ambos eran de aspecto nórdico aunque más envejecidos. Una pareja de mediana edad que ostentaba poder y grandeza.
Delphine vio a Cosima saludar a sus padres con una sonrisa forzada y ellos le devolvieron el saludo de la misma manera sin percatarse que la morena no venía sola.
La mujer era más alta que su hija y aparentaba tener unos cuarenta y cinco años, era rubia pero su cabello tenía un estilo tal que sus canas le otorgaban aún más elegancia de la que poseía. Estaba vestida igual de elegante, un traje Channel de pantalón y blusa negros que hacían sentir a Delphine un poco mal vestida, ella estaba usando un vestido blanco y negro que resaltaba sus curvas pero no podía competir con la elegancia de los padres de su ángel.
El señor Niehaus también vestía elegante, pantalones negros con camisa blanca y un chaleco de tweed encima. Toda la ropa era de marca y de nuevo, Delphine se dio cuenta que incluso el costo de la ropa combinada ella estaba segura que costaba más que su sueldo como doctora en la clínica de la familia en la que trabajaba en Massachusset.
Cuando la pareja saludó a Cosima y se fijó en ella, Delphine tragó saliva sintiéndose con un animal en exhibición. La mirada escrutadora la tenía con los nervios de punta pero lo peor fue la voz severa de la mujer mayor cuando le preguntó a Cosima con el entrecejo fruncido:
- ¿Puedes decirnos quién esta mujer querida?
Delphine se vio arrastrada cerca de su amante que le había tomado la mano derecha y la obligó a quedar de pie frente a sus padres.
- Ella es una persona muy especial papás - la voz de Cosima sonaba nerviosa pero entusiasmada - Es la mujer con la que he estado saliendo por tres meses, les presento a Delphine Cormier. Mi novia.
Lo que siguió después fue algo que Delphine no quiso recordar. Era historia vieja que había superado hace mucho tiempo. La rubia ahora sólo estaba enfocada en trabajar y olvidar, en no pensar y tratar de no extrañar a la mujer que todavía amaba con toda su alma. Había dejado los boles con las nueces en el bar de Tiffany y regresó a sus labores en la cocinas del Symphony. Todavía no podía creer que llevase tres meses trabajando arriba de un crucero y viviendo prácticamente en él. Ella había tomado la oportunidad de trabajo como la única manera de alejarse de Cosima lo suficiente y durante esos tres meses había logrado distraerse de la mejor manera posible. Trabajo, trabajo y más trabajo.
Delphine ya estaba acostumbrada al ajetreo que significaba vivir y trabajar en un crucero de lujo y su escaso tiempo libre se la llevaba leyendo y estudiando en su camarote. Tenía un camastro para ella sola, aunque su vecina más cercana era la primera asistente de a bordo, una chica pelirroja llamada Susan Robert a quien vio camino a los cuartos de servicio cuando ella salía de su turno en las cocinas.
Casi todo el equipo dentro del crucero estaba loco porque tenían de pasajera a la hija de los principales accionistas del Crystal Cruiser. Delphine no sabía su nombre pero podía ver a sus compañeros nerviosos porque supo que esas personas no eran amables y exigían mucho del personal a cargo dentro del crucero. Delphine creyó que la hija de esas personas sería igual pero luego cuando vio a Susan que regresaba para tomar un pequeño descanso, su semblante no era el de una persona afligida por los malos tratos de los pasajeros sino todo lo contrario. Ella estaba feliz. Más feliz de lo que la había visto desde que la conoció.
Cuando quiso saber de su suerte, la chica le respondió con una sonrisa.
- Es una chica impresionante - Susan le comentó encantada - Amable y alegre como sus padres jamás serán, ella es... nada que ver con ellos en lo absoluto.
Delphine decidió no preguntar nada más. Estaba contenta de saber que la hija de esa gente tan importante era una buena persona y ella esperó que si le tocaba servirle, el servicio también fuera de su agrado.
Pero Delphine no supo nada de la nueva huésped hasta tres días más tarde. En la madrugada del tercer día para ser más precisos.
Susan que era la encargada principal de servir a la huésped especial no había podido servirla esa madrugada porque se había visto liada con un problema serio con uno de los pasajeros del Stateroom con ventana que eran las ubicaciones más "baratas" dentro del Symphony, si para ti era barato pagar casi seis mil dólares semanales más impuestos por una habitación en tercera clase.
Susan le pidió a Delphine asistir a la nueva pasajera porque se sentía mal y necesitaba bebidas de jengibre para lidiar con las náuseas.
Delphine aceptó y volvió a vestirse con su uniforme de azafata para cumplir con la asistencia que su compañera no había podido cumplir. Era la primera vez de Delphine asistiendo a alguien importante en el Crystal Penthouse y no quería arruinarlo. Ella no sabía por qué pero desde que supo que esa chica amable estaba enferma algo dentro de ella se agitó, estaba nerviosa.
Cuando llegó al elegante pasillo que daba al cuarto principal, Delphine golpeó tres veces esperando respuesta. Cuando escuchó la afirmación que le daba permiso para entrar usó la llave magnética para abrir la puerta. Entró al amplio espacio y suspiró. El lugar le recordaba mucho a la mansión de los padres de su ex esposa, pero Delphine no tenía tiempo para pensar en eso.
Se dirigió a la habitación de la huésped, volvió a llamar y esperó acomodando la bandeja con las bebidas en la mano derecha.
Cuando la puerta se abrió y una conocida cabeza llena de rastas apareció detrás de ella, todo el mundo de Delphine se derrumbó de un sólo golpe. Literalmente. La bandeja que llevaba en la mano se le cayó y el retumbar de los cristales y el metal contra el piso de mármol competían con la ferocidad con la que su corazón retumbaba dentro de su pecho.
- ¿Cosima...?
Nota aparte: El crucero Crystal Symphony es real, y a pesar del cover de la historia no es una versión de Titánic.
