Despierta de un sueño, tan profundo y plácido que querrías dormir por toda una vida para deshacerte de tus problemas. Lenta y perezosamente abre sus ojos, mostrando a la madrugada sus ojos jade junto con sus suaves cabellos turquesa alborotados alrededor de su rostro. Mira el techo por algunos segundos buscando respuestas; «¿por qué desperté ahora? ¿Qué pasó?»
Mientras su vista se aclara, sus recuerdos de los días anteriores regresan fugaces, haciéndolo querer volver a dormir para olvidar todo lo que ha pasado.
Dejando la realidad de lado, con sus nudillos talla sus ojos para aclarar su vista, notando los bordes de sus ojos húmedos, como si hubiera llorado. Se extraña ante esto, porque las lágrimas parecen recientes, además de que no recuerda haber hecho eso, así que supone que lloró por algún sueño.
Siente el frío calando su piel en donde las lágrimas agridulces han dejado rastro, desembocando desde los bordes de sus ojos a la parte superior de sus pómulos, para llegar donde sus oídos y algunos grasientos cabellos están. Aún con los párpados pesados, desea volver a dormir, pero piensa sobre el sueño que lo ha hecho llorar. Con curiosidad, considera cerrar sus ojos e intentar conciliar el sueño otra vez, sin embargo, la esperanza es reemplazada por decepción y desilusión al recordar cómo funcionan los sueños.
Después de despertar y apenas ser consciente de que no estás soñando, debes volver a cerrar los ojos inmediatamente para así volver a dormir y seguir con ese sueño que tanto te agradó. No siempre funciona, pero esto aumenta las probabilidades de que pase; y si no te aferras lo suficiente a ese sueño, si no lo recuerdas lo suficiente como para que éste se quede, puede que desaparezca de tu mente, dejándote sólo con tu mente ennegrecida y la oscuridad de la noche, o tal vez la luz mañanera del día.
Él supo que era demasiado tarde para recuperarlo, así que lo dejó ser, lo dejó salir de su mente para no volver, y dejar al chico de cabellos turquesa con un recuerdo faltante, uno que ahora lo haría lamentarse por no haberse aferrado lo suficiente.
