Antes que nada, lo que todos sabemos, ni Vocaloid ni ninguno de su personajes no nos pertenecen ni a mí (xxEtsuko_chanxx) ni a mi querídissima BadWolf23 nosotras solo los usamos para divertirnos y entreteneros sin esperar nada a cambio excepto vuestros reviews.
Este fanfic está hecho entre xxEtsuko_chanxx y BadWolf23. ¡Enjoy!
Sonó el timbre del final de las clases. Una joven rubia de tez blanca suspiró y estiró los brazos, sus músculos estaban engarrotados de estar tantas horas sentada en esa silla infernal del aula. Guardó los libros y cuadernos con rapidez en su mochila para salir del aula lo más rápido posible, pues tenía que ir a trabajar ese día y aunque estuviera agotada, era algo que debía hacer, además...
— ¡Kaito! — Casi chilló, aun corriendo. —Siento que tengas que esperarme cada día… - Le dijo la de ojos celeste, posicionándose justo delante del de cabellera azul oscuro, ojos del mismo color.
— No digas eso, sabes que no me importa, Rinny — Le contestó el más alto, acariciándole la cabeza dulcemente. — ¡Vámonos o llegaremos tarde!
— ¡S-Sí! — Se puso a correr siguiéndole, con un leve sonrojo. Aún sentía la mano del mayor sobre su cabeza.
Entre bromas y carreras, llegaron a el establecimiento donde trabajaban, una heladería no muy lejos del instituto, justo en el centro de la ciudad. Kaito estaba más que contento. Entraron al establecimiento, como si estuvieran en su casa.
— ¡Buenas tardes, Gacku! - Saludó la chica de ebras doradas, con energía.
— Rin, soy tu jefe aquí. Por favor. — Le contestó el hombre de cabello largo lila.
— Venga venga, ¡no le eches la bronca a Rinny! — La defendió el peliazul.
— Está bien… Voy a cambiarme, je-fe — La última palabra fue remarcada con un tono de burla, pero ella se dirigió hacia la habitación de empleados antes de que el mayor pudiera contestar.
El hombre que se encontraba tras la barra principal del local levantó la cabeza de golpe, soplándose algún que otro mechón rebelde de su cabellera violácea y miró con cara de circunstancia como se alejaba la rubia. Pesé a eso, terminó por sonreír. Luego, miró a Kaito.
— El congelador de la trastienda se ha roto y hasta el viernes no podrán venir a arreglarlo. ¿Puedes ayudarme a traer los helados al congelador de aquí? — preguntó, dando un leve golpecito al congelador semi vacío que se encontraba tras la barra.
Katio asintió con la cabeza y acompañó a Gakupo a la trastienda. Ahí, ambos empezaron a vaciar el congelador y a trasladar la mercancía de lugar.
— Mañana tendréis día libre, así que no hace falta que os apresuréis a venir después de clases.
— ¿Mañana libramos? — preguntó Kaito, algo sorprendido.
— Sí. Estaré fuera por asuntos personales, además, Saoko y Megumi se encargarán del turno de tarde.
Rin apareció a la heladería de golpe, con el uniforme azulado parecido al que llevaba Gakupo, y les mostró la más sincera de las sonrisas.
— Kaito-sempai, mañana podríamos ir a la feria que harán en el parque. ¿Qué te parece? — comentó, emocionada tras escuchar que su próxima tarde sería totalmente libre de trabajos. A demás, aquello debía aprovecharlo como fuese y, para Rin, la mejor forma de aprovecharlo era pasar tiempo con su peliazul. Estaba totalmente emocionada, ¡Mañana iba a pasar el día con Kaito! ¡En la feria! No podía evitar estar feliz y emocionada. El turno de tarde se le estaba haciendo rápido, había gente así que no se aburría, pero tampoco había tanta gente como para estresarse, era perfecto, nada podía sacarla de su estado de extrema felicidad excepto A-
— ¡Hey, Rin! ¿Cuándo acabas tu turno? —Preguntó con una sonrisa picarona.
Excepto Akaito.
— Si no vas a pedir nada de nuevo, lárgate. — Le espetó ella, sin mirar al pelirrojo, para continuar con la intención de ignorarlo.
— Que fría eres conmigo, Ri-chan… — Le contestó el de orbes rubís, haciendo un drama muy sobreactuado — Yo quería ir contigo a la feria...
— ¿Para qué iba a ir yo contigo, cabeza hueca? ¡Tengo planes para mañana, ni se te ocurra molestarme! — Le chilló la más bajita, y aunque pareciera que estuviera enfadada no lo estaba, pues su relación con Akaito era así, él le decía cuatro cosas para molestarla y ella se descargaba sobre él, pero no se odiaban, de hecho, era hasta algo divertido para los dos. Se chillaban y podían sacar esa parte de ellos mismos. Era una amistad extraña.
— ¿Enserio? ¿Alguien ha querido hacer algo contigo? ¡No lo creo! ¿Quién es el desafortunado/a? — Dijo con una cara de sorpresa e interés, muy exagerada.
— ¡No te importa! ¡Lárgate de una vez, Akaito! — Le volvió a chillar, haciendo una mueca de enfado e inflando sus mofletes infantilmente.
— Está bien, me voy, pero luego no me vengas llorando — Le dijo el pelirrojo mientras con los dos dedos índices le apretaba las mejillas para que desinflara sus mofletes.
— ¡Hum! — espetó Rin, tras ver como Akaito se daba media vuelta y se iba sin lograr sus intenciones.
Tras la interrupción del pelirrojo, vinieron un par de niños solos, un cuarteto más acompañados de un adulto y un par o tres de parejas más a comprar un helado. Y así se les escapó la tarde, pues cuando quisieron darse cuenta, el sol ya se estaba ocultando tras los edificios que formaban el horizonte.
Gakupo, justo cuando el dúo terminaban sus horas de trabajo, les dio un adelanto de la paga del mes por si se lo querían gastar el día siguiente en la feria del anochecer. Y con dinero en mano, se despidieron del jefe.
El día siguiente amaneció azul, sin una nube en todo el cielo y aquello alegró a Rin en sobremanera.
— Un día perfecto — comentó para si misma mientras se vestía con un bonito vestido liláceo, no sin enfundarse también unas mallas gruesas, un chaquetón y unas botas bien calentitas, pues a pesar del buen día, era notorio en el clima que se encontraban a principios de diciembre. Pasó la mañana de aquel día en el centro de Tokyo, junto con Teto y un par de chicas más, comprando y fantaseando sobre la feria que empezaría a la noche. Hacia media tarde empezó a nevar, y no fue hasta la tarde que la rubia llegó a casa para prepararse, cambiándose de ropa y peinándose.
Kaito la pasó a buscar por su casa una hora después.
Se miró al espejo de decimocuarta vez antes de salir de casa. El ligero maquillaje que se habia puesto estaba correcto, sus ebras doradas perfectamente colocadas, la fina diadema blanca con el pequeño listón a un lado que traía puesta también. Llevaba sus horquillas favoritas, blancas con unas mariposas doradas y muy pequeñas flores. Se revisó el conjunto que había decidido para su "cita" con Kaito. Un jersey holgado gris, que se cogió con una goma en la parte inferior, unos pantalones cortos marrones, también cogidos de abajo, dándole una forma redonda a estos, unos leotardos grises igual que la camisa y unas botas altas marrones de cuerda con un tacón bajo y ancho. Sonó el timbre y bajó con energía.
— ¡Hola, Kaito! — Cuando ella lo miró se sonrojó. Él estaba muy guapo y ella... no sabía si debería de declararse el día de hoy. Lo había pensado muchas veces, pero no quería que dejaran de ser amigos, porque por algún motivo, ella dudaba mucho que él la quisiera de la misma manera. De hecho, ni siquiera lo dudaba, lo sabía. Pero se decía a si misma que si iba a por todas y conseguía que él la viera como a una chica, quizás tenía posibilidades.
— ¡Hola Rinny! ¿Lista? — Le preguntó, tocándole la cabeza con la misma ternura de siempre.
— ¡Claro! ¿Tomaras helado hoy? — Le preguntó mientras le seguía - Hace frio...
— ¡Por supuesto! Yo como buen amante del helado, no puedo serle infiel ni un día! — Le contesto el ojiazul, alegremente.
— Ah, por cierto… ¿qué quieres ver primero? A parte de ir a comprar el helado, quiero decir...
— No lo sé… Ya veremos. Iremos viendo poco a poco. — El más alto le sonrió y ella, sólo pudo estar de acuerdo.
El camino fue ameno, hablaron de cosas triviales y rieron mucho, cuando llegaron al puesto de helados, Kaito fue a comprar el suyo, mientras Rin esperaba. La de ojos celestes se quedó viendo el ambiente, cuando su vista enfocó a una pareja. El chico era rubio, alto, el cabello debería de llegarle un poco menos de los hombros, recogido en una coleta. La chica estaba muy pegada a él, abrazándole el brazo muy acaramelada. Era más bien alta para ser una chica, y el cabello turquesa le caía hasta medio muslo, sin embargo, estaba recogido en dos coletas altas.
— ¿Rin? — Y esa vocecilla de fondo, le quitó de su ensoñación momentánea. — ¿Estás bien, Rin? No me contestabas — Se preocupó el ojiazul.
— Estoy bien, Kaito, estaba pensando en mis cosas, no me hagas caso — Le contestó, con una leve sonrisa para tranquilizar a el chico.
— ¿Seguro? Estás muy pálida. Si no te encuentras bien, te acompaño hasta tu casa.
— Estoy bien, ¡Vamos a pasárnoslo bien!
El peliazúl se quedó observando a la rubia sin tenerlas todas. Sabía que le había pasado algo —o más bien, había visto algo—, y a pesar de que intentara olvidar aquellos escasos segundos son una sonrisa y algo de energía, algo en ella seguía sin ir bien. Como si se tratara de un acto reflejo, Kaito miró a su alrededor, pero solo veía la aglomeración de personas de la feria y las respectivas paraditas. Asintió a la rubia.
— Vamos.
A lo lejos, Kaito visualizó una paradita de comestibles donde mucha gente compraba manzanas caramelizadas. Sonrió y volteó su cabeza hacia Rin.
— No es tan bueno como un buen helado — empezó él, bromeando — pero, ¿te apetece una manzana? Tienen muy buena pinta y la paradita está atestada de gente. Buena señal.
Rin miró a Kaito, a la paradita y, de nuevo, al chico. Asintió enérgicamente.
— ¡Sí, me apetece mucho!
— ¡Bien!
Kaito fue quien pidió las manzanas y las pagó, invitando a la chica con la rapidez de un ninja para evitar que la rubia sacara la cartera. Ella, por supuesto, se indignó, pero aquel enfado fingido no duró más de diez segundos.
Durante el primer mordisco que la chica dio a la manzana, visualizó la típica paradita de los peces de colores, donde pagabas por pescarlos y, sí lo hacías, podrías quedártelos. Por supuesto, decirlo era más fácil que llevarlo a cabo. Rin se giró a Kaito y le tiró de la manga, ilusionada.
— ¡La paradita de los peces! — dijo ella, señalándola con la punta de la manzana caramelizada, pinchada en su respectivo palo de madera — ¿Lo podemos intentar? Porfavooooooooooooor, porfavoooooooooor.
Kaitó dudó y terminó por reírse a causa de la cara de perrito degollado que le ponía su amiga. Asintió, amable y divertido.
— No veo porqué no. Vamos a ver si te consigo un pez, Rinny.
El peliazul, después de muchos intentos, consiguió un pez de los pequeños, cabe decir. Aun así, la rubia no podía estar más ilusionada, pues ¡Kaito había hecho un gran esfuerzo para hacerla feliz! ¡Sólo para ella! No podía evitar ir con esa sonrisa tonta durante todas las paradas de la feria, la verdad es que intentaba controlarse lo máximo posible. Estaba quedando justo como la típica niña tonta que, sinceramente, no le gustaba para nada. Aun así sentía que Kaito cada vez le gustaba un poco más.
— Entonces… ¿vendrás a la fiesta de Navidad, Rinny? —- La sacó de sus pensamientos el ojiazul — Digo, vendrán algunos amigos de mi clase, Gackupo también me digo que vendría, Megumi... ¡Oh! Puedes invitar a Teto o alguna de las compañeras de tu clase, ¡Cuantos más mejor!
—Eh... — "Yo en realidad quería pasar la navidad a solas contigo", pensó — Está bien, creo que invitaré a Teto — Asintió y resopló rendida. Kaito era muy buen chico, pero realmente no sabía si no se daba cuenta de las cosas o sólo lo hacía ver. En cualquier de los dos casos, no importaba. Él parecía feliz, y eso era lo que importaba.
— Bueno, es muy tarde ya, querida Rinny, permítame que le acompañe hasta su casa —Mencionó él, inclinándose ante ella.
— ¿Tan pronto? — La de ojos celestes infló sus mofletes, y en un gesto infantil, reprochó - Podríamos quedarnos un ratito más...
— No. Si Gackupo se entera de que te he dejado tan tarde a casa, probablemente no volváis a saber de mi... nunca más. — Concluyó, con algo de miedo el peliazul mientras se ponía en marcha hacia la casa de Rin.
— ¡No hables de Gackupo-nii como si fuera un ogro! —- Continuó ella, con su berrinche infantil, cuando una melódica voz la interrumpió.
— ¡Ah! ¡Kaito! — le gritó, una chica de ojos turquesas, con el cabello del mismo color y recogido en dos coletas altas. — ¡Cuánto tiempo! — Le exclamó, mientras se acercaba, tirando del rubio que la acompañaba.
El peliazúl se volteó sobre si mismo para encarar a aquella chica. Casi automáticamente, sus labios esbozaron una amplia sonrisa.
— ¡Miku! — exclamó él — ¡Cuanto has crecido, mírate!
— ¡No digas tonterías! Hace tiempo que no nos vemos, pero no hay para tanto — se quejó ella.
— Anda, ven aquí.
Miku soltó al chico rubio que casi arrastraba y se dejó capturar por los brazos del peliazúl. Ambos rieron por la situación y no tardaron mucho en separarse.
— ¿Qué es de tu vida, Miku? ¡Muy a lo tonto, hace ya un par de años que no tengo noticias de ti!
Miku agarró al rubio por el brazo y terminó de posicionarlo a su lado. Él se pasó una mano por el flequillo, algo sofocado por aquel instante, mirando al ojiazúl con algo de recelo. Ni siquiera se había percatado de la pequeña rubia que lo acompañaba.
— ¡Bien, Bien! Este año en Seúl ha estado genial, y suerte de mis padres que me obligaron a tomar clases de coreano, que si no... — se rio ella — ¡Ah! Kaito, te presento a Len. Mi novio. Lo conocí en el otro instituto y precisamente este año iba a volver aquí. ¿No es curioso?
Len sonrió y le tendió la mano a Kaito, este se la apretó aún risueño y se hico a un lado para dejar paso a su acompañante.
— Miku, esta es Rin. Estudiante de primer curso. Trabajamos juntos en una heladería. — le explicó él.
— ¡Ooooh! ¿En serio? — el sombro obligó a la de cabello turquesa a abrir ligeramente la boca — ¡Eres muuy mona, chica! ¡Soy Miku, un placer! — sin decir más ni dar tiempo a nada más, se abalanzó sobre ella y le plantó dos besos en las mejillas. Rin, por su lado, se quedó rígida como una estatua y sus ojos no se apartaron del rubio que acompañaba a Miku. Cuando este la miró, arqueó ambas cejas, sorprendido.
— ¿Rin? ¿Rin, Rin? — preguntó él, acercándose a la rubia. Solo en ese instante Rin salió de su estado de shock. Sí que era él. Len. Era...
— ¿Os conocéis? — preguntó Miku, extrañada, mirando a su novio y luego a Rin. Kaito imitó aquel pase de miradas.
— Sí — respondió él, sereno, con una extraña sonrisa en los labios. Se giró hacia Miku — ¿Recuerdas que te dije que era natal de Tokyo? — esperó a que Miku asintiera antes de proceder — Bien pues, éramos del mismo vecindario. Nos conocemos, ¿verdad?
Rin asintió algo incómoda, pero aún sin salirse de la sorpresa.
— ¡Ala! ¿Así que eres amiga de mi Len? — Preguntó, totalmente sorprendida Miku, aún delante de Rin, quien intentaba no visualizar a ninguno de los dos. No podía.
— Ella no es nada mío, Miku. — Le cortó su novio. — Jugamos juntos un par de veces, hace mucho tiempo, es todo. — Continuó, dirigiéndole una mirada algo hostil a la rubia, que no pudo hacer nada más que continuar intentar desviar la mirada de él, mientras se tensaba.
— Ya veo. De todas formas, es un gusto conocerte, ¡Rin! — La mayor se le echó encima dándole un abrazo, y la más pequeña no supo como reaccionar, simplemente le correspondió un poco el abrazo, mientras un escalofrió recorría su columna vertebral.
Peligro. Eso fue lo que sintió.
— No intentes pasarte de la raya, pequeña — Fue lo que escuchó Rin de parte la de ojos turquesa, en un muy leve susurro. Y se separó de la rubia. — ¡Ah, por cierto, mañana volveremos al Instituto! — Le dijo, volteándose hacia el peliazul — Len también viene.
— ¡Eso es genial, Miku! Len debe de ir al mismo curso que Rin. — Se giró hacia la rubia — Seguro que tenéis mucho que contaros, ¿eh?
— Lo dudo. Vámonos, Miku, tenemos cosas que hacer. — Dijo el rubio, en un tono frío y hostil.
— Está bien. Kaito, nos vemos — Dijo, acercándose a Kaito, le dio dos besos en la mejilla y un abrazo, para después seguir a su novio, que ya había empezado a caminar en dirección contraria.
— No tendrías por qué haber sido así con ellos, Len. Kaito es amigo mío, no quiero que lo hagas sentir incómodo. Es el tipo de persona que se preocupa mucho por los demás, si haces sentir mal a Rin, se enfadará y yo quiero continuar siendo amiga suya — Le reprochó la mayor. Se detuvo cuando vio que Len también lo hacía — Además, se nota mucho que a Rin...- Fué cortada por los labios del rubio.
— No me interesa. Ahora estoy contigo, no hables de los demás. — Le dijo con el mismo tono frio de antes, mirándola a los ojos. "No me hables de ninguno de ellos dos", pensó.
Por parte de la de cabellos largos, solo asintió, se cogió del brazo de su novio, y continuó su camino en silencio.
El camino hacia casa de Rin fue silencioso. Algo no andaba bien con Rin y Kaito, aunque estaba preocupado, no se veía capaz de hacer nada con toda esa tensión. Era algo que había aprendido: Rin no hablaba de sus problemas, de ella. Se limitaba a preocuparse por los demás y eso era... algo triste. No sabía si no confiaba en él o no confiaba en ella misma, y no sabía cual de las dos le dolía más.
— Rin... ¿Hay algo, que pueda hacer por ti? — Preguntó el peliazul, totalmente serio, cosa poco común para él.
— Sí — Le contesto secamente, parando su camino. Abrió la boca para decir algo, pero se arrepintió instantáneamente. Se negó mentalmente. Algo no estaba bien. "Eso" no estaba bien. Lo supo en ese mismo instante, no podía esperar que su declaración fuera a funcionar. Bajo un poco la cabeza, y empleó el tono y la sonrisa más dulce, que Kaito hubiera visto y oído jamás.
— ¿Puedes...? ¿Puedes acariciarme la cabeza, como siempre? — Ella le miró, con los ojos brillantes, como si fuera a quebrarse en cualquier momento. Pero no iba a llorar. Lo superaría. Como hizo con Len. Pero no le acarició el cabello, si no que la rodeó con sus brazos, atrayéndola hacia si.
— Rin, está bien, todo está bien — Susurró el más alto, abrazándola y acariciándole el cabello, intentando ser lo más alentador posible. Pues esa expresión, si quebró algo dentro de Kaito.
Rin aceptó aquel abrazo y lo rodeó también con los suyos, apretándose contra el peliazúl como si le fuera la vida en ello. No lloró. Ni una lágrima se desbordó por sus ojos, pero la moneda de cambio de aquel hecho fue un mal estar intenso. Enorme. Quería llorar, gritar… Todo a la vez, ahí mismo. Donde fuera. ¿Qué hacía Len ahí? ¿Por qué había vuelto? ¿Por qué el destino era tan cruel con ella? Ella, que nunca hacía nada a nadie. Ella, que siempre ayudaba. Ella, que no quería reencontrarse con ningún fantasma del pasado. Ella, que solo quería ir y salir una noche con Kaito. Pasarlo bien y, en el mejor de los casos, declararse y ser correspondida.
Ni Rin ni Kaito supieron cuánto tiempo pasaron ahí, en medio de la calle, abrazados. Ninguno de los dos tenía muy claro el motivo, siquiera. Pero ahí estuvieron y todo lo demás fue nublado por un subconsciente dañado.
— Gracias — le respondió ella cuando aquel abrazó se aflojó un tanto. Se colocó bien el cabello y desvió su mirada, sin dejar que sus ojos se toparan con los de él. Sabía que si le miraba, lloraría. Simplemente se dedicó a ponerse bien el cabello y andar hasta su casa. Andar hasta un futuro incierto, sabiendo que, a la vuelta de aquel día festivo, tendría que lidiar con algo más que su destino.
