Bien, no se que pasó pero cuando me di cuenta, este fic no estaba ·3· Vuelvo a subirlo, se que mucha gente lo leyó y querrá ver mas de esto! ;) No se preocupen, mis vacaciones de verano estan a la vuelta y me dedicaré a escribir en cuerpo y alma!


Entendía que se llevaran mal. Entendía que se pelearan. Pero, lo que no entendía era la razón por la cual tenía que usarme a mí para hacerle daño a Alfred. Me arrepiento de no hacer caso de los consejos de mi hermano. Pero… ¿Qué podía pasar? Rusia no tenía nada en contra de mí, o al menos, eso creía…

Me había despertado ya entrada la mañana, la noche anterior estuve hasta tarde rellenando papeles importantes. Tanteé la mesa buscando mis gafas antes de levantarme y mirar el exterior. La nieve se había repartido por cualquier lugar en el que pudiera posarse, y aún seguía nevando. Sonreí ante la visión de un copo de nieve, algo solitario, en la ventana.

-A ti también te dejaron solo, ¿no? Pero no te preocupes, eres tan importante como el resto- dije como si pretendiera tranquilizar al copo, aunque realmente, trataba de animarme a mí mismo. Noté algo tirando del pantalón de mi pijama, Kumajirou me miraba, sin reconocerme, pero sin importarle demasiado.

Kum-¿Dare?-dijo como saludo, ya me había acostumbrado, pensé cogiéndolo en brazos y abrazándolo.

-Canadá daio.

Kum-Quiero miel de maple-dijo al tiempo que le sonaba el estómago.

-Claro Komutaro, vamos a desayunar-bajé las escaleras de madera blanca, dirigiéndome a la cocina. La cocina era amplia y espaciosa, con electrodomésticos de colores blancos o plateados, a juego con el resto de la casa. Las encimeras eran de mármol, como el suelo. Había una mesa de madera de fresno blanco, y sillas de la misma madera. Todo tenía colores blancos, plateados o muy tenues grises. Me gustaba ese color, combinaba con la nieve y con el esponjoso pelaje de mi querido osezno. Preparé con muchas ganas un montón de Trempettes, más conocidos como tortitas en otros países. Les eché por encima miel de maple y crema y dejé ambos platos en la mesa, sentando a Kumajirou junto a mí. Comimos en silencio, apenas había reparado en las cartas que había encima de la encimera. El cartero entraba de manera silenciosa por la puerta de atrás para dejarme el correo cuando yo aún dormía. Yo sabía que hacía eso, pero no veía motivo por el cual no pudiera dejar al buen hombre hacer su trabajo. Al fin y al cabo, era yo el que dejaba la puerta trasera abierta para él. Cuando me fijé, justo después de terminarnos nuestro desayuno, al llevar los platos al fregadero. Supuse que serían cartas de mis superiores, por eso me sorprendió ver una enviada por otro país. Creí que se había confundido, pero no, no lo había hecho, claramente, era para mí. Abrí la carta con curiosidad, leyendo las letras escritas a manos. Era una escritura sencilla y pulcra, casi infantil. Se notaba que había dudado en algunas cosas antes de escribirlas, pero el mensaje era claro. Quería verme. ¿Debía ir? Aunque… ¿Por qué no? Mostré la carta a Kumajirou, que se negó a acompañarme. Asentí, sabía que no debía obligarle.

-Bien, ten cuidado y no desordenes demasiado, dejo la miel de maple donde siempre, ¿vale?

Kum-Vale-dijo antes de bajarse de la silla y salir de la cocina, no sé dónde fue. Sin embargo, no pude evitar preguntarme si hacía lo correcto, llamé a Alfred, necesitaba consejo. Escuché un montón de ruido que rompió la tranquilidad de mi casa.

-Hey ya! ¿Quién es?-gritó Alfred entre tanto ruido.

-A-Alfred s-soy M-Matt…

-¡No se qué quieres! ¡Pero ahora estoy ocupado! ¡Llama en otro momento!-gritó interrumpiéndome y colgando. Suspiré, dejando el teléfono y subiendo a mi cuarto de nuevo, para hacer mi cama y ponerme mi ropa de siempre, además de un jersey de lana. Sabía el frío que haría en Moscú porque, aunque Alfred no me había dicho nada, tenía previsto ir.

Encontré sus ojos violetas sobre mí por instinto. Era la primera vez que lo veía fuera de las reuniones, y no sabía cómo sentirme ante esa sonrisa dulce e inocentemente infantil. Me acerqué despacio a él, tratando de saber cómo reaccionaría al verme.

Iv- Mathew llegó~-sonrió aún más, ladeando la cabeza como un niño pequeño-. Iván es muy feliz de que Mathew esté aquí~

-Eh… ¿Quería hablarme de algo… no?-pregunté después de un momento de indeciso silencio.

Iv-да~~ Hablaremos tranquilamente en mi casa~-sonrió infantilmente antes de darse la vuelta y empezar a andar. Supuse que debía seguirle, que me llevaría a su casa para hablar de aquello que me había dicho, así que le seguí, tratando de aguantar su paso sobre el suelo de cemento y, más tarde, fría nieve que me hacía tropezar con frecuencia.

Tardamos bastante rato en alcanzar su casa. Era un gran palacio ruso. Enorme y magnífico, pero también frío y misterioso, lo cual me fascinaba a partes iguales. Sin embargo, también parecía… Muy solitaria. El lugar había logrado cautivarme sólo al verlo.

-Ru-Rusia tiene… una casa preciosa-comenté asombrado.

Iv-Me alegra que te guste…-después añadió algo en ruso que ni entendí ni escuché del todo.

Al entrar, pude observar una decoración –rusa, por supuesto- exquisita. Tanto el exterior como el interior del palacio eran increíbles. La entrada tenía una frialdad igual a la del exterior, pero podía oír el crepitar de un fuego. Una chimenea, tal vez. Todo esto me maravillaba. Fui a comentarlo, cuando noté sus manos en mis muñecas, aprisionándome con fuerza. Retrocedí por instinto, temeroso, encontrándome acorralado contra la pared. Le miré, asustado, y me sorprendió que me mirara inocentemente… Como si no fuera a hacerme nada… Cómo si debiera estar tranquilo…

Iv- Iván se alegra de que a Matt le guste… Porque no saldrá de aquí~~

Me estremecí al escuchar eso, pero no reaccioné a tiempo para echar la cabeza a un lado. La tubería me dio en la cabeza y todo se volvió negro… Mientras escuchaba una risa de lo más extraña.

Iv- Kolkolkolkolkol… Matthew se quedará en casa de Iván… Para siempre~-dijo con una sonrisa infantil, levantando sin esfuerzo mi pequeño, delgado y abrigado cuerpo, para cargarme como si de un saco se tratase. Para empezar a andar por los pasillos, buscando una habitación exacta.

De haber estado consciente, hubiera llorado, suplicado, llamado a Alfred… A père… A mummy… Hubiera dicho… Socorro…