Disclaimer válido para todas las historias: ninguno de los personajes son míos. Todos son de J.K.Rowling y por ellos ha cobrado un buen pastón, a diferencia de mí, así que pido amablemente que no me denuncie nadie por esto que estáis a punto de leer.
H O S P I T A L R O O M
Aquí empieza "Hospital Room". Se trata de un recopilatorio de historias cortitas, one-shoots, drabbles, como prefiráis nombrarlo.
Habrá ratings de todo tipo, seréis avisados antes. También habrá estilos distintos, algunos más cortos, otros más largos… En fin, un poco de todo, en realidad, no es más que un revoltijo de todos los shoots a medio empezar que pululan en mi carpeta de documentos, en libretas desperdigadas y casi abandonadas o perdidas, en hojas de papel sueltas… He decidido que es hora ya de juntarlos todos y aquí estarán colgados.
Quiero dedicárselo a mi hermana pequeña, la única que tengo, que ahora está en un hospital (de ahí viene el nombre del fic). Puedo imaginar perfectamente lo mucho que se estará aburriendo. Va por ella, porque ahora está enferma, por la angustia que pasé cuando mi madre me llamó para contármelo y porque… bueno, porque es mi hermana y no son necesarias las explicaciones.
Espero que os guste:
Capaz de cogerla al vuelo
Esta es una de esas noches en las que el desespero te vence y acabas explotando. Una de esas noches en las que no puedes dormir, das vueltas y vueltas y te resulta imposible por lo que, a lo que acabas dándole vueltas es a tus problemas.
La pelirroja que se está mordiendo los labios con furia para acallar sus propios sollozos lo sabe. Tumbada boca arriba, las lágrimas ya hace rato que fluyen libres, bajando por sus pómulos, haciéndole cosquillas y siguiendo hasta el cuello, justo debajo de los lóbulos de las orejas, para aterrizar en su almohada, ya húmeda.
Llora, en silencio, quedamente, para que nadie se entere. Quiere llevar esto sola porque, piensa, dar explicaciones sería tremendamente engorroso y no tiene ningunas ganas de hacerlo.
Es por eso que ahora Lily Evans solloza contra su almohada, mordiéndola para evitar despertar a sus compañeras. Porque se le estaba haciendo todo una montaña y no lo puede soportar más. La bola es demasiado grande y terminará por aplastarla si no lo saca todo y lo sabe. Todo tiene un límite y, en realidad, ella hace tiempo que lo ha rebasado.
Potter.
Pe, o, te, te, e y erre. Son seis estúpidas letras que no hacen más que darle dolores de cabeza, cabreos monumentales y, para qué negarlo, noches de insomnio como esta misma, sin ir más lejos.
Y que, ahora, la están haciendo llorar.
Muerde la almohada con más fuerza, esperando a que su respiración se calme lo suficiente como para incorporarse silenciosamente y sin sollozos.
Llora por un chico que no ha hecho más que dedicarle todo tipo de burlas durante todo el tiempo que llevan conociéndose. Unas, las menos importantes, hechas directamente, comentarios sarcásticos, burlones, irónicos. La mayor parte de ellos, inocentes. Otros, ya más dolorosos, disfrazados de falsa declaración de amor. Esos eran los que hacían llorar a Lily, esos eran los que le hacían odiarle de esa forma.
Pero, más que nada, llora porque, todo lo que ha estado evitando durante este tiempo, ha sido imposible de evitar. Con sólo una sonrisa comprensiva y sorprendentemente madura, dirigida justo en el momento adecuado, Potter había logrado más atención de la pelirroja que con mil bromas distintas, dos mil discusiones o un millón de declaraciones en público y a viva voz.
Porque, a partir de ese momento, Lily no pudo evitar pensar que quizás no era tan malo. Que igual se equivocaba al juzgarlo de esa forma, al rechazarlo de plano, sin darse tiempo a conocerlo.
Lágrimas de amargura, contra ella misma. Esas dolían más que cualquiera otras, ahora Lily lo sabía. Mucho más que las de humillación. Ella nunca había llegado a pensar que podía defraudarse a sí misma y no alcanzaba a comprender que eso le estuviera doliendo tantísimo. Siempre preocupada por causar buena impresión, descuidó por completo su visión de su propio ser, se dejó a sí misma en un estricto segundo plano que no hacía otra cosa que mirar y callar. Enterró a parte de su conciencia al hacerlo. Y, ahora, desenterrada de nuevo, llora por sus equivocaciones.
Se incorpora, ya más calmada, y piensa que no es tan malo. Seguro que en pocos días se le pasa, al darle tanta importancia sólo está alargando ese tiempo de agonía. Tantea, a oscuras, por encima de su mesilla de noche, en busca de un paquete de pañuelos para secarse las lágrimas. No lo encuentra pero no importa, las mangas del pijama también sirven para eso, piensa, con una sonrisa más animada.
Pero cuando se tumba, esta vez de lado, nota su almohada húmeda y fría por sus propias lágrimas y no puede evitar volver a llorar. En silencio. No quiere despertar a nadie, se restriega los ojos, parad ya, parad ya de llorar, por favor.
Y, cuando por fin para, no puede dormir más. Desvelada por completo, sabe que seguir intentándolo sólo la pondrá más nerviosa y quiere afrontar el nuevo día con buen humor a pesar de todo.
Se levanta, se ducha, se viste, se arregla. Movimientos de autómata, haciéndolo prácticamente todo a oscuras, conoce a la perfección su habitación después de casi seis años viviendo en ella. Coge un cuaderno y un bolígrafo (jamás ha sabido desprenderse de ellos) y baja hacia la sala común.
Siempre le ha ido bien escribir sobre eso, era como vomitarlo todo, sacárselo de encima sin tener que recurrir a los oídos ajenos que, irremediablemente, desembocarían en consejos del tipo, "yo si fuera tú…" que no es que Lily no necesitara pero, sinceramente, prefería no escuchar.
Son las seis de la mañana pero alguien baja poco después de ella, libro en mano, con cara de sueño. Lily niega con la cabeza con una tenue sonrisa, es Remus, con Remus siempre se ha llevado de fábula, a pesar de sus amigos. Saludo en forma de movimiento de cabeza por parte de ambos, no hacen falta las palabras.
Las cicatrices de él y los ojos enrojecidos de ella lo dicen todo; si habían bajado había sido para lograr un poco de intimidad y, si no podían gozar de ella, al menos lo harían del silencio, imposible de obtener dentro de una habitación con tres adolescentes roncando o bien hablando en sueños.
El rasgado del bolígrafo de ella no interrumpe la lectura de él. Se complementan, Lily no entiende porqué ha tenido que caer con alguien como Potter en lugar de Remus. Pero ella misma se responde, con Remus no se complementan, no es verdad, son demasiado parecidos. Son los polos opuestos los que se atraen. Y, por desgracia, Potter y ella sí que son lo suficientemente distintos como para atraerse.
Suspiros de resignación que van saliendo de sus labios y llenan el silencio de la sala común por unos segundos. Él acaba levantando la cabeza, la curiosidad puede con él. Sin embargo, con sólo mirarla puede adivinar que el suyo es un mal de amores.
La mira, tan concentrada, escribiendo en ese cuaderno que, presupone, es su diario íntimo y, por las caras que va poniendo, lo que está garabateando en esas páginas son sus pensamientos, sus sentimientos. No piensa interrumpirla, debe entenderlo sola pero Remus sabe lo que le esta pasando por la cabeza y sonríe sincero. James lo ha logrado al fin, aunque no piensa mencionárselo ni loco, ni a ella ni a él. Todavía necesitan un tiempo ambos para comprenderlo.
Pero, ese espíritu salvaje que forma, irremediablemente, parte de él, ese arrojo que los merodeadores le han dado, esa sonrisa pícara que no puede evitar que curve sus labios… le incitan a hacer algo. Lo suelta, lo dice, levantándose en el proceso, yendo hacia las escaleras, para tener suficiente tiempo antes de que ella reaccione y pueda negarlo.
.- Lily, créeme, no es tan malo como tú te imaginas.-le dice, y, con paso calmado de alguien que acaba de quedarse aliviado con sus propias palabras, sube las escaleras silenciosamente, a despertar a sus amigos.
Pensativa, repite la frase dentro de su cabeza.
.- Ya lo sé…-murmura, segundos después de que los pasos del chico se hayan apagado ya por las escaleras de caracol.
No puede evitarlo ya, se ha dado cuenta. Ha caído, sin remedio alguno, ha caído y sólo una persona es capaz de cogerla al vuelo. El mismo idiota arrogante, engreído y gamberro que caza la snitch con una sonrisa burlona para después despeinarse a propósito, mirándola a ella.
Y una sonrisa tonta curva sus labios tras otro suspiro al oír los gritos de James y Sirius cuando Remus los despierta.
FIN
¿Qué tal? Mal; bien; pasable; horrible; dedícate al parchís; déjalo, en serio, no es lo tuyo… Ya veis que os doy opciones para responderme, criticarme, felicitarme o hundirme en la más absoluta de las miserias.
Este es el primero de la serie, colgaré, como mínimo un par más. Si veo que no gustan, dejaré de hacerlo, lo prometo ;)
Besos a todos!
AnnaTB
