Capítulo 1: The worst day ever

Yuuri Katsuki no podía creer que tenía tan mala suerte.

Había salido tarde de casa y corría tan rápido como sus piernas le permitían, tal vez quedarse hasta las tres de la mañana jugando videojuegos no era tan buena idea como Phichit le había asegurado, el desvelo fue el causante de que despertara tarde, después Mari se había atrincherado en el baño y le había hecho perder preciados minutos de su necesaria ducha, sus padres habían salido temprano y se había quedado sin desayuno, definitivamente esa no era una buena mañana.

Creyó que su día no podía ir peor cuando por fin llego a la escuela 30 minutos tarde, supo lo equivocado que estaba en cuanto diviso la puerta de la escuela.

Viktor Nikiforov y su pesado grupito de amigos estaban justo en la entrada vanagloriándose como todos los días.

Yuuri no sabía lo que había hecho para ganarse el desprecio de ese grupo de amigos; desde que había sido transferido el año anterior, era víctima de insultos y agresiones menores de parte de los jóvenes, no entendía que problema tenían en que poseyera un fallo de visión tan agudo que lo obligaba a usar lentes de por vida, o qué prefería vestir camisas de cuadros y pantalones holgados, en lugar de poleras deportivas y jeans ajustados, o en que les afectaba que elegía los comics, videojuegos y las matemáticas, antes del soccer, football y atletismo.

Realmente no podía entender por qué todos los días sin excepción, había insultos, empujones y risas burlonas siguiéndolo como sombra, casi quiso saltar la barda trasera de la escuela con tal de no enfrentarlos, su plan quedo desechado en cuanto el más joven de los brabucones lo distinguió.

─ ¿Por qué tan tarde cerdo? ─ preguntó Yuri Plisetsky amenazante, el japonés trato de ignorar al pequeño ruso y pasarse de largo, pero su camino fue bloqueado por un gran cuerpo ─ ¿Estas sordo, cuatro ojos? ─ Jean Jacques Leroy la estrella canadiense de football de la escuela le cerraba el paso, Yuuri simplemente suspiro y trato de rodear al molesto muchacho, pero repentinamente sin saber como, se encontró tirado en el piso debido al fuerte empujón que Seung-Gil Lee le había proporcionado, las risas no tardaron en escucharse, ─ Al parecer Katzopenco si esta sordo ─ comentó animadamente Christopher Giacometti al tiempo que pateaba su mochila lejos de su alcance, ocasionando que el contenido de la misma se vertiera por el piso .

Yuuri se sentía humillado, sus lentes habían salido volando después de la caída y sus cosas se encontraban esparcidas a su alrededor, amargas lágrimas amenazaban con salir y humillarlo aún más; aún sin decir palabra intentó recolectar sus pertenencias rápidamente bajo las risas y la atenta mirada de los muchachos.

Viktor quien solo había estado observando la escena, al notar las orbes chocolate humedecidas, se agacho a su lado y comenzó a acariciar su cabeza como si se tratara de un perro, ─ ¡Oh, vamos Katsuki! ¡No seas un llorón! ─ sus acompañantes al notar la expresión del japonés soltaron fuertes risotadas, ─ ¿Quieres a tu mamita cerdo? ─ dijo burlonamente el ruso menor al tiempo que lo tomaba bruscamente del rostro para que lo mirara a los ojos.

El japonés se soltó del agarre al tiempo que las traicioneras lágrimas comenzaron a resbalar por sus mejillas, las risas y burlas no se hicieron esperar, Yuuri quería desaparecer, ese definitivamente no era su día.

─ ¡Oigan imbéciles! ¿No tienen algo mejor que hacer? ─ Como si hubiera sido mandado del cielo Otabek Altin apareció en la escena, rápidamente alejo al grupo de su amigo y lo ayudo a levantarse del piso, sin dejar de lanzar miradas amenazantes en todas las direcciones comenzó a jalar a Yuuri del brazo para adentrarlo a la escuela.

─ ¡Ya llegó tu novio a salvarte como siempre! ¡El pequeño héroe de Kazajistán aparece para rescatar a la princesa! ─ comentó con falso dramatismo el canadiense, ─ ¡Más tarde nos la pagaras Katzopenco! ─ la amenaza de Chris quedó en el aire.

Yuuri temblaba de pies a cabeza, las lágrimas aún corrían por sus mejillas, no lograba comprender como es que había acabado en aquella situación, Otabek lo miraba preocupado ─ ¿Estas bien? ─ se atrevió a preguntar cuando se encontraban seguros, sentados detrás del viejo edificio de matemáticas donde se reunían todos los días, ─ S-si, g-gracias por tu ayuda ─ dijo el japonés con voz temblorosa, para después limpiar su nariz apenado, su amigo le palmeo la espalda tratando de reconfortarlo.

─ Son unos idiotas Yuuri, evítalos lo más que puedas ─ a pesar de que el Kazajo trataba de hacer sentir mejor a su amigo, sus palaras salieron más como un regaño, ─ ¡Lo sé Otabek! ¡No entiendo que fue lo que les hice! ─ Yuuri comenzó a llorar de nuevo frustrado, su amigo al ver su reacción simplemente lo rodeo con un brazo sin decir más, dejando que el japonés dejara salir toda su frustración.

La campana que anunciaba el inicio de la segunda clase interrumpió el momento, Yuuri soltó un pesado suspiro, lo último que quería era ir a clase en ese estado, el kazajo lo soltó y se puso de píe dispuesto a irse ─ Tengo que ir a clase, ¿No vienes? ─ le preguntó tendiéndole una mano para que también se levantara, Yuuri se limitó a negar con la cabeza, ─ ¿Estarás bien? ─ Otabek parecía resistirse a dejarlo solo, el japonés simplemente asintió y lo apuro a irse.

Se quedó un rato desahogándose en la soledad, no quería estar un segundo más en la escuela así que decidió que lo mejor era retirarse y regresar al otro día, la mayoría de sus clases las compartía con al menos un integrante de la bandita de idiotas, lo último que quería era ser su objeto de burla durante todo el día así que decidió mandarle un mensaje a Otabek avisándole que ya se iba y otro a Phichit excusando su ausencia con un severo dolor de estómago.

Caminaba apresurado hacía la salida, sabía que existía un atajo por el edificio de ciencias que lo haría llegar más rápido a la puerta sin tener que cruzar todo el patío, sus pasos resonaban en los pasillos del edificio, el cual a esa hora sabía que estaba completamente abandonado lo cual era una ventaja pues no quería cruzarse con nadie.

Estaba a punto de alcanzar la salida cuando sintió que lo jalaban dentro de un aula, un momento después unos tibios labios apresaron los suyos y unas frías manos empezaron a recorrerlo, le tomó un par de segundos entender la situación, ─ ¡Basta Viktor! ─ gritó a todo pulmón después de alejar al peli-plata se su cuerpo.

─ Shhh Yuuri, llevó más de media hora esperándote, ¿Dónde estabas? ─ preguntó en un susurro el ruso, mientras intentaba reanudar los besos y las caricias.

De alguna manera extraña la situación no era algo fuera de lo común, Vikor y Yuuri llevaban meses viéndose a escondidas, el japonés no tenía muy claro como había comenzado todo, simplemente un día se encontró a si mismo entre los brazos del líder de los brabucones, aquellos que no hacían más que humillarlo.

De alguna manera extraña le encantaba.

Habían comenzado con castos besos en los pasillos de la biblioteca, los cuales evolucionaron a intensos magreos detrás de las canchas de voleyball y un buen día se convirtieron en rápidos encuentros sexuales en el solitario edificio de ciencias los miércoles a la segunda hora.

Yuuri no sabía muy bien cómo definir su relación, Viktor en frente de sus amigos lo trataba con indiferencia o con la punta del pie, pero a puertas cerradas la historia era completamente diferente, lo besaba con ternura, lo miraba con devoción, lo tocaba como si fuera la persona más importante del planeta y lo tomaba con pasión.

La situación era confusa, dolorosa y placentera, pero Yuuri no podía renunciar a ella.

Desde el primer momento en que sus labios se encontraron supo que estaba perdido, Viktor era hermoso y lucía como una deidad andante, tener a alguien como él remotamente interesado en su persona parecía un sueño.

Pero así como Viktor era hermoso, era cruel, Yuuri sabía que no era más que uno de los muchos juguetes que tenía y estaba seguro de que se desharía de él en cuanto se aburriera y eso dolía.

Lo que lo hacía sufrir más, era el hecho de que al parecer el ser visto con él era casi una pesadilla, pensar que le perfecto y popular estudiante Viktor Nikiforov estuviera interesado en respirar el mismo aíre que el desgarbado e insípido Yuuri Katsuki parecía un mal chiste, a veces Yuuri se imaginaba las caras que podrían todos aquellos que lo menospreciaban, cuando se enteraran del tipo de encuentros que tenía con Viktor.

Esos encuentros que normalmente eran su dulce escape al paraíso, justo en ese momento se sentían como una amarga condena.

─ ¡Basta! ─ por segunda ocasión Yuuri rompió el contacto, las orbes turquesa lo miraban sorprendidas, ─ ¿Qué sucede? ¿Alguien viene?─ Yuuri dejó escapar un bufido molesto ante la reacción preocupada de ser descubiertos del peli-plata, se alejó de él con un empujón.

─Yuuri espera, ¿Qué ocurre? ─ El ruso lo tomó suavemente de la muñeca evitando que saliera de aula, ─ ¡¿Qué ocurre?! ─ Yuuri se soltó con fuerza del suave agarre, ─ ¡Esta mañana tú y tu sequito de terroristas me trataron como basura! ─ el japonés estaba sumamente enfadado ─ ¿De verdad esperas que lo olvide y venga a abrirme de piernas para ti? ─ Las palabras salían cargadas de veneno, el peli-plata no pudo evitar encogerse ante ellas, ─ No Yuuri, yo no… ─

─ No quiero escuchar excusas Nikiforov, lo que sea que está pasando aquí se acabó ─ Yuuri salió dando un portazo, sin dar tiempo al peli-plata para disculparse o soltar excusas.

Corrió hacía la salida sin mirar atrás, las lágrimas inundaban sus mejillas por segunda ocasión esa terrible mañana.

Había llegado a su límite, no se sentía capaz de seguir soportando la situación, sabía que no había nada especial ni memorable en él, sabía que no era visto más que como un objeto, seguramente Viktor olvidaría todo lo que había pasado entre ellos y se buscaría a alguien más para satisfacer sus necesidades, pensaba que Yuuri Katsuki no significaba nada para él.

Yuuri Katsuki no sabía que estaba equivocado.