ACLARACIONES: Primero que todos los personajes de Harry Potter, no me pertenecen sino a la fabulosa J. K. Rowling nosotras jugamos con ellos. La historia sí es de nuestra autoría. Rated M por futuros Lemmon.
Disfruten ATT: angelesoscuros13.
Parajes: Draco y Hermione
Capítulo beteado por Manue0120, Betas FFAD; www facebook com / groups / betasffaddiction.
OS dedicado a mi amiga Sakura River Tsukino Martinez.
Un encuentro afortunado.
El día era lluvioso, no se podía distinguir a nadie debido a la niebla, solo el sonido de los autos al pasar y las pisadas de personas. La noche se aproximaba, inminente. Sientes el miedo a la oscuridad cuando vives en un callejón a una vuelta de la esquina y no sabes por qué huyes y no tienes recuerdos de nadie. Llevo un par de jeans desgastados y varias franelillas, gracias a lugares de donación para los pobres, unas gomas en buen estado y calcetines que me fueron dados por tener los pies pequeños. Suelo bañarme en los vestidores de una preparatoria no muy lejos de aquí todos los días, entro a hurtadillas sin que nadie me vea, el miedo de ser descubierta me aterra.
Las calles de Boston en noviembre eran frías, y a medida que pasan los días hasta mediados de enero el frío se hace más intenso; al menos una fundación da comida a los pobres y no tengo que llegar a robar mis alimentos. En el día voy a una institución para terminar mis estudios y lograr entrar a la universidad en la facultad de medicina, es mi gran sueño. Recolecto botellas de todo tipo y las reciclo por paga, no es muy buena pero me sirve para comprar lápices y cuadernos. También lavo ropa los fines de semana. Quiero salir adelante, tener otra vida, pero no tengo pasado, no sé quién soy, salvo mi nombre, el cual se encontraba escrito en una medalla de oro, regalo de mis padres. Para Hermione. Con amor, mamá y papá por sus 15.
—¡Fíjate por dónde vas, estúpida! —escupió cada palabra un hombre vestido de traje y abrigo fino—. Los tuyos deberían estar en la tumba, no son más que escoria en este país.
Y como vino se fue. Un suspiro salió de mis labios. Me dirigí caminando hasta el callejón oscuro donde había una caja detrás de un conteiner de basura que regularmente recogían a diario. Estaba limpia y con mantas de todos tipos bien lavadas, puesto que siempre aprovechaba en lavar mi ropa cada vez que iba a la casa de la doña. Compraba lo imprescindible, aunque mi paga no me alcanzaba para un lugar donde vivir, así fuera solo un cuarto con una cama. La única cama que recuerdo era la del hospital, luego que desperté de un coma de cinco años y sin recuerdos de quién soy.
Las mantas estaban frías, pero a medida que me recosté en ellas empezaron a entrar en calor. Saqué un contenedor de sopa instantánea que me dieron los del camión que donaban comida y una lata de Coca─Cola para cenar, eran alrededor de las ocho de la noche y pronto tendría que irme a dormir, mañana iría a estudiar, estaba en mi último año y mis notas eran sobresaliente. A pesar de las burlas de algunos de mis compañeros, no me importaba, mi objetivo era conseguir una beca en una buena universidad, y como iba seguro que lo lograría.
Me hacía feliz tener algo qué comer y un lugar donde dormir. Tiré la tasa de plástico y la lata de refresco en la basura y me dispuse a orar como todas las noches, cerré mi ojos y miré el despertador que compré hace unos años para no quedarme dormida. Al fin los cerré por completo y me arropé con una manta.
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—Hermione, ven, papá te está esperando.
—Mami, te quiero mucho.
—¿Por qué murió…?
Un grito salió de mi garganta. Salí en una noche de tormenta al bosque, los árboles se sacudían con fuerza, escuchaba a alguien llamarme y disparos. Todo cambió, había sangre en el piso…
—Vete, huye, no vuelvas…
—¿Por qué, mami? No lo entiendo.
—Corre y desaparece, Mione…
—Mami, no te puedo dejar así, estás…
—Maldición, obedéceme, Hermione Granger. No tenemos nada qué hacer, ya murió y él nos perseguirá hasta en el infierno.
Corrí por el bosque, escuchando a mi espalda su risa malévola. Mis piernas dolían, más no podía parar de huir por mucho que quisiera.
—Al fin te encontré, pequeña Mione —dijo una voz familiar.
—¿Tío Sirius…? —Estaba asustada, mi cuerpo temblaba. Me encontraba hecha un ovillo mientras la lluvia me empapaba.
—¿Por qué no me aceptaste si te amaba? Maldición, ¿por qué él? Siempre ha sido él, y yo como estúpido amándote, pequeña sobrina.
—Yo le amo…a él —tartamudeé.
—Si yo no puedo tenerte él tampoco lo hará. —Puso su arma en mi frente. Lo miré asustada y con lágrimas en mis ojos—. Lo siento y te amo, pequeña Mione.
Con esas últimas palabras giró el arma hacia él y disparó. Grité ante la escena tan horripilante enfrente de mí. Él se mató por amor a mí, y de paso con toda mi familia…yo amaba a otro con todo mi corazón y no le podía corresponder. Después de lo que se sintieron días, llegó la policía, quienes me hicieron algunas preguntas sobre lo ocurrido. Al final me desmayé. Luego me desperté con que habían transcurrido veinte años.
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Me desperté alterada, el sudor cubría mi cuerpo por aquel sueño tan real y revelador, las lágrimas no tardaron en aparecer, me negaba a creer que esa fue mi vida antes el coma de cinco años. Lloré desconsoladamente, eso no podía ser lo que pasó antes del coma, tenía que ser un error. Pero muy en el fondo de mi corazón sabía que eso había pasado, recordé varias cosas de mi vida pasada y de mi amado, desconocía qué estaría haciendo o dónde encontrarlo; también recordé que había una herencia a mi nombre, más me daba terror ir al banco y reclamarla, conocía el número de mi identificación.
No podía dormir. El reloj marcaba las once de la noche, mañana sería un día muy largo. Se escuchaban muy pocos carros transcurrir, las estrellas brillaban en el cielo con todo su esplendor, ya no había tanta niebla como antes pero sí hacía mucho frio. Un grito de dolor se escuchó en el callejón y visualicé dos hombres forcejando. Un asaltante, fue lo primero que pensé. El hombre agarró una botella y se la estrelló al otro, provocando que se desmayara, luego se volcó en revisar sus bolsillos, tomó lo que pudo y se marchó. No lo dudé ni un segundo, me puse las gomas y me acerqué con cuidado de no pisar los trozos de vidrios en el piso. Lo vi y tenía un pequeño corte en su cabeza, así que lo arrastré hasta mi gran caja y lo recosté en las mantas, él se quejó un poco pero no despertó, saqué el botiquín de primeros auxilios, busqué el alcohol y se lo apliqué; luego de limpiar su herida le puse una venda. Pronto el sueño se apoderó de mí, a él lo acomodé, cubriéndolo con algunas mantas, por mi parte me dormí sentada a su lado.
RIIIIII…. RIIIII… RIII….
Busqué el despertador con la mano y lo miré. 7:30 am. ¡Mierda, se me haría tarde! Solo tenía media hora para llegar a la primera clase y nunca había faltado. Me levanté deprisa, escuché un quejido y me acordé lo que había pasado la otra noche. El chico abrió sus ojos y me quedé hipnotizada al verlo, sentí una extraña conexión con él que me abrumó. Tenía el cabello rubio y una hermosa cara, su cuerpo estaba cubierto por un costoso traje. Él me miró, su ceño fruncido y, luego todo a su alrededor. Sus ojos terminaron en mí nuevamente.
—Lo siento, fue asaltado ayer en la noche alrededor de las once y se llevaron su billetera. —Visualicé el reloj, me restaban veinte minutos para irme—. El tipo lo golpeó con una botella de cerveza y se desmayó, tenía un leve golpe y una pequeña herida, así que lo vendé, debería tomarse algo para el dolor. Mi nombre es Hermione y se me hace tarde para la escuela, disculpe la molestia.
No dejé que hablara y salí corriendo, la clase de matemáticas era la primera y tenía un examen programado para hoy. Gracias a Dios llegué a tiempo, tomé la prueba y obtuve sobresaliente, solo me faltaban cinco exámenes más y la prueba para la Universidad de Oxford.
Al terminar el día pasé por la preparatoria, me bañé y lavé mis prendas íntimas para mañana, me coloqué otro jean deslavado azul con una blusa y un suéter. Pasé a dejar algunas botellas, por las que me dieron doscientos dólares, así que compré comida china y dos latas de Coca─Cola.
Me dirigí a casa, o mejor dicho a mi cómoda caja, era mi hogar mientras me gradúe y consiga una beca para estudiar. Eran las seis de la tarde cuando llegué al callejón, me quedé de piedra al encontrarme con el chico de hace unas horas atrás. Caminé y le sonreí.
—Buenas noches, ¿qué desea, señor? —dije amablemente. Él frunció el ceño, ya me estaba poniendo nerviosa—. Eh…si no quiere nada, con su permiso…
Caminé dejándolo atrás, me metí en mi caja y me acomodé en las mantas mientras abría la lata y el daba un buen sorbo, abrí el cartón de la comida china y saqué los palillos.
—Gracias por la comida. —Al decir eso me limité a comer.
No llevaba ni unos minutos comiendo cuando el mismo chico bajó su mirada a la caja, sus ojos encontrándose con los míos. Perdí rápidamente el apetito, su presencia me ponía muy nerviosa.
—¿Qué quiere? Déjeme en paz —exclamé.
—Solo quería agradecerte, supongo —dijo, y su voz aceleró mi corazón—. No pude hacerlo antes.
—Discúlpame, se me hacía tarde para la escuela y tenía examen, necesitaba llegar a tiempo. Solo hice lo que debía, no tiene que agradecerme nada.
—Pero quiero hacerlo, te invito a comer en la cafetería que está a la vuelta, ¿te parece? —expresó guiñándome un ojo, yo me sonrojé furiosamente.
—Eh... Yo n-no creo que sea b-buena idea…
—¿Por qué no? Es una cena de agradecimiento —comentó—. Vamos, ¿sí? No soy un asesino, te lo prometo.
—N-No lo sé. No c-creo que…
—Vamos, di que sí. Además, allá habrá mucha gente, lo que impediría que te hiciera daño, ¿no crees?
Buen punto.
—Está bien…
—Te veo mañana a las siete, ¿te parece? —inquirió.
—Pero no tengo nada qué ponerme, creo que sería mejor…
—Es una cafetería, no un restaurante cinco estrellas —dijo.
Supiré resignada.
—Está bien, mañana a las siete.
Él sonrió y, antes de irse, me dio un beso en la mejilla, podía jurar que parecía un tomate de lo roja que estaba. Jamás en mi vida había tenido contacto con chicos y más que quisieran salir conmigo. Al terminar de comer me acosté a dormir.
El día transcurrió igual que siempre, los exámenes cada vez eran más fáciles. Al acabar el día cada uno se marchó a sus respectivas casas, el viernes era nuestro último día de clases y el siguiente era el examen para entrar en las universidades que cada uno quería. Eran las cinco de la tarde, así que tenía tiempo de sobra para prepararme. Me compré unos jeans negros, una blusa azul cielo y un suéter blanco, incluso logré comprar crema dental, jabón y ropa íntima. En la preparatoria me di un buen baño con agua caliente, me lavé el pelo y mi ropa interior, la cual puse a secar en las calderas detrás de la institución. Ya vestida miré el reloj, y solo me restaban cinco minutos para llegar a mi "casa".
Corrí por las calles de Boston, la gente me miraba y sonreía. Vaya milagro que hace la ropa nueva, pensé con ironía. El callejón se visualizaba desde donde estaba y me emocioné por mi reacción. Él estaba allí, esperándome. Me sonrió de medio lado al verme.
—Hola, disculpa la tardanza —expuse.
—Tranquila, acabo de llegar. —Sonrió con una sonrisa que dejaba ver su perfecta dentadura—. Estás hermosa.
Me sonrojé, mordiendo mi labio.
—G-Gracias.
—No. Cuando algo es hermoso solo se dice. —Me guiñó un ojo—. Ahora, si me permite, señorita, andando.
Me tomó de la mano y empezó su andar, mi corazón se aceleraba a cada paso que dábamos, podía jurar que esta sensación la había sentido antes, pero no recordaba de dónde.
La cafetería no estaba muy lejos de donde vivía. Nos sentamos al final de la fila, en una mesa apartada. La camarera se nos acercó para tomar nuestra orden y no perdió tiempo en coquetearle a mi acompañante. Eso me disgustó. ¿Cómo se atreve a hablarle así a mi chico? Esperen… ¿Mi chico? ¿Cuándo decidí que sería mío? Oh por Jesús que en verdad estoy muy mal de la cabeza, es un completo desconocido que solo me invitó a cenar por ayudarle hace unos días.
—Hermione, ¿qué pedirás? —dijo sacándome de mis pensamientos con su voz ronca y masculina.
—Eh… una hamburguesa y papas fritas con refresco estaría bien. —Sonreí.
—Bueno, señorita, eso es todo.
—En veinte minutos vengo con sus pedidos, guapo. —Le guiñó un ojo descaradamente y casi le arranco su cara.
—Hermione…ahora que sé tu nombre creo que lo justo es que te diga el mío. Mi nombre es Draco Malfoy, y…
—¿Qué? ¿Malfoy? ¿El de las industrias y compra y venta de publicidad Malfoy? —exclamé sorprendida—. ¡Oh por Dios! Disculpe, esto es un error, yo debería irme. ¿Qué haría usted perdiendo el tiempo con alguien tan pobre y humillante como yo?
Me levanté dispuesta a marcharme, pero él me detuvo, mirándome con el ceño fruncido y negando con la cabeza. Nos sentó y me abrazó, impidiendo mi partida. Si no fuera porque estoy paranoica les juro que sentí que estaba oliendo mi cabello y sonriendo.
—No te vayas, tenemos que hablar.
Él me mira con sus ojos penetrantes y yo aparto la mirada sonrojada, no sé cómo lidiar con este tipo de atención. Permanecemos en silencio por un rato hasta que la mesera llega con nuestros pedidos, a lo que nos dispusimos a comer.
—Explícame por qué vives en la pobreza —soltó de repente. Yo fruncí el ceño, mirándolo mal, que viviera así no era de su incumbencia—. No me malinterpretes, no te juzgo, solo quiero saber cómo una chica tan hermosa y gentil como tú llegó a vivir en esas condiciones.
—Primero, no hables así, ese es mi hogar…o algo parecido. Segundo, gracias. Y tercero, después de una tragedia me desperté luego de estar en coma por cinco años, cuando lo hice no conocía ni mi propio nombre y no había recordado nada hasta hace unas noches atrás, por lo que no quiero hablar de eso, es muy doloroso.
—Entiendo, Hermione. Así que dime, ¿qué estudias?
—Estoy estudiando medicina, quiero ser una gran doctora y salvar a las personas. —Draco sonrió ante mi entusiasmo. Mi sonrojo se profundizó.
—Veo que siempre te ha gustado la medicina, ¿no? Me alegro que hayas progresado tanto y sola.
—También quiero entrar en Oxford, es la universidad que quiero. ¿Qué me dice de usted, señor Malfoy? ¿Qué hace en un lugar tan bajo como este si tiene mejores comodidades?
Soltó una carcajada.
—Me alegro que no hayas perdido tu carisma y valentía, Mione conejita.
Me quedé paralizada, la cabeza empezó a dolerme.
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—¿Me querrás siempre? —le pregunté en la terraza de mi casa, donde nos encontrábamos apartados de la fiesta de navidad.
—Mione, conejita, sabes que te amo más que a mi vida, jamás te dañaré y te respetaré. Todavía somos jóvenes y tenemos mucho que recorrer antes de estar unidos para siempre.
—Te amo mucho, Draco.
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Al abrir los ojos él estaba a mi lado con un vaso de zumo de naranja en su mano. Tenía un semblante preocupado.
—¿Te encuentras bien? Quizás me ausenté mucho, Mione. Quizás debí ser más cuidadoso con mis palabras.
—Draco, perdóname, fueron recuerdos…
—¿De qué?
—La última navidad que tuve contigo, y lo que ocurrió el mes después.
—Verte así casi me mata del susto.
—Vámonos, por favor —le supliqué.
Él asintió, rápidamente pagó nuestra cuenta y nos llevó hasta su auto. Me senté y no esperé que se pusiera en marcha, me quedé dormida.
—Mione, ya llegamos, despierta. —Me dio una suave sacudida. Su voz me hacía estremecer de solo escucharla—. Vamos, nena.
Sentí cuando fui alzada, su pecho era cálido y reconfortante, gemí por la sensación que me producía volverle a ver después de tantos años, lo extrañaba, al parecer mi cuerpo se negaba a olvidar. Entramos en un lujoso departamento, Draco me dejó sobre el sofá en L que ocupaba la sala.
—Quédate aquí, voy a buscar un poco de té de menta, tu favorito.
Le sonreí por acordarse. Observé el lugar, las paredes estaban pintadas de blanco con trazos azules, con cuadros de paisajes, las cortinas eran de seda color marrón, dándole un toque masculino a la habitación.
—Mione, tómatelo todo. —Me acercó la taza de té y le di un sorbo. Sabía justo como me gustaba.
—Está muy bueno.
—Ahora sí tenemos que hablar.
—Espero no sea algo malo.
—Todo lo contrario, querida. —Sonrió—. Tienes que saber que te buscado todos estos años, me negaba a creer que estabas muerta. Después que tu tío se volvió loco y mató a todo el mundo en esa casa, incluyendo a la servidumbre, mi padre me convenció que me fuera a estudiar, y así lo hice, aunque dejé un investigador privado para que diera con tu paradero. Después de regresar continué la búsqueda, luego mi padre me presionó para que me casara, más no podía si sabía que estabas viva, tú eres mi alma, Mione, no te podría dejar por nada en el mundo.
No sabía en qué momento me puse a llorar hasta que sentí su calidez limpiándome las mejillas.
—Pero jamás me imaginé que estuvieras viviendo de esa manera, quizás todo hubiera sido diferente si te hubiera convencido de irte conmigo esa noche, quizás nada de esto hubiera pasado.
—Ya no se puede cambiar lo ocurrido.
—Eso lo sé, pero sí se puede empezar de nuevo.
Me besó. Con fervor. Mi cuerpo lo reconoció de inmediato y se acopló a él. Draco tomó mi rostro con sus manos y profundizó el beso. Amaba esta sensación, solo él me hacía delirar de amor.
—Lo siento, no podía esperar —dijo jadeando después separarnos—. Quiero hacer las cosas bien. Vamos a conocernos mejor, ya que fueron cinco largos años separados; también a partir de hoy vivirás conmigo y si quieres el cuarto de invitados…
—Tranquilo, no me arrepiento, muéstrame el cuarto y el baño.
—Sígueme. —Pasamos por un largo pasillo con cuatro puertas—. Este es el cuarto y allá está el baño.
—Gracias, Draco. —Lo abracé fuerte.
—Mañana iremos a buscar tu herencia para que puedas comprarte lo que quieras.
Cerré la puerta del cuarto y sonreí, tenía un nuevo objetivo, quedarme con Draco para siempre. Me metí al baño y me di una ducha, como no tenía nada qué ponerme, abrí el armario y había algunas camisas de Draco, tomé una y me la puse, luego me acosté a dormir.
Los rayos del sol se colaban por la ventana anunciándome que era un nuevo día. Mi caja estaba un poco rara, no recordaba que fuera tan acolchada. Abrí los ojos y me asusté momentáneamente, después recordé lo que había pasado. Draco. Sonreí al saber que estaba en su casa, miré el reloj y eran las siete de la mañana. Entré al baño y me cepillé los dientes, peiné mi cabello y lavé la cara. Abrí la puerta y no lo vi por ningún lado, así que caminé hasta la cocina y decidí preparar algo de comer. Espero no haber olvidado cómo se cocina. Preparé unas tostadas con huevos revueltos y tocineta, café y zumo de naranja.
—Huele muy bien, ¿qué será? — Draco entró en la cocina y se quedó mirándome de arriba abajo con una sonrisa ladina—. Te ves bien.
Me sonrojé, no me percaté que la camisa me llegaba hasta los muslos.
—No tenía qué ponerme…
—Tranquila, todo aquí es tuyo. —Se sentó en la mesa—. ¿Y esto?
—Tu desayuno. Ya yo comí.
—Veo que soy el único dormilón aquí —comentó burlón, a lo que yo me reí.
—Al parecer sí, ya son las nueve de la mañana.
—Tendré que sincronizarme contigo. —Le dio una mordida a su tostada.
—¿Dónde está el área de servicio? —pregunté—. Quiero lavar mi ropa.
—En el siguiente pasillo a la derecha, ahí encontrarás todo lo que necesitas.
Asentí y me dirigí a mi cuarto a buscar mi ropa, no podía salir a la calle con ropa de hombre. Metí la ropa y la puse a lavar.
—Puedes dejarlo solo, la lavadora hace todo el trabajo —aseguró Draco haciendo que saltara de un susto—. Eres tan divertida, Mione, conejita. Vamos a mirar la tele.
Me tomó del brazo y me arrastró hasta el sofá, donde nos acomodamos mirando una película de acción y terror. Guerra mundial Z. Casi me da algo por ver a los zombies, aunque Draco me atrajo hacia él y me abrazó. Su calidez hizo que me acurrucara más, así que lo abracé por la cintura y lo miré al rostro.
—Yo…te amo. —Me sonrojé al decirle eso.
—Nunca te he dejado de amar, Mione, eres mi razón de vivir.
Me besó y esta vez yo dirigí el beso, la emoción brotando por mis poros; Draco me sentó en sus piernas, quedando a horcajadas sobre él. Su mano subía y bajaba por mi espalda mientras su otra mano tocaba y apretaba mi trasero, no me quedé atrás y le desabotoné la camisa. El beso se fue tornando cada vez más frenético, Draco fue recorriendo mi cuello…
TOC, TOC, TOC…
—Mierda.
TOC, TOC, TOC…
—¡Joder, más vale que sea algo bueno! — Draco salió rumbo a la puerta mientras yo me reía.
Decidí continuar mirarando la película. Veinte minutos después regresa y se sienta a mi lado.
—Era mi secretaria, tengo que marcharme el martes por la tarde a un viaje de negocios, debido a que en enero empiezan las clases en Oxford.
—¿Tu secretaria? —Fruncí el ceño.
—No pienses mal, como no conteste el teléfono vino a verme, mi padre la envió.
—Entiendo, pero no me gusta.
—¡Qué posesiva me saliste! —exclamó riendo. Le lancé un cojín mientras le sacaba la lengua—. Madura, ya.
—¿Y qué tienes que ver con Oxford?
—Soy profesor, doy clases de Gestión de Empresas, Administración y Economía. Pero como tengo un negocio con mi padre y él no puede asistir, me toca ir yo. Mione, quiero que vengas conmigo.
—Y-Yo no sé s-si… No… quiero decir sí —acepté finalmente—. El lunes tengo el examen para ingresar a esa universidad y estaremos juntos, aunque empiezo en septiembre.
—Tranquila, yo haré que salgas para enero, nena —dijo, sellando sus palabras con un beso.
Los días pasaron volando, hice la prueba y dos días después recibí mi carta de aceptación, y ahora me encontraba en un jet privado con Draco camino a nuestro destino, Las Vegas. Acordamos casarnos antes de que entrara a la universidad, no fue difícil mi decisión pues lo amo, después de lo que pareció una vida esperándolo no quise esperar más.
—Draco…
—¿Sí, Mione? —Me sonrió.
Me sonrojé.
—Bueno… no entiendo mucho lo que pasa conmigo cuando estoy contigo, o cuando me besas, es como…
—Shhh. —Me silenció—. Sé lo que necesitas.
—Draco, yo…
Estábamos solos en la habitación del jet, así que draco me tomó, recostó en la cama y me besó, no dulce y suave, esta vez fue duro y profundo, se trasladó hasta mi orja y me dio un suave mordisco, esa sensación desconocida en mi cuerpo pronto hizo su aparición.
—Damas y caballeros, abróchense los cinturones, en breve aterrizaremos…
—¡Joder¡ Siempre pasa algo cuando te tengo así de encantadora.
—Ya habrá otra ocasión, amor.
—Cuando bajemos iremos de compras, necesitas ropa. También iremos por tu herencia, como única heredera quizás tome un par de días, pero no más. —Me ayudó a acomodarme—. Pero primero al hotel.
Draco había estado conmigo en todo momento, no se separaba de mí. Habíamos comprado un apartamento cerca de la universidad, ya que muy pronto empezarían las clases.
Reclamar mi herencia no fue fácil, me tomaron muestras de ADN y con mis huellas me buscaron en el registro civil para confirmar mi identidad. Un par días más tarde me dieron mis cuentas de banco y varias tarjetas. Las empresas de mi padre funcionaban bien, a cargo de un accionista que se le sería informado que la nueva dueña llegaría pronto. Draco y yo nos casamos el veinticinco de diciembre en la capilla Dos Amores, algo que nunca olvidaría. Luego de allí viajamos a Jamaica, a una hermosa casa equipada con lo mejor. La habitación principal estaba adornada con pétalos de rosas y velas esparcidas por todo el lugar.
Todo era espléndido.
Miré a Draco directamente a sus ojos, y en ellos pude distinguir el deseo. Me hizo sentir la mujer más bonita del planeta con esa mirada.
No pude resistirme así que me lancé a sus labios, decir que estaba sorprendido sería un eufemismo, más bien estaba petrificado. Me separé de él con la mirada gacha. Draco sonrió de lado y se acercó a mi oído.
—Disculpa, Mione conejita, solo me habías sorprendido, no sabía que tenías ese lado salvaje, amor. —Sonrió y me sonrojé furiosamente.
Mordió el lóbulo de mi oreja acariciando simultáneamente mi pierna por debajo del vestido, su respiración en mi cuello provocaba que mi pulso se acelerara a cada instante.
—Draco… —dije hipnotizada.
Llevó un mechón de mi cabello detrás de mi oreja mientras quitaba cada orquestilla de ella y sonrió antes de besarme lentamente. Acaricié su cabello, él en respuesta mordió mi labio. Me encantaba que hiciera eso. Él continuó acariciando mi pierna, su mano se deslizó un poco más arriba y me tensé.
—Relájate —dijo sobre mis labios—, y solo disfruta.
Draco era mi perdición y tentación en vida. Obedecí y me dejé llevar. Bajé mis manos por su pecho, lo encontré más tonificado que antes. Desprendí cada botón lentamente y bajé su camisa hasta sus codos, él a regañadientes se separó de mí hasta quitarse la camisa. Reí y le di un pequeño beso en los labios. Su camisa voló lejos de nosotros. Draco me sostuvo por los hombros, recostándome lentamente sobre el sofá, se posicionó entre mis piernas y me besó. ¡Dios! Esto sí era un beso. Su lengua jugaba con la mía, sus manos no paraban de tocarme. Continuó su camino por mi cuello, mi clavícula y luego un pequeño mordisco en uno de mis pezones. Me arqueé, eso se sintió bien. De pronto nos encontrábamos en la cama.
—Esto estorba —gruñó agarrando con dos dedos mi vestido blanco. Bajó el cierre y se deshizo de mi vestido, dejándome únicamente con mi lencería negra. Luego sacó el sostén, exponiendo mis pechos. Me dio un beso rápido en los labios y sin perder tiempo se posicionó sobre uno de mis pezones, sopló sobre él y gemí.
—Draco. —Suspiré.
Rozó su lengua por encima, instintivamente enredé mis piernas en su cintura. Gemí cuando sentí que se llevaba todo el pezón dentro de su boca; lamía, chupaba y daba pequeñas mordidas que en vez de ser dolorosas, me hacían desear más. Mis bragas estaban empapadas. Me concentré en dar tirones a su cabello, cosa que a él le gustaba porque lo escuchaba gemir sobre mis pechos. Sus besos húmedos fueron bajando sobre mi vientre plano, metió su lengua en mi ombligo como simulando penetraciones y mi clítoris tembló de anticipación. Agarró mis bragas y las deslizó hasta medio muslo, se hincó entre mis piernas y terminó por sacarlas. Cerré mis piernas por instinto. ¡Estaba completamente desnuda!
Draco rió de lado y eso me hizo ceder. Abrí mis piernas y permití que entrara de nuevo entre ellas. Él me observó, deteniéndose demasiado tiempo en mi zona sur. Se recostó sobre mí y me beso largo y tendido mientras acariciaba mi cuerpo. Llevó sus besos a mi oído y habló:
—Quiero que estés relajada, ¿de acuerdo? —Asentí.
Se hincó nuevamente y lo que hizo me dejó de piedra. Se quitó los pantalones, quedando en bóxers solamente, se podía notar una magnífica erección. Llevó una de mis piernas a su hombro y me tensé.
—Relájate —susurró. Se agachó nuevamente, pero ahora su objetivo era otro. Dejó un beso en mi clítoris y gemí—. Te va a gustar —aseguró y procedió a lamer mi clítoris, temblé ante la sensación. Intenté hablar pero solo salió un gemido. Sentí su lengua entrar en mi cavidad vaginal mientras su dedo pulgar se encargaba de mi clítoris.
—¡Ah! —grité. Eran miles de sensaciones al mismo tiempo y todas ellas diferentes. ¿Cómo me perdí tanto tiempo de esto?
Draco levantó su cabeza de entre mis piernas y se dirigió a mis labios, me probé a mí misma y fue lo más excitante que había imaginado. Su dedo me invadió y me tensé, se sentía…raro, más no dolía. Draco seguía besándome mientras su dedo entraba y salía de mí. Mordí su labio para acallar los penosos ruidos que salían de mi garganta. Ahora dos de sus dedos se encargaban de mi zona baja. Agarró mis piernas y las colocó en su cintura, me abracé a su espalda, acariciándola. Su mano libre masajeaba mis pechos, así que me acerqué a su cuello y pasé mi lengua por este, sus dedos aumentaron el ritmo. Lo mordí y sentí su pecho gruñir.
—Hermione —gruñó.
Y de repente sentí una corriente atravesándome todo el cuerpo, pero era malditamente agradable.
—¡Draco! —gemí.
Él besó mis labios, tomando mis gemidos en su boca. Nos separamos con la respiración entrecortada. Draco de deshizo de sus bóxers con lentitud, prolongando el momento, y dejó libre su larga erección. Tragué grueso, no estaba segura que eso fuera a entrar en mí.
—¿Te gusta lo que ves? —preguntó arrogante. Me sonrojé y aparté la mirada—. Solo relájate, amor mío —pidió besándome los párpados.
Él me mira a los ojos y supe que había llegado el momento. Acercó su erección a mi entrada, metiéndola hasta que de un solo embiste certero atravesó la barrera de mi virginidad, sacándome un gemido de dolor, algunas lágrimas brotaron de mis ojos, las cual Draco besaba con amor, repitiendo una y otra vez que lo peor pasó. Lentamente comenzó a moverse dentro de mí.
—M-Más —dije entre jadeos, luego de que el dolor remitió.
Él se movía a un ritmo increíble, era alucinante la manera en que entraba y salía de mí, cada palabra de amor llenaba mi corazón, solo éramos él y yo. Dos corazones uniéndose por primera vez después de tantos años separados por una tragedia, me sentía segura, él era mío para siempre. Cada vaivén era una corriente para mi cuerpo, no hacía más que jadear y gemir.
Gritamos nuestros nombres con un orgasmo descomunal que sentimos al llegar al mismo tiempo.
—Te amo, Hermione Malfoy.
—Yo más, Draco, yo más. —Sonreí en su pecho.
Esa noche hicimos el amor una vez más y fue incluso más emocionante que la primera vez.
Tres meses después cursaba mi primer año de medicina amaba mi carrera. El director de la universidad nos dio permiso de estar juntos, sin pensar en que éramos estudiante-profesor. Nadie sabía que estaba casada, ninguno de mis nuevos amigos.
Hoy quedamos de almorzar juntos, era el primer día por así decirlo de mi Draco, pues se incorporaba a su facultad.
—Hermione, ¿no vas almorzar con nosotros? —preguntó Ginny—. A Ron parece que le gustas.
—No lo creo, Ginny, quedé con alguien más. —Le sonreí.
—Hola, Hermione. ¿No vienes con nosotros? —inquirió Ron acercándose.
—No puedo…
—Vamos, solo seremos nosotros.
—Ella no puede —dijo una voz a mi espalda que conocía muy bien.
—Si es el profesor sex…digo, de economía —exclamó Ginny.
—Disculpe, profesor, estábamos invitando a sentarse a nuestra mesa a Hermione —dijo Ron altanero—. Ella de seguro vendrá.
—¡No me digas! —Draco lo miró con arrogancia—. Ella tiene una cita conmigo.
—Eso no puede ser, está prohibido…
—Ron, lo siento. Estás hablando con mi esposo. Se los presento a todos —dije, dejándolos a todos con la boca abierta—. Vámonos, amor.
—P-Pero…
—Nada de peros, idiota, aléjate de mi esposa —bramó Draco con amenaza.
Nos sentamos almorzar con tranquilidad en una mesa junto a la ventana, algunas chicas me veían con odio, pues Draco era muy popular entre las facultades por ser guapo.
Hoy le daría una sorpresa de cumpleaños a mi amorcito.
—¿Te quedarás hasta tarde en universidad corrigendo exámenes?
—Solo hasta las nueve. Me alegro que mañana sea sábado, así podré tenerte para mí solo.
Todavía él podía hacerme sonrojar si lo desea.
Mi tarde en la uní transcurrió normal, con preguntas de cómo había conocido al profesor Draco, nuestro matrimonio y las quejas de Ron sobre que él no me convenía…
En la noche compré una comida bufé y la torta de chocolate favorita de mi esposo, aunque a decir verdad yo también tenía antojo de chocolate. Además compré lencería nueva color verde esmeralda, la cual llevaba debajo de una falda jean y una blusa verde de escote pronunciado.
—Amor, ya llegué —anunció Draco desde la puerta. Salí a verle y estaba hermoso como siempre—. Te ves increíble.
—Feliz cumpleaños, amor mío —dije abrazándolo fuerte.
Cenamos y charlamos sobre cómo nos fue en el día, hasta que él empezó con sus comentarios calientes y pervertidos que me encendían. Me llevó al sofá, donde me hizo el amor necesitadamente. Al llegar al clímax nos permanecimos recostados.
—Amor, hay algo que tengo que decirte. —Comencé.
—Dime, cielo.
—Estoy embarazada.
—Qué bien, amor, yo… ¿Q-Qué?
—Dije: ¡estoy embarazada! —grité, él me alzó en sus brazos, dándome vueltas por toda la sala.
—¡Me haces tan feliz! Te amo más que nada en este mundo. ¿Sabes de cuánto estás?
—Al parecer en unas semanas cumpliré los cuatro meses —informé sonriendo—. Y son gemelos.
—¿Qué? —Me besó en toda la cara haciéndome reír—. Doble bebés. Genial, soy todo un semental.
Me reí por su ocurrencia. Pasamos esa noche organizando todo para los bebés.
No renuncié a la universidad, por más que Draco insistiera, mi embarazo iba muy bien y mi salud era estable. El día del parto fue gracioso, Draco estaba incluso más nervioso que yo. Me hicieron cesaria y él estuvo conmigo en todo momento, inclusive cuando nos enteramos que eran tres bebés y no dos, al parecer sus hermanos cubrían a nuestra pequeña, por eso no se podía ver en la ecografía. Maximiliano Draco Malfoy Granger fue mi primer hijo nacido, seguido de Elizabeth María Malfoy Granger, y la más pequeña de la casa, Isabella Sofia Malfoy Granger.
A los tres días me dieron de alta y me llevé a mis nenes a casa. Mis tres tesoros eran muy tranquilos y no daban casi molestia. Draco era como un halcón con ellos, no se apartaba de su lado en ningún momento, hasta les cambiaba el pañal y preparaba sus biberones.
Amaba mi familia.
Ocho meses después y luego de intentar dormir a los tres ya no tan pequeños tesoros, nos dirigimos a nuestra recámara.
—Estoy tan feliz de haberte encontrado, eres mi razón de vivir —confesó.
—Yo estoy agradecida de que lo hicieras y de tener a mi bella familia. —Lo besé—. Te amo, Draco Malfoy.
Hicimos el amor como perros en celo hasta el amanecer, la nana de los niños los atendería hasta que decidiéramos bajar. Al fin abrí los ojos y eran las once de la mañana, sonreí al ver el brazo posesivo de mi esposo en mi cintura. Intenté moverme, pero su agarre se hizo más fuerte.
—¿A dónde vas, Mione conejita?
—Iba a ver a los bebés.
—Tranquila, Regina los cuidará bien.
—Lo sé, amor. Sabes, tengo que decirte algo.
Él me miró expectante.
—Estoy embarazada.
Draco se paró de un golpe y me miró sorprendido, para luego abalanzarse contra mí y besarme hasta perder el sentido.
—Vamos a tener que comprar una casa más grande —comentó.
—Son trillizos esta vez, amor —le informé—. La doctora me confirmó que sentía tres latidos diferentes.
—En ese caso serán bien recibidos. Te amo.
—Te amo.
Fin.
N/a: Espero que les haya gustado mi primer OS de esta pareja, está dedicado a una gran amiga que les encanta DraMione :D Saludos y dejen sus reviews.
