Esta es la traducción de la historia "The Diary of A Queen's Pet" de "Scarlette-Rayne"; que hace un año que amablemente me dió el permiso para traducirla y por problemas y asuntso de la vida cotidiana no he podido dedicarle nada de tiempo. La historia va a tener actualizaciones muy diseminadas. Saludos
Mi nombre es Emma. Sé lo extraño que es no tener un apellido familiar, pero no lo tengo. Mi nombre siempre ha sido solo Emma. Solo Emma. No sé si debería alegrarme por ese título pero de alguna manera es reconfortante no sentir el peso del nombre de tu familia sobre tus hombros. Nunca he conocido a un simple miembro de la mía y aunque a veces pienso que sería agradable conocerlos, nunca los he echado de menos. Está por ahí fuera, en alguna parte, pero nunca los he buscado. Supongo que si lo hiciera, ahora, no le importaría a la Reina. Aunque no ella no es de las que comparte; mi Reina es un poco posesiva con las cosas que considera suyas, y yo no soy nada salvo suya.
Supongo que a algunas personas les fastidiaría el título de pertenecer a otro, pero hay algo reconfortante en saber que alguien te posee. Y a mí me posee nada menos que la Reina Malvada de las leyendas. A la gente le aterroriza por varias razones, pero yo todavía no he encontrado una por la que destaque. Es una hechicera poderosa y una líder fuerte por derecho propio. Como he escrito, es posesiva y tiene una vena celosa que asoma la cabeza cuando cree que le están a punto de robar algo que es suyo. A esa parte del cuento llegaré más tarde.
He decidido, por así decirlo, escribir la historia de mi vida. No tengo ni idea de con qué propósito, pero mi amigo Graham ha pensado que sería una buena idea, ya que él no sabe ni leer ni escribir. Pero quiere aprender, y yo le he prometido que le enseñaría. Dice que la primera historia que leerá será la mía, y quiero que pueda hacerlo. Solo espero que este relato haga justicia. Es un camino difícil de explicar y la mayoría de la gente no lo entenderá. Incluso ahora temo lo que puedas pensar, Graham, cuando sepas lo que es de verdad esto. Es mi historia y la de la Reina Malvada. Mi destino siempre ha estado enredado con ella y los que la rodean. Y no es lo único que ha estado siempre enredado siempre en lo perteneciente a la Reina. Algunos podrían decir que yo también estoy enredad en sus sábanas sucias, pero esa es una parte de la historia a la que voy a llegar más tarde. Tal vez es el momento de que empiece por el principio, y para entonces espero que comprendas qué es lo que me ha convertido en lo que soy: el juguete favorito de la Reina Oscura.
Mi primer recuerdo es el rojo. Es extraño decir que mi primer recuerdo es un color, pero es cierto. Era una niña de apenas unos veranos. Una de las sirvientas, una matrona robusta que se llamaba Elizabeth, que incluso ahora trabaja en las cocinas, me estaba haciendo una trenza apretada en el pelo para poder hacer el trabajo sin que se me fuese hacia la cara.
—¡Ay! —grité mientras tiraba de mi cabello con fuerza, atándome la trenza.
—Sinceramente, Emma, ¿cómo esperas que te trence el cabello si sigues retorciéndote? —preguntó Elizabeth exasperada por mis constantes movimientos.
—Si no tirases, yo no me movería —gimoteé, intentando mantener las lágrimas a raya. Incluso a día de hoy mi cabeza sigue siendo sensible al más mínimo tirón.
—No es de niños responder a los adultos, será mejor que lo recuerdes, niña. Aprende cuál es tu lugar en este mundo o se te enseñará de la manera más dolorosa.
Fruncí el ceño al escuchar sus palabras, mirando por encima del hombro para verla. Me puso los ojos en blanco y me giró para poder continuar con su trabajo. Cuando terminó, después de unas cuantas protestas más por mi parte, me envió a empezar el día. En primer lugar tenía que bajar al manzanar y recoger la fruta caída. La Reina, nuestra Señora, le gustaban mucho y por eso Elizabeth y las otras mujeres las usaban en un montón de cosas.
Me gustaban los manzanos, nadie iba a verlos excepto yo, o eso pensaba. Todavía me gustan los campos, son reconfortantes, pero ese día estaba particularmente molesta por la forma en la que me había hablado Elizabeth, y como tal no podía esperar a escapar a mi lugar favorito del terreno. Así que corrí por las escaleras de piedra, saltando sobre las rocas y lechos de flores que se interponían en mi camino. Sabía que Jasper se enfadaría conmigo si destruía las rosas que plantaba y atendía con tanto trabajo. Las flores favoritas de la Reina son los jazmines. Huele a ellos, también, lo que sorprende a mucha gente ya que la mayoría cree que huele a manzanas, pero no. Es jazmín y sándalo; prefiere oler a bosque a la luz de la luna, o eso dice ella. Pero me estoy desviando otra vez. Lo siento, mi mente tiende a divagar cuando empiezo a escribir sobre mi Reina.
Llegué a la plantación, cogí una sencilla cesta de mimbre y comencé a llenarla con el fruto caído de los árboles. Me encantaba corre entre los árboles, saltando por las ramas intentando treparlos. No podía esperar a crecer lo suficiente para agarrar las ramas y balancearme en ellas. En aquel entonces era bajita para mi edad. Cogí carrerilla y salté, las puntas de mis dedos apenas rozaron la rama más baja del árbol antes de volver a caer sobre la tierra blanda. Suspiré mientras miraba el cielo llenos de mullidas nubes blancas. Es extraño como aún ahora puedo recordar esos pequeños momentos. A lo mejor es porque fue la primera vez que… la vi…
Oí el sonido metálico de una armadura que se acercaba a la plantación. Me senté, observando con el ceño fruncido como se aproximaban los guardias. Me pregunté si estaba en problemas por intentar trepar los árboles. Me escondí tras el gran manzano que había intentado subir momentos antes. Los guardias se separaron revelando por primera vez a mis ojos la hermosa y esbelta figura de mi Reina. Pero en aquel momento solo pensé que era la mujer más hermosa que había visto jamás. Llevaba un vestido de terciopelo carmesí. Se ceñía a ella como una segunda piel, mostrando sus suaves curvas. Tenía el pelo recogido, dejando al descubierto su cuello largo y elegante. Mis labios se entreabrieron cuando se detuvieron los guardias. Fue entonces cuando vi que empujaban a un joven tras ella.
—No tolero a los ladronzuelos —dijo la bella dama. Su voz era grave, e inmediatamente me agradó. Era como un baño caliente después de un largo día, calmando los dolores del cuerpo.
El chico, al que no reconocía, trató de apartar las manos, pero los guardias lo sujetaban deteniendo sus patéticos intentos.
El chico era apenas unos años mayor que yo. Escupió a la hermosa mujer y yo ahogué un grito. ¿Cómo podía pensar que eso estaba bien? Quería salir corriendo de mi escondite y pegarle hasta que se disculpase con ella.
Ella cogió aire para tranquilizarse antes de volver a hablar.
—Sabes cuál es la pena por intentar robarme, y aun así decidiste hacerlo de todos modos. Pagarás por lo que tomaste.
La mujer asintió con la cabeza al ver que los guardias se movían con rapidez.
Llevaron la gran mesa que usaba yo para alcanzar la fruta que todavía estaba en el árbol pero ya era madura y de repente el brazo del chico quedo fijado a la superficie como por arte de magia. Nunca había visto magia hasta ese momento, pero ahora es parte de mi vida cotidiana. Otro guardia desenvaino su espada. Era incapaz de mirar hacia otro lado cuando el chico se encogió y la hoja cayó.
Un sonoro grito resonó por la plantación y yo me estremecí. No podía cree que alguien tan hermosa pudiese ser tan cruel. Echando la vista hacia atrás puedo recordar con claridad las palabras que me dijo Elizabeth: «incluso la flor más bonita puede tener la más vil de las espinas». Mirando bien a la oscura mujer que tenía delante, sabía que esas palabras le iban como anillo al dedo.
—Sacadlo de aquí. Que lo atienda un curandero y llevadlo de vuelta al pueblo —ordenó.
Los guardias se llevaron a rastrar al chico seminconsciente. Fue entonces cuando me fijé que los hombros de la mujer se hundían ligeramente, como si cargase con un gran peso. Pero por aquel entonces no podía entender lo que estaba viendo. Solo sabía que ella daba miedo pero era hermosa, igual que las rosas del jardín. Comenzó a marchar entre los árboles de la plantación, deteniéndose a hablar con cada uno como si los conociera íntimamente. Esa era la mujer que quería conocer; la que hablaba a los árboles como si fueran capaz de responderle. No a la mujer cruel que había ordenado que se mutilase a un chico de aquella manera.
La observé desde detrás del árbol sin comprender lo que acababa de ver. Una parte de mi estaba compungida por lo que acababa de ver. Otra parte quería saber cómo esa dulce mujer podía parecer tan dura y fría. Y otra se preguntaba por qué estaba tan cautivada por ella. Fue una extraña combinación de cosas las que me sacaron de mi escondite cuando ella ya estaba lejos y me enviaron a la cocina sin las manzanas. Me llevé una bonita tunda por parte de Elizabeth, ya que necesitaba que empezase a pelar las manzanas de inmediato para tener la cena a tiempo para la Reina. Fue entonces cuando me percaté. Acababa de presenciar a la Reina Oscura en toda su gloria. Realmente era la mujer de las leyendas, aunque en aquel momento no me di cuenta. Simplemente la vi como una rosa; algo muy hermoso pero capaz de pinchar incluso al más precavido de los jardineros.
