Disclaimer: Ni Glee ni sus personajes me pertenecen.

I. ¿Mis tres errores?

Si la vida de Quinn, más bien sus últimos dos meses de vida pudiesen resumirse en un partido de baseball, ya estaría "fuera". En ese período de tiempo había cometido tres strikes.

Tres grandes, gigantes, monumentales errores en tan sólo 61 días. Eso debía ser un nuevo récord de algo...

Todos, errores evitables. Todos, cometidos bajo la influencia del alcohol. Bueno, si somos totalmente honestos, el erro pueden resumirse en uno solamente, ya que el segundo es una consecuencia del primero. Sin embargo, fuesen 2 ó 3, Quinn sentía que su vida se había acabado tras ellos.

Mirando en sus manos la evidencia de su tercer error, Quinn tuvo que reprimir las lágrimas.

¿Qué había pasado los últimos dos meses?

Su vida era un caos desde su primer encuentro con el alcohol.

Volvió a posar su mirada al objeto entre sus manos y se sintió aún más mal por pensar en eso como un error.

Dos líneas azules.

Positivo.

Embarazada.

Según la caja del test de embarazo, tenía un 99% de exactitud y por más que ella quisiese pensar en ese 1% de posibilidad, su atraso de dos meses no hacía más que confirmar lo que el test indicaba.

Estaba embarazada y su vida, acabada.

Sería públicamente humillada en la escuela, sus papás la desheredarían, la echarían de su casa. Probablemente la obligarían a casarse con el padre del bebé que se estaba desarrollando en su vientre.

No quería pensar en el bebé como un error, la hacía sentir como un monstruo, pero la verdad era que no estaba preparada para ser madre. Su concepción había sido un error. Pese a todo, no podía pensar en abortarlo. Había sido criada en un hogar sumamente cristiano, era verdad, pero su negativa al aborto no pasaba por eso, sino porque ella podía sentir al bebé, lo sentía como una parte de ella desde que había visto el resultado media hora atrás. Sí, Quinn Fabray en media hora se había encariñado de un minúsculo ser que crecía en su interior.

Su pequeño y maravilloso error.

Pero, ¿cómo llegamos al denominado "tercer error"? Eso es una no tan larga, pero sí muy alcoholizada historia.

Todo comenzó 61 días atrás, cuando discutió con su padre por una cita que éste le había concertado con el hijo de uno de sus socios. Quinn se sintió, una vez más, como una pieza en el ajedrez que jugaba su padre, como un objeto. Estaba harta que aparentar ser la hija perfecta para su perfecta familia. Odiaba la actitud de su padre, quien ni siquiera le podía dedicar una hora de su tiempo para interesarse sobre lo que sucedía con su vida. Sólo si ella cometía algún error, su padre hacía acto de presencia para recordarle la importancia de la apariencia de buen cristiano. Todo se reducía a eso, a apariencias.

Por eso, cuando se encontró con Puck y éste le propuso liberar las tensiones a través del alcohol, aceptó. Estaba harta de ser la hija perfecta, estaba harta de su padre. Ese día decidió rebelarse contra él.

Quedó de reunirse con Puck aquella misma noche en su casa, puesto que sus padres tendrían una cena muy importante en el club. Tendrían toda la casa para ellos.

Quinn hasta ese día, nunca había ingerido alcohol en grandes cantidades, sólo una copa de vino en alguna comida, pero nada más. Santana y Brittany habían tratado de convencerla de beber en muchas ocasiones, pero Quinn siempre se negó. Principalmente, por miedo a la reacción de su padre si se enteraba de ello.

Decir que Quinn se pasó de copas esa noche, es un eufemismo. Su estado la llevó a perder la virginidad con la persona menos indicada. Si bien tenía una buena relación con Puck, jamás lo hubiese elegido para su primera vez si ella hubiese estado en sus cinco sentidos.

Y ahora, 61 días después, no sólo podía decir que había cometido el error de acostarse con Puck y perder su virginidad con él (su primer error), sino que también, se habían dado el lujo de no usar protección.

La tarde del día siguiente a la visita de Puck, Santana se presentó en su hogar para convencerla de asistir a la fiesta que el chico del mohicano realizaría esa noche. Ella se negó, pero la latina siempre sabía qué tecla tocar, así que Quinn terminó aceptando ir. Obvió comentarle lo sucedido la noche anterior a su amiga, porque aún no terminaba de aceptarlo. Era un error que pretendía esconder toda su vida, si fuese necesario.

Esa noche, 60 días atrás, cometió su segundo gran error. Todo, nuevamente, influenciado por el alcohol.

¿Cómo? Bueno, Quinn se prometió guardar las apariencias en la fiesta. Decidió que ignoraría a Puck, que actuaría como si nada hubiese sucedido la noche anterior y que se comportaría como la perfecta dama que su madre le había inculcado ser. El problema, el único fallo de su plan fue la presencia de Rachel Berry en la fiesta.

La judía no asistía a fiestas, principalmente porque no era invitada, pero esa noche fue diferente. Puck había decidido invitar a todo el Glee Club y Rachel, quien nunca declinaba una invitación a un evento social, asistió.

Si la sola presencia de Berry ya era un problema para Quinn, verla junto con Finn coqueteando fue el motivo perfecto para comenzar a beber.

Lo que todos desconocían hasta ese momento es el tipo de borracha que era Quinn -ella misma lo ignoraba por completo-, pero bastó que Finn se acercara peligrosamente a Rachel, para que la "Quinn agresiva" (su álter ego) hiciese acto de presencia. Lo primero fue el vaso que tenía en su mano, que acabó roto contra el suelo. Lo segundo fue el chico que intentó acercarse a ella, que todavía debe estar preguntándose el porqué del golpe que recibió de parte de la porrista. La tercera afectada fue Rachel, que recibió mil insultos cuando se acercó a ver si la rubia estaba bien.

Cuando la morena estaba por alejarse de Quinn, vio que la porrista apenas podía mantenerse en pie y decidió ayudarla.

-Vamos Quinn, acompáñame hasta el cuarto de la mamá de Noah, necesitas recostarte.

La rubia la miró sin entender. Odiaba esas actitudes de la cantante. Ella podía tratarla de la peor manera, pero Rachel siempre estaba ahí para ofrecerle una mano.

-Estoy bien, déjame tranquila, manhands.

Quinn intentó alejarse de manera altanera, pero falló, pues se enredó con sus propios pies. Rachel evitó que la porrista terminara en el suelo, agarrándola con una fuerza que sorprendió a Quinn.

-No lo estás, vamos – la voz de la morena no dejó lugar a dudas y rodeando a Quinn por la cintura la llevó escaleras arriba.

La seguridad que le transmitía el agarre de Rachel era algo desconocido y la inquietó. Berry siempre provocaba sensaciones desconocidas en Quinn. Sensaciones que la aterraban y por eso hacía lo posible por alejar a la cantante.

-Ya llegamos, ahora entra y recuéstate – Rachel interrumpía los pensamientos de la rubia mientras abría la puerta para dejar que Quinn pasara.

-No me trates como una niña, Berry – Quinn protestó tras escuchar que la puerta se cerraba.

-¡Entonces no te comportes como tal!

La porrista se giró tras escuchar las palabras de la morena.

¿Quién se creía que era Berry para hablarle así?

Y mientras se acercaba peligrosamente a Rachel para encararla, la observó y un calor recorrió su cuerpo.

-¡A mí no me hablas así! – Quinn estaba a centímetros de Rachel. Tanto así que la morena podía sentir el alcohol en el aliento de Quinn inundar sus fosas nasales.

Quinn no sabe quién dio el paso final que las acercó por completo. Ignora también si fue ella quien inició todo o fue Rachel. El punto es que cuando sus labios hicieron contacto algo indescriptible sucedió. No hubo rodillas que temblaran, ni fuegos artificiales, ni nada de eso que relatan los libros románticos, sino todo lo contrario. Se sintió en paz, relajada, plena, completa. Una sensación de aquellas que te producen adicción por lo placentera son. La rubia ignoraba que un beso podía producirte todo eso. Jamás en su vida se sintió tan bien consigo misma, tan en paz como en ese momento. Fue tomo si todo por fin encajaba, como si todo tuviese sentido. Pensó que así es como las almas gemelas deberían sentirse, conectar. Tan pronto como ese pensamiento se posó en su mente, lo descartó. Se dedicó a disfrutar del beso. Del choque de los labios de Rachel contra los suyos. De la lucha por dominar. De la guerra entre sus lenguas. De los sonidos, del silencio. Intentó capturar todas las sensaciones y las emociones que aquel beso le producía, porque su inconsciente le decía que no era algo que podía volver a repetirse.

La falta de aire, el destino, la vida, o algo, las obligó a separarse. De pronto, Quinn fue realmente consciente de todo. En cosa de segundos recordó quién estaba frente a ella y lo que había hecho.

No, eso no podía pasarle.

No podía sentir lo que había sentido.

Y los años de apariencias y máscaras se hicieron presentes tan rápido que fue imposible para Rachel comprender lo que sucedía por la mente de Quinn.

-La próxima vez serán mis puños sobre tu cara, manhands – amenazó la rubia, restándole importancia a lo sucedido. Como si besar a una chica fuese una forma de intimidación normal.

Aprovechando la aparente parálisis de Rachel y su nuevo estado casi asunte de alcohol, salió de la habitación. No se detuvo ante nadie, ni siquiera ante los llamados de Britt. Necesitaba alejarse de allí, de Rachel y de esas sensaciones desconocidas.

Rachel, por su parte, quedó en shock y sólo fue notó la huida de Quinn una vez que la puerta se cerró tras ella.

¿Qué había pasado? ¿Por qué Quinn la había besado así? ¿Por qué ella respondió de esa manera?

Jamás había besado a nadie así. Lo que había sentido con Quinn no se parecía nada a lo que sentía junto a Finn. Pero, ¿qué era? No lo sabía. Recordó las palabras de la rubia y decidió que lo mejor era olvidar lo ocurrido. Probablemente, Quinn se burlaría de ella si intentaba acercarse a conversar lo sucedido. Ella necesitaba respuestas, pero sabía que no las conseguiría de Quinn. Probablemente la rubia negaría lo sucedido; y como la porrista estaba en la cima de la pirámide y ella estaba al final, sólo se ganaría un aumento en su dosis de slushies diarios.

Ya en su casa, Quinn no podía sacar de su mente lo sucedido. ¿Cómo fue que sucedió todo aquello? No entendía. Tenía claro que en menos de 24 horas había cometido los dos errores más grandes de su vida, porque besar a Rachel Berry lo había cambiado todo. Porque ese beso traía consigo muchas preguntas que no quería responder. Esa noche se acostó sin dejar de pensar en su bendito error número dos.

Volviendo al presente, con el error número tres en sus manos, Quinn pensó en sus opciones. O en la ausencia de ellas. No tenía la esperanza de ser apoyada por sus padres. "La apariencia lo es todo en nuestro mundo, Quinn. Un error puede destruir todo por lo que has luchado en cosa de segundos" era una frase recurrente utilizada por su padre desde que ella era pequeña. Su madre simplemente obedecía las decisiones que Russel tomaba. Probablemente la echarían de su casa cuando se negase a abortar, porque sus padres eran cristianos, pero su fe no era mayor a su necesidad de demostrar perfección y superioridad ante el resto.

¿Dónde iría?

Su vida se estaba derrumbando rápidamente frente a ella, como si de ficha de dominó se tratase. Sentía que no podía mantenerse en pie y esta vez, Rachel no estaba para sostenerla.