Todos los personajes le pertenecen a Hidekaz Himaruya.
—Está enamorado de mí —dijo el paciente—. Sé que Francis Bonnefoy está enamorado de mí.
Hubo una pausa, luego se apresuró a aclarar:
—No me lo dijo, por supuesto. ¡Eso sería el colmo del descaro! La cosa es que lo sé, puedo darme cuenta. Usted sabe, él cruza todo el edificio para ir detrás de mí. Bien, a veces nos encontramos en la cafetería, pero yo no voy a creerme el viejo cuento de que fue una casualidad. Incluso coquetea con otros frente a mí. ¡Como si quisiera ponerme celoso o algo!
»Verá, de seguro ya se lo he contado, pero ayuda a darle una ubicación espacial al relato. Si voy a pasar mi tiempo contándole esto, mejor hacerlo bien. Como iba a decirle, el complejo está formado por dos edificios, uno más grande que el otro. Usted sabe que yo estoy en el mayor y Bonnefoy en el otro, el punto es que estos edificios están separados por un par de metros, hasta hay caminos que comunican uno con el otro. De igual manera, existe más de una cafetería. No tan extrañamente, Bonnefoy se cruza a la cafetería de mi edificio. ¿Qué necesidad tiene de aquello? Lo acepto, puede que las comidas no sean las mismas, pero él sabe que yo siempre voy ahí.
»Lo insulto, intento ahuyentarlo, pero parece no comprender. Si al menos me lo dijera en la cara, que está enamorado de mí, yo sería más gentil a la hora de rechazarlo. Pero el tipo es un imbécil. Yo ni siquiera soy gay. Me insulta, claro que lo hace. Y al instante pasa a seducirme, a intentar seducirme, siempre indecente. A veces se las ingenia para hacer las dos al mismo tiempo. ¿Cuál es su problema? En serio no lo soporto. Lo peor es que finge que nada ocurre..., como si todo fuera algo natural.
Hubo otra pausa, el paciente permaneció meditando durante unos cortos segundos.
—Él trabaja en la revista de la editorial, ¿sabe? —volvió a hablar—. Es la parte mediocre de la empresa, es decir, comparado con el periódico —dijo, orgulloso de sí mismo por pertenecer a éste último—. No me creo que se la haya pasado estudiando para terminar en la revista. ¡Un buen día le pedirán que escriba el horóscopo! —rió—. En fin, no quiero perder mi sesión hablando de ese idiota.
