CAPÍTULO 1: PRESENTACIÓN

(Natsuki)

-¡Natsuki! Date prisa: el capitán no tiene todo el día.

-S-sí… ¡voy!

Eché a correr hasta que alcancé a Izuru. Sí, ¡el subcapitán de la 3ª división! Era mi primer día en el Seiretei: ni siquiera conocía a mi capitán. Bueno, eso no es cierto del todo, puesto que durante mi estancia en la academia de shinigamis nos habían hablado de los 13 capitanes. Sinceramente, no me hacía demasiada ilusión conocer al capitán Ichimaru. Éste tenía fama de ser bastante desagradable…

En cuanto a Izuru, es un conocido de mis padres y, por ese motivo, se ofreció a acompañarme hasta el cuartel de la 3ª división en cuanto aceptaran mi acceso al seiretei.

Notó mi tensión y trató de tranquilizarme.

-Tranquila, Natsuki: el capitán no muerde – me dedicó una cálida sonrisa que me reconfortó.

-Eso espero... – murmuré.

Caminé a paso ligero junto a Izuru, poniéndome nerviosa por momentos. Me temblaba todo el cuerpo y no podía remediarlo. Sinceramente, me asustaba el capitán Ichimaru.

Tras diez eternos minutos, llegamos al cuartel. Me quedé paralizada delante de la puerta. Izuru me dio unos toquecitos en el hombro para hacerme reaccionar, hizo un gesto para indicarme que debía entrar y me dio ánimos. Me armé de valor y entré.

-Soy Natsuki Mizuhime – dije con voz alta y clara.

Me arrodillé, esperando una respuesta que no llegó. Alcé la vista y me encontré con la inquietante mirada del capitán Ichimaru. En la penumbra, tenía un aspecto aterrador. Tragué saliva y me quedé inmóvil.

-No entiendo por qué todos los nuevos me miran con miedo: no me he comido nunca a un subordinado – su tono despreocupado hizo que me relajara. – No te preocupes, te trataremos bien – añadió con una siniestra sonrisa.

- Gracias por sus palabras, capitán – sonreí con timidez.

El capitán Ichimaru se puso en pie, se acercó hasta mi posición y me tendió la mano.

-¿Piensas pasarte todo el día tirada en el suelo?

-No, señor.

Tomé su mano y me puse en pie. Me acompañó hasta la salida y me detuvo un instante.

-Estos sinvergüenzas no dudarán en aprovecharse de ti. – dijo refiriéndose a los shinigamis en general. - Ve con cuidado.

Asentí y me alejé.

Caminé en dirección al que sería mi nuevo hogar, pensando en lo que había pasado. No había sido tan horrible al fin y al cabo: el capitán Ichimaru no parecía tan mala persona como me habían dicho. De hecho, me pareció incluso amable. No esperaba que fuera tan caballeroso como para ayudarme a ponerme en pie…

Me sorprendí al darme cuenta de que me había sonrojado.

-¡Natsuki! ¿Cómo ha ido? – dijo alguien a mi espalda, haciéndome volver a la realidad.

Me giré y vi a Izuru, algo tenso.

-Bien… el capitán Ichimaru parece buena persona… - volví a sonrojarme levemente al pensar en él.

Izuru suspiró, aparentemente aliviado.

-Esto no pinta mal del todo.

-¿A qué te refieres? – dije extrañada.

-El capitán Ichimaru suele ser bastante desagradable con los nuevos. ¿Te ha dicho algo?

-Nada especial. Se ha limitado a decirme que tenga cuidado con los demás shinigamis.

-No es muy normal en él… Bueno– me revolvió el pelo con la mano y me sonrió, - quizá le has caído bien.

-Ojalá…

Izuru me acompañó hasta mi nueva casa y allí se despidió de mí. Tomé aire y abrí la puerta. La casa era mucho mejor de lo que esperaba: era pequeña, pero aún así, acogedora.

Me dejé caer sobre la cama y empecé a pensar en cómo sería mi vida a partir de ese momento. Sin quererlo, acabé durmiéndome.

Desperté unas horas más tarde. Había anochecido y yo estaba desvelada. Pensé que un paseo nocturno me iría bien y salí.

El Seiretei visto a la luz de la luna era hermoso: mucho más que bañado por los rayos del sol. Caminé durante un rato admirando todo lo que veía hasta que, de repente, noté la presencia de alguien a mi espalda.

Me giré enseguida y me topé con un desconocido. Era mucho más alto que yo: sus más de dos metros superaban con creces mi metro cincuenta y cinco. No podía ver con claridad su rostro, pero la luz de la luna dejaba intuir una expresión dura y despiadada. Su sonrisa maligna me advirtió: traté de huir usando el shunpo, pero él ya me tenía cogida del brazo.

Me arrinconó contra una pared cogiéndome de ambas muñecas con una sola mano mientras adentraba su otra mano entre mi ropa y me tocaba los pechos.

-Aún eres una cría, pero esto puede ser divertido – su sonrisa se asemejaba a una mueca y sus ojos brillaban con un ligero fulgor pese a la oscuridad que reinaba.

Traté de librarme de él, pero fue en vano: era mucho más fuerte que yo. Mi única opción era gritar con todas mis fuerzas y rezar para que alguien me oyera. En ese momento me percaté de que me encontraba en un callejón alejado de las calles principales. Aunque gritara, nadie me oiría.

Aún así, quería intentarlo. Me preparé para gritar, pero me vio las intenciones y me tapó la boca con la mano.

Las lágrimas empezaron a asomarse por mis ojos al comprender que no podía hacer nada contra él. Cerré los ojos y dejé de oponer resistencia.

En ese instante, noté como aflojaba la presión que el shinigami desconocido ejercía sobre mí. Abrí los ojos y vi como la brillante hoja de una zampakuto cubierta de sangre salía del pecho del acosador, quedando a escasos centímetros de mí.

-Te dije que fueras precavida – oí una voz delante de mí.

El cuerpo del shinigami cayó al suelo con un ruido sordo cuando la zampakuto se encogió hasta tener el aspecto de un puñal y pude distinguir al capitán Ichimaru mirándome entre la penumbra.

Me sentí a salvo y caí desmayada junto al cuerpo del otro shinigami, sobre el charco de sangre que éste había dejado.