Bella es una partera en el Hospital de Forks. Ella se encuentra con el nuevo obstetra Edward Cullen y la atracción es poderosa e instantánea. La vida en una sala de maternidad está llena de altibajos. AH/AU-Bella x Edward. Clasificación M por futuros capítulos.
Disclaimer: None of this belong to to the beautiful Cecilia, for letting me translate it. Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a Cecilia1204, solo me adjudico la traducción.
Este Capítulo esta dedicado a Liza de Cullen te quiero corazón.
Capítulo 1
—Buenos días, Bella.
—Hola, Jen. ¿Cómo te va? ¿Noche movida? —preguntó Bella, guardando su abrigo y cartera en su casillero.
—No, estuvo bastante tranquila en realidad —respondió Jenny, poniendo los pies en alto mientras se preparaba para dar a Bella su devolución—. No hubo ninguna admisión durante la noche, así que todo lo que tuve que hacer realmente fue ayudar a algunas madres con sus problemas de lactancia. También cargué un par de bebés de manera que las mamás pudieran dormir un poco. Me encanta hacer eso —sonrió Jenny.
Bella sonrió.
—Sí, esa es mi parte favorita. Cargar a los bebés.
—En fin, como te dije, no hay mucho que hacer. En cierto modo, aunque, siempre me siento más cansada después de una noche tranquila en la sala que en las noches que estamos frenéticos. ¿No es raro? —preguntó Jenny, ahogando un bostezo que amenazaba con estallar.
—Realmente no —contestó Bella—. Me pasa lo mismo cuando estoy en las noches. Debe ser la adrenalina de las noches ocupadas lo que te mantiene completamente despierta. Cuando está tranquilo, todo lo que deseas es acurrucarte en un rincón de algún lugar y dormir.
—No te equivocas —bostezó Jenny, incapaz de luchar lo inevitable por mas tiempo—. ¡Cielos! Creo que estoy lista para dormir.
—¿Por qué no te vas ahora? —sugirió Bella—. Si está tan tranquilo como tú dices, puedo hacer lo que hay que hacer. No me importa.
—¿Estás segura?
—Sí. Vete a casa —insistió Bella—. Sólo tendríamos que revisar todo lo que tú sientas que necesito saber y luego puedes irte.
Necesitando dormir demasiado para discutir, Jenny revisó los expedientes con Bella, poniéndola al corriente de cualquier problema que había surgido durante la noche.
—¿Tenemos algún ingreso esperado para hoy? ¿Alguna cesárea programada? —preguntó Bella, tomando nota para revisar la lista de cirugías para el día de hoy.
—Hoy no, pero hay un par de mamás que pueden dar a luz en cualquier momento por lo que puedes tener un ingreso. ¿Sabes como es por aquí? Puede ir de la tranquilidad al alboroto en pocos minutos —se rió Jenny, levantándose para agarrar sus cosas.
—Cierto —asintió Bella, preparándose para hacer sus rondas de las mañanas. Estaba a punto de salir de la sala de personal cuando la llamó Jenny.
—Oh, se me olvidó mencionar antes pero el nuevo obstetra está empezando hoy —le informó Jenny.
—¿Hoy? ¿Pensé que comenzaba la próxima semana? —dijo Bella con cierta sorpresa.
—Me dijo anoche el Dr. Cullen. Un cambio de planes al parecer. De todos modos, es mejor para nosotros si él comienza antes, necesitamos sus servicios —dijo Jenny.
—Cierto —aceptó Bella, conociendo las dificultades que la junta del hospital había experimentado tratando de conseguir otro obstetra calificado en el hospital de Forks—. Podría ver si el Dr. Cullen está todavía aquí y ver si él sabe algo acerca del nuevo médico. Me gustaría estar preparada.
Diciéndole adiós a Jenny, Bella dejó la sala del personal y se dirigió a la pequeña estación de enfermeras en la unidad de maternidad. Saludando a las enfermeras ya allí, Bella agarró los expedientes de los pacientes y preparada para dar la vuelta al pabellón para controlar a las nuevas madres y sus bebés.
Bella amaba ser una partera. Le gustaba ayudar a las madres a dar a luz de forma segura, y tomó un orgullo especial en todos los bebés que había entregado. La magia de ver a un pequeño e indefenso ser humano llegar al mundo nunca dejó de infundirle una sensación de asombro. También tenía la más profunda admiración por las madres quienes trabajaron a veces por horas o incluso días, para traer a sus retoños al mundo. Bella siempre se conmovía cuando una madre sostenía a la criatura que había llevado por nueve meses dentro de su cuerpo por primera vez. Ella esperaba que algún día, esa sea ella. No es que fuera probable pronto. Ella ni siquiera tenía novio. No es que ella estuviera buscando.
Había decidido estudiar enfermería durante su último año de secundaria, pero no fue hasta que ella estaba en su primer año de universidad que se dio cuenta de que la obstetricia era para ella. Una tarde, después de regresar de clases había oído un fuerte gemido procedente del apartamento al otro lado del rellano de las escaleras. Bella sabía que la mujer estaba en un avanzado estado de gestación y corrió para ver cómo estaba. Por suerte la puerta había sido desbloqueada y Bella entró corriendo y vio a la mujer en dificultades en el suelo en un charco de líquido amniótico, agarrando su estómago.
—¡Ya viene mi bebé! —Se quejó la mujer, su rostro llenó de pánico por su bebé aún no nacido.
Ocultando el pánico que sentía, Bella llamó a los paramédicos y recurrió a su escaso conocimiento en un intento de ayudarla. La mujer se había quitado su ropa interior y Bella podía ver la cabeza del bebé coronando. Señor, no había mucho tiempo. Corriendo hacia el armario, Bella agarró las toallas que ella pudo encontrar y llamó a los paramédicos de nuevo. Ella sabía que este bebé no iba a esperar a llegar al hospital para nacer.
Con la ayuda de la persona en el teléfono, Bella ayudó a asistir el parto del bebé. En el momento en que sostenía a la niña, Bella supo que había encontrado su vocación. No creía que cualquier otra rama de la enfermería podía darle tanta satisfacción. Los paramédicos habían llegado poco después para ver a la madre acunando a su bebé recién nacida. Dándole un rápido chequeo, los paramédicos habían alabado las acciones de Bella, declarando que la madre y la bebé no se veían nada mal para su calvario. Tan agradecida estaba la mujer, que había llamado a su bebé Bella por la joven que la había ayudado.
Después de su formación de enfermera inicial, había entrenado como partera, regresando a su cuidad natal Forks para trabajar en el hospital local. Bella quería trabajar en algún lugar en el que pudiera sentirse parte de la comunidad, y ¿dónde mejor que en casa? Había estado aquí por tres años y aún así disfrutaba venir a trabajar. No había dos días que sean iguales.
Parte de su trabajo como una enfermera especializada en obstetricia era el seguimiento de las madres y los bebés. Asegurándose de que las madres estuvieran todas recuperándose satisfactoriamente del rigor del parto, que los bebés se alimentaran adecuadamente y ayudando a las primerizas con la a veces enorme tarea en el cuidado de los bebés. Su parte favorita era enseñarles a las mamás cómo bañar a sus bebés. Ella sabía que podía ser una tarea aterradora mientras los bebés están notoriamente resbaladizos cuando estaban mojados.
Al entrar en la primera habitación, estaba contenta de ver que los ocupantes ya estaban despiertos.
—Buenos días, Sra. Wolfe —saludó gratamente—. ¿Cómo están usted y el pequeño Paul hoy? —A medida que hablaba, tomó suavemente al bebé de los brazos de su madre y lo puso en la cuna—. Ahí tienes, hombrecito. Yo sólo voy a revisar a tu mamá, en primer lugar, porque ella es la que ha estado haciendo todo el trabajo por aquí, luego voy a echarte un vistazo —Canturrió Bella al pequeño bebé, que parecía bastante contento de ser dejado solo.
Volviendo de nuevo a su madre, Bella procedió a examinarla.
—¿Y cómo te estás sintiendo hoy? —preguntó Bella mientras palpaba su estómago, asegurándose de que el útero se contraía como debía.
—Cansada —suspiró la Sra. Wolfe, una mujer Quileute de casi treinta años—. Paul parece que quiso ir de fiesta toda la noche y luego decidió dormir todo el día.
Bella sacudió la cabeza con simpatía.
—Por desgracia a los bebés les gusta mantener sus propios horarios, los cuales no suelen corresponder a los nuestros.
—Eso es seguro —acordó la Sra. Wolfe.
—¿Estás alimentándote bien? Este es tu primer bebé, por lo que es vital que tú recibas toda la ayuda que necesitas y no debes tener miedo de hacer preguntas —enfatizó Bella—. ¿Para eso estamos aquí, está bien? ¿Cómo están tus pezones? ¿Doloridos?
Mamás primerizas, y muchas segundas y terceras veces mamás, a menudo luchan con frecuencia con el amamantamiento. Todos los libros lo hacen parecer como si fuera tan fácil como abrir un grifo, pero si no muestran como acoplarse a sus bebés de la manera adecuada, podrían terminar en todas clases de conflictos, desde estrías, sangrado de los pezones hasta mastitis, una infección de los conductos de la leche. Estos fueron un factor importante en las mujeres que renunciaron al amamantamiento. Las nuevas mamás necesitan todo el apoyo y el estimulo que puedan tener para ayudarlas a superar los primeros obstáculos y amamantar con éxito. Bella también estaba convencida de que no hay madre que decida que ella no se siente capaz de hacer la lactancia materna se deba sentir como un fracaso. Ella creía firmemente que siempre y cuando la madre y el niño fueran felices y sanos y unidos, entonces eso era lo importante.
—Sí, un poco —confirmó la Sra. Wolfe—. Él parece agarrarse bien pero siguen inflamados.
—¿Te importa si le echo un vistazo? —preguntó Bella. Asistiendo con su consentimiento, Sra. Wolfe procedió a abrir su chaqueta y desabrochó el gancho de su sostén de maternidad. Bella examinó los pezones y estaba convencida de que estaban mostrando sólo la cantidad normal de sensibilidad que siente una mujer que sólo había dado a luz hace dos días—. Se ven bien, . Estarán adoloridos al principio, porque no están acostumbrados. Tienen que endurecerse, por así decirlo, pero estoy bastante segura de que estará bien en unos días. Una vez que baje la leche, el pequeño Paul no tiene que succionar tan duro y deberías estar menos adolorida.
—¿Cuándo debería bajar mi leche? —preguntó la , escuchando con atención.
—Por lo general, alrededor del tercer día después del nacimiento —respondió Bella—. ¿Es probable que encuentres que tus senos están cada vez más llenos y dolorosos al tacto?
La Sra. Wolfe asintió.
—Sí, me duelen un poco justo en este momento. Me estoy empezando a sentir como una vaca lechera.
Bella se rió.
—Eso es normal. Sólo asegúrate de tener tus almohadillas de lactancia a mano porque se necesitan varias semanas para lograr la rutina en que no haya fugas de leche en todas partes.
—¡Uf! No mencionan nada de esto en los libros, ¿no? —dijo la Sra. Wolfe con arrepentimiento.
—No generalmente —se rió Bella—. Te daré el número del grupo local de apoyo a la lactancia cuando recibas el alta del hospital. Puedes llamarlos en cualquier momento para obtener ayuda y asesoramiento.
—Gracias, Enfermera Swan, lo aprecio.
—Por favor, llámame Bella. Enfermera Swan me recuerda a la tirana jefe de enfermeras de las películas antiguas —animó Bella. Ambas mujeres rieron mientras la atención de Bella se trasladó al bebé.
—Ok, pequeño. Tiempo de revisarte —dijo Bella suavemente, desenvolviendo al bebé. Ella tomó primero la temperatura, registrándola en su registro antes de moverse para quitar el pañal. El pequeño Paul se indignó por tener su sueño perturbado y no se anduvo con rodeos.
—Bueno, es tu culpa por estar de fiesta toda la noche —se rió su madre, ayudando a Bella a desvestirlo.
Bella estuvo de acuerdo.
—Sí, tu mamá tiene razón, sabes. —Ella procedió a verificar sus caderas por algún chasquido, queriendo asegurarse de que los huesos de la cadera no estaban estallando fuera de sus órbitas. Paul se puso cada vez más molesto, ahora gritando a todo pulmón en protesta.
—¡Esta bien, esta bien! Terminé, cielo. Aquí, mamá, puedes vestirlo mientras escribo sus notas. —Una vez vestido, Paul inmediatamente volvió a dormirse.
—Pues bien, él no pudo haber estado demasiado molesto, ¿puede él? —reflexionó su madre, meciéndolo en sus brazos.
—Los bebés son por lo general más ruido que sustancia —bromeó Bella—. Bueno, lo está haciendo muy bien. Todo es como debe ser. Ha perdido un poco de peso, pero eso es normal para los recién nacidos. Él lo recuperará cuando tu leche baje. ¿Cuándo estás planeando ir a casa?
—¿Esperaba que quizás mañana? —respondió la Sra. Wolfe con indecisión.
—Está bien si te sientes capaz —respondió Bella—. Tengo que enseñarte como bañar a Paul antes de que te vayas, pero el doctor tendrá la última palabra de si te da el alta.
La señora Wolfe asintió con la cabeza, con los ojos cansados, pero adorando a su hijo.
—Nos vemos más tarde entonces. Trata de descansar un poco —le aconsejó Bella, saliendo de la habitación antes de completar sus notas, haciendo una nota para incluir a la señora Wolfe en la rondas de altas de mañana.
El hospital general de Forks no era grande en comparación con algunos de los hospitales en las grandes cuidades, pero era lo suficientemente grande para dar cabida a las necesidades de la Península Olímpica. Sólo había diez mujeres actualmente en maternidad, así que Bella no tardó mucho en verlas a todas. Para cuando todas las notas fueron escritas, era media mañana.
El nuevo doctor todavía no había aparecido por lo que decidió ir a buscar al doctor Cullen. Estaba por lo general en el servicio de urgencias, aunque como uno de los principales médicos en el hospital, daba vueltas para controlar cómo iban las cosas en el resto del hospital.
Bella conocía a Carlisle Cullen muy bien. Carlisle se había trasladado a Forks hace dos años con su esposa Esme y había asumido el cargo de Jefe de Emergencias. En su edad madura, él todavía era lo suficiente atractivo como para llamar la atención cuando entraba en las habitaciones. Bella había visto a muchas pacientes de sexo femenino, algunas en extremo dolor, inconcientemente tranquilas con su pelo suelto intentar sentarse más derechas cuando el doctor Cullen entraba. Nunca dejaba de divertirla.
Y a pesar de parecer una estrella de cine, Carlisle Cullen era un médico fabuloso. Era muy dedicado, con conocimientos y experiencia, pero su mejor cualidad era su manera de tratar a los pacientes. Era capaz de hacer que cada paciente se sienta especial, como si su estado de salud fuera lo más importante en el mundo. Lo cual para Carlisle Cullen lo era. Todos, pacientes y personal, lo amaban.
Su esposa Esme también era altamente valorada. Ella se había comprometido con comités locales y era una activa recaudadora de fondos para el hospital. Esme estaba siempre impecablemente vestida, pero emanaba un calor tal que se sentía como la madre de todos. A menudo aparecía en el hospital y traía sorpresas que ella había horneado para el personal. Uno tenía que ser rápido para conseguir algo. La cocina de Esme por lo general desaparecía como por arte de magia.
Carlisle también estaba involucrado en contratación, así que Bella sabía que él iba a tener información sobre el nuevo médico. Ninguna de las parteras en la maternidad sabía algo sobre la nueva contratación más que se suponía que llegaría la próxima semana. Bella tenía la intención de obtener esta información de modo que pudiera ser recibido correctamente cuando él llegara, pero el cambio de planes significaba que necesitaba la información ahora. Sería bien tonto si el nuevo médico se presentara y que fuera confundido por uno de los padres.
Al entrar al área de espera de la sala de emergencias, vio a Carlisle acompañando a otro paciente en el área de tratamientos. Maldita sea, tendría que esperar para hablar con él como ella no quería distraer la atención de Carlisle a menos que fuera una emergencia. Y difícilmente podría llamar a esto una emergencia.
Ya era hora de un descanso de todos modos, Bella decidió ir a la cafetería y obtener un café con leche y esperar a que Carlisle estuviera desocupado cuando ella regresara.
Girando abruptamente, chocó con un cuerpo duro, su rostro se apoyó contra un pecho musculoso. Demasiada aturdida por la colisión por un momento, Bella no se movió. En ese caso, su cerebro logró procesar el hecho que el cuerpo era alto y masculino, su nariz registró que olía divino. Ella respiró profundamente inconscientemente.
Un par de manos la agarró por los hombros y dio un paso hacia atrás, trayendo a Bella de vuelta a la realidad. Soltando sus manos, Bella habló:
—Cuanto lo siento. Debería haber mirado por dónde iba —se disculpó, mirando hacia arriba al rostro del extraño.
Oh mi Dios, Bella tomó aire mientras miraba el rostro del hombre. Era absolutamente guapísimo.
—No, es mi culpa —respondió con una sonrisa y el cerebro de Bella se convirtió en papilla.
—Ah... no... Hice un giro de 180 grados —insistió.
Él sonrió, sus ojos verdes aceptando su aparición.
—Qué hay de que los dos somos culpables y lo denominamos un empate, ¿está bien?
Bella sólo pudo asentir. Con otra sonrisa, el desconocido pasó junto a ella y se fue, dejándola de pie allí con una mirada aturdida en su rostro.
¡Contrólate! Bella sacudió la cabeza para despejar su mente. Se dio la vuelta para ver dónde estaba pero ella no podía verlo. Él era probablemente uno de los pacientes, esposo o pareja de alguien. Bella no recordaba haberlo visto por el pueblo, pero él podía estar solo de paso o en el área por negocios.
Empujando al desconocido de su mente, Bella se dirigió a la cafetería, agarrando un bagel y un café y se sentó en una mesa con algunas otras enfermeras que conocía. Charlaron un rato, poniendo al corriente a Bella de cualquier chisme que se perdió en el hospital. Bella solo escuchaba. Ella se negaba a difundir cualquier chisme, a pesar de que por lo general era moneda corriente en el ambiente de un hospital.
—¿Oye, Bella? ¿Conoces al nuevo obstetra? —preguntó Sally, del puesto de enfermeras.
Bella sacudió la cabeza.
—No, aún no. Iba a ver a Carlisle y obtener alguna información. Se supone que debe comenzar hoy, pero son que las 11:30, y no he visto ninguna señal de él.
—Espero que este sea bueno —comentó otra de las enfermeras.
—Yo también —acordó Bella. El médico anterior tuvo que retirarse luego de un número de errores que había hecho, desastres por un escaso margen evitado por el rápido pensamiento de las parteras de guardia. Cuando una madre casi se había desangrado a muerte, las autoridades del hospital intervinieron y le dieron al médico la opción de retirarse o enfrentarse a una acción disciplinaria.
Había elegido la jubilación y había salido a la luz que tenía los primeros signos de Alzheimer. Desde entonces, hace poco más de seis meses, habían tenido que conformarse con suplentes, no una situación ideal. Las futuras madres tendían a encontrarlo desconcertante ver a un nuevo médico cada vez que llegaban para un nuevo chequeo.
Cuando Carlisle les había informado que habían encontrado un médico sustituto, todo el personal había estado aliviado, sobre todo el Dr. Haas, el otro obstetra en el personal, que había tenido que soportar la carga adicional de ser el único médico. A pesar de que las parteras hicieron gran parte del trabajo, era necesario un médico de guardia para casos de emergencias, para llevar a cabo cesáreas programadas, así como hacer prenatales y consultorios pospartos.
Carlisle, poco característico de él, no les había dado ninguna información sobre el nuevo médico, sólo cuando se suponía que debía llegar. Y eso había cambiado también.
Terminando su café, Bella dijo adiós a todos y se dirigió de nuevo a al servicio de urgencias. Llevaba su localizador así el pabellón podía ponerse en contacto con ella si era necesario.
Al entrar en la sala de espera de nuevo, Bella no podía dejar de mirar a su alrededor para ver si el hombre estaba allí. Sintiéndose tonta por la pequeña decepción que sentía, Bella se dirigió a la puerta de la sala de tratamientos, asomando la cabeza para ver si Carlisle estaba desocupado.
Él estaba ayudando a una mujer de mediana edad fuera de la cama, dándole algunas instrucciones sobre su medicación y levantó la vista, sonriendo cuando vio a Bella.
—Hola, Bella. ¿Podrías esperar un momento mientras que veo a la señora Rogers? —preguntó.
—Claro. Estaba buscándote de todos modos —respondió Bella. Se puso de pie a un lado, fuera del camino de alguien en esta habitación ocupada, esperando a que Carlisle regresara.
—Gracias, Bella —sonrió Carlisle cuando regresaba. Bella le devolvió la sonrisa, entendiendo muy bien por qué Carlisle giró la cabeza—. Vamos a mi oficina.
—Por supuesto. Quería preguntarte sobre el nuevo médico —dijo Bella, caminando junto a él por el pasillo.
—Ya me lo imaginaba. Lo siento, no te di ninguna información sobre él antes, pero no estábamos seguros hasta hace unos días si él iba a venir aquí en absoluto —le informó, mostrándole su oficina.
Bella se sentó, mirándolo con curiosidad.
—¿Qué quieres decir? ¿Yo pensaba que era definitivo cuando nos hablaste de él?
—Él no estaba seguro si su hospital anterior lo liberaría de su contrato. Hubo algunos… problemas.
Bella se preguntaba cuales podrían ser pero se abstuvo de preguntar. No eran asunto suyo.
—Así que, ¿cuál es su nombre y cuándo va a llegar? —preguntó
Justo cuando Carlisle estaba por contestar, llamaron a su puerta.
—Ahora, ese debe ser él —dijo Carlisle y pidió en voz alta que la persona pase.
Bella se dio vuelta para ver quién era el recién llegado y jadeó de modo inaudible cuando se encontró con la mirada de los ojos verdes del desconocido que había chocado con ella antes. Entrenando su rostro en una expresión neutra, esperó a Carlisle para hacer las presentaciones.
Carlisle se había levantado y saludado al desconocido con un entusiasmo que tenía a Bella desconcertada. Este no era un desconocido para Carlisle. Incluso él no era de andar abrazando a los nuevos miembros del personal.
Dándose vuelta hacia Bella, Carlisle finalmente presentó al hombre.
—Bella. Me gustaría presentarte a nuestro nuevo obstetra, el médico Edward Cullen.
¿Cullen? Bella mirando de uno a otro, dándose cuenta que había una semejanza allí. Para empezar ambos eran impresionantes a la vista, Carlisle una versión mas madura por supuesto. Eran similares en estatura y contextura. Sí, estaban definitivamente relacionados.
—Edward es mi hijo.
—Oh —dijo Bella. Por supuesto, debería haberse dado cuenta.
—Edward, ella es Isabella Swan, una de las mejores parteras del hospital de Forks y con alguien que trabajarás mucho.
Edward sonrió mientras estiraba su mano para estrechar la suya a modo de saludo.
—Hola de nuevo. Encantado de conocerte, Isabella. ¿Espero que no haya efectos después de nuestro anterior encuentro?
—Bella —respondió ella de forma automática—. Todo el mundo me llama Bella y no, todo esta bien. —Ella tendió su mano para estrechar su mano.
A medida que sus manos se tocaron, jadeó suavemente mientras sintió el choque de electricidad que parecía pasar a través de su piel. Dejando caer su mano bruscamente, sus ojos marrones abiertos en sorpresa, Bella dio un paso atrás. Involuntariamente, Bella sintió su cara arder con otro sonrojo. Maldita sea, tenía 26 años de edad. ¿Cuándo iba a dejar de sonrojarse como una colegiala?
¿Y qué era ese shock? Se preguntó ella. Debió haber sido la electricidad estática. No había otra explicación. Ella notó distraídamente que Edward había mirado a su mano, como si estuviera buscando algo. ¿Él lo había sentido también?
—Bella, entonces —dijo Edward, sonriendo al notar su intenso color. Se movió hacia delante para tomar asiento junto al suyo.
Bella se sentó y queriendo que su rubor desapareciera.
—Un placer conocerlo finalmente doctor Cullen. No me di cuenta de que el hijo de Carlisle iba a unirse a nosotros.
—Por favor, llámame Edward cuando no hay pacientes alrededor. Será muy confuso si no. Correrás el riesgo de que ambos papá y yo respondamos si tú dices doctor Cullen —se rió entre dientes.
Bella miraba su rostro mientras él sonreía y ella podía sentir su corazón empezar a latir rápido. Realmente era uno de los hombres más guapos que había visto. Su cara parecía que un maestro escultor había esculpido su rostro, todas las líneas y ángulos perfectos. Ojos verdes, enmarcados por las pestañas más largas mirándola, como si asimilara su aspecto también. Su cabello era de un extraño, color pelirrojo. Estaba casualmente, peinado hacia atrás fuera de su cara aunque podía ver un mechón de este dando en la cara, como si hubiera corrido sus manos através de este. Combinado con un labio inferior, Edward parecía que acababa de salir de la cama, después de haber pasado la noche teniendo salvaje sexo apasionado.
Bella se sonrojó de nuevo mientras el pensamiento cruzó su mente. ¿En qué estás pensando? ¿Sexo? ¿Sexo y Edward? ¿Sexo con Edward? Ella podía sentir su cara ardiendo, y sus malditos pensamientos, especialmente cuando lo vio sonreír rápidamente.
La voz de Carlisle penetró en sus pensamientos, arrastrándola de nuevo a donde estaban.
—Así que Bella. Edward necesitará que lo lleves alrededor, presentarlo, y en general explicarle todo. ¿Esta bien?
—Por supuesto. Será un placer —asintió Bella. Ella vio a Edward sonreír de nuevo por el rabillo del ojo. ¿De qué se estaba riendo?
—Bella no sabía que eras mi hijo o de hecho, nada de ti, ni siquiera tu nombre, hasta que entraste aquí, por lo que si se ve sorprendida, es mi culpa —dijo Carlisle excusándose.
—¿Por qué no? —preguntó Edward.
—Porque tú mismo lo has dicho, no era seguro si ibas a venir hasta hace unos días —señaló Carlisle.
Edward asintió y miró a Bella.
—Todavía tenía un año más por cumplir en mi contrato en mi anterior hospital y ellos no estaban interesados en dejarme ir, así fue que estaba en el aire por algún tiempo. Pero ahora estoy aquí y estoy deseando trabajar aquí—. Estoy seguro de que vas hacer un trabajo admirable mostrándome los alrededores. Sonrió mientras hablaba, y Bella encontró a su respiración perder su ritmo.
Hora de ser profesional Bella, se dijo a sí misma.
—Bueno, estamos realmente contentos de que estés aquí… Edward —dijo ella—. Hemos estado necesitando un obstetra permanente durante mucho tiempo por lo que puedes estar seguro que los otros miembros del personal serán los más felices de conocerte—. Yo espero que seas feliz aquí. El hospital de Forks puede ser mucho más pequeño que otros hospitales en los que has trabajado, pero nosotros servimos un propósito vital en la zona y el personal aquí es tan dedicado como cualquiera que conocerás en otro sitio. —La voz de Bella se hizo más fuerte mientras hablaba. Era la verdad. Seguro, tenían sus problemas como en cualquier otro sitio, pero estaba orgullosa de trabajar aquí sin embargo.
Edward se sentó y la miró como si tratara de entender algo con esfuerzo.
—Bueno, si tu discurso tan apasionado es una indicación, va a ser un placer trabajar un lugar donde el personal es tan dedicado a sus pacientes.
—Eso son ellos, Edward —habló Carlisle—. Este hospital sirve a la totalidad de la Península Olimpia y como tal, llegamos a conocer a una gran cantidad de la gente del lugar. Todos aquí, no sólo en el hospital han hecho que tu madre y yo nos sintiéramos muy a gusto desde que llegamos. Estoy seguro de que va a ser lo mismo contigo, Edward.
—Prácticamente eres un nativo, Carlisle —bromeó Bella
—¿Eres una nativa, Bella? —preguntó Edward, inclinándose un poco hacia adelante.
Bella asintió, firmemente diciéndole a sus pulmones como respirar correctamente. ¿Por qué tenía este efecto en mí? No es que no había conocido a otros hombres apuestos. Está bien, es cierto, ella no había conocido ninguno con tan apuesto como este, todavía. Trabajaría estrechamente con Edward Cullen, así que sería mejor que se controlara.
Dándose cuenta de que Edward estaba esperando a que ella hablara, Bella contestó:
—Nací aquí, pero regrese a vivir cuando estaba en la secundaria. Así que sí, soy uno de los nativos.
Edward asintió.
—Vas a tener que ponerme al tanto de la población por aquí, la composición étnica y tal. Me resulta más fácil mi trabajo si se el antecedente de las madres y las familias.
—Desde luego —dijo Bella—. Encontrarás esa información en las notas de los pacientes de todos modos, pero estaré encantada de darte toda la información que necesites.
Carlisle se puso de pie.
—Bueno, me alegra ver que estás en buenas manos, Edward. Bella es joven, pero muy capaz y con experiencia. Tenemos suerte de tenerla aquí. Cualquier hospital sería feliz de tenerla trabajando para ellos —sonrió Carlisle, mirando a Bella con cariño.
Bella se sonrojó de nuevo a sus amables palabras. Ella era muy cariñosa con Carlisle, lo veía como otro padre y su elogio la hizo sentir muy especial.
De pie, se volvió a Edward, la supresión del temblor que quería correr por su espalda mientras lo miraba a él.
—¿Vamos hasta la maternidad? Te voy a presentar al personal de guardia hoy y te mostraré todo el lugar.
—Suena genial —dijo Edward—. Vamos. Se dirigió a la puerta y la abrió para que Bella pasara. Mientras lo pasaba, su mano rozó accidentalmente la suya y de nuevo, sintió un cosquilleó en la mano, donde era el punto de contacto.
Es simplemente estática, se dijo de nuevo. Voy a tener que cambiar estos zapatos si sigue sucediendo. Bella bajó la vista a sus zapatos de trabajo negros, preguntándose si se había puesto el único par que había usado tanto que ella recogía estática mientras caminaba. Era la única explicación lógica de porque su cuerpo reaccionó a su contacto, incluso si sólo era accidental.
—¿Nos vemos más tarde en casa, Edward? —preguntó Carlisle.
—Seguro. No me perdería la cocina de mamá —se rió Edward.
Mientras se dirigían hacia al ascensor, Bella fue sorprendentemente consciente de su presencia caminando junto a ella. ¿Qué fue eso? Era como una fuerza que estaba arrastrándola hacia él, haciéndola muy consciente de cada movimiento, cada sonido que hacía. Se sentía como si sus sentidos se intensificaron y estaban todos enfocados en Edward Cullen.
El silencio se extendió entre ellos y Bella mirándolo a él, solo para encontrarlo mirándola. A medida que sus ojos se encontraron, Bella sintió que su corazón se aceleraba y sentía que se empezaba a ruborizar. Antes de humillarse así misma de nuevo, trató de hacer una pequeña conversación.
—Um... te vas a quedar con tus padres, ¿entonces? —preguntó ella, tratando de no mirarlo demasiado.
—Solo unos días hasta conseguirme un lugar —respondió él—. Sólo llegué a la cuidad ayer, así que voy a tener que planearlo yo mismo.
—Oh. Por qué viniste hoy entonces, cuando no te esperábamos hasta la próxima semana ¿si es así? —preguntó Bella curiosamente.
—Bueno, para ser honesto, no voy a estar haciendo mucho hoy. Estoy con ganas de orientarme con tu ayuda por supuesto —él le sonrió, haciendo que el aliento se anude en su garganta.
Esa sonrisa debería estar fuera de la ley, pensó de manera desconcertada. Ella sólo pudo asentir de acuerdo.
—Papá me contó cuan corto de personal estaban desde que el último OB se fue y sentí que era innecesario sentarme en casa hasta la próxima semana cuando me necesitaban aquí.
—Pero, ¿qué hay de encontrar un lugar para vivir? ¿Cómo vas a manejar eso? ¿Y la mudanza? —preguntó Bella.
—Oh, mamá me va a encontrar un lugar. Y mi hermana Alice va a insistir en decorarlo —se rió.
—¡Oh, es cierto! Eres el hermano de Alice. No sé por qué no entró en mi cabeza antes, —dijo Bella, sintiéndose estúpida por no atar cabos.
—¿Conoces a Alice?
—Oh, sí. Ella es una de mis mejores amigas. Me siento un poco tonta de no conectar a ustedes dos tan pronto como Carlisle te presentó. Ella te ha mencionado un par de veces, pero supongo que no esperaba que el nuevo médico sea el hijo de Carlisle.
—Siento mucho que papá no te dijo más antes de llegar, pero como he dicho antes, las cosas estaban un poco en el aire.
Bella asintió, sin entender. No era asunto suyo de todos modos. Las puertas del ascensor se abrieron y Edward hizo señas a Bella de ir antes que él.
Las puertas se cerraron ya que no había otros pasajeros, Bella era muy consciente del hecho que estaban solos. Se pararon al lado del otro, sin hablar, ambos aparentemente perdido en sus pensamientos.
Después de lo que pareció un tiempo interminable, el ascensor llegó a su piso. Salieron y Bella se giró a mirarlo.
—Bueno, doctor Cullen. Bienvenido a la unidad de maternidad del Hospital de Forks. Espero que se sienta a gusto aquí.
Quiero agradecer a Yanina Barboza Patil y a Emotica GW por ayudarme con la traducción y corrección del capítulo y por la paciencia que tienen al responder mis preguntas las adoro chicas.
