Este fic es una historia que llevo cavilando en mi mente desde hace mucho. Me inspiré en un capítulo de Cold Case llamado "The good death" (creo... no me acuerdo muy bien...) Es muy emotivo, y si alguien lo quiere ver... bueno, ahí dejo el nombre.
Puede que este fic inspire un poco de controversia y si no estan de acuerdo, pues, llegado el momento, no lo lean hehe. No creo que haya mucho lemon, algunas escenas, sí, pero me centro mucho más en el drama y la tragedia. Otro día traeré uno cargado de contenido sexual prohibido para menores muahaha.
Aquí va la cosa, espero que les guste a todos :).
Disclaimer: Tanto los nombres como los personajes no me pertenecen, tan solo la obra creada (muchas gracias Kishimoto, ahora disfruto mucho leyendo). Habrá contenido sexual y palabras obscenas. Si no les gusta o son menores de edad, por favor, sáltense esos capítulos. Por cierto, queda claro que es un UA y no se admite el plagio de esta historia.
1. Gaviotas.
El pitido constante de un aparato sonó por toda la habitación, chirriante y molesto. Era el despertador, y una mano cayó sobre él como una bola de demolición sobre un edificio, rompiéndolo en pedazos.
- Puto despertador –susurró una voz femenina.
- Sakura, te has vuelto a cargar el despertador –dijo un hombre a su lado. Sonó cansado y adormecido, y se giró dándole la espalda a la chica para seguir durmiendo.
- Sí, sí, pero no eres tú el que se los compra. Por lo tanto puedo hacer con él lo que se me antoje –contestó la mujer enfurruñada, mientras se desperezaba y salía de la cama. Cogió unos pantalones negros y una blusa blanca y se dirigió al baño para ducharse.
- Nena, tu despertar es horrible –contestó Sasuke. Ella lo miró de reojo y no pudo evitar lanzar un suspiro.
En cuanto salió, vestida y peinada, abrió la puerta de la habitación y miró a Sasuke que aún seguía tumbado en la cama. Se despidió en un leve murmullo y este no le contestó, preso del sueño.
.
.
- ¿Te duele la cabeza? –preguntó Ino, su amiga de infancia, con preocupación mientas se dirigían a la sala de juntas del edificio. Sakura se llevó las manos a la nuca y se la masajeó.
- No es nada –respondió sin darle importancia.- Tengo otro que va para mi lista de los sobrevalorados.
- ¿Más que el champagne? –dijo ella sorprendida.
- Más incluso que la Mona Lisa, y ese es Kabuto. Estúpido arquitecto. Solo robando ideas de sus empleados ha conseguido hacerse famoso –Sakura abrió las puertas de la sala de juntas mientras Ino la seguía de cerca. Todos los presentes pararon de hablar para quedarse mirando a la pelirosa. Inspeccionó a los hombres que había en la reunión y se fijó en Kabuto.
- ¿Qué mierda es esta, Sakura? –Este se removió en su asiento.- Ahora mismo tendría que estar volando a Alemania. Me está esper…
- Hace seis años acudí a este hombre en busca de trabajo –comenzó a decir ella, mientras miraba a todas las personas que había en la sala a los ojos y, cuando acabó, se detuvo a inspeccionar al hombre al cual le estaba hablando. Su cuerpo se balanceó y cambió el peso de su pierna izquierda a la derecha. Ino observaba todo esto sin decir nada, extrañada. Sakura continuó.- ¿Y sabéis qué me dijo? –preguntó ella seria.
- No tengo tiempo para estas gilipolleces –Kabuto comenzó a recoger sus cosas de la mesa y se levantó para irse.
- Siéntate, Kabuto. Aún no he terminado. –Sakura afiló su mirada y su voz se endureció.- Dijo que era una niñata de universidad pública y que no acogía nada más que a gente prestigiosa de universidades privadas, y eso es llamarme débil y fracasada –Sakura se relajó y en su cara se plasmó la jocosidad y la malicia de forma juguetona.
- ¿Y qué? –el nerviosismo empezó a aumentar y se llevó una mano a la nuca, rascándosela débilmente. Los demás presentes la miraron con curiosa expectación. La sonrisa de la pelirosa se amplió en su rostro y comenzó a pasearse por la sala, mirándolo fijamente.
- Pues que he hablado con tu junta directiva y han aceptado mi oferta de compra que hice anoche.
- ¿¡Qué! –saltó del sillón amueblado.
- Ahora mismo poseo el cincuenta y uno por ciento de tu empresa y, por ende, esta débil y fracasada es tu jefa. Así que, me voy a dar el gustazo de decírtelo a la cara –la sonrisa que había en su rostro cambió a una cínica y satisfecha. Siguió caminando un poco más, dejando al hombre con los nervios y la intriga- Estás despedido, Kabuto. –este no pudo hacer nada más que coger su maleta con aire indignado y salir de la sala dando un portazo.
Ino, detrás de Sakura, la miró con respeto y diversión. Ella siempre conseguía lo que quería y esta vez, lo que quería era echar de patitas a la calle a ese indeseable de Kabuto. Y así lo había hecho. Realmente Sakura era impresionante.
- En cuanto a los que trabajáis con Kabuto, seguro que encontráis un hogar en donde aprovechar toda esa creatividad ya que…-cuando sus ojos se dirigieron a la ventana, vio en el interior de la sala, sobre el alféizar de esta una gaviota blanca que lanzaba graznidos. Alrededor de ella los colores se difuminaban y se volvían cálidos. Su rostro palideció y sus ojos se abrieron. Parpadeó varias veces y se pasó la mano por la cara.- ¿De dónde coño ha salido esa gaviota? –susurró para sí. Todos los presentes se giraron para mirar la ventana, ya que Sakura se había quedado con la vista anclada ahí. Ino, que estaba cerca de ella, lo había escuchado con claridad. Se acercó a paso lento y le murmuró al oído.
- ¿Qué está pasando? ¿Estás bien?
- Sí, sí –Se giró a los presentes y les sonrió. Ellos seguían con la interrogativa de la ventana.- Bueno caballeros, creo que se ha acabado la reunión.
Los hombres de la sala comenzaron a dispersarse y Sakura salió disparada hacia el ascensor. Ino la siguió de cerca pero no pudo evitar que las puertas del aparato se cerraran delante de sus narices.
Dentro del elevador, Sakura volvió a agarrarse la cabeza con las manos y cerró los ojos fuertemente. El dolor era cada vez más insoportable y llevaba semanas sintiéndolo. Primero fueron unos pinchacitos leves y cortos, sin ninguna importancia. Pero luego el dolor fue aumentando gradualmente hasta ser incontrolable. Abrió su bolso y metió la mano en él para buscar unas aspirinas. Pasaron unos segundos hasta que se dio cuenta de que se las había dejado en casa y se pegó unos golpecitos con los dedos en la frente. Genial, las aspirinas en casa. No se para que tengo esta frente tan grande si no sirve ni para acordarme de los comprimidos. Hay que joderse.
Las puertas del ascensor se abrieron y ella salió dando tumbos. Dejó los brazos caer muertos a los costados y sus piernas la condujeron a la salida. Viró la cara para despedirse de su recepcionista y volvió a ver la misma gaviota con los colores descoloridos a su alrededor, por lo que apresuró el paso hacia su coche. Gaviota del demonio. Esto fijo que es un efecto secundario de las pastillas. Dios, ¿cuántas me habré tomado ya?
Cuando llegó, montó en el coche y lo arrancó. El motor comenzó a ronronear suavemente, arrullando a Sakura. Esta llevó las manos al volante y condujo hasta su casa. Abrió la puerta y fijó su vista en el interior. No había ni una luz encendida, por lo que supo que Sasuke no había llegado. Aún estaría en el trabajo. Hogar, dulce hogar.
Cerró la puerta y dejó las cosas y el bolso encima de la mesita de entrada, se dirigió a la sala y el sofá la recibió cómodamente. Agarró el mando y comenzó a zappear por los canales hasta que encontró una serie que le gustó. En ese momento, el doctor gruñón, que era el apodo que le había dado al actor, estaba poniendo a caldo a un paciente que había mentido cuando los otros doctores le habían hecho preguntas sobre los lugares en los que había estado. Siempre le había gustado su ironía y su forma de ver las cosas, era tan transparente y tan sincero, que dolía.
Apagó el televisor después de ver unos cuantos capítulos y una película de terror, aburrida, y se dirigió a la nevera para comer algo.
Cuando acabó de devorar unas cuantas rebanadas de pan, se fue a la habitación para dormir un rato. Estaba cansada. Cansada del trabajo que tenía. Cansada de pisotear a la gente. Cansada de tener un marido que no le hacía ningún caso. Cansada de sus desplantes. Cansada de su indiferencia y de su falta de emociones para con ella. Ya no podía soportarlo más. Necesitaba que algo, alguna cosa, cambiara su monótona y absurda vida. Ese matrimonio era un desastre y ya el amor que le tenía no era suficiente como para poder seguir soportando esa farsa. Añoraba los primeros años junto a Sasuke, mientras eran novios. Todo parecía feliz y de color rosa. Él trabajaba menos y ella a veces dejaba sus reuniones para otro día. Hablaban sin parar, sobre su futuro y de cómo sería su vida si se casaban, aunque ahora el concepto de la vida marital del pasado era muy diferente de la del presente. Ella le narraba su lista de cosas sobrevaloradas e infravaloradas y Sasuke se reía de los disparates que decía. Añoraba tanto escuchar su sonrisa prepotente y la vibración de su pecho al reírse de forma descontrolada. Las noches que pasaron siendo novios eran fogosas y apasionadas, muy diferentes de las de ahora.
Se metió en la cama, que aún estaba desordenada, y se arropó con la sábana. El dolor volvió en forma de pinchazos agudos e insoportables, y no pudo aguantar una lágrima que recorrió su mejilla hasta que cayó en la tela blanca, humedeciéndola. Es por el dolor, es por el dolor. Se repetía una y otra vez, pero ya conocía la verdad, y tenía un nombre y apellido.
El dolor le dio un respiro y lo aprovechó para dormir.
.
.
Le despertó el graznido de un pájaro, puede que fuera una gaviota. Espera, ¿¡una gaviota!
- La madre que me… -pero calló ese juramento cuando abrió los ojos y automáticamente viró su rostro hacia la ventana. El mismo pajarraco que había visto en la sala de reuniones y en la recepción estaba ahí, y el dolor llegó a ella como una ola rompiendo contra las rocas. Lanzó un leve gruñido al aire y se llevó las manos a la nuca. Sus facciones se contrajeron y su espalda se irguió, mareándose al instante.
Saltó de la cama y comenzó a tambalearse hasta el cuarto de baño, de donde sacó un bote de aspirinas y se metió tres de golpe.
Jadeó y sus ojos se abrieron de par en par, mirando a la ventana. La gaviota ya no estaba y suspiró con desesperación.
- Decidido –murmuró mientras se volvía a mirar al espejo del baño- voy a ir ahora mismo al doctor –el dolor comenzó a remitir y, por fin, pudo andar con normalidad. Abrió su armario, sacó ropa informal, pantalones vaqueros y una camisa de manga corta, y bajó las escaleras hacia el primer piso. Cuando cogió el bolso y las llaves del coche, la puerta principal se abrió y vio entrar a Sasuke.
- Buenas noches, Sasuke –habló ella sin mirarle a la cara, estaba concentrada en buscar las llaves de la casa.
- Hmp –"contestó" él. Se quitó los zapatos y pasó por el lado de Sakura. Al hacerlo, ella olió a perfume en su chaqueta.
- Sasuke… hueles a…¿perfume? –murmuró mirándolo a los ojos. El chico le clavó sus orbes negras y negó con la cabeza.
- ¿Qué tonterías dices? –Siguió su paso hasta que dobló la esquina y Sakura dejó de verlo, pero la voz de él flotó por el aire hasta el recibidor.- Y a todo esto, ¿a dónde vas, Sakura?
- Voy a comprar un par de cosas. Además, ya no quedan tomates.
- Hmp.
Sasuke vio como ella daba un portazo al salir y abrió la nevera para comer algo mientras esperaba su "alimento" favorito. Pero al mirar en el refrigerador, vio que los tomates estaban ahí dentro. El chico volvió a mirar a la puerta y frunció el entrecejo. Pensó en ir detrás de ella, pero decidió que no tardaría en volver. Ya le explicaría eso más tarde.
.
.
- Maldito Sasuke y maldito olor a perfume barato –seguía blasfemando en voz alta y varias personas se la quedaron mirando.
Las puertas se deslizaron cuando ella entró y pidió hora para el doctor. Estuvo en la sala de espera media hora, viendo pasar a las personas delante de ella, y su móvil comenzó a sonar. Lo buscó dentro de su bolso y cogió la llamada.
- ¿Sí? –Preguntó.
- Hmp.
¿Sasuke? –cuestionó de nuevo.
- Sí. ¿Dónde estas?
- Em… en el mercado, comprando. –respondió dubitativa.
- No me digas. Pues no importa, vuelve a casa, que aquí hay tomates. No sé donde…- en ese momento, el doctor la llamó y ella tuvo que colgar, sin ninguna explicación.
Sasuke volvió a llamar pero ella puso el móvil en silencio. Miró al hombre joven y se quedó observando. Aparentaba unos veinticinco años y tenía el pelo oscuro como su marido. El joven se dio cuenta de que lo estaba inspeccionando y le lanzó una sonrisa coqueta. Sakura se sonrojó y miró al suelo. Cuando llegaron al cubículo, el chico le hizo un movimiento y ella pasó a la sala. El doctor ya la estaba esperando.
- Buenas noches, señorita Haruno. Dígame por qué está aquí –Era una mujer rubia y de grandes, em, grandes proporciones. Sus ojos castaños contrastaban con su piel pálida y llegaría a la cuarentena, aunque no era para nada fea.
- Buenas noches. Mire, hace un par de semanas me empezó a doler la cabeza. Al principio eran unos pinchacitos leves, pero después se fueron volviendo más insoportables. Lo lograba mantener a raya con aspirinas. Pero esta tarde, al levantarme de la cama, he sufrido un mareo intenso y el dolor ha aumentado. –Ella se llevó las manos al regazo y comenzó a frotárselas rápidamente. Era una manía que tenía cuando estaba nerviosa. Levantó el rostro y miró directamente a la doctora- A parte, creo que… he estado… teniendo alucinaciones. Veo… gaviotas… dentro de lugares y… no se… ¿Me estoy volviendo loca? –soltó la pregunta atropelladamente y se sonrojó al instante. La doctora lanzó una carcajada y la miró con una sonrisa en la cara.
- No creo, pero te haré unas pruebas.
- Vale.
Después de eso, la doctora y ella estuvieron hablando acerca de su trabajo, de si era estresante, y de su vida. Sakura respondía a todas las preguntas, y con cierta osadía, le hacía las mismas a la mujer. Se estuvieron riendo un buen rato de todas las cosas graciosas que les había pasado a lo largo de los años y, finalmente, Tsunade recibió el aviso de que ya podía utilizar las máquinas para las pruebas.
.
.
- Mierda… -susurró Tsunade. Una enfermera se acercó al monitor y se lo quedó observando, impactada.- Joder…
- ¿Es peor de lo que se temía?
- Pensaba que sería algún problema sin importancia… pero esto… –Tsunade no pudo dejar de mirar la pantalla. Era terrible lo de esa chica, y encima le había caído tan bien. Le recordaba a su pequeña hija.
- Habrá que informarla... –murmuró la enfermera.
- Sí… habrá que hacerlo.
.
.
- ¿Y cómo ha ido? –preguntó con una leve sonrisa.
- Pues… Sakura, tenemos que hablar. Tienes… -Mierda. Nunca había tenido tanto miedo de decirle a alguien su diagnóstico.- Tienes un glioblastoma multiforme de grado 4.
- Espera… -la interrumpió- dilo en cristiano, por favor, no me estoy enterando de nada. –Los nervios comenzaron a recorrerle la piel y escalofríos subieron por su espalda.
- Tienes… -suspiró pesadamente- un tumor del tamaño de una nuez… justo en la nuca –Sakura se quedó mirando a la doctora con expresión seria y se removió un poco inquieta en su asiento.
- Pues vale, lo extirpamos.
- No creo que sobrevivas a la operación -dijo ella. Sabía que la chica se estaba enfrentando a un problema demasiado grave.
- ¿Quimio? –Tsunade negó con la cabeza.- ¿Radiación? –La mujer volvió a negar. La miró a los ojos y en su rostro se dibujó la lástima.
- No hay alternativa. El cáncer se ha extendido a la médula espinal –suspiró y agachó un poco la cabeza.- Como mucho te quedan… tres meses de vida. Tenemos que ingresarte cuanto antes –Tsunade se apartó y dejó pasar al chico moreno de antes, que la miraba con compasión.- Este es Sai, te ayudará en todo lo que pueda.
- ¿Y qué es lo que puedo esperar? –murmuró casi inaudiblemente. La rubia se agachó un poco y le contestó.
- Pérdida de memoria, alucinaciones, cambios de personalidad, mareos, dolores de cabeza, debilidad en una parte del cuerpo… -fue interrumpido por Sakura que se puso a reír.
- No… -susurró ella. Cuando levantó la cabeza la miró con determinación a los ojos.- Conozco a gente que ha sobrevivido al cáncer, la clave es la actitud.
- Pero… -intentó replicar Tsunade, pero fue interrumpida.
- La derrota no es una opción. No es negociable. –Sakura se puso en pie y se dirigió a la puerta. Antes de cerrarla se giró y le contestó- Sométame al tratamiento más agresivo. Haga algo, lo que sea –y dicho esto, salió fuera de la sala. Tsunade y Sai se miraron con confusión y este último se encogió de hombros.
.
.
- Joder… -murmuraba. No podía ser cierto. Cáncer... Ella tenía cáncer, y no podía hacer nada.
Se subió al coche y lo puso en marcha. Apoyó la cabeza en el volante y suspiró. Las lágrimas se acumularon en sus ojos y salieron sin control, rondando por sus mejillas.- Joder…
Las putas gaviotas no traían nada bueno.
