Bueno, aquí va la siguiente historia. Solo dos más y tendremos a un Legolas adolescente causando estragos. ¡Disfruten!

Capítulo 1

"¡LEGOLAS!"

El elfling escuchó cómo lo llamaban, pero en lugar de responder agarró la rama que tenía encima y trepó más alto en el árbol.

"¡Legolas! –gritó Keldarion una vez más. Se pasó una mano por el cabello azabache revuelto por el viento, suspirando con exasperación mientras lo hacía-. ¡Sé que estás ahí arriba, mocoso! Y quiero que bajes ahora mismo, ¿me oyes?"

El hijo menor del rey Thranduil sacudió la cabeza con vehemencia.

"¡Si me quieres ven a por mí!"

Keldarion entrecerró los ojos mientras miraba el árbol. Podía ver la sombra de su hermano moverse por las ramas más altas, intentando alejarse lo máximo posible de él. Hmm… la persuasión no funcionará. Vamos a intentar una táctica diferente entonces, pensó-. ¡Bien, quédate ahí! ¡Mientras tanto iré a buscar a Gusanote para liberarlo!"

Eso hizo reaccionar al elfling enseguida.

"¡No, espera! ¡Muy bien, voy a bajar!" –gritó Legolas, bajando rápidamente hasta las ramas inferiores.

Keldarion sonrió en señal de victoria. ¡Sabía que iba a funcionar!

Legolas había estado guardando a Gusanote, la culebra, en una caja en su habitación desde que la había encontrado en el jardín hacía una semana. El principito escondía al reptil inofensivo de su padre, pero Keldarion apostaba que el rey del Bosque Negro ya se había enterado de la última travesura de su hijo menor.

Keldarion se encogió internamente ante la obsesión de su hermano pequeño con los animales. Todo tipo de animales. Legolas siempre traía a casa perros callejeros para tenerlos de mascotas, volviendo locos de desesperación a su padre y el resto de la corte cuando se encontraban a las criaturas merodeando libremente por el palacio. Pero Keldarion no culpaba a su hermano por eso, pues Legolas era un manyan, un sanador místico que tenía la capacidad de curar todo tipo de heridas y enfermedades solo mediante su toque. A pesar de su edad tan joven, su poder era enorme, pero su empatía por las criaturas indefensas era aún mayor. El manyan en él era su fuerza, así como su debilidad, y todo el reino era muy protector con el principito, sobre todo después de haberse perdido en el calabozo hacía un año.

Legolas era un niño muy impredecible y lleno de energía. ¿Quién sabía en qué tipo de problemas podía meterse?

Para ser tan valiente y audaz es extraño que quiera escapar de su hora del baño, se reía Keldarion por dentro, pensando en el comportamiento actual de su hermano. El príncipe llevaba intentando durante casi una hora llevar a su hermano de vuelta a palacio para su baño nocturno, después de que pasara todo el día en los bosques circundantes. El anochecer ya había caído, envolviendo el reino en la oscuridad que solo era rota por la luz de la luna llena y las estrellas.

"¡Date prisa, mocoso! ¡No tengo todo el día! –dijo Keldarion, observando de cerca el descenso precipitado de Legolas.

"¡Ya voy! ¡Ya voy!" –dijo Legolas justo antes de llegar a la rama más baja, que estaba a unos diez pies del suelo.

Sin previo aviso, saltó hacia abajo con un fuerte grito. Pero Keldarion estaba listo e inmediatamente cogió a su hermano en brazos, riendo a carcajadas.

"¡Te tengo, enano!"

Riendo y chillando, Legolas intentó zafarse del abrazo de Keldarion, pero el príncipe no lo permitió.

"¡Oh, no, no! –dijo Keldarion, sujetándolo más fuerte mientras partía hacia palacio con su carga inquieta-. ¡Quédate aquí hasta que lleguemos a la bañera!"

"¡Aw, Kel!"

"¡No me digas 'aw, Kel'! ¡Y esa mirada de cordero degollado no funcionará tampoco!"

"¿Por qué tengo que bañarme, de todos modos? ¡Me bañé por la mañana!" –se quejó Legolas.

"¡Porque te ves como un erizo que ha sido devorado por un Balrog, por eso!" –rio Keldarion, señalando las manchas de tierra en sus mejillas regordetas, la túnica y los leggigns manchados de hierba. Las trenzas de Legolas también se habían deshecho hacía mucho tiempo, dejando los mechones dorados desordenados sobre sus hombros.

"¡No soy un erizo! ¡Soy un noble príncipe manyan!" –protestó Legolas tirando de la trenza de Keldarion.

Keldarion se estremeció ligeramente. Desenredó suavemente los dedos de Legolas y besó los pequeños dedos.

"¡Y uno bastante esnob, también!"

Legolas hizo un puchero, pero finalmente se quedó quieto en los brazos de su hermano. Linden, el comandante de los guerreros de Mirkwood, los recibió en la gran puerta del palacio.

"¡Ah… ya veo que has encontrado al erizo que faltaba, su alteza!"

El elfling lo taladró con la mirada mientras Keldarion reía.

"¿Ves, mocoso? ¡Incluso Linden piensa lo mismo!"

"¿Ah, sí? ¡Entonces practicaré todos los días con mi arco y me convertiré en un temible arquero que pueda matar a todos los orcos, entonces me tendrás tanto miedo que no me llamarás eso otra vez!" –gritó Legolas, con sus ojos plateados brillando peligrosamente.

Con una sonrisa todavía más amplia, Keldarion y Linden intercambiaron miradas de complicidad. ¡Ahí estaba su famoso temperamento!

"Ya estoy asustado, su alteza –dijo Linden haciéndole una reverencia al príncipe a modo de disculpa-. Yo te ayudaré con la práctica, si me lo permites."

Legolas asintió.

"Asegúrate de hacerlo. ¡Quiero ser el príncipe más temible de la Tierra Media!"

Los otros dos no pudieron evitarlo e inmediatamente rompieron en carcajadas.

"¡Pero si ya lo eres, Legolas! ¡Ya lo eres!"

Legolas miró a los elfos mayores divertidos. Al ver que el pequeño príncipe podría enojarse seriamente si seguían así, Linden dejó de reírse y le dijo a Keldarion.

"Su tío Maeglin y su hijo se han asentado en sus habitaciones. Se unirán a la cena más tarde."

Con el ceño fruncido, Legolas tiró de la manga de Keldarion.

"¿Tío Maeglin? ¿Quién es el tío Maeglin?"

Después de un guiño de despedida de Linde, Keldarion siguió caminando hacia la habitación de Legolas.

"El tío Maeglin es el hermano mayor de nuestra madre."

Legolas se quedó atónito.

"¿Hermano? ¿Madre tenía un hermano? ¿Por qué no lo sabía?"

"Porque eras demasiado pequeño cuando dejó el Bosque Negro –explicó Keldarion, abriendo la puerta de Legolas. Le hizo una seña a Niniéth, la niñera del elfling, que ya había preparado el baño y estaba esperando a que apareciera el principito-. Yo me encargaré, Niniéth, gracias."

Niniéth sonrió y se inclinó antes de abandonar la habitación.

"¿Por qué dejó el Bosque Negro?"

"¿Quién?" – Keldarion había dejado a Legolas en la cama y estaba quitándole la ropa arrugada.

"El tío Maeglin. ¿Por qué dejó el Bosque Negro? Seguramente que padre lo trataba bien por ser el hermano de nuestra madre, ¿no?"

Keldarion sonrió con tristeza mientras metía a su hermano en la bañera.

"Cuando madre murió, el tío Maeglin quedó devastado. A excepción de Dior, su hijo, no tenía más parientes. Así que decidió abandonar este reino para recorrer la Tierra Media con nuestro primo y así escapar del doloroso recuerdo de nuestra madre."

"Eso es triste –dijo Legolas en voz baja mientras su hermano lavaba la suciedad de su cuerpo-. Debía quererla mucho."

"Claro que sí, elfling. Pero no tanto como yo a ti" –respondió Keldarion con una sonrisa, haciendo espuma en el pelo de su hermano con el jabón de hierbas perfumadas.

Legolas se volvió hacia su hermano.

"¿De verdad, Kel?"

Keldarion asintió, serio.

"Sí, de verdad."

Los ojos de Legolas de repente brillaron con picardía, pero Keldarion lo vio demasiado tarde. Lo siguiente que supo fue que un chorro de agua lo golpeaba en el rostro.

"¡Legolas!"

Riendo, el principito salpicó a su hermano con más agua, empapando al otro príncipe.

"¡Lo has conseguido! –gritó Keldarion con rabia fingida-. ¡Esto es la guerra, hermano!"

Legolas chilló cuando Keldarion contraatacó, golpeándolo con un puñado de agua tras otro. No mucho tiempo después, había dos príncipes de Mirkwood muy mojados, no solo uno. Y llegaban muy tarde a la cena.

¡Los príncipes llegan tarde! Dior, hijo de Maeglin, era un hervidero de rabia. Solo quiero zanjar todo este asunto de la cena ¿dónde diablos están?

El joven elfo estaba cansado, hambriento e impaciente. No podía esperar para ver a Luthwen, la doncella que había dejado en el Bosque Negro hacía 500 años para unirse al viaje de su padre.

A decir verdad, 'unirse' no era la palabra correcta. Maeglin había arrastrado a su hijo con él. Dior había estado en contra de la decisión de su padre, pero no tenía la autoridad para decirlo. A la edad de 1800 años, Dior era lo bastante mayor para tomar sus propias decisiones, pero todavía era demasiado joven para vivir por sí mismo.

Padre no confía en mí lo suficiente, pensaba Dior, mirando en silencio a Maeglin que estaba hablando con el rey Thranduil en la puerta del comedor mientras esperaban a que aparecieran los dos príncipes. ¡Ya no soy un niño! ¡Maldición!

Cuando la reina Marwana murió, Maeglin se convirtió en una persona diferente. Dior había sido testigo de cómo su padre parecía envejecer y retirarse, hundiéndose profundamente en la tristeza y la depresión por la pérdida tan abrupta de su querida hermana. No pasó mucho tiempo hasta que Maeglin había decidido dejar el Bosque Negro para huir de su presencia persistente y para escapar de sus recuerdos, que se avivaban al ver la cara de su último hijo, el príncipe Legolas, el niño que había dado a luz justo antes de morir. El príncipe tenía sus características, cada detalle. Excepto por su brillante cabello dorado, Legolas era exactamente como ella.

Ahora, Maeglin y Dior habían regresado al Bosque Negro, pero no para quedarse mucho tiempo, solo unos pocos días, para gran disgusto de Dior. Iban de camino al norte y Maeglin había decidido visitar la tumba de Marwana y atar algunos cabos sueltos con respecto a su antigua vivienda fuera de los terrenos de palacio antes de continuar con su largo viaje.

¿Dónde demonios están? Dior estaba más enojado con cada minuto que pasaba. ¡Cuanto más tarde lleguen, más tardaré en ver a Luthwen!

En ese preciso momento, se escuchó la alegre risa de un elfling. El niño apareció poco después, siendo perseguido por un joven elfo de cabello negro. Legolas vio a Thranduil al instante y se dirigió directamente hacia el rey para lanzarse como una flecha a sus brazos.

"¡Padre!"

Thranduil abrazó al principito con una sonrisa y luego levantó las cejas inquisitivamente hacia su hijo mayor, preguntándole en silencio por el motivo de su tardanza.

"Pelea de agua –dijo Keldarion, en voz baja-. Perdí."

Señaló su túnica nueva con la que había sustituido la anterior. El rey puso los ojos en blanco y se rio entre dientes.

"Debí haberlo imaginado."

Legolas, por otro lado, se había quedado completamente inmóvil mientras miraba a los dos desconocidos que permanecían en silencio. Maeglin también observaba a su sobrino, maravillado por la exquisita belleza del hijo menor de Thranduil y el gran parecido que tenía con su hermana muerta.

"Legolas, este es Maeglin, tu tío –dijo Thranduil, presentándolos-. Y este es Dior, su hijo y tu primo."

Legolas asintió, un poco tímido.

"Hola, tío."

Maeglin le sonrió tristemente, con los ojos brillantes de lágrimas contenidas.

"Hola, sobrino –respondió, tocando suavemente la mejilla de Legolas-. Te pareces mucho a tu madre."

"Lo sé –sonrió Legolas con inocencia-. Ella siempre viene y me visita en sueños."

Al ver la expresión melancólica en el rostro de Maeglin, Thranduil intervino:

"Vamos. La cena se está enfriando."

¡Por fin! Dior estaba cada vez más impaciente, lo que era claramente evidente por el audible suspiro de alivio que emitió. Keldarion lo escuchó y miró a su primo, pensativo, evaluando en silencio al joven elfo a su lado.

Dior era casi tan alto como Keldarion, que a los 1500 años de edad se había desarrollado rápidamente. Ambos tenían el mismo cabello de color negro y músculos magros de sus antepasados Silvan, pero las semejanzas terminaban ahí. Los ojos de Keldarion eran azul cobalto, mientras que los de Dior eran marrón oscuro. Dior tenía unas características bastante agradables, pero Keldarion era increíblemente guapo con una sonrisa siempre lista en sus labios. El príncipe frunció el ceño ante la expresión sombría de su primo y se preguntó por lo que la había causado.

Todos siguieron al rey del Bosque Negro al gran comedor. En uno de sus momentos afectuosos, Thranduil lanzó a Legolas al aire, provocando un grito y la risa del principito. Entonces el rey puso al elfling en el asiento junto a Keldarion antes de tomar su asiento en la cabecera de la mesa.

La cena fue silenciosa y cálida, exceptuando la ligera tensión que emanaba de Dior. Keldarion intentó comenzar una conversación con su primo, pero después de recibir respuestas cortantes y poco entusiastas, el príncipe renunció y se dedicó a ayudar a su hermano pequeño a comer. El alegre parloteo incesante de Legolas era más agradable que la compañía oscura y melancólica de Dior.

Y a medida que la noche continuaba, también lo hacía la furia contenida de Dior.