¡Saludos a todos los que os aventuréis por aquí!

Ésta es una pequeña locura que no sé cómo calificar, inspirada en un poema de Mario Benedetti que ostenta el mismo nombre que este fic.


# GRIETAS #

Grietas...

Paso mis dedos por la roca que bajo mi cuerpo sostiene mi tristeza, y rozo grietas. Están húmedas debido al salitre que la brisa marina les hace llegar, sin pausa...siempre sin prisa.

Las olas del calmado mar las tientan, las lamen y las conquistan...y así siguen, en plena armonía.

El Santuario también está lleno de grietas. No sólo en las milenarias baldosas que ascienden hasta aposentos divinos...no. Ésas mis pies no las conocen...Mis gastados calzados rozan otro tipo de surcos, casi tan clandestinos como lo es la sombra de mi propia sombra. Pero no importa. Me he acostumbrado a ellos. A su aspereza y a su mutante aspecto, esclavo de los caprichos de las pocas lluvias que a veces llegan.

Pero en el Santuario también hay grietas. Claro que las hay, más profundas que las que ostenta la tierra. Hay grietas que separan eslabones, honores y designios. Noblezas de maldades. Historias de leyendas. Rostros de bozales. Videntes de despreciados...

Me duele que te desprecien, que nadie sea capaz de saltar la grieta que les separa a todos de ti, de tu serenidad, de tu misterio...de tu esencia. Pero no puedo hacer nada al respecto. Tú finges que nada de ésto te importa, que estás cómodo en el solitario lado que te guarda la ancha grieta de tu sino.

Sólo finges. Y lo haces bien. Pero a mí no me engañas, amigo. Yo salté esa grieta con los ojos tan cerrados como tienes tú la mirada, y no me devolviste al lado contrario. A veces no sé si agradecértelo u odiarte por ello...Borraste una grieta de mi vida, pero desde ese momento otra ha estado creciendo. Gestándose...Amenazando.

Tampoco me refiero a ninguna de las muchas que se forman sobre el putrefacto tacto de unas correas de cuero...aunque tú desees que se agranden hasta que se transformen en irremediables. Sabes que ésto no sucederá. No puedo hacer que se ensanchen, que se partan y que me separen de las sombras que he aprendido a amar. Sabes que no puedo...y te enfadas por ello.

Yo confío en él, Asmita. Compréndelo. Aunque la grieta que veo en el profundo azul de sus ojos a veces se oscurezca de codícia. Ésa es la brecha que crece, que temo y aborrezco...

La que me separa de él. De su promesa y de saber su sangre siempre hermana de la mía.

Pero de momento sólo éso es...una grieta. Todavía se puede salvar de un paso, unir destinos con el salto...

Todavía se puede cerrar, convertirse en cicatriz, en recuerdo...soldadura de corazones distanciados.

En el Santuario hay muchas grietas, tal vez tantas como las que zurcen esta roca marina que hoy me sostiene la tristeza.

Yo quiero creer que la brecha intrusa en el corazón de Aspros se remendará con la fe que aún conservo.

Tú ya no la consideras ni grieta ni surco mutable y pasajero.

Abismo la nombraste...

A veces te odio, Asmita...A veces desearía que el abismo estuviera entre mi soledad y la salvaguarda de tu templo...y te odio porque, maldita sea, tienes razón...

Abismo es lo que separa el orgullo de Aspros de mi más férrea devoción.