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Verdades

Moderó su paso de modo que nadie pudiera notar lo ansiosa que se sentía por llegar a su destino. Después de su entrada triunfal en Desembarco del Rey y de la primera vez que se sentó en el trono de hierro, ése era uno de los momentos que más había esperado en toda su vida. Trató de no sonreír ni mostrarse demasiado satisfecha, pero el frenético latir de su corazón delataba su emoción.

A medida que descendía la temperatura bajaba y la fina tela de su vestido no la protegía lo suficiente, los rubios bellos de sus brazos se erizaban en señal de protesta. La celda que Daenerys estaba visitando se encontraba en uno de los niveles más profundos de la fortaleza; era un lugar húmedo, frío y sin más iluminación que la producida por el par de antorchas que llevaban los guardias delante de ella. Incluso así, el lugar le parecía un derroche de lujo, considerando al prisionero que actualmente la ocupaba.

Esperó a que los guardias le abrieran la puerta completamente antes de entrar. El hombre tenía los tobillos rodeados por grilletes de acero con unas pesadas y cortas cadenas que no le permitían dar más de un par de pasos en cualquier dirección. De su muñeca izquierda también pendían pesadas cadenas, pero el brazo derecho estaba libre, aunque el muñón en que éste terminaba colgaba inútilmente en su costado.

Finalmente la familia de ese hombre había perdido todo su poder; Jaime Lannister estaba en la ruina, sin amigos ni poder, mutilado y ni siquiera su propio hermano mostraba interés alguno por ayudarlo. Y a pesar de todo eso la miraba a la cara con altanería y arrogancia. Casi parecía estar retándola.

—Usted está acusado de regicidio y Brienne de Tarth de alta traición por haberlo ayudado a huir —le dijo sin mayor preámbulo, gozando secretamente al tenerlo en sus manos.

Por un breve momento le pareció que toda su soberbia desaparecía y una chispa de miedo amenazaba con incendiar toda su seguridad; sin embargo aquello solamente duró un instante, apenas un parpadeo.

Con el muñón de su brazo Lannister se sacudió el cabello de la nuca con energía, con todo su temple recuperado no parecía temer por su suerte. Dio un par de cortos pasos y tratando de intimidarla se acercó a ella tanto como las cadenas se lo permitieron, pero Daenerys se mantuvo firme en su mismo sitio.

—Confío en que la hospitalidad de su real majestad se habrá hecho extensiva a esa mujer y ahora mismo se encontrará disfrutando de habitaciones tan cómodas como la mía. Nada odiaría más que ser yo el único beneficiario de tanta generosidad —espetó sonriendo con cinismo.

Esa mujer es su esposa y está presa por su causa. ¿Acaso no siente el menor remordimiento por ello? —Daenerys tomó la antorcha de uno de los guardias y la acercó al rostro del preso para convencerse de que toda esa bajeza era real.

—¿Cree que me importa un comino lo que le hagan a ese esperpento que llama "mi esposa"? Hágame un favor y mátela antes que a mi para no tener que morir con la humillación de saberme todavía casado con ella.

»Esa vaca deforme no era más que mi plan de emergencia. Tarth es solamente una isla miserable y aburrida, pero si las cosas no salían bien la moza me daría un lugar donde vivir con algo de dignidad. Además he de confesar que más de una vez me resultó útil en el camino, mi señora esposa es tan hábil con la espada como fea y estúpida —añadió guiñándole un ojo—. Como podrá imaginarse, me bastaron unas cuantas palabras amables para que ella misma me suplicara que la metiera en mi cama. Por supuesto, si la suerte estaba a mi favor y recuperaba la Roca… bueno, los accidentes pasan… su caballo pudo haberse desbarrancado, o alguien pudo haberla atacado en un callejón oscuro convirtiéndome en un respetable viudo listo para compartir la cama con una mujer digna de mí. —sonrió mirando al techo como si estuviera visualizando cada posible escenario para deshacerse de su actual esposa—. Desgraciadamente, el sacrificio de meterme entre las piernas de esa monstruosidad no sirvió de nada. A menos claro, que su alteza se encuentre dispuesta a aceptar un humilde rescate de mi señor suegro. En ese caso, otra vez cerraré los ojos y pensaré en mi querida hermana mientras follo a mi señora esposa…

Daenerys lo miró horrorizada antes de ceder a sus impulsos y abofetearlo. No podía creer que tanta ignominia se reuniera en una sola persona. Quería escupirle en el rostro o ejecutarlo ahí mismo, pero antes de que pudiera tomar decisión alguna la puerta rechinó y ambos dirigieron la mirada a la figura alta que apareció detrás de ella.

Lady Brienne miraba a su marido con el gesto impasible. No le cabía duda que había escuchado las crueles palabras de Lannister sobre ella, no obstante parecía incapaz de darles crédito.

Por un momento el hombre pareció sorprendido; sin embargo no tardó en reponerse y con una sonrisa cínica y llena de maldad miró a su esposa con asco y hastío.

—¡Mírate en un espejo! ¿De verdad pensaste que me había casado contigo por amor? —le preguntó con burla antes de soltar una carcajada que hizo eco en cada pared de la celda—. ¡Por los siete dioses, entonces de verdad soy un excelente actor o tú realmente eres más estúpida que fea!

La mujer no se movió. Permaneció tan quieta que Daenerys pensó que incluso había dejado de respirar. Solamente sus ojos seguían con vida, unos increíblemente azules ojos que parecían esforzarse en traducir las palabras que su marido acababa de dirigirle a un idioma que tuviera sentido para ella.

—Una vez te lo dije, moza —añadió con los dientes apretados—; no me importa lo que tenga que destruir para salvar aquello que realmente me importa. ¿Pensaste que no sería capaz de hacerlo?

Lannister miró indiferente a su mujer, con un hastío que solamente terminó cuando le dio la espalda y rompió el contacto visual, aparentemente harto de su presencia. Ella volvió a la realidad y al contrario de lo que cualquier otra mujer habría hecho en su lugar, no gritó, ni lloró. No le hizo un sólo reproche. Apenas parpadeó lentamente antes de asentir una única vez y salir con pasos lentos pero firmes. No volvió el rostro mientras se alejaba de ellos con suavidad.

—Es usted el ser más despreciable que he conocido —le reprochó Daenerys.

Lannister se volvió a mirarla con su sonrisa burlona y una mirada arrogante.

—Entonces no debe conocer a nadie en realidad —dijo con cinismo.

—Verdaderamente usted es….

Lannister le dirigió una mirada entre condescendiente y exasperada antes de interrumpirla y suspirar con cansancio.

—Soy lo que tengo que ser — le dijo al fin con un tono enigmático.

Se sintió asqueada. Llevaba años preparada para enfrentarse a un hombre sin honor ni principios, pero aquello rebasaba cualquier límite. No merecía un segundo más de su tiempo.

Cuando también ella salió de la celda encontró a Lady Brienne en el pasillo. La joven estaba recargada en la pared, con la mirada ausente y las manos aún atadas colocadas sobre su vientre. Tenía los ojos secos, pero el dolor en su mirada no podía ser mayor si sus mejillas estuvieran bañadas en llanto.

A pesar de la piedad que en esos momentos le inspiraba la mujer, Daenerys tuvo que aceptar que había pecado de ingenua. Había escuchado hablar de Cersei Lannister, y a pesar de saber que en ella habitaba una alma tan corrupta como la de su gemelo tenía que aceptar que, al igual que él, la mujer era poseedora de una belleza arrebatadora. ¿Cómo pudo creer esa pobre desgraciada que con su desgarbado cuerpo, sus facciones toscas y el mar de cicatrices que distorsionaban todavía más su rostro un hombre como Lannister sería capaz de sentir algo más que repulsión por ella?

Se acercó a Brienne sin que ésta reaccionara ante su presencia. Solamente cuando tocó suavemente su codo, ella pareció volver a la realidad y se alejo de su lado sobresaltada, seguramente recordando de pronto que su cabeza pendía de un hilo.

—No tiene nada que temer, Lady Brienne —le dijo, dejándose vencer por la compasión—. Daré órdenes para que tan pronto sea posible usted sea escoltada al puerto y aborde el primer barco rumbo a Tarth. Si merecía algún castigo por su complicidad con Lannister creo que acaba de recibir uno mucho más grande que el que le correspondía —declaró, tratando de disimular su simpatía.

Ordenó a los guardias que la desataran mientras la mujer asentía con torpeza y sin mirarla. Daenerys no estuvo segura de que la hubiera entendido. Su expresión no delataba muestra alguna de alivio. La observó dar un par de torpes pasos antes de detenerse, girarse y mirarla a los ojos; verdaderamente fuera de ellos no había rasgo alguno en ella que no resultara desagradable.

—No merece ser juzgado tan duramente por lo que hizo. En el fondo no es una mala persona, simplemente se ha enfrentado a situaciones difíciles y se ha visto obligado a tomar decisiones complicadas —murmuró sin perder el contacto visual y con ademanes de incomodidad.

—¿Lo defiende? ¿Después de lo que le ha hecho? —a pesar de lo mucho que se esforzó por mantener un tono neutro Dany estuvo segura de que la furia de su voz la había delatado.

¿Podía una mujer sensata dejarse deslumbrar por un hombre atractivo al punto de justificar las acciones más atroces? ¿Era aquello amor, lujuria o la reacción natural de una mujer fea que por primera y única vez en su vida escucha palabras amables de un hombre?

—Él me salvó la vida muchas veces. Fue bueno conmigo, me protegió y después de todo es... —se justificó la mujer, luego calló bruscamente como si acabara de notar que efectivamente estaba hablando en voz alta; mordiéndose el labio se llevó las manos al frente del cinturón que colgaba de su cadera —. es el padre del hijo que espero.

Solamente entonces la desdichada mujer permitió que una única lágrima se deslizara por su mejilla. Daenerys tuvo que pararse en las puntas de sus dedos para poder darle un par de palmaditas en el hombro.

—Quiero que regrese a Tarth con su padre cuanto antes —le dijo con un tono que esperaba fuera tranquilizador.

—No puedo dejarlo así… —empezó a protestar con tal convicción que todo rastro de timidez quedó atrás.

—Lady Lannister —la interrumpió con firmeza, llamándola por su nombre de casada para dejar claro que, a pesar de la simpatía que podía inspirarle en esos momentos, su clemencia tenía un límite y no permitiría una sola impertinencia más—, es una orden. Si no se encuentra dispuesta a aceptarla la única otra opción que tiene es una celda próxima a la de su esposo y el cadalso a continuación. ¿Está dispuesta a sacrificar la vida de su hijo por un canalla como ése?

La mujer guardó silencio y apretó con más fuerza las manos sobre su vientre. Daenerys tomó aquello como una muda señal de conformidad y, otra vez, con una voz suave continuó.

—Hoy mismo escribiré a su padre avisándole que en breve usted se reunirá con él. Dejaré que sea usted misma quien le explique los detalles de su situación cuando se encuentren cara a cara. Le asignaré una de las habitaciones de huéspedes para que descanse un par de días y le pediré al Maestre que vaya a revisarla; tan pronto como él la autorice a viajar, usted partirá a Tarth. ¿Quedó claro?

—Agradezco su bondad, su majestad —finalmente contestó sin mirarla, aunque por su tono lo único que quedó claro fue que no era eso lo que su corazón deseaba.

¡Chiquilla tonta! Incluso cuando Daenerys era algunos años más joven que la mujer del Matarreyes no podía evitar mirarla como a una niña perdida, asustada y sobretodo muy confundida. En esos momentos Brienne Lannister no era más que una chiquilla a la que acababan de arrebatarle su fantasía más querida y con ella cualquier posibilidad de hallar el rumbo correcto en un mundo que parecía rechazarla como a una plaga.

Sabía que debía sentirse satisfecha al estar tan cerca de vengar la muerte de su padre. Había creído que en esos momentos sentiría paz, pero sólo tenía un gusto amargo en la boca y una mezcla de tristeza y piedad al pensar en ese niño que estaba por nacer siendo fruto de un acto cruel y mezquino y no de un amor puro.