-La historia es de mi completa autoria más esta ligeramente basada en la segunda temporada de la serie "Kósem La Sultana" producida por Timur Savci y ahora protagonizada por Nurgül Yeşilçay y Metin Akdülger. Los personajes son propiedad de Masashi Kishimoto, más su distribución y/o utilización corre absolutamente por mi cuenta para la dramatización de la historia
Prologo
1632
El Sultan Sasuke y la Sultana Sakura llevan otros diez años de gobierno ecuánime y parejo luego de derrocar al Príncipe Yosuke, ahora encerrado en los Kafer. El nuevo Sultanato de Sasuke Uchiha se centra en deshacerse de los traidores y eliminar la corrupción que atenaza su reinado, pero sus enemigos responden con una rebelión. Debido a los traidores del gobierno, el Imperio de los Uchiha se encuentra al borde del colapso absoluto.
Igual de orgulloso que su esposa, el Sultan se niega a darles a los traidores lo que quieren, ni mucho menos a entregar su trono por más que sus aliados militares estén al borde de la muerte.
En cuestión de días, y más tarde semanas, las prisiones se habían abarrotado de manera exorbitante, se habían vuelto lugares lúgubres y fétidos, emanantes perpetuos de la miseria humana. Las paredes eran testigos inocuos de torturas abominables y crueles como no podían ser descritas ni por gestos, ni por palabras.
Todos los reclusos estaban flagelados, heridos superficial pero muy dolorosamente. Sus heridas supuraban y lloraban líquido pestilente, podrido e incapaz de tolerar ni siquiera por quienes las portaban. Sus vistas eran nubladas, sus piernas insostenibles producto de la fatiga e inanición. Su codena; serles leales al Sultan y su esposa.
Para un Imperio como el de los Uchiha, que había carecido de gobernantes honestos, el perder a la única pareja imperial que velaba por la seguridad del pueblo y la preservación de las leyes, resultaba insólito. La gente no deseaba perder a sus soberanos, pero quienes orquestaban la revuelta no eran sino antiguos partidarios del Príncipe Yosuke que se encontraba encerrado en los Kafer del palacio, encarcelando a los mayores aliados militares y jenízaros del Sultan y ordenando que fueran castigados debidamente por no mostrarle lealtad al anterior Sultan.
En su ignorancia, solo podían rezar porque el Sultan y la Sultana descubrieran lo que ocurría con ellos, y los liberaran de ese suplicio que parecía ser el mismísimo infierno.
-¡Levántate!, escoria—uno de los guardias entro, comenzando a sacarlos a la fuerza.
Ellos, vestidos con delgados pantalones gris oscuro y camisas amarillentas, originalmente blancas, temblaban en manos de sus captores, incapaces de llorar por su honor, pero humillados y forzados a pedir misericordia y piedad como deseaban hacerlo ante su Sultan y su Sultana que, con toda seguridad, los protegerían. Otro de los guardias, igualmente ataviado con oscuro y granate uniforme jenízaro, sonrió y se carcajeo con sorna. La piedad no estaba permitida, al menos no para los rebeldes que olvidaban la importancia del Príncipe Yosuke en el Imperio.
-¿Dónde están el Sultan y la Sultana en quien tanto confían?—se burló el guardia. –Ellos no vendrán a salvarlos—los empujo sin cuidado, esperando a que tuvieran las agallas de levantarse del suelo como lo hacían sus palabras, aclamadas a modo de vítores por los ciudadanos. -¡Levántense!
Entre quejidos y suplicas, los hombres moribundos se vieron forzados a levantarse y caminar, tambaleantes producto de su debilidad y flaqueza. Más, si bien sus fuerzas eran inexistentes, sus voces seguían siendo fuertes y debido a ello gritaron a todo pulmón el nombre y título de los únicos seres en el mundo que podían salvarlos de la crueldad mundana.
-¡Majestad!
-¡Sultana Sakura!
Los viejos tiempos habían muerto.
Los miembros de su familia, que ella tanto había amado, también habían muerto. De no ser por ciertas porciones de su familia que, aún seguían con vida, seguramente podía decirse una mujer abandonada. Las cosas y todo aquello que la rodeaba había cambiado en esos diez años que llevaba siendo nuevamente la dueña del mundo entero.
Ataviada en un exquisito vestido de seda y satín azul oscuro de escote corazón, de doble capa, con intrínsecos bordados de oro y plata en el corpiños, adornado por botones de diamantes, y dos pares de mangas; unas ajustadas y lisas, y unida el vestido una capa de cuello alto, hecha de seda, bordada en plata, recorría los pasillos hacia los apartamentos de su esposo, seguida muy de cerca por sus doncellas Kin y Tenten. Sobre su hermoso cabello rosado, peinado elegantemente como una cascada tras su espalda, se hallaba una enorme corona de oro, diamantes y piedras de topacio en forma de púas y capullos de rosas, la cual sostenía un largo velo azul. Alrededor de su cuello se encontraba un elegante collar de oro, en forma de ramas, del cual colgaban cinco cristales azules en forma de lágrima a juego con sus pendientes del mismo diseño.
-¡Atención!, su majestad la Sultana Sakura.
Las palabras del heraldo, así como la inclinación respetuosa de todos los guardias, la hicieron sentirse poderosa. No había mujer más poderosa y adinerada que ella en el mundo. No había una estirpe más dedicada a la paz que su familia. No había hombre más poderoso que su esposo.
En cuanto a ese tema…
Sasuke siempre había sido y seria su todo, su ancla que la mantenía pegada a la vida. Pero esta vez el poder de ambos, principalmente el de él, corría peligro. Siempre había sabido que, en algún punto, estas revueltas surgirían, la vida de Yosuke era el precio de tales acontecimientos. Neji y Yosuke eran prisionero del palacio, víctimas de delirios permanentes producto del miedo a perder la vida, pero eso era mucho más misericordioso que ejecutarlos habiendo sido inocentes. Sasuke y ella eran demasiado parecidos, su fuego interior, pasión, carácter y valor era igualitario. Sabía que debía dejarlo tomar ciertas atribuciones pero algo no se lo permitía, no quería dejar la vida de su esposo a expensas de la providencia.
Los guardias, en la puerta de los apartamentos de su esposo, como siempre, le abrieron la puerta con una reverencia, dejándola pasar. Con una leve inclinación por parte suya, ingreso sosteniéndose la larga falda del vestido. Su sol, de espaldas a ella, se volteó al escuchar las puertas abrirse.
Los años habían sido duros con ambos. Ya no eran, físicamente hablando, tan jóvenes como la primera vez que se habían visto, los cuarenta años que ambos tenían era la prueba más irrefutable de ello. Ella humildemente podía decir aparentar casi cuarenta años, pero todos insistían en que apenas demostraba treinta. Sasuke por su parte, aparentaba casi cuarenta y pese a todo estaba en la plenitud de su físico, espléndidamente fuerte y guapo como solo él podía serlo, ataviado en galas de seda y satín azul oscuro, de mangas dobles, unas superiores holgadas desde los hombros y otras inferiores ajustadas al brazo. Los bordados de oro, en los costados del cuerpo, a juego con el cinturón, remarcaban su posición y poder como Sultan.
-Sasuke, esto traidores se han vuelto locos—se aventuró a comentar, de pie frente a él, reconfortada por su presencia. –Creo que, por ahora, lo mejor es darles lo que quieren.
Las revueltas y protestas se habían vuelto algo crítico. Ya no eran un asunto sin importancia. La gente estaba protestando con demasiada seriedad y Sakura hubiera deseado que nadie se tomara el asunto con semejante importancia. No lo decía por nadie salvo por el bien de Sasuke. No quería que él corriera algún riesgo alguno.
-Lo que está sucediendo es precisamente por eso—su voz, inicialmente enfurecida por rememorar tales acontecimientos, se relajó a medida que una de sus manos se encargaba de acariciar la mejilla de ella, -ángel—la llamó haciéndola sonreír levemente, lastimeramente su tacto se alejó demasiado pronto para él gusto de ella. –Este no es momento para bajar la cabeza sino imponernos, no tenerles compasión. La reclusión de los funcionarios del estado es demasiado—añadió el Uchiha, separándose de ella.
En cuanto Sasuke se volvió para darle la espalda, Sakura supo que debía de hacerlo cambiar de parecer, por más que aquello no fuera sino lo hecho por sus predecesores. En ese momento debían de darles confianza a los traidores, certeza de que no habrían problemas de ahora en más para luego deshacerse de ellos.
-Sasuke- lo sujeto con fuerza del hombro haciendo que, voluntariamente o no, voltease a verla. –Los demás no importan ahora, yo solo deseo que tu sigas vivo—el Uchiha la escucho pacientemente como siempre, añadiendo a sus ideas todo cuanto ella creyera pertinente. –Por ahora seremos pacientes, cautos, bajaremos la cabeza y luego tomaremos las de ellos.
Los ojos de Sasuke la analizaron y cuestionaron exhaustivamente mientras ella hablaba, sintiendo un peso que ella no notaba en aquellas palabras. Habiéndola escuchado terminar, Sasuke relajo sus expresiones y asintió luego de escucharla. Luego de aquel atentado que había provocado el ascenso de su difunto hijo Baru en el trono, Sasuke temía en exceso por el Sultanato y el Imperio y su habitual modo de responder era mediante las represalias, la rudeza y la crueldad, más siempre intentaba que fuera ella quien tomara las decisiones, confiando en su criterio noble, justo e imparcial.
Los ojos de ambos, fuego y pasión incandescente, no dejaron de contemplarse mientras se escuchaba el repiqueteo de unos respetuosos golpes contra la puerta.
–Adelante—índico Sasuke, apartando sus ojos de ella e mala gana y centrando su atención en las puertas que se abrieron.
Apareciendo desde el umbral de la puerta que le había permitido el paso, un joven hombre de veinticinco años, gallardo e incuestionablemente digno, se encontró delante del Sultan y la Sultana a quienes reverencio respetuosamente. Vestido con un traje completo de jenízaro hecho de cuero negro y decorado con hebillas de plata en el torso, muñecas y cuello, con una soberbia toca elevada de estilo Uchiha que cubría su cabeza. Tenía una espada colgada de la cintura mediante una correa de cuero, del mismo color, que se ferraba de su hombro derecho a su cadera izquierda. La chaqueta del traje jenízaro, hasta más allá de las rodillas, ocultaba sus pantalones pero enseñaba claramente las pesadas botas de cuero que usaba.
Ante el anterior derrocamiento del Khan de Crimea, ahora capitán absoluto del ejército, su propio hijo Boruto se había visto trasladado al Palacio Imperial, criándose según el protocolo cortesano de lo Uchiha y teniendo como tutor al propio Sultan a quien le debía absoluta lealtad, siendo su emisario en todo el basto palacio. Era la mano derecha del Sultan en muchas decisiones, considerándolo un segundo padre y gran tutor.
-Majestades—Boruto levantó la cabeza con su clásica mirada firme. -El Visir Inojin Yamanaka solicita audiencia urgentemente.
Por la mirada de Sasuke, Boruto intuyó fácilmente que en ese momento aquello no era de su agrado, más la mirada de Sakura le estaba diciendo lo contrario. Sabía muy bien a quien debía escuchar.
-Hazlo pasar, Boruto—le pidió Sakura con mirada suave ante la cual el asintió antes de dirigirse a las puertas.
Sakura le dirigió una mirada persuasiva al Uchiha, pidiéndole que al menos esa vez escuchara a su nuero por más que no le sentara el gracia su presencia. Sasuke le sostuvo la mano a Sakura luego de aceptar su decisión. Puede que tratar política en el momento le resultase un fiasco, pero era lo que debía hacer. Levantando su mirada hacia la puerta, vio a Inojin Pasha entrar en compañía de Boruto haciendo, en cuanto estuvo frente suyo, la debida y respetuosa reverencia.
-Su majestad—el diplomático y co-líder del consejo levanto la vista. –Los soldados piden tener un diván abierto, quieren que usted este presente—aludió el joven Pasha a la reunión que cada partidario del Príncipe Yosuke exigía que se realizara para demandar lo que creían oportuno. El Sultan y la Sultana estaban claramente informadas de todo lo que sucedía en el exterior, del número de muertes impartidas por los traidores. Una guerra civil librada en las calles de Konoha. -Kami no lo quiera, ahora vienen por su cabeza.
Sasuke no pudo evitar bufar mientras caminaba hacia el dosel trasero de su cama que emulaba el trono real de los Uchiha. Era Sultan nacido para gobernar y que daba cada día y hora de si por la seguridad, esplendor y auge de su imperio-nación. Con las manos tras la espalda, sentía la pesada y preocupada mirada de su ángel intentando descifrar que es lo que pensaba y sentía exactamente en ese momento.
-Ridículo—comento únicamente ante la atenta mirada de sus aliados y esposa.
Con el temple y elegancia que lo caracterizaba ocupo su lugar en el bien dispuesto trono desde donde les dirigió una mirada seria, molesta y arrogante a quienes lo rodeaban, principalmente a su nuero y Visir que, muchas veces, creía poder tomarse atribuciones que, en la opinión de Sasuke, no le correspondían. Sabía que a Sakura no le iba a gustar la orden explicita que iba a dar pero no tenía tiempo para pensar en ello. A lo largo de todos esos años había olvidado que era esposo, padre, hombre…se había concentrado totalmente en el estado y la gobernanza. Era el soberano del mundo.
Iba a hacer lo que su criterio le dictara, nada más.
-Solo necesitan que se les recuerde quien gobierna y que no pueden acatar sus propios deseos a libre albedrío—apretó los labios con disgusto y por al menos, medio minuto, pensó exactamente que debía hacer en esa situación. -Reúnan a los soldados más calificados y encierren a tantos rebeldes que puedan—guardo silencio sabiendo que al menos esa medida lograría satisfacer los pensamientos de Sakura, más no podía dejar que aquellos que se sublevaban insólitamente contra él quedaran sin castigo, -pueden encargarse de los demás como gusten.
-Sasuke…—murmuro Sakura con voz suave en un intento por hacerlo cambiar de parecer.
Habiendo olvidado por completo el protocolo cortesano y su rol de esposa, Sakura no había podido evitar hacer anunciar su voz ante lo que acaba de escuchar por parte de los labios de él. Sin embargo, y dándose cuenta de su error, Sakura se supo y sintió incapaz de hablar. Sasuke bajo la mirada ante aquello, en otras circunstancias la escucharía directamente, sin problemas, pero teniendo a un Visir en su presencia tal camaradería e intimidad entre ambos era mal vista. Boruto e Inojin estaban igual de sorprendidos pues una mujer no debía de tener tal grado de Importancia, para Boruto era habitual, pero no para Inojin que pocas veces pisaba el palacio salvo para las responsabilidades del estado. Sakura trago saliva imperceptiblemente debido a los nervios por el impulso que acababa de soltar exabruptamente, más se relajó en solo segundos e hizo una reverencia a modo de disculpa únicamente.
-Piénselo, majestad—dijo serenamente a modo de remplazo por el exabrupto que había cometido anteriormente.
La pelirosa dirigió su mirada hacia Boruto e Inojin Pasha a quienes con una sola mirada despidió sin necesidad de emitir palabra alguna. Viendo a Sasuke ponerse de pie para acercarse a ella y escuchando las puertas cerrarse por medio de los guardias que se hallaban del otro lado, Sakura se aferró a los hombros de Sasuke a modo de súplica.
-Piénsalo bien Sasuke, por favor—pidió con la mirada dulce y piadosa, casi sumisa y dispuesta al actuar que el desease dictar a partir de ese momento. –Estas desesperado, lo sé, la ira y el orgullo no puede ser usado en este momento—sugirió dándole a entender que estaba de su lado pero además sirviéndole como consejera y ministro que siguiera sus pasos y estuviera a su lado a cada instante, porque eso hacía. –Habla con ellos en el diván y actúa de forma pasiva.
Sasuke aguardo a que ella terminara, más no asintió ni dio seña alguna de que estaba de acuerdo con ella. Adoraba sus consejos, esos momentos en que no lo criticaba ni le ordenaba nada, en que solo se conformaba con ser su esposa. Tomando, lo más cálidamente que le era posible en ese momento, la mano de su esposa, beso dulcemente la palma de esta y la sostuvo entre la suya por un breve instante. Ella era su mayor fortaleza y sin ella no era nada.
Sintiendo y viendo como Sasuke le soltaba la mano, Sakura se sumió en una incertidumbre total en cuanto lo vio salir de la habitación que solo a él correspondía. La sensación de sus labios latía contra la palma de su mano le hacía sentir que debía confiar ciegamente en él, y lo hacía sin delación alguna. Sabía que tenía que llegar a lo alto de la torre real desde donde, claramente, podría escucharlo y verlo para estudiar su actuar y entender que tendría que hacer en el futuro para que él tomara decisiones que estuvieran a favor de lo que era correcto.
Pero en cuanto dio un paso se vio forzada a llevarse una mano al centro del pecho producto de una aguda punzada que le quito el aire repentinamente. No era la primera vez que sucedía, últimamente sentía una extraña molesta en momentos inoportunos, más no consultaba al médico del palacio por creerlo innecesario ya que el resto del tiempo se sentía bien. Inhalando aire y serenándose a sí misma, se olvidó del dolor y salió de la habitación.
Tenía que pensar, y rápido, como arreglar esa situación.
Sasuke abandono sus aposentos más tranquilo, con su tempestuosa personalidad ligeramente a raya producto de las palabras y consejos de su ángel, pero notando muy claramente las indirectas de ella para controlarlo. Año tras año, momento tras momento, Sasuke notaba aún más como esa habilidad maternal y sobreprotectora de parte de su esposa se enmarcaba todavía más.
En su camino, y siendo fielmente seguido por Boruto, Sasuke percibió a Inojin Pasha siguiéndolo, apenas dos pasos detrás de él. El Yamanaka era uno de los mayores defensores y partidarios de la paz y estabilidad social, y Saga tenía muy en claro que, de alguna manera, el Pasha intentaría convencerlo de dispersar la revuelta de forma pasiva e insulsa.
-Su majestad, ¿Cómo debemos proceder?—pregunto el Pasha, siguiendo al Sultan que, ni por un momento, se giró a observarlo, caminando frente en alto a través de los pasillos. -Si atacamos, la multitud solo responderá agresivamente.
Violencia contra violencia jamás era una buena combinación.
-Responderemos con un diván abierto, Inojin Pasha—menciono Sasuke únicamente, aun sin detener su andar.
El Pasha se detuvo muy lentamente ante las palabras del Sultan. Si bien aquello era lo que la Sultana Sakura parecía tener en mente, el Pasha no consideraba apropiada tal medida diplomática, en su mente, tal medida era insuficiente para detener aquella revuelta sino para prolongarla..
-Majestad, ¿lo cree prudente…?—menciono en un murmulló el Pasha.
En cuanto Sasuke escucho esas palabras, detuvo sus pasos y se giró hacia el Yamanaka, observándolo de forma crítica, calando su carácter únicamente mediante el brillante iris ónix de sus ojos, a modo de intimidación. Tan rápidamente como había hecho guardar silencio al co-líder del Consejo, sin emitir palabra alguna, Sasuke siguió su camino ante la, parcialmente, arrogante mirad que Boruto le dirigió al Yamanaka que, calmadamente, siguió al Sultan.
No iba a cambiar de idea por nada del mundo.
-¡Atención! Su majestad el Sultan Sasuke.
Ante las puertas que conectaban el palacio con el enorme patio, conocido como diván por al permanente presencia del trono del Sultan en el lugar, se encontraba atestado con una multitud incontable de soldados, todos armados con espadas, dagas, armas de fuego y otros aditamentos de todas las clases posibles. Todos ellos estaban allí por un propósito, defender la vida y poder que el Príncipe Yosuke merecía y debía tener.
Las puertas que separaban al palacio del patio se abrieron y, escoltado por al menos veinte soldados armados, el Sultan emergió con su característico temple arrogante, haciendo que ya muchos de los soldados se replegaran y retrocedieran, temerosos. Sasuke Uchiha, lejos de su increíble atractivo físico, así como su apariencia intimidante y su considerable altura, era un campeón de guerra, digno de admirar por los pasados héroes del Imperio producto de todos los hombres y enemigos a los que había derrotado con sus propias manos.
Los pasados días de paz habían cambiado hasta llevarlo a enfrentar conflicto dentro de su propio Imperio así como fuera, conquistando Persia, Yemen, Lituania, Malta y cada fracción de Oriente. No por nada era alabado como un dios de la guerra producto de todas sus inalcanzables victorias y hábiles comandancias en campañas y conquistas.
-¿Qué clase de teatro es este?, ¿Con que derecho asesinan a quienes mantienen el orden?—demando saber Sasuke sin reparar en tomar asiento sobre su trono.
No necesitaba de protocolo o impedimento alguno que restringiera su actuar. Con la soberbia corona, de tipo turbante Imperial que estaba en su poder desde el derrocamiento de Yosuke hacía ya diez años, Sasuke observaba críticamente a todos los allí presentes que, al verlo, titubearon en su actuar, bajando parcialmente la mirada…más no todos lo habían hecho, estaban aquellos que eran plenamente leales a Yosuke y a su antiguo régimen, oponiéndose a él y a su autoridad, a sus deseos, a su ambición y/o aspiración por gobernar dignamente.
-Porque consideramos que estamos siendo lapidados—hablo unos de los rebeldes sin titubeo alguno, -no somos libres, parecemos esclavos sometidos por un tirano—Sasuke frunció el ceño ante tales palabras, haciendo que, de una u otra forma, recordara a su difunta abuela Mito. –También escuchamos que los Príncipes fueron asesinados. Majestad, demandamos ver a los Príncipes.
Sasuke era más que conocedor de tal idea, pero Daisuke, Rai, Kagami y Shisui eran demasiado jóvenes como para que el fuera a permitir que llegaran a gobernar, las muertes de sus hijos Baru e Itachi aun pesaban en su memoria. Si algo le sucedía, Sakura seria al regente aun cuando sus hijos llegaran al trono, ella gobernaría con el debido y justo criterio. Sus hijos e hijas seguían siendo lo más importante en su vida después de Sakura, escuchar de boca de esos mercenarios que el pudiera matar a sus hijos era más de lo que su propio subconsciente podía aguantar. ¿Cómo podía hacer eso?, ¿Qué clase de hombre pensaban que era?
-¡Escúchenos majestad!
-¡Escúchenos, majestad!
-No tengo porque aceptar sus demandas—zanjo Sasuke tras escuchas las protestas y peticiones de los rebeldes allí presentes, -Los Príncipes son mis hijos, jamás me atrevería a asesinarlos—prometió haciendo que los rebeldes murmuraran entre sí que tenía razón, más otros decían que la Sultana Sakura estaba gobernando a través de él. -¿Con qué motivo se cuestiona mi autoridad?
Sakura, ciertamente, había gobernado por él en ocasiones específicas, cuando había estado en los frentes de batalla, en visitas diplomáticas o campañas militares, pero ella representaba su voluntad, ella era leal al Imperio sin haber nacido en él y hacia que dentro y fuera de sus territorios perdurara la justicia. Ella, siendo una mujer, no tenía derecho a hacer tal cosa en una sociedad y jerarquía donde ella, única y exclusivamente, debía de actuar como consorte y Haseki, directora del Harem y nada más, pero confiando absolutamente en su criterio, Sasuke nunca podría negarle el dirigir el Imperio.
¿Cómo dudar de ella que era la luz e inocencia del mundo?
-No creemos nada, si no vemos a los Príncipes o al Príncipe Yosuke esta revuelta continuara—volvió a responder claramente el líder de los rebeldes. -Respetamos su autoridad, Majestad, pero nuestra única y verdadera demanda es ver a los Herederos del Imperio—demando el rebelde, siendo notablemente apoyado por sus compañeros que murmuraban entre sí, aprobando la idea. –Si no nos deja ver a los Príncipes, no es digno de ser nuestro Sultan.
Definitivamente tenía que cambiar de táctica, comportarse como autócrata no era lo más adecuado en ese momento. Debía de cambiar de táctica. La presencia de Daisuke, Rai, Kagami y Shisui, tan queridos como eran por el ejército, el pueblo y los jenízaros, pocas veces aparecían entre la gente, desconocidos y amados por muchos, la imagen futura del Imperio. En ese momento los necesitaba para salir de ese aprieto y, por fin, poder eludir el problema que significaba la existencia de Yosuke durante su reinado.
-Mandare traer a mis hijos para que atestigüen cuan perdurable es su influencia y lealtad por esta Imperio—acabo por aceptar Sasuke.
Tomando asiento sobre su trono, el Uchiha frunció ligeramente el ceño antes de levantar su mirada hacia Boruto, como clara petición de que hiciera traer a Daisuke, Rai, Kagami y Shisui lo más pronto posible. Con una reverencia, el Uzumaki se encamino hacia unos de los guardias tras el torno, susurrándole que buscara a Shikamaru para traer a los príncipes al diván público.
Los hijos del Sultan eran necesarios en ese momento.
Siguiendo al encargado de los sirvientes del palacio, los cuatro hijos del Sultan caminaban nerviosos y ansiosos a la vez por defender la autoridad de sus padres, jurando lealtad a un Imperio al que pertenecían y apoyaban incuestionablemente.
El mayor de los cuatro, Daisuke, de veintidós años, era el vivo retrato de su padre pero con un aire especialmente diferente, airoso, tempestuoso y orgulloso. Vestía en formales galas de seda negra, el cuello su atuendo era alto y semi cerrado bordado en oro con tres gruesas líneas en forma de V en el pecho con 5 botones del mismo color desde el cuello hasta el vientre, las hombreas de color dorado en sus hombros anchos seguían en ajustadas mangas lisas que en las muñequeras estaban igualmente bordadas en oro. Un cinturón de cuero con una exorbitante y central hebilla de oro relucía en su caderas y bajo esta la larga chaqueta se habría exponiendo unos pantalones de seda igualmente de color negro y un par de largas botas de cuero. Al lado del mayor de los Príncipes se encontraba el único medio hermano de ellos, Rai de dieciocho años, hijo de la exiliada Sultana Naoko, ataviado en galas de igual diseño solo que de un azul topacio, oscuro y bordado en oro con cadenas de oro a lo largo del pecho, dos placas en forma de sol adornando un lienzo que enmarcaba su caderas, y marcadas hombreras en los hombros.
Seguidamente se encontraba Kagami, un joven sumamente atractivo de dieciséis años recién cumplidos, corto cabello oscuro como el de su padre, piel blanca e inconfundibles orbes ónix como herencia de los Uchiha, así como una considerable altura casi equiparable a la de su hermano mayor, vestido en esplendidas sedas esmeralda formando una chaqueta de bordadas de plata hasta la altura de las rodillas de donde claramente se vislumbraban unas largas botas de cuero negro. Y un cinturón dorado de placas metálicas enmarcando sus caderas. Finalmente se encontraba el menor de los hermanos, Shisui Uchiha de trece años, de corto y rebelde cabello oscuro y expresión inocentemente ingenua, ataviado en galas gris plateado sin demasiado ornamentos o bordado, si hombreras, la zona correspondiente al cuello, los hombros y el inicio del pecho se regían por un ligero compuesto oscuro que se desplegaba decolorándose hasta volverse gris, las mangas a son del cinto de ceda con placas metálicas en su cintura eran de color azul grisáceo, completando su atuendo al usar largas botas de cuero negro.
-Su majestad el Sultan necesita de su presencia, altezas—explicó Shikamaru, caminando en compañía de los príncipes y cumpliendo las indicaciones dadas por Boruto.
La Sultana Sakura se encontraba en la torre que daba una vista clara al patio del palacio, observando y escuchando todo lo que allí tenía lugar mientras su fiel amigo y sirviente se encargaba de lanzar a sus hijos al foso de los leones, por así decirlo. Sus hijos eran soberbios leones guerreros que liderarían y enardecerían a los rebeldes bajo sus indicaciones, haciéndoles creer que eran burdamente inocentes…pero jamás lo serian, solo le eran leales al Imperio.
Su madre era la Sultana de pueblo, una mujer que solamente por su personalidad ya era amada por encima de cualquier gobernante terreno que gobernase una tierra extranjera, alabada como tal por la perfección de su persona, por todo lo que ejercía y realizaba a la perfección, la mujer más perfecta en el orbe del mundo, la personificación viva de un ángel con carácter y fuerza propias de un hombre.
-No puedo opinar, altezas—se excusó el Nara, bajando ligeramente la mirada ante los príncipes que lo observaban entre agradecidos y reconfortados con su ayuda y presencia desde que tenían memoria, -pero, por favor, sean pacientes y discretos—pidió Shikamaru haciendo que se detuvieran. -Todos corremos peligro.
Daisuke y Rai asintieron únicamente, apretándose las manos con nerviosismo. Kagami sonrió ladinamente y coloco una de sus manos sobre el hombro del Nara, reflejando el carácter afable y cariñoso, naturalmente heredado de su madre.
-Descuida, Shikamaru—tranquilizó Shisui a Shikamaru a son con el gesto de su hermano. -Haremos lo mismo que haría nuestra madre.
Sin emitir más palabras, y observándose antes de inhalar aire, los hermanos avanzaron a pasos iguales hacia las puertas que daban con el patio del palacio. Eran hijos del Sultan y una Sultana, no tenían por qué titubear…
La llegada de los dos hijos del Sultan, Daisuke, Rai, Kagami y Shisui fue recibida por los gritos y vítores de la multitud de rebeldes que los amaba e idolatraba como quienes podrían cambiar el Imperio según lo que ellos deseaban o ambicionaban. Desde lo alto de la torre, a través del enrejado dorado, la Sultana Sakura observaba sonriente la llegada de sus hijos, orgullosa de los hombres que eran, de los valores que tenían y de los nobles que eran al brindarle ayuda y auxilio al mundo, a los pobres y desamparados.
-¡Larga vida a los príncipes Daisuke y Rai!
-¡Larga vida a los príncipes Kagami y Shisui!
Sakura no pudo evitar recordar fugazmente los nacimientos de sus hijos, valorando el dolor sentido, sintiendo su lado más sensible brotar al recordar hacerlos dormir de bebés, acallar sus pesadillas y miedos, recordando los "te amo" de parte de ellos cuando ella los ayudaba y mimaba, cuando los educaba. Ellos eran sus príncipes, sus guerreros nobles y valientes.
-Kami, ayúdanos…- suplicó Sakura al altísimo.
Pese a todo lo perdido en el pasado, pese a sus recuerdos, pese a su dolor, su fe era lo que más permanecía en ella tras el innegable amor que latía en su corazón: amor por sus hijos, amor por sus hijas…y por Sasuke que era el sol de su vida, el único hombre y ser existente que la había anclado a la vida, que le había dado fuerzas para vivir cuando ya había creído que todo estaba perdido, cuando nadie más había conseguido hacerlo, y siempre lo seguiría amando. Porque ella había nacido para él y él había nacido para ella, habían nacido para amarse.
Sakura mantuvo la frente en alto, orgullosa como madre, al ver a "su hijo" Rai avanzar y rodear el trono, enfrentando sin dilación alguna a la multitud, siendo igualmente observado por su padre y sus hermanos que estaban a la diestra de su padre, en compañía de Boruto. Rai ciertamente no era su hijo, era el hijo de Naoko, pero luego de haber conseguido exiliarla Sakura lo había criado como si fuera su propio hijo y Rai la había llamado madre en solo cuestión de tiempo.
-¡Soldados!—llamo Rai a los presentes al ver el alboroto y vítores que proferían los rebeldes. –Nosotros estamos a salvo y siempre lo estaremos—se expresó haciendo que su padre sonriera ladinamente, conforme y a la vez dudoso de sus palabras…por obvias razones. Rai jamás era de total confianza en su opinión, no como Daisuke, Kagami y Shisui. -¿Cuál es su excusa para aludir nuestros nombres e iniciar una rebelión?—indago ante los soldados que admiraron su entereza y devoción para con el Imperio Uchiha. -Pedimos su comprensión en estas decisiones y rogamos su lealtad que deseamos ganar y tener.
La multitud, viendo retirarse al príncipe Rai, —que ocupo su lugar junto a su hermano mayor- murmurando entre sí, decidiendo que era lo más conveniente en ese momento, hasta tomar una decisión: replegarse…momentáneamente.
El líder de la rebelión dios dos pasos hacia el frente antes de hablar, bajando parcialmente la cabeza ante el Sultan y los Príncipes, así como los Pashas, políticos y dignatarios del Imperio, nobles importantes en la gobernanza de la nación.
-Majestad, altezas—inicio el rebelde con el debido respeto. -Estamos satisfechos con esto, pero le rogamos que nos dé una garantía—pidió, secundando por sus compañeros que asintieron de manera vehemente, -queremos una garantía de que no serán lastimados.
Sasuke cerró los ojos por un breve instante, sopesando esas palabras. A lo largo de los años había evitado toda seña de crueldad, no entendía como esos insignificantes rebeldes podían creer que fuera a lastimar a sus propios hijos, ¿Cuándo había dado tal indirecta como para que alguien sopesara tal idea? Debía de ser cauto en su forma de actuar, no podía olvidar todo lo aprendido hasta ese entonces.
A modo de respuesta, el Gran Visir del Imperio Kakashi Hatake Pasha, paso al frente ante la atenta mirada de los rebeldes y de sus compañeros. Sasuke levanto la mirada hacia su Gran Visir quien sin permiso o diatriba alguna parecía estar dispuesto a arriesgarse de una forma que no era necesaria.
-Yo, Kakashi Hatake, soy la garantía—juro el Pasha, ofreciendo su vida.
Sakura se apretó las manos con nerviosismo, esperando que lo que sea que fuera a pasar sucediera y rápido para quitarle tal preocupación de los hombros. Ante la atenta mirada del Sultan y la Sultana, Inojin Yamanaka Pasha pasó igualmente al frente, de pie junto al Gran Visir.
-También yo—aseguro Inojin, haciendo fruncir el ceño al Sultan. –Pueden marcharse, nosotros seremos la garantía.
La anterior tranquilidad de Sasuke se esfumó en cuanto el Yamanaka pasó al frente. Demasiada gente se estaba inmiscuyendo en el tema para su propio gusto, estaban hablando por el cómo si ni siquiera estuviera allí, viéndose limitado a parecer un auténtico tirano. Si más que escuchar, ver o decir, Sasuke se levantó del trono y se marchó sin emitir palabra alguna, dándoles la espalda a los rebeldes y siendo devotamente seguido por Boruto.
Co una mirada ligeramente triste, Sakura vio desaparecer a su sol por las enormes puertas que conectan con el palacio, dejándola más tranquila al saber que, al menos ese día, no se libraría una batalla ni un enfrentamiento armado. Una de sus manos se posó sobre su corazón, agradeciendo que su familia siguiera a salvo, eso era lo que más le importaba.
-Gracias, Kami—murmuro para sí misma.
Kin y Tenten, de pie tras ella, la observaron con compasión, manteniéndose leales a ella con el pasar de los años pese a todo lo vivido, porque eran sus amigas, porque eran sus doncellas, sus siervas y seguidoras leales. Shikamaru llego ante el silencio reinante en el interior de la lujosa torre, observando a la hermosa soberana que contemplaba el patio mediante el enrejado que daba con el exterior. El leal amigo y sirviente de la Sultana se detuvo a su derecha, observando la nada, igual que ella.
-Gracias a Kami todo se solucionó temporalmente, Sultana—elogio el Nara.
Sakura asintió para sí misma al escuchar a Shikamaru.
Había crecido con el deseo de establecer la paz…y lo había logrado ahora que el mundo se encontraba a sus pies, siendo la esposa del Sultan del mundo. Solo había una persona, un individuo que obstaculizaba totalmente la paz que ella deseaba.
Yosuke
-Dejaremos que se calmen las aguas, Shikamaru—respondió Sakura con esa seguridad y confianza que tanto la caracterizaba, girándose hacia el Nara con una sonrisa ladina y fría en su hermoso rostro. –Cuando todo halla pasado ajustaremos cuentas con ellos…—prosiguió recordando parcialmente su pasado y a todos aquellos que la habían precedido, -y los haremos desaparecer.
Con esa promesa, Sakura sujeto la falda de su vestido y se giró hacia la puerta para abandonar la torre hacia sus aposentos, siendo seguida por Kin y Tenten. Necesitaba pensar, calmarse y serenarse lo antes posible. Su futuro y el del Imperio que Sasuke y ella habían forjado dependían de ella y de que nada ni nadie se metiera en su camino. Podía ser un ángel, claro…
Pero nadie conocía lo peor de ella y no quería mostrar esa cara.
PD: bueno, ha pasado mucho tiempo (quizá para algunos) desde que prometí continuar con la historia. Lamento decirles que esta vez no actualizare taaaaaaan seguidamente como hice con el fic "El Siglo Magnifico: El Sultan Sasuke & La Sultana Sakura" porque la segunda temporada de la serie "Kösem La Sultana" aun no termina, pero eso tampoco significa que tarde. Actualizare, como máximo una o dos veces por semana, lo prometo. Este prologo esta dedicado a quienes comentaron mi fic anterior y que esperaban la secuela: melilove, Adrit126 y Yopi
Reparto:
-Kösem Sultan: Sakura Haruno
-Sultan Ahmed I: Sasuke Uchiha
-Sehzade Murad: Daisuke Uchiha
-Princesa Farya: Koyuki Kasahana
-Sehzade Beyazid: Rai Uchiha
-Sehzade Ibrahim: Shisui Uchiha
-Sehzade Kasim: Kagami Uchiha
-Gevherhan Sultan: Sarada Uchiha
-Atike Sultan: Izumi Uchiha
-Ayse Sultan: Mikoto Uchiha
-Ayse Haseki Sultan: Midoriko
-Silahtar Mustafa Pasha: Boruto Uzumaki
-Kemankeş Kara Mustafa Pasha: Naruto Uzumaki
-Sinan Pasha: Kisame Hoshigaki
-Hacı Mustafá Ağa: Shikamaru Nara
-Meleki Hatun: Tenten
-Halil Pasha: Kakashi Hatake
-Gülbahar Sultan: Naoko (35 años)
-Evliya Çelebi: Darui
-Hezârfen Ahmed Çelebi: Metal Lee
-Madame Margarete: Yugito Ni
-Lalezar Kalfa: Ino Yamanaka
-Sanavber Sultan: Aratani
-Topal Pasha: Inojin Yamanaka
-Afitap Hatun: Koharu
