Depués de aquel comentario incómodo, ninguno se atrevió a decir algo más, por lo que Patrick Jane, decidió volver a su habitación.
Lisbon decidió seguirle, aún con ganas de regañarle por lo que había dicho unos minutos antes en la mesa.
-¿Me sigues?-preguntó el asesor sin volverse a mirarle.- No te pongas gruñona.
Sin mirarla, con los años que llevaban como equipo y su capacidad de observación, Jane había conseguido conocer a su compañera más allá de lo que ella quisiera.
-Me parece increible lo que dijiste.-exclamó ella, intentando alcanzarle.
-Igualmente, Van Pelt iba a rechazarle.
-¡Pero no puedes ir diciendo algo tan personal así!
-Puedo. Lo he hecho.
-Jane.
La puerta del ascensor se abrió, dejando pasar a la pareja.
-Rigsby lo superará.-Dijo él, sin rastro de culpabilidad.
Teresa negó con la cabeza, sabiendo que era caso perdido intentar discutir con él.
-No iba a hacerlo. Saben las normas.-dijo ella, cansada.
-Nada de romances en el mismo departamento.
Lisbon asintió, mirandole fijamente. Nunca le había importado regla. Sin embargo, hacía un tiempo empezaba a parecerle estúpida. Sobre todo cuando miraba esos ojos azules que en ese momento, la observaban fijamente.
El timbre del ascensor sonó, sacandolos a ambos del pequeño trance y caminaron hasta la habitación de ella.
-Buenas noches, Jane.
-Descansa, Lisbon.
La agente de la CBI entró en su habitación sintiendose repentinamente agotada y deseando dejarse caer sobre la gran cama de matrimonio que había en el centro de la estancia.
Unos golpes a la puerta, la despertaron. No recordaba en qué momento se había quedado dormida y aún estaba vestida.
Se levantó torpemente y abrió la puerta.
-¿Jane?
El rubio estab de pie frente a la puerta con el chaleco abierto y el pelo ligeramente despeinado.
-Estaba pensando en lo que dijiste.-dijo, entrando en la habitación.
-¿Qué dije?
-La regla es estúpida.
-¿Qué?
A pesar de estar aún adormecida, sabía perfectamente que no lo había dicho en voz alta.
-Tienes razón. Lo pensaste.-se adelantó él al ver su mirada.
Lisbon se acercó a la cama, de pie frente a él sin dejar de mirarle.
-¿Quieres decir que deberíamos dejar a Rigby y Van Pelt...?
-No hablaba de ellos.
Los brazos del rubio la abrazaron con fuerza, haciendole caer en la cama sobre él. Sus labios se unieron en un beso, provocando escalofríos en los cuerpos de ambos.
Lisbon se dejó llevar por los besos del asesor y por las caricias que empezaban a repartirse por más partes de su cuerpo.
Sus lenguas luchaban, intentando ocupar el lugar de la otra, mientras las manos de Jane se decidían a acariciar la piel de Lisbon por debajo de la blusa. Tal como había soñado...
Jane llamaba a la puerta de la agente con insistencia sin respuesta alguna, por lo que decidió entrar sin avisar. Lisbon se revolvía ligeramente en la cama, sin notar su presencia.
La hubiese observado dormir, si no fuera porque en la mano, tenía una carta de Red John.
