Una Petición un tanto Exigente
La cena había trascurrido tal y como él lo esperaba: aburrida. Sirius lo había mandado a llamar, sin embargo, los sirvientes ya traían el postre y todavía no sabía para que asunto. Hasta que casi pasada la media noche, Sirius abordó el tema:
-Harry- preguntó al fin -¿Qué dirías si te dijera que ya tienes prometida?-
La noticia no le causó gran impresión, después de todo, Sirius como señor feudal y padrastro, tenía prácticamente la obligación de buscarle esposa.
-Diría que te habías tardado-
Sirius dejó escapar una sonrisa, típicas de él. Llena de malicia
-¿Cuál es su problema esta vez?- preguntó Harry temiendo lo peor.
-Solo uno… Es sumamente difícil que la dueña de Burrow siga siendo virgen -aseguró Sirius-, pero dadas las circunstancias, estoy seguro de que pasarás por alto ese detalle.
Harry miró a su padrastro sin mostrar emoción alguna. Su reacción a la noticia de que su futura esposa había perdido la honra pasó prácticamente inadvertida para él ni siquiera apretó con fuerza la copa de vino.
Como huérfano siempre se había visto obligado a abrirse camino en la vida con su espada y por supuesto había pasado largos años ocultando sus sentimientos. Algo que había llegado a dominar tanto que la gente pensaba que carecía de ellos.
-¿Dijiste que era la heredera? -preguntó Harry, que prefirió concentrarse en el aspecto más importante de la cuestión-. ¿Acaso es suya la hacienda?
-Pues sí...
-En ese caso, servirá como esposa -dijo el ojiverde disimulando su intensa satisfacción.
«Sus propias tierras», aquellas palabras sonaban prometedoras. Un lugar al que pertenecer; un lugar en el que no fuera simplemente un noble herrante; un lugar en el que fuera bien recibido y se sintiera necesario no solamente por su habilidad con la espada. Quería vivir en un lugar donde tuviera derecho a sentarse frente a su propia chimenea. Un hogar.
Harry tenía treinta y un años y sabía que una oportunidad como aquélla no volvería a presentarse.
-Ahora es la única dueña de isla de Burrow -sentenció Sirius tomando un sorbo de su copa de oro y mirando pensativo el fuego-. Su padre, sir Arthur Weasley, prefería viajar y ocuparse en actividades intelectuales que trabajar la tierra. Me han contado que por desgracia murió hace unos meses mientras recorría Francia.
-¿No tenía herederos varones?
-En realidad si, pero sus 2 hijos mayores, William y Charles renegaron dejar a sus esposas y sus tierras y decidieron ante firma de un ilustre, no reclamar las tierras pertenecientes a su hermanita. ¿no te parece tierno?
Como de costumbre, Harry no esbozó ni un solo movimiento. Solo se limitó a preguntar:
-Lady Ginebra heredará la tierra; Y como señor feudal de sir Arthur tienes la tutela de su hija, ¿no? Se casará en cuanto se lo pidas?.
Sirius apretó los labios.
-Eso aún está por ver.
Harry observó que su padrastro reprimía una sonrisa y aquello le alarmó un poco. Cada vez tenía más imaginación para sus travesuras que cuando era joven.
Como hombre de temperamento serio y reservado, Harry no era propenso a la risa por lo que algunos le creían despiadado. Una pequeña excepción eran los bufones de la corte, Greg y Feorge, eran los únicos que le podían dibujar una pequeña sonrisa en su rostro, más cuando se burlaban del Jefe de mayordomos, Percybal.
Esperó con cautela a que su padrastro le explicara que le parecía tan divertido en un asunto tan sencillo y estudió su elegante perfil: Sirius tenía unos cincuenta y cinco años. Algunos mechones plateados cruzaban su cabello, pero seguía atrayendo la atención de toda mujer que se le acercara.
Y a pesar de su (todavía creciente) lista de conquistas (a pesar de estar casado) y total aire fiestero y derrochador de la familia Black, Sirius se había convertido en un buen sustituto de padre, luego de que los suyos fallecieran.
Hasta que cumplió once años lo educó su querido tutor y después inició su educación como Auror. Como no poseía tierras propias, ya que su padre se las había dejado a Sirius, éste lo acogió en su casa y lo trató mejor que a sus hijos.
Desde ese tiempo buscaba poner en práctica sus artes de lucha, o buscaba la soledad de la biblioteca del monasterio. Allí leía cualquier cosa que le diera el hermano Flinch, el bibliotecario.
A los diecisiete años estaba versado en multitud de temas. El interés de Harry por los estudios no le había servido de mucho, pero su destreza como Auror y comandante de tropas le había permitido forjarse una lucrativa carrera, era un hombre acaudalado, pero sin tierras.
Había poderosos señores, incluido su propio padrastro, a los que un hombre que sabía cómo capturar ladrones, caballeros renegados, y sobretodo mortífagos (una constante amenaza para sus haciendas y alejados feudos), podía serles de gran utilidad.
Cuatro días antes había recibido el aviso de Sirius de que acudiera al castillo de Gridmund Place. Aquella noche había sabido que su mayor deseo iba a convertirse en realidad. Sólo tenía que aceptar a una dama de dudosa reputación.
Era un precio muy bajo por lo que más ansiaba en este mundo y estaba acostumbrado a pagar por lo que quería.
-¿Cuántos años tiene? –preguntó al fín.
-Deja que lo piense.-dijo Sirius fingiendo un gran esfuerzo mental- Creo que debe tener veintitrés -contestó.
Harry frunció el entrecejo.
-¿Y todavía está soltera, es muy vieja -pensó.
-Según me han dicho, no tiene mucho interés en casarse. Ya sabes, algunas mujeres no lo hacen.
Su curiosidad era demasiada, como siempre así que preguntó:
-¿Tiene lady Ginevra algún tipo de deformidad?
-No, que yo sepa. No la he visto desde que era una niña, pero que yo recuerde tenía una constitución normal. No prometía ser muy hermosa, pero no me dio la impresión de ser fea ni deforme -arqueó una ceja-. ¿Tiene mucha importancia su aspecto?
-No -contestó Harry mirando el fuego-. Lo único que me importan son sus tierras.
-Es lo que pensaba.
-Sólo intentaba encontrar alguna razón por la que no se haya casado todavía.
Seguro si que era deforme, y fea. Con su suerte, hasta tonta. Casi la podía imaginar, cabello negro y marchito, verrugas y 6 dedos en su mano derecha. Con razón Sirius contenía su risa.
Sirius movió una mano con gesto despectivo. -Como te he dicho, por una razón u otra, algunas mujeres no muestran un especial deseo por compartir el lecho nupcial. Según dicen, lady Ginevra es una de ellas. Sólo ha aceptado hacerlo porque sabe que lo necesita.
-¿Por sus propiedades?
-Sí, isla Burrow es fértil y necesita protección. Me ha escrito diciéndome que ha tenido problemas con su vecino, Draco Malfoy, y con unos piratas que hostigan sus barcos mercantes con destino a Londres.
-Así que necesita un marido que defienda su heredad y usted, señor, quiere que Burrow siga siendo lucrativa.-éste era un plan sin duda alguna, de la mente de Sirius Black-
-Sí. La isla no es muy grande -aseguró Sirius cogiendo una pequeña bolsa finamente bordada que había en una mesa cercana- pero esta es su verdadera riqueza. –dijo arrojándosela a Harry -
Éste la cogió. Olía a flores y hierbas. Se la acercó a la nariz y aspiró su exótico, intenso y sorprendentemente complejo aroma. Era una fragancia embriagadora.
-¿Perfumes?
-Sí, se trata de una isla rica en flores y hierbas, y comercia con perfumes y cremas de todo tipo.
Harry observó la fragante bolsa roja con dorado que tenía en la mano.
-¿Tendré que hacerme jardinero? ¿Botánico? ¡herbologo..!
Harry sonrió, no lo tomen a mal, pero en realidad le agradaba la idea.
-Será todo un cambio para el Auror de Gryffindor.
-Así es.
-Así que la propietaria de Burrow quiere casarse con un hombre que proteja su jardín de flores y yo quiero tierras de mi propiedad. Creo que podemos hacer un trato justo.
-Espero.
Harry entornó sus ojos verdes.
-¿Tienes deudas?
La sonrisa que había estado rondando por los labios de Sirius se convirtió en risa.
-Me temo que hay cierta competencia por el puesto.
-¿Qué tipo de competencia?
-Draco Malfoy, el vecino de lady Ginevra, que también me rinde vasallaje, hace tiempo que tiene los ojos puestos en Burrow. De hecho, es por lo que creo que la dama ya no es… virgen.
-¿La sedujo?
-Según me han contado mis informadores, la raptó el mes pasado y la retuvo en Borgin durante cuatro días.
-¿Intentó que lo aceptara como marido?
-Pues sí, pero la dama lo rechazó.
-Una mujer poco corriente.-acertó a decir Harry-
-Sí. Parece que lady Ginevra espera que el hombre que sea su señor cumpla unos requisitos muy especiales -volvió a sonreír-. Me ha enviado las condiciones necesarias para ser su marido.
-¡Por todos los diablos! ¿Condiciones? Estaba seguro de que Sirius le ocultaba algo…
-Las ha puesto por escrito con gran lujo de detalles. Míralas.
Sirius cogió una hoja de pergamino doblada que había en una mesa cercana y se la entregó a Harry.
Pasó la vista rápidamente por los saludos hasta llegar a la parte en el que detallaba lo que exigía de un marido:
Señor, he meditado mucho sobre sus deseos y las necesidades de mi pueblo, y acepto contraer matrimonio. Sin embargo como Burrow es una isla remota y no conozco a ningún hombre al que elegir como esposo, excepto sir Draco Malfoy, le ruego respetuosamente me envíe una selección de al menos tres o cuatro pretendientes. Elegiré marido entre ellos. Para ayudarle en la tarea he preparado unas condiciones que especifican las cualidades que requiero.
Primeramente debería ser un caballero honrado que sepa mandar un pequeño, pero eficaz grupo de guerreros.
Además de este evidente requisito, hay otros tres que son personales:
En primer lugar, respecto a sus cualidades físicas, debe ser un hombre de estatura y proporciones normales. Me he fijado en que los hombres extremadamente corpulentos prefieren confiar en la fuerza bruta para conseguir sus fines en vez de en su ingenio y conocimientos.
En segundo lugar, debe ser un hombre de semblante alegre y carácter educado y agradable. Quiero que mi esposo tenga el don de la risa, que sea un hombre capaz de disfrutar con las humildes diversiones que nos proporciona la isla
En tercer lugar, es absolutamente necesario que mi marido sea un hombre culto, al que le gusten la lectura y las conversaciones intelectuales.
Envíelos, por favor, cuando lo tenga a bien. Haré mi elección tan rápidamente como me sea posible y le informaré de mi decisión.
Burrow, 17 De marzo 1320...
Harry volvió a doblar la carta, consciente de la tremenda diversión que reflejaban los ojos de su padrastro.
-Me pregunto de dónde sacaría la idea de poner condiciones para encontrar el perfecto señor y marido?.
Sirius se echó a reír incapaz de contener su culpa. -Supongo que los elementos básicos provienen de alguna balada romántica. Ya las conoces.
-Sí, sé de qué canciones me hablas. No me interesan en absoluto. -A las mujeres les encantan.
Harry se encogió de hombros.
-¿Cuántos candidatos va a enviar, señor?
-Permitiré que lady Ginevra elija entre dos competidores.
Harry arqueó una ceja.
-¿No va a mandar tres o cuatro?
-No.
-Entonces, dos candidatos. Otro más y yo.
-Sí.
-¿Contra quién voy a competir?
Y fue ahí donde Sirius Black sonrió.
-Con sir Draco Malfoy. Buena suerte, Harry. Los requisitos de la dama son sencillos, ¿no te parece? Sus condiciones son que sea un hombre de mediana estatura, dado a la risa y que sepa leer.
Harry le devolvió la carta a su padrastro.
-Es muy afortunada. Cumplo uno de los requisitos. Sé leer.
-
-
N/A: hola!
Solo un dato (de cultura general, claro está) en 500- 1400 (por ahí) cuando se dieron las épocas de los Feudos era poco común que los señores y los caballeros supieran leer, cada uno tenía su "especialidad" y no se mezclaban. Así que no se burlen, en serio para Harry es un punto a favor el hecho de que sea Auror y sepa leer.
Anelis Evans
