Quizá sea sólo un punto de vista más, ése al que todos le tememos, ese de quien nos espera al final del pasillo con una macabra sonrisa de muñeca tallada en su fría piel, ésa que tiene las cuencas vacías y desprovistas de cualquier sentimiento que imagines. Ella está ya a mi lado, me acompaña mientras escribo estas palabras.

Tus últimas palabras...
Suena tan literal ahora, hace unos años, cuando sonreía realmente y mi cabeza no estaba tan llena de idiotez, ceguera y desesperanza, jamás me hubiera creído llegar a ser un esto, sólo era una yo, orgullosa, alegre, llena de vida.
— Pero mira cómo pasa el tiempo, ¿eh? Nada es eterno, ni siquiera tú y tu estúpido optimismo.
Mi reflejo, ésa maldita cara fea que está presente cada vez, siempre me dice esas cosas, ya es costumbre. Me da miedo, no se parece a mí, es más como una copia más fea y burda, y me habla con esa voz agridulce que parece que en cualquier momento se va a quebrar.
Los recuerdos quieren agolparse, ella no los dejará, esto no los dejará. Que se alejen, váyanse lejos, que la portadora está a un paso de hacerlo.
Quizá parezca complicado, pero no, es fácil.

Al fin, luego de la charla ella abre los brazos y la cobija, nunca más sentirá miedo, tristeza u odio hacia sí misma, por fin lo logró, es libre y nadie la detendrá.