El shinigami se alejó de la cueva donde, el que había sido su compañero, residía. Lo había encontrado sombrío y demacrado. Diferente a sus recuerdos. Aquellos recuerdos pertenecían a los días en los que todavía estaba vivo. Había ido a ver a Ryuk con la esperanza de sentir algo dentro de sí mismo. Odio… añoranza… lo que fuese. Sin embargo ya nada alteraba su corazón. No necesitaba escuchar el final del relato de Ryuk sobre sus días en el mundo humano, porque sabía cómo acababa. El humano moriría. El humano siempre moría.
El shinigami, que en sus tiempos de vida había respondido al nombre de Light, se encaminó hacia la salida de aquel mundo. El portal, la brecha que lo comunicaba con los otros. Hacía tiempo había dejado en el mundo humano algo importante. Un cuaderno.
Light acarició con sus dedos el cuaderno que él mismo poseía en su cinturón. Un cuaderno que había sido específicamente creado para él. Sin embargo en el mundo humano todavía latía la presencia de otro cuaderno. Otro que un día le arrebataron. Y él no buscaba venganza. Tan solo quería divertirse…
Near depositó cuidadosamente la última carta en la pirámide de diez pisos, era un as de corazones, pero con el mínimo roce, la montaña entera se vino abajo antes de que la última carta estuviese siquiera colocada. El chico miró indiferentemente el revoltijo de cartas del suelo durante unos segundos. Después enrolló uno de sus cabellos en su dedo índice, lo estiró suavemente, y se dirigió hacia su ordenador con pasos lentos y acompasados.
El chico recordó a Mello. Si él hubiese estado allí, habría comenzado a gritarle, molesto. Recordó como solía ponerle furioso su indiferencia y continua tranquilidad. Para Mello la estructura de sus planes había de ser perfecta, tanto como la de la pirámide de cartas, sin un solo fallo. Para Mello volver a comenzar a construirla era inadmisible, las cosas tenían que salir bien a la primera. Recordó cómo una vez lo había llamado hielo seco por ser tan inexpresivo. Sin embargo, Near jamás lo había comprendido. Para él, si una cosa salía mal, tan solo había que comenzarla de nuevo. Si uno de sus trenes de plástico descarrilaba, tan solo había que devolverlo a la vía. Perder los estribos por ello no solucionaba nada.
"Hay situaciones que jamás puedes arreglar si salen mal, Near" Recordó como una noche le había susurrado el chico. "O si no, mira a L." L. … L. había muerto por un fallo en la estructura de su plan. Mello también había muerto. Pero Mello sabía que su misión estaba abocada al desastre. En el fondo Near también lo sabía, solo que se había negado a pensar en ello hasta que fue demasiado tarde.
Near dio un largo suspiro. No era el momento de ponerse triste por ello. El cuerpo de Mello ya reposaba bajo tierra dos largos años. Nada de lo que hiciese iba a devolverlo a la vida, ni siquiera llorar, por lo que sería un gasto inútil de energía y concentración. Además… Kira, Light Yagami, también estaba muerto, por lo que su muerte no fue en vano. Sin embargo… ojalá pudiese mirar a su antiguo amigo a los ojos de nuevo.
En ese momento un suave pitido le indicó que un correo urgente había llegado a su equipo. Near alargó su brazo hasta el ratón y cliqueó en él. A continuación la pantalla se puso en blanco y una voz inundó la sala. Era la del comandante Lexter, su ayudante más cercano.
"Near… tenemos un grave problema." El chico se mantuvo tranquilo, al fin y al cabo tan solo se trataba de eso. Un problema. Para él todos los problemas tenían una solución lógica.
"¿De qué se trata comandante Lexter?"
"Es el Death Note… parece haberse pulverizado de repente… ha desaparecido." Near no pudo evitar ensanchar los ojos con sorpresa… ¿Cómo había podido pasar algo así? Las cosas no desaparecen en la nada. Algo tenía que haber pasado con ese cuaderno… ¿Y si…? No, no era posible, pero… ¿Y si Kira estaba de vuelta? ¿Acaso los shinigami habían regresado? Near miró a la blanca pantalla del ordenador por unos segundos, después respondió con una voz tranquila y sin un solo matiz de sorpresa u nervios.
"Comandante Lexter… póngase en contacto con Giovanni y Linder, dígale que los necesitamos, la SPK vuelve a estar en activo"
Emma caminaba tranquilamente bajo el calor del asfixiante sol de verano con sus auriculares puestos. Era un día caluroso en Inglaterra, y a pesar de que su grupo favorito era Green Day, la voz de Billie Joe Armstrong no lograba mejorar su humor. La chica deseaba llegar a casa cuanto antes y resguardarse del infierno. La idea de vivir en el frigorífico de su cocina se le hacía atractiva… ¿Por qué el calor la cansaba tanto?
En cuanto Emma terminó de girar la cerradura de su casa y la puerta se entreabrió, el olor de la comida quemada llegó hasta sus fosas nasales. ¿Acaso Luke se había olvidado de sacarla del horno? Era extraño…
"¡¿Luke?!" Llamó a su hermano pequeño, ya en el interior de la casa y sin los auriculares, sin embargo nadie respondió. "¿Estas en casa Luke?" Aquel día, Luke tenía el cumpleaños de uno de sus compañeros de clase. Emma recordaba como el día anterior estaba emocionadísimo con la invitación y no paraba de corretear de un lado a otro de la casa, sonriente, como un niño normal de diez años. Quizá simplemente se había retrasado.
Emma corrió a la cocina y se apresuró a sacar la comida del horno, que estaba completamente chamuscada. Desde que su madre había conseguido aquel trabajo en el hospital, prácticamente no vivía en la casa, por lo que les dejaba algo a medio cocinar en el horno antes de marcharse. Ella se pasaba todo el día en el hospital, y llegaba por la noche, tarde y demasiado cansada como para hacer otra cosa que no fuese tumbarse en la cama exhausta y dormir. Algunos días se pasaba primero por la cocina para saludarlos y coger cualquier magdalena o alimento listo para ser consumido antes de caer exhausta por el sueño. Otros días ni siquiera se molestaba en hacerlo. Simplemente les dirigía un gruñido de mal humor y se retiraba a su habitación.
Emma era la única que realmente se preocupaba por su hermano. Le preocupaba la situación de éste. El chico no había conocido a su padre porque se había marchado de casa cuando todavía era un bebé y Emma tan solo contaba con ocho años. Tenía problemas para relacionarse en el colegio y a veces parecía sumergirse en su propio mundo. La cosa había empeorado unos días antes, cuando el chico afirmó tener un amigo que nadie más podía ver. Dijo que su nombre era Light y que era un ángel, como los de las imágenes de las iglesias, solo que tenía un aspecto diferente, como el de un monstruo, ahora los dibujos de un ser de anchos hombros, rostro de calavera y botas, adornaban las paredes de su dormitorio.
Después de tirar la comida quemada a la papelera, Emma ordenó una pizza. No le quedaba otra opción, había llegado tarde a casa y no esperaba encontrarse con la comida chamuscada. Fue entonces cuando Emma escuchó pasar las primeras sirenas. Pertenecían a ambulancias, a varias de ellas. Y pasaron a toda velocidad frente a su casa. Ella las observó curiosa desde la ventana. Por el número de vehículos, algo grave debía haber pasado. Unos sollozos le llegaron de repente del piso de arriba. La chica agudizó el oído.
"¿Luke?" Preguntó de nuevo, y acto seguido, subió los escalones de la inclinada y chirriante escalera de su casa hasta llegar a la planta superior, prácticamente todos los escalones crujieron bajo sus pies. Cuando llegó a la habitación de su hermano pequeño, encontró al niño tumbado en la cama, deshecho en lágrimas. "¡Luke! ¿Qué ocurre?" Dijo acercándose a él para abrazarlo. Luke se sujetó firmemente a ella, rodeándola con sus delgados brazos, y comenzó a sollozar en su pecho. La chica esperó a que el niño estuviese más tranquilo. Así que reposó un largo rato abrazada a su hermano, mientras le acariciaba el cabello. "¿Te encuentras mejor ahora?" Le preguntó finalmente, con cariño.
"Ellos no querían divertirse conmigo" Comenzó a explicar su hermano. "Tan solo querían reírse de mí. Dijeron que era un bicho raro y me pegaron. Yo ni siquiera me defendí, Emma, lo prometo, pero cuando llegué a casa… estaba tan triste y tan enfadado…" Dijo el chico, con lágrimas en los ojos. Emma se las limpió con el ribete de su camiseta.
"Lo siento mucho Luke… sé que hay muchos niños malos en el mundo. Y siento que ellos te hagan daño a ti. Pero no tienes nada de qué avergonzarte. Tú eres mejor que todos ellos. Mañana mismo iré a hablar con sus padres, se merecen ser castigados por lo que han hecho"
"Yo también pensaba eso… pero ahora no sé si lo que he hecho está bien. Pero Light me dijo que era justo que lo hiciese. Él también dijo que esos niños merecían ser castigados. Pero ahora…" Emma no entendía lo que su hermano intentaba decirle.
"No te comprendo Luke… tú no has hecho nada malo… ¿Y sobre qué has hablado con Light?" Quizá el problema del amigo invisible se estaba volviendo demasiado serio. ¿Era normal que un niño de diez años los tuviese? Después de todo comenzaba a no ser tan pequeño…
"Light dijo que hiciese lo que creía que era justo, pero ahora me doy cuenta de que quizás solo estuviese enfadado…" Dijo el niño con ojos llorosos, y acto seguido mordió su labio inferior, como siempre solía hacer.
"¿Y qué es eso tan horrible que has hecho?" Emma no entendía de qué hablaba. ¿Ahora resultaba que su amigo imaginario era uno de esos duendes que ordenaban a los niños quemar cosas o algo por el estilo?
"¿Me prometes que no se lo dirás a nadie? ¿Me prometes que no te enfadarás?" Luke hizo una pausa para mirarla a los ojos. "¡Es mi hermana! ¡Puedo confiar en ella!" Gritó de repente.
"¿De quien hablas, Luke?" Dijo la chica comenzando a asustarse, había algo que le daba mala espina, algo no estaba bien, solo que no sabía el qué.
"Light dice que quizá no deba confiar en ti. Dice que nuestros sentidos de justicia son distintos. Dice que no puedes hacer nada para ayudarme. Pero yo creo que todo tiene una solución… ¿Verdad? Aunque Light diga que…" Luke continuó hablando de ese amigo imaginario suyo. ¿Por qué lo había llamado Light siquiera? ¿No habría sido más normal llamarlo Simon o Jake? ¿Por qué Light? ¿Por qué "Luz"?
"Luke… prometo que te ayudaré a solucionar lo que hayas hecho" Prometió Emma. El pequeño asintió y se incorporó de la cama hasta llegar a su escritorio. "¿Dónde vas?" Dijo la chica extrañada. El pequeño la ignoró y siguió a lo suyo. Cuando se subió a la silla de estudios, Emma temió que fuese a caerse, su hermano a veces resultaba ser algo patoso. Sin embargo Luke logró mantener el equilibrio y alcanzó uno de los libros de la estantería, colocada algo menos de un metro por encima del escritorio. De repente, cayó al escritorio un pequeño librito que había escondido dentro del otro. Luke intentó bajar de la silla, y tras conseguirlo, agarró el pequeño cuaderno entre sus manos. Las tapas del libro eran negras y había algo escrito en la portada.
"Cuaderno de la muerte" Leyó Emma en voz alta. "¿De dónde has sacado eso?" Preguntó la chica, algo molesta. ¿Acaso alguien había tratado de asustarlo con una historia de miedo? ¿O simplemente la muerte estaba poniéndose de moda entre los más jóvenes, al igual que los vampiros o los zombis?
"Lo encontré en el parque, entre unos matorrales." Dijo el chico tendiéndoselo. Emma lo agarró entre sus manos y abrió el pequeño cuaderno para comenzar a leerlo.
Modo de empleo:
"El humano cuyo nombre sea escrito en este cuaderno morirá."
"Este cuaderno no hará efecto si el propietario no piensa en la cara de la persona a la que va a matar mientras escribe el nombre. De este modo, la gente con el mismo nombre no se verá afectada."
"Una vez escrito el nombre, si la causa de la muerte es escrita antes de 40 segundos, esa muerte ocurrirá."
"Si la causa de muerte no está especificada, la persona morirá de un ataque al corazón."
"Después de escribir la causa de la muerte, los detalles de la muerte deberán ser escritos en los próximos 6 minutos y 40 segundos
"¿Qué es todo ésto?" Preguntó Emma sin levantar la vista de la libreta sádica. ¡¿A quién se le había ocurrido crear algo tan retorcido?!
"Es el cuaderno de Light" Dijo Luke, suavemente. Lo que faltaba… El amigo imaginario de su hermano no podía ser una sirena o Spiderman, tenía que ser un ángel malvado que lo incitaba a matar a gente… tenía que decírselo a su madre cuanto…
Sin embargo de un momento a otro su mente se quedó en blanco por el estupor. Tras su hermano, había una figura oscura. Un enorme ser que iba cogiendo forma frente a sus ojos. Largas piernas acabadas en botas marrones, ancho torso oscuro y huesudo… y su rostro… no tenía rostro. Tan solo una máscara. Si es que aquello era una máscara. Una calavera con largo cabello castaño alborotado y gafas brillantes en su frente… como un diamante.
Emma gritó. Gritó hasta que el aire se drenó de sus pulmones. Y por un momento se sintió perdida. Sintió que aquel ser la mataría allí y entonces, sin esperar un segundo.
"¡No grites Emma!" La regañó su hermano cuando por fin se quedó muda, mientras recogía el cuaderno que la chica había dejado caer en el suelo. Ella retrocedió en la cama, alejándose todo lo posible de aquel ser. Aquel fantasma. Aquel monstruo… ¡¿Qué era aquello?!
"!Luke, ven conmigo! ¡Aléjate de él!" Dijo la chica, desesperada y sin saber qué hacer. Tenían que salir de allí cuanto antes. No había nadie a quien pedir ayuda.
"Tranquila Emma. Él es Light. No va a hacerte nada." ¡¿Cómo podía estar tan tranquilo?! ¿Por qué no tenía miedo?
"Soy Light." Dijo una voz profunda desde el cadáver. ¿Podía hablar? "Soy un shinigami" Emma no tenía ni idea de lo que era un shinigami. Pero no sonaba nada bien.
"¿Qué quieres de mi hermano?" Se atrevió a preguntar por fin. Estaba claro que aquel ser no pretendía nada bueno. Mientras tanto, Luke tan solo dedicaba toda su atención a mirar el cuaderno.
"Yo no quiero nada de tu hermano" Dijo el monstruo. "Pero tengo que acompañar al poseedor de mi cuaderno hasta el final. Al fin y al cabo, no quiero volver a perderlo. No quiero que nadie vuelva a arrebatarmelo" Su voz era extraña. Diferente a la de cualquier humano. Autoritaria. Emma no sabía de qué estaba hablando.
"Pues llévate tu cuaderno y déjalo en paz" Se atrevió a ordenar.
"No eres tú la que tiene que decidir eso" Dijo aquel ser.
"Luke, dáselo, dale el cuaderno" Dijo suavemente a su hermano. Éste la miro apenado.
"No puedo Emma, ya es tarde" Señaló Luke. ¿Tarde? ¿Tarde para qué? El niño abrió el oscuro cuaderno y pasó unas cuantas páginas, después se lo mostró, abierto. Emma se acercó a él poco a poco, dudosa, sin quitarle el ojo de encima a aquel shigami, o como fuese que se dijese. Tomó el cuaderno entre sus manos y leyó.
Keith Bryan
Paul Stormhall
Wallace Crouth
Charles Biggestone
Corven Anderson
Dylan Roberts
"¿Has escrito tú estos nombres, Luke?" Preguntó Emma. "¿Por qué?" El chico se veía realmente asustado. ¿Aquellas personas realmente estaban muertas? ¿Serían las ambulancias de antes las que iban a su rescate? No sonaba real… era imposible. Claro que hasta hacía cinco minutos pensaba que los monstruos solo existían en los cuentos.
"Ellos son los que me molestaron, Emma. Me hicieron cosas realmente malas" Dijo a punto de romper en lágrimas. "Pero ahora me arrepiento. Yo no quería matarlos… ni siquiera creía del todo que funcionaría. Pero he escuchado las sirenas…" El niño estalló en llanto e intento abrazarla. Lo hizo con miedo de ser rechazado. Pero Emma lo estrechó entre sus brazos.
Luke era un buen chico. Uno agradable y generoso. ¿Qué sucedería con él ahora? ¿Cómo podían solucionar aquella situación? ¿Qué podía hacer para protegerlo?
