Tenía ganas de escribir un fic de mis queridos Merodeadores (x3) y aquí está. Además me sirve de regalo de cumple para mi pequeña tiburón bípeda xD Espero que no te defraude ^^
Juro que he intentado poner a Pettigrew como uno más del grupo, pero le odio tanto que me ha resultado muy difícil, así que no esperéis que tenga mucho protagonismo en mis fics...
Nota: Posiblemente otros fics que escriba de los Merodeadores los incluya en este, como una serie de one-shots independientes.
Unos aburridos Merodeadores reposaban a la sombra, debajo del árbol a la orilla del lago. Era domingo, y el mes de mayo se estaba presentando demasiado caluroso para el habitual clima frío de Inglaterra.
–Me abuuurrooooo –Sirius se quejó mientras estiraba los brazos y bostezaba. Éste y James estaban apoyados en el grueso tronco; Remus estaba recostado enfrente de ellos apoyándose en los codos y Peter estaba sentado, abrazándose las rodillas y visiblemente feliz de estar allí.
–Y todavía quedan dos semanas hasta la próxima luna llena –apuntó James con un gemido de disgusto.
Remus adoptó expresión sombría y murmuró algo ininteligible.
–Va, Lunático. Ya sabes lo que quiero decir –le sonrió afectuosamente al tiempo que buscaba algo en los bolsillos de su túnica. Sacó un pastelillo de hojaldre y se lo empezó a comer. Los otros tres Merodeadores se lo quedaron mirando.
–¿De dónde lo has sacado? –le preguntó Colagusano, con mirada hambrienta.
–De un sitio que se llama "cocina"… –contestó el animago fingiendo seriedad.
A Sirius se le escapó una risa y James le dio a Pettigrew (que se puso colorado) otro pastelillo que sacó del mismo bolsillo.
–Toma, anda…
–Esos pasteles deben estar malos ya –dijo Remus–. Hace más de una semana que no nos colamos en las cocinas.
–No te preocupes –siguió rebuscando y de los bolsillos salieron suficientes dulces como para alimentar a todos los Gryffindor del colegio–. Están buenos. Comed… ¡No, espera! Ese de chocolate no le cojáis, Colagusano… Está encantado para cierta persona que yo me sé –sonrió con malicia–. Quejicus se pasará un buen rato en el lavabo cuando le haga comérselo…
–No me digas, Bambi traidor, que has ido a las cocinas sin nosotros… ¡sin mí! –murmuró Canuto en tono teatral.
–Ajá, anoche –contestó James con la boca llena–. Mientras vosotros tres roncabais, a mí me entró hambre.
–Si nos hubieras despertado habríamos ido contigo –dijo Lupin, que se incorporó para coger un trozo de tarta de fresa–. Y por cierto, yo no ronco.
–Eso último prefiero ignorarlo… anoche parecíais tres motosierras… –musitó–. Y respecto a lo otro, despertar a Canuto es un gran error. La última vez me mordió la mano…
Remus y Colagusano se rieron. James se quedó mirando a Sirius, como retándole a negarlo.
–¡Eso fue en defensa propia! –se defendió Sirius, poniendo ojos de maniaco y señalando a James con el dedo–. Tú me intentaste asesinar. Me tapaste la nariz y la boca.
–Por que no te despertabas ni queriendo, chaval.
–Los niños muggles se llevarán un disgusto cuando se enteren de que Bambi se ha vuelto malo –le dio un puñetazo en el hombro a James, que se reía.
–En eso te doy la razón, Cornamenta –comentó Remus con una gran sonrisa–. Sirius no es la amabilidad personificada cuando se le despierta. Acuérdate de cuando le tuvimos que despertar porque nos quedamos dormidos y llegábamos tarde a Transformaciones y él… ¡Ay!
Sirius le dio una suave colleja a su amigo, que se reía ante la cara de fingida indignación que ponía el animago. Y es que aquel día, Sirius empezó a blasfemar contra todo lo que le pasaba por la mente cuando sus amigos le despertaron de aquel sueño en el que "se lo estaba montando con esa de Ravenclaw que está tan buena".
–¿Y tú qué, lobito? –contraatacó Sirius–. ¡La última vez que James y yo te despertamos te pusiste a gritar como loco y nos echaste la bronca!
–¡Porque por vuestra culpa los pies de mi cama estaban ardiendo con unas llamas que llegaban hasta el techo!
Sirius se quedó pensativo unos segundos y luego James y él se rieron.
–¡Ah, sí! Ya me acuerdo… Eso fue un daño colateral imprevisto.
–Casi me chamuscáis.
Canuto se rascó la barbilla y miró al cielo, buscando una buena explicación.
–Fue un error de cálculo, Lunático… Cosas que pasan. Sólo intentábamos probar un hechizo para la Señora Norris –dijo, como si lo más normal del mundo fuese hechizar al gato del conserje–. Puto gato…
–Es una gata –dijo Pettigrew con voz tímida.
Sirius se le quedó mirando como si hubiera hecho una gran revelación.
–Gracias, Colagusano. Gracias a ese dato ya podré dormir tranquilo por las noches.
–Lo que es un error de cálculo –dijo el licántropo, ignorando esos últimos comentarios, mientras con un dedo tocaba la cabeza de Sirius– es ese cerebro perverso que tienes.
–… le dijo la sartén al cazo –murmuró el animago–. Y volviendo al tema, Cornamenta, anoche me hubieras hecho un favor enorme si me hubieses llamado. Tuve una pesadilla horrible.
James le miró mientras masticaba con los dos mofletes inflados. La cara de Sirius reflejaba puro sufrimiento.
–¿Cuál? –se apresuró a preguntar Colagusano.
–Pu… pues estábamos en clase McGonagall, Quejicus y yo y… –Sirius titubeó mientras arrancaba inconscientemente césped con las manos–, y la profesora me castigaba (no sé por qué, con lo buen chico que soy yo…) con darle un beso a Snape… Y como a mí no me salía de ahí hacer tal aberración, ella me echó la maldición imperius y me obligaba… –frunció el entrecejo–. Casi me despierto vomitando.
Los otros tres Merodeadores rompieron a reír.
–No tiene gracia, ¿vale? –Canuto se retiró el pelo de los ojos–. Fue todo un trauma.
Cuando sus amigos se relajaron un poco, Lupin preguntó:
–¿Y al final que pasó? ¿Le besaste?
–Me desperté del susto y del asco cuando estaba apunto. Puaj.
–Mmmm… ¿Qué no nos has contado, Canuto? –le dijo James sugerentemente antes de que su amigo le diera un otra colleja a él–. ¡Ay! Qué malas pulgas, amigo mío…
–Ey, Sirius –dijo el licántropo.
–¿Qué? –le miró con el entrecejo fruncido, suponiendo que se iban a seguir cachondeando de aquel sueño que casi le cuesta la salud mental.
–Estoy pensando y… ¿qué preferirías si de ello dependiese tu vida? ¿Darle un beso a Quejicus o beber pus de bubotubérculo?
Sirius abrió mucho los ojos, desprevenido, y encogió la nariz, visiblemente asqueado. Los otros tres se quedaron mirándole; James y Lunático sonreían y Peter torció la boca.
–Bah, fácil –contestó al fin mientras asentía con la cabeza–. Si me bebo el pus de bubotubérculo, vomito y problema solucionado –sonrió–. En cambio, darle un beso a Snape me supondría un futuro peor: el recuerdo me perseguiría y atormentaría durante el resto de mi vida. Y además, tendría que pasarme años limpiándome la boca hasta eliminar toda la grasa que se me acumularía.
Los cuatro merodeadores se echaron a reír otra vez.
–Ay… –suspiró James–. Pues yo anoche soñé que lo montaba con Evans. Es una premonición, por supuesto –dijo con orgullo y sacando pecho.
–¡Sí, sí! ¡Como lo de Canuto con Quejicus! –antes de que Sirius pudiese golpearle otra vez, Remus se apartó con una sonrisa en la cara.
James, que seguía con la mente perdida en sus ensoñaciones, bostezó.
–¿Qué os parece si vamos a Hogsmeade un rato? –sugirió.
–Yo contigo no voy –dijo Sirius con gesto de indiferencia, girando la cabeza al lado opuesto de James–. Por malo.
–Pues tú te lo pierdes –le contestó James mientras Lupin, Pettigrew y él se ponían en pie, contentos–. Yo que tenía pensando invitaros a un galeón a cada uno para que os compraseis lo que quisierais en Honeydukes...
Al aludido se le iluminaron los ojos, fingió que lo meditaba unos segundos e intercambió una sonrisa con su mejor amigo.
–Bueno, vale. Como soy tan majo te voy a dar una segunda oportunidad.
–Pero hoy no tenemos permiso para ir… –dijo un tímido Pettigrew en voz baja.
–Jé… Ya ves tú qué problema.
–Estaremos aquí antes de la cena –explicó James; después sonrió–. Y a ver si antes de dormir me da tiempo a dejarle un regalito a Filch en su despacho. Tengo que pasar por Zonko también.
–¿Venganza por el castigo que nos puso ayer? –preguntó Lupin, mientras los cuatro se dirigían a la sala común en busca de la capa invisble.
–Ajá, ayer se pasó... fue un castigo injusto –James puso cara de no haber roto un plato en su vida.
–Pues sí –Sirius asintió y adoptó la misma expresión que su amigo–. Nosotros simplemente le demostramos que la Señora Norris puede ser más efectiva con trompa de elefante y ruedas en lugar de garras. Qué injusta es la vida –concluyó con un suspiro.
Agradecería que todo lo que me sea arrojado fuesen almohadas y/u objetos blandos. Gracias :)
