Holi~Holi~ Bueno, esta es la primera vez que escribo un FanFic con una película de Disney.
Bien, antes de que empiecen a leer, ya están advertidos que en esta historia hay una relación un poco más amorosa entre hermanas. Así que quieres no estén de acuerdo con este tipo de cosas, es libre de retirarse.

Esta historia va dedicada a mi persona más especial~


Eran altas horas de la madrugada, pero aun así en una de las habitaciones de un enorme palacio, una pequeña niña de coletas pelirrojas se bajaba de su cama y corría hasta las enormes ventanas para así correr las cortinas a la par. Se podía la hermosa aurora boreal brillando en todo su esplendor en el cielo a través del cristal. La niña se emocionó y corrió hasta otra cama color celeste que estaba en la misma recamara.

-Elsa-La llamó con suavidad y emoción a la vez. La que estaba durmiendo ni se movió, a lo que decidió empezar a moverla.- ¡Elsa!

-Ana… Es de noche-Murmuró intentando acomodarse entre sus sabanas, cosa que le parecía un poco imposible ya que su hermana pequeña continuaba moviéndola.

-¡Pero el cielo está despierto!-Exclamó casi en berrinche, quitándole las sabanas de una vez.-Y nosotras también, vamos a jugar-Dicho esto, su hermana se reincorporó en la cama mirándola con una amplia sonrisa. A diferencia de la menor, sus cabellos eran completamente blancos.

Salió de inmediato de su cama y tomó la mano de su hermana, salieron de la habitación y corrieron juntas por los pasillos con cuidado de no tirar nada o despertar a alguien; Finalmente llegaron hasta una enorme estancia.

-¡Hazlo!-Pidió Ana con emoción y entonces solo dando unos cuantos pasos al frente, para terminar con un buen pisotón mientras levantaba las manos todo el suelo pareció hacerse de hielo mientras copos de nieve recaían. Ana rió por lo alto y su hermana señaló un rincón con sus manos y de inmediato un muñeco de nieve muy curioso.

-Él es Olaf, y le gustan los abrazos-Le explicó Elsa con una sonrisa amable mientras ambas se acercaban hacía este, solo era la forma, le faltaban sus botones, brazos, nariz y ojos.

-A mí también me gustan los abrazos-Anunció la otra con una sonrisita y se abrazó a Elsa, esta sin dudarlo le correspondió mientras le acariciaba su cabeza. Pese a todo el frío que habitaba alrededor de ellas, era cálido de alguna manera.

-Me alegra que te gusten, Ana-Le susurró muy suavemente. La mencionada se puso un poco de puntillas y termino pegando su frente con la de su hermana mayor.

-Elsa, ¿Algún día podremos estar juntas?-Le preguntó con cierta inocencia.

-Por supuesto, solo debes ser paciente.

-¿Cuánto tiempo? ¿Pronto?

-Solo se paciente-Le repitió y le dio unas cuantas palmaditas en la espalda. Su hermanita había hecho un pequeño puchero, no le gustaba ser paciente. Pero qué remedio, si apenas y eran unas niñas, aunque en el fondo Elsa sentía miedo, el tiempo era traicionero y seguramente una de las dos podría encontrar a alguien más.

-¡Atrápame!-De pronto el ambiente volvió a cambiar, ahora la pequeña pelirroja había escapado de los brazos de su hermana para comenzar a correr por la enorme estancia. Esta no lo dudo y con una sonrisa retadora comenzó a dar empujones con su mano al aire, creando pequeñas montañas de nieve, así una y otra vez. Ana las iba a escalando.

-Cuidado-Le advirtió, pero la menor continuaba dando saltos, los montones de nieve se iban haciendo cada vez más y más grandes conforme pasaba uno a uno.

-¡No importa! Continua-Respondió entre risas, pero ella iba demasiado rápido, a Elsa se le era difícil el poder seguirle el paso, ya estaba dando una vuelta completa y cuando quiso girar para continuar creando montañas se resbaló y cayó al suelo.-¡Ana!-Gritó al ver que su hermana caía, extendió su mano para crear algo pero accidentalmente le dio a un costado de la cabeza de su hermana.

Lo último que se escuchó fue un fuerte grito que llegó hasta oídos de ambos reyes, los cuales despertaron de un golpe y sin perder tiempo acudieron hasta esa habitación. Su mirada era perpleja al ver todo cubierto de hielo y de nieve.

-Elsa, ¿Qué has hecho?-Inquirió el rey con desconcierto, mirando mejor a ambas hijas. La albina estaba de rodillas en el suelo abrazando a su hermana menor.

-Fue un accidente, juro que fue un accidente-Trataba de aclarar la situación pero parecía que era un poco imposible. Miró a la niña que tenía en brazos y notó como uno de los mechones de su cabello se había tonado un par de tonos más claro de lo que realmente era.

La reina se acercó a ambas chicas y posó su mano sobre la frente de la pelirroja.

-Esta helada-Musitó con sorpresa, arrebatándole la niña para así ponerse de pie.-Tenemos que llevarla con los trolls.

Elsa se sentía un poco asustada de lo que ocurriría, no sabría qué hacer si el incidente ocurrido acababa con la vida de su hermana menor, de su persona más especial. Sus orbes celestes se llenaron de lágrimas y no podía hacer nada, la situación se le había ido de las manos.

Su padre la tomó en brazos y los cuatro salieron del palacio. Cada padre llevaba a una hija en sus brazos, tomaron lo más pronto posible un caballo cada quien y se dirigieron hasta el bosque. El padre, quien llevaba a Elsa, atrás de si dejaba un rastro de hielo, su hija estaba asustada y eso hacía que sus poderes se descontrolaran más.

Una vez adentrados en el bosque, llegaron a una zona donde había muchas rocas de tamaños muy considerables.

-Disculpen, necesitamos su ayuda-Dijo el rey con un tono algo titubeante. El silencio reino por un largo rato y la tierra comenzó a temblar de repente, las rocas dieron algunas vueltas alrededor del lugar hasta luego abrirse para mostrarse en forma de trolls.

-El rey y la reina-Dijo uno de los muchos trolls de la multitud y desde atrás salió el que parecía ser el más viejo, con su piel de roca algo lijada.

-¿Qué sucedió?-Inquirió este mientras la reina se arrodillaba en el suelo para mostrarle a su hija, la cual poco a poco comenzaba a quedar bastante helada.

-Fue por magia, mi hija le disparó accidentalmente-Trató de explicarle con un tanto de prisa. Elsa se mantenía atrás, temerosa de las miradas acusatorias.-Ella es una hechicera de hielo.

-Tienen suerte que haya sido en la cabeza y no en el corazón. Es fácil engañar a la mente pero no al corazón-Dijo el Troll mientras pasaba la mano por la frente de la chica.-Alteraré sus recuerdos, así ella no recordara que le disparaste.

-Espere… Si hace eso… ¿Olvidará todo? Que tengo poderes… Que la… ¿Qué la amo?-Inquirió Elsa con más temor del que ya tenía, estaba asustada de eso. Y no le importaba decirlo frente a sus padres, era lo que ella sentía por su hermana, era más que un cariño de hermanas y era la verdad, sin importar nada.

-Elsa… ¿Tú…?-Su madre no podía articular palabra alguna ante aquella fuerte declaración de su hija mayor, el padre no dijo nada, solo se mantuvo escuchando y observando lo que sucedía.

-Sí, no hay opción…-Dicho esto, Elsa bajó su mirada, dejando que las lágrimas corrieran por sus mejillas. Cuando estas caían desde su mentón, se transformaban en pequeños copos de nieve.-Eres una hechicera de hielo, ese es un hermoso talento…-La chica levantó un poco su llorosa mirada-, pero al mismo tiempo puede traer miles de tragedias. Tus poderes continuaran creciendo, es por ello que debes aprender a controlarlos… Siempre recuerda, el miedo es tu peor enemigo.

Eso fue lo último que escucharon decir del troll, después de ello regresaron al palacio y el rey dio la orden de que ahora y por siempre las puertas y ventanas del palacio estarían cerradas para todos; Eso hasta que Elsa aprendiera a controlar sus poderes.

Todos los muebles, las cosas y juguetes de Elsa que habían estado siempre en una sola habitación con todas las de Ana habían sido llevadas hasta otra habitación para ella sola. Todo durante la noche finalmente dejando a la albina encerrada ahí.

La mañana había llegado, Ana no entendía porque las cosas de su hermana y ni ella estaban en su habitación, a tempranas horas sus padres le explicaron que ella había pedido estar sola por lo cual le dieron un cuarto aparte. Esto no la convenció del todo, pero tenía que aceptar lo que sus padres le decían, tenía la esperanza de que jugara con ella como siempre.

Sin embargo, las semanas iban pasando y la ausencia de Elsa era notoria, ella nunca salía de su habitación. Siempre le llevaban su desayuno, almuerzo y cena hasta su habitación. Esta situación no le sentaba del todo bien, pero quería ser optimista por lo que un día por la mañana se vistió como es debido y salió corriendo directo hasta la habitación perteneciente a su hermana.

-Elsa-La llamó con dulzura y tocó un par de veces a la puerta con sus nudillos.- ¿Y si hacemos un muñeco?-Le preguntó casi cantado, esperando la respuesta de la otra, pero nada.- ven, vamos a jugar. Ya no te puedo ver jamás, hermana, sal. Parece que no estas… Solíamos ser amigas y ya no más, no entiendo lo que pasó…

Guardó silencio un par de segundos, mirada la puerta con devoción de que le contestará pero no escuchaba nada, simplemente el silencio ensordeciéndola levemente.

-¿Y si hacemos un muñeco?-Volvió a insistir y luego se llevó las manos hasta sus mejillas para hacer una cara rara-No tiene que ser un muñeco…-Inclusive su voz sonó bastante infantil.

-Déjame en paz, Ana…-Dijo en un tono de voz muy entrecortado.

-Ya me voy…-Se encogió de hombros bastante entristecida y se marchó casi arrastrando los pies; Mientras tanto, dentro de la habitación estaba Elsa, sentada en un rincón abrazando sus rodillas, todo a su alrededor se había congelado, sus poderes estaban creciendo poco a poco tal cual le habían dicho y eso le daba miedo.

Se puso de pie y trató de acomodar sus alborotados cabellos blancos, su mirada era de temor y estaba inundada en lágrimas, no sabía qué hacer.

-Quiero ver a Ana-Lloriqueó volviendo a abrazarse a sí misma, tirándose sobre la cama para continuar chillando, nadie iba a venir a su habitación en las próximas horas, apenas unos minutos de compañía y volvería a lo mismo, eso hasta que pudiera controlarse… Pero se le era algo difícil.


¡Gracias por leer!

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