Naruto: The NeXt GeneRaTion
I
-¡Quítate de mi camino, niñita! –dijo un muchacho, corriendo detrás de un gato atigrado. –No sé por qué las niñas siempre están donde no las necesitan…
-¿Cómo demonios me llamaste? –respondió ésta, levantándose, sacudiéndose el polvo de su camisa color aguamarina y corriendo para alcanzar al que la había empujado.
-¡No tengo tiempo para lidiar con una mocosa como tú! ¡Y déjame atrapar a ese gato roñoso! –pero no bien dijo eso, un relámpago anaranjado salió disparado hacia él y su nariz sintió el dolor de ser apresada entre unos pequeños pero filudos colmillos.
-¡Así se hace, Toramaru! –dijo la chica, levantando el pulgar hacia el animal. –Y por cierto, nunca más me digas niñita o mocosa.
Al decir esto, ella se sentó sobre el estómago del ofensor y haló las mejillas de éste con tanta fuerza que salieron lágrimas de los ojos del muchacho. Y al fin lo dejó ir.
-Miau –el gato comentó entre risas, mientras él y la chica caminaban por ahí, pero…
-¡Aki-chan! ¡Hasta que al fin te encuentro! –dijo otra voz, algo más profunda que la de la chica de la camisa aguamarina, pero sin duda femenina, o algunos dirían que no.
-Ah, Hikaru… Estaban persiguiendo a Tora-chan, y bueno, digamos que hubo algunos problemas –dijo Aki, o mejor dicho, Uzumaki Akidzuki.
-No me digas. Un niño empujó a la futura Hachidaime Hokage mientras perseguían a Toramaru.
-Sí, así es. ¿Y cómo te enteraste?
-No me enteré. Lo deduje. Si no, no sería tu mejor ami… digo, la persona más cercana a ti ;).
Hikaru se echó a reír. Era muy difícil, si no imposible, saber si aquella persona de cabello platino y ojos casi blancos era chico o chica. Vestía más que todo de carmesí, con el cuello de la camisa plegado para cuando no se cubría la mitad de la cara. Entretanto, Akidzuki, con sus ojos azules y cabello añil, era casi inconfundible, aunque quizás era también por ser la hija del Rokudaime Hokage.
Llegaron al fin al parque en frente a la Academia Ninja, pero al parecer alguien las esperaba, o mejor dicho, esperaba a Akidzuki.
-¿Otra vez te metiste en peleas? –dijo un jônin con una cicatriz en el puente de la nariz.
-Iruka-sensei… No fui yo la que comenzó. Ese tonto de Machikawa estaba persiguiendo a Toramaru.
-Sabes que como hija del Hokage, no deberías andar buscando pleitos –pero mientras decía eso, las comisuras de los labios del maestro se curvaron hacia arriba.
-¡Que yo no fui! –se quejó Akidzuki. –¡Fue Toramaru! … Hika-chan, no mires hacia ahí.
-¿Por qué? –preguntó Hikaru mirando hacia el lugar que su amiga señaló.
Un grupo de gente, chicos y chicas por igual, se acercaba entre caminando y corriendo. Hikaru se golpeó la frente con la mano.
-No… No estoy de humor…
Iruka y Aki se miraron entre divertidos y exasperados. El club de fans de Hikaru era bastante molesto. Hacían demasiado ruido y se pasaban la vida discutiendo sobre si era chico o chica.
-¡Hikaru-himesama!
-¡Es chico!
-¡Es chica! ¡Hime!
Hikaru suspiró. Los que discutían se quedaron mirando hacia él (¿o ella?), esperando que les aclarase la duda.
-Soy las dos cosas… –entonó Hikaru como una letanía. Hacía tiempo que se había hartado de aquella pregunta. Nunca la respondía y seguían planteándosela.
Akidzuki sonrió.
-¡Es una chica! ¡Despejen el camino! –se entrometió una tercera niña de su edad, una rubia con el cabello muy largo.
-Que no… Es un chico –le replicó otro que llevaba gafas de sol.
-Ay, Shifuu. Ya lo sabes. No hablo contigo, no sabes –replicó la rubia.
-Pues esa frase ha sido larga para que no hables con él –intervino Akidzuki.
-Bah…
-¡Akiiii! –y para ampliar la pandilla, una chica más se lanzó a saludar. –¿Qué tal?
-De dónde salió… –murmuró Shifuu.
-¡Del mismo sitio que tú! –replicó ella, pues se trataba de su hermana melliza, Kaede.
-¡No empecemos! –atajó Iruka. –Hikaru es chico, y es chica también, de eso se trata… ¡Váyanse a clase!
-Jo. ¿Por quéééé…?
-Así nunca conseguirás ser un buen ninja, Ryoga –se rió la rubia.
El llamado Ryoga quiso fulminarla con la mirada, el problema… es que nunca le salía.
"Maldita Inoko…" –pensó.
Rato después, todo el grupo de aspirantes a genin estaba en el salón. Hasta Toramaru estaba ahí, pero estaba tan aburrido que estaba por quedarse dormido.
-… y así se obtiene el resultado para el jutsu. Recuerden: La concentración de chakra y la posición de las manos es la clave –dijo el maestro, un jônin vestido de negro y con gafas oscuras.
-¿Es decir que tiene que ser exactamente como lo dibujó? –dijo un muchacho con vestimenta azul grisácea y cara de aburrido. –Si es así, seguro que terminaremos tronchándonos algún dedo.
Era Nara Shikaji, uno de los más flojos pero más inteligentes de la clase. De tal palo, tal astilla, dirían por ahí.
Muchos se echaron a reír, hasta los animales presentes, pero Ebisu ni se inmutó.
-Si es tan bueno para dibujar, Nara, entonces demuéstrelo.
-Nah, me da flojera. Mejor que lo haga Uzumaki.
Al oír su apellido, Akidzuki quedó casi paralizada del asombro.
-¿Qué? ¿Yo? ¡Ni loca, ni cuerda, ni lo que haya en medio! –exclamó ella.
-Anda, Aki-chan –Hikaru insistió. –Eres muy buena dibujante.
-Miaaau.
-¿Tú también, Toramaru?
El gato asintió perezosamente.
Resignada, Aki pasó al tablero y tomó la tiza. Claro, no tenía clara la imagen de lo que debía dibujar, así que se quedó algo en blanco, pero una vez vio que Ebisu hizo la posición de manos para el jutsu que estaban estudiando, la dibujó tan rápido como pudo.
-Eso sí es diferente –Shikaji dijo. –Ahora sí no me troncharé un dedo.
-Hasta yo podría haberlo dibujado –Inoko agregó, dándose aires.
-Sí, cómo no… -Shifuu dijo entre dientes.
-¿Qué dijiste, bicho raro?
-Déjame en paz… ¬¬.
-Bueno, dejen de pelear –Ebisu dijo. –Buen dibujo, Uzumaki, pero regresa a tu puesto.
-Eh, sí, Ebisu-sensei.
La clase siguió tranquilamente, pero de un momento a otro se escuchó un ronquido muy quedo. Algunos buscaron con la mirada a Toramaru, creyendo que el felino se había quedado dormido, pero éste estaba despierto, observando con cuidado. Sin embargo…
-Hyuga, despierte –dijo Ebisu, acercándose al escritorio de Hikaru. –Esta no es hora de dormir, jovencito.
-¡No es un chico! –alguien exclamó.
-¿Eh? No discutan sobre si soy chico o chica –Hikaru dijo, despertándose. –Y no estaba durmiendo. Sólo descansaba los ojos.
Y otra vez se largaron a reír.
-¡Al fin! –Kaede exclamó, estirando los brazos. -¡Los profesores siempre nos dejan demasiado para estudiar y entrenar!
-Al menos no te ha tocado estudiar el doble –Hikaru dijo, mirando a la chica.
-Lo sé, Hikaru-kun. Como pareces chico y chica, te toca estudiar para fingir ser ambas cosas. Y como si tener que huir de ya-sabes-qué no fuera suficiente…
-Qué lata –Shikaji agregó, caminando junto a las muchachas. –No sé cómo haces para seguir con eso, Hikaru.
-Me toca. Mi padre dice que si domino la capacidad de luchar como un ninja o una kunoichi, sería una ventaja en batalla. Así que ni modo –dijo la persona aludida.
-Sí, sí, la historia la sabemos de sobra. Ahora muévete –dijo Inoko, pasando por el lado de Hikaru con intención de empujar, de no ser porque la persona vestida de carmesí la evitó por centímetros.
-¿Quién demonios la entiende? –Aki dijo, molesta.
-Yo menos que nadie, y eso que ella es mi prima –Hikaru respondió, negando con la cabeza.
-Miaaaau –Toramaru resopló, como queriendo decir "qué lata."
-Tú lo dijiste, gato roñoso –Shikaji dijo, suspirando resignadamente.
Siguieron caminando tranquilamente, pero Akidzuki salió corriendo.
-¡Se me hace tarde! ¡Nos vemos mañana! –y Toramaru salió corriendo tras de ella.
Al llegar a casa, sólo estaba el hermano de Akidzuki, un niño rubio con los mismos ojos de la chica.
-Hola, hermanito. ¿Y mamá?
-Salió a comprar lo de la cena –dijo el chiquillo, mientras coloreaba un dibujo.
-¿Qué crees que hará ella?
-No sé, pero creo que dijo sushi.
Akidzuki sonrió. Ése era precisamente su platillo favorito. El niño la observó y se rascó la cabeza.
-Hermana, siempre sonríes tanto cuando mamá hace sushi… No lo entiendo. No es tan sabroso.
-Sabes que me encanta, Naruyoshi, así como a ti y a papá les encanta el ramen.
-Ramen…
-En fin. A entrenar –y después de dejar sus cosas en su habitación, la joven peliazul salió de la casa.
-¡Akidzuki-san!
Ella miró a ambos lados, para encontrarse con un niño claramente menor de ella, que la miraba con admiración con sus enormes ojos aguamarina.
-Hola, Aki –saludó con voz cansada.
-Hola ¿Vas a entrenar? –preguntó el menor sonriendo.
-Sí… –Akidzuki empezó a hablar, pero él la cortó:
-¿Puedo quedarme a ver? ¿Puedo?
Ella suspiró.
-¿No te busca tu hermana?
-No.
-¿O tus padres? –ella agregó, esperanzada.
-No. Mi madre está en una misión y papá me sacó de casa.
-Entonces bueno… Pero no molestes.
Era inútil, ella "sabía" que la iba a molestar, es decir, interrumpir con preguntas o exclamaciones de admiración, pero al menos así nadie podría culparla. Qué se le iba a hacer. Akidzuki no tenía un club de fans, al contrario que Hikaru, pero tener a Shiroyama Akiyoshi detrás como perrito ya era suficiente para ella.
Mientras tanto Ryoga caminaba hasta su casa, parando por el camino cada dos por tres para beber un sorbo de la botella de agua que siempre llevaba consigo.
-Siempre bebiendo. No sé cómo no te derrites, como la bruja de "El mago de Oz" –comentó su hermano pequeño al verlo llegar.
-Bah. Porque lo necesito. ¿Y papá?
-En el cuarto, con mamá.
-Otra vez… –Ryoga se dejó caer en un sillón. –Cada que mamá vuelve de una misión, desaparecen…
-¡Hombre! ¡Dichosos los ojos!
El mayor de los dos hermanos alzó la vista para encontrarse con su madre, que llevaba el pelo completamente despeinado, aún más que él mismo.
-Hola, mamá
-¿Estás bien?
-Sí.
-¿Entero? ¿No te falta ningún miembro?
-¿Te parece a ti que me falte algo? –se rió Ryoga.
-Por si acaso –su madre contestó. –¿Tu espalda?
-Bien.
-¿El agua?
Ryoga sacó la botella.
-Casi la acabo.
-Rellénala.
-Angel… ¿Por qué no te calmas un poco? ¿Vienes de una misión y ya te pones a dar órdenes?
-No exactamente, Kiba. Más bien, aún no dejo de dar órdenes.
Kiba se rió.
-ANBU tenías que ser, malvada.
-Sí, malvada… Lo que pasa es que me tienes envidia porque soy tu superior.
-No… Te tengo envidia porque eres la mujer milagro.
-Bien, tú sigue haciéndome la pelota… Se te da bien.
-Vale. No sólo eres guapa y bien conservada, además…
-¡Ey! ¿Cómo que bien conservada? ¿Yo qué soy, una sardina en lata? –Angel fingió indignarse.
Kiba fingió pensárselo.
-Nah, con una sardina en lata no me habría casado.
-Bah. –Angel le lanzó la tira de tela que llevaba a la cintura. –Qué de chorradas dices.
Inuzuka Angel era, como la había definido Kiba, la mujer milagro. Era extraordinaria. Era como si el tiempo se hubiera parado para ella a los veinticinco años. Tenía dos hijos, pero estaba delgada como una adolescente. Las arrugas de la edad se limitaban a las líneas de expresión, poco marcadas y hasta atractivas, que lucía en torno a sus ojos. Y, según Kiba, conservaba exactamente el mismo carácter del que se había enamorado. Eso de cambiar no era propio de Angel.
-¿Quién los entiende? –Hige dijo, exasperado.
-Mejor ni saberlo –Ryoga respondió, bebiendo el último sorbo de agua y yendo a la cocina por más.
El menor de los Inuzuka suspiró. Esta era una de las muchas familias de locos de Konohagakure.
Entretanto, Aki seguía entrenando (más bien imaginando que el poste que golpeaba era Akiyoshi), rogando por un momento de paz.
-Vaya, vaya. La latosa aguantando otro latoso –dijo alguien desde un árbol. Eso hizo que una vena pulsara en las sienes de la Uzumaki.
-Si no vas a decir algo inteligente, entonces cierra la bocota, Shikaji.
-¿Así recibes a los que te visitan? Qué poco amable por parte de la futura Octava Hokage –respondió el aludido, recalcando las últimas tres palabras.
-¡Tienes razón! ¡Ella es la futura Octava Hokage! ¡La mejor! –Akiyoshi exclamó, haciendo que el visible mal humor de la kunoichi empeorara.
-¡¿Qué tal si ambos se van a freír espárragos?! –dijo finalmente, estallando. -¡No me dejan concentrar en mi entrenamiento!
Shikaji habría respondido algo, de no ser porque una figura relativamente alta pero digna apareció. Tenía el cabello rubio, como el hermanito de Akidzuki, pero poseía los mismos ojos de la chica, y unas marcas en las mejillas que asemejaban bigotes.
-¿Ocurre algo? –preguntó el recién llegado.
-No, Hokage-sama –Shikaji dijo, bajando del árbol de un salto y arrodillándose.
Akiyoshi remordió el labio y salió corriendo. Aunque el Hokage solía tener un aire cordial a su alrededor, le daba miedo.
-No… Padre –Aki dijo, tratando de calmarse. –No pasa algo relevante.
Sí… Si recuerdan a aquel que siempre juraba que sería Hokage, pues lo logró. Uzumaki Naruto logró su objetivo, y ahora, como el Sexto Hokage, cuidaba de que todo estuviera bien, tanto en la aldea, como con su adorada familia.
-Bueno, si no hay algo relevante pasando, ¿podría entrenar un poco contigo, hija? –Naruto dijo, quitándose la pesada chaqueta de Hokage y dejándola en un tronco al lado del poste que Aki usaba para practicar su taijutsu.
Los ojos de la chica se abrieron como platos de sopa. Rara vez el Hokage entrenaba con ella debido a su trabajo.
-Sí, padre –y ambos se pusieron a entrenar.
Entrenaron juntos hasta la puesta del sol, cuando el menor de los Uzumaki fue a llamarlos para la cena.
Para ese momento, ambos estaban sudando a mares, pero satisfechos.
-Será mejor que te des un baño rápido, Aki. Si llegas a casa así, seguro tu madre se enojará.
-Lo mismo va para ti, padre. Aunque… ¿Mi madre se ha enojado alguna vez?
Eso puso a Naruto a pensar.
-¿Te digo la verdad? Creo que sólo se enojó una vez… Con tu tío Neji.
