Disclaimer: todos los lugares y personajes pertenecen a J. K. Rowling.

Este fic participa del reto "Amor a través de los tiempos" del foro "La Sala de los Menesteres".

Cantidad de palabras: 331


La despedida.

Godric siguió a Salazar cuando éste ingresó en su dormitorio, intentando cerrar la puerta detrás de sí. La habitación era tan oscura como su dueño, y tan conservadora como él, también. Unos pocos muebles y nada decorativo. A Godric nunca le había gustado ese lugar.

- Salazar, háblame -pidió, apoyando su mano en el hombro de su amigo, que la alejó con un ademán.

- No tengo nada que decirte, Gryffindor -espetó Slytherin, cargando su voz de toda la repugnancia que existía en su interior-. Cierra la puerta cuando salgas.

- No voy a irme hasta que hables conmigo. Debemos discutir esto, Salazar. Helga dice que…

- Helga es una idiota -interrumpió mientras se sentaba en la cama, comenzando a sacarse las botas.

- Es nuestra amiga -argumentó Godric-. Y es brillante.

- Si es tan brillante como dices, no me necesitas para manejar Hogwarts. Tú y Helga junto con Rowena podrán arreglárselas. Eso si Ravenclaw se digna a quitarse la diadema en algún momento… Y hablo de la diadema metafórica que lleva pintada en la cabeza…

- No hagas esto, Salazar, no desquites tu enojo en nuestras amigas -dijo Godric, intentando tranquilizar el ambiente.

- No me llames por mi nombre, Gryffindor, ésa es una prerrogativa de mis amigos -siseó Slytherin, dirigiendo una última mirada, fría como el invierno, a quien había sido su mejor amigo.

Godric luchó el impulso de golpearlo con algo o embrujarlo. Se miraron duramente por unos segundos, hasta que finalmente Gryffindor giró sobre sus talones y abandonó la habitación, cerrando la puerta con agresividad.

El hombre que permaneció en la estancia era un hombre roto. Había perdido todo lo que tenía en tan sólo un día: sus hermanas (que por más que un par de oraciones atrás las hubiese insultado, Rowena y Helga eran las mujeres más dedicadas e inteligentes que había conocido), el colegio (su mayor logro) y al amor de su vida.

Se fue del castillo en la noche, sin que nadie lo viera irse, y nadie lo viera nunca regresar.