Exorcizar el asco

Disclaimer: Shingeki no Kyojin no me pertenece, evidentemente. Sino, estas cosas pasarían en el manga en lugar de en fanfiction punto net :/

Advertencias: este fic es canonverse pero puede ubicarse tanto en los tomos 5/6 como en los tomos 13/14 del manga ya que no es muy específico. Tendrá tres partes. Contiene yaoi y lemon. Hay una breve escena erótica con el titán atacante, les aviso por si eso les gusta o repele particularmente.

Gracias a ElPrincesoEren, quien me dio una primera opinión antes de que lo publicara.

* * * PARTE I * * *

Miré mis manos. La transpiración las volvía pegajosas y me picaban. Al rascarme, puse la atención en la tierra debajo de mis uñas. Sin querer, quebré la costra de una cicatriz y me salió un poco de sangre. Estaba hecho un desastre, sentí vergüenza de mí mismo. No importaba qué tan seguido me bañara o con cuánto cuidado lo hiciera: no podía evitar los fluidos de mi cuerpo, toda esa asquerosidad.

Antes no me sentía así. En mis años de entrenamiento, cuando dormíamos todos juntos en esos dormitorios con olor a nosotros, no me daba cuenta de lo desagradable que era. Así olíamos todos, era lo normal. Yo era un niño, además, y mi cuerpo era bastante menos desagradable que ahora.

¿Fue eso, fue la edad la que me hizo dar cuenta? No, no. Fue él quien me hizo dar cuenta. Ya la primera vez que nos vimos lo pensé: yo, en una jaula, encadenado, imposibilitado de limpiarme; y él con esa pulcritud inexplicable y su aroma a jabón.

Cuando vivimos juntos en el castillo abandonado, con el fin de vigilarme pasaba horas a mi lado. Mientras él leía o tomaba el té, yo lo olía. Incluso su pelo olía bien, es extraño, no debía de usar solo jabón como todos nosotros. A pesar de sus múltiples heridas en combate, nunca tenía manchas de sangre y su piel continuaba blanca y hermosa alrededor de las cicatrices.

Me impresionaba tanto que comencé a tomar distancia de él. Así como yo sentía su aroma siempre delicado y limpio, él debía de sentir mi sudor grosero, mi aliento, el horrible olor que emanaba de mis partes íntimas.

¡Ah, las hormonas! Eso me explicó la capitana Hange Zoe. Odiaba tanto mi cuerpo que me creí enfermo y fui a consultarle. Le supliqué que me diera una medicina, algo que me quitara ese horrible olor de encima. No importaba cuánto me lavara, era cuestión de minutos volver a generar ese olor. Y ella me explicó: son las hormonas, es tu edad, es normal. Ella dijo: no hay nada que hacer al respecto.

Era asqueroso. Quería, desesperadamente quería acercarme al capitán Levi, mi admiración era tal que pensaba cada oportunidad de verlo como algo único y genial, pero entonces mi cuerpo siempre me avergonzaba frente a él y me obligaba a replegarme, a tomar distancia, a mirar para abajo en la esperanza de que no notara mi presencia.

Tengo 15 años... ¡malditos 15 años! ¿Dónde se esconde el cuerpo hasta que esto termina? Incluso cuando me transformo en titán... no tengo sistema reproductor y además, los titanes no tienen edad, ¿cierto? Y sin embargo... no sé, incluso entonces hay algo desagradable en mí, un cuerpo gigantesco y deforme, a menudo babeante, incapaz de producir palabras, restregándome en la tierra, desnudo, mi pelo siempre enredado, mis uñas demasiado largas...

¿Cuándo podré tomar una forma que el capitán Levi pueda apreciar? ¿Cuándo dejaré de ser repugnante?

Mis manos... decidí levantarme para lavar mis manos de nuevo. Estaba tan concentrado en ello, tan concentrado en el asco por mí mismo, que no me di cuenta de que el capitán estaba allí y di mi cuerpo contra el suyo.

—Oi, con cuidado, Eren, no seas despistado... —Y entonces vio mi herida y su expresión cambió. —¿Qué te hiciste? ¿Cómo podés ser tan irresponsable? ¡Sabés que podrías convertirte en titán!

—Pe- Perdón, capitán, fue sin querer, ¡lo juro!

—Claro, claro, ¡idiota! Tu cuerpo ahora pertenece a mi escuadrón, tenés que cuidarlo. Cualquier desobediencia será castigada.

—Sí, ¡e-en verdad lo siento, capitán, usted tiene toda la razón!

—Ahora dejá de tartamudear y quedate quieto.

Agarró algodón y alcohol de un estante y se acercó nuevamente. Tomó mi mano y limpió las manchas rojas delicadamente. Me dolía, pero estaba acostumbrado al dolor: todos mis temblores se debían a la vergüenza. Ya no sangraba pero él continuaba pasando el algodón por las demás heridas. ¿Cuánto faltaba para que me regañara por mi suciedad? ¿Cuándo iba a soltar mi mano con aversión? Pero, en cambio, la retenía entre las suyas y movía el algodón como una caricia.

—El poder de titán realmente no está funcionando, estás lleno de heridas. Le diré a Hange que tenemos que suspender los experimentos por unos días.

—¡N-no, señor, por favor déjeme seguir intentándolo! Sé que aún no soy lo suficientemente fuerte, pero... pero daré todo de mí, voy a lograrlo, ¡se lo aseguro!

Me observó sin expresión durante un rato y luego soltó un bufido, como si estuviera irritado, como si yo, de nuevo, sin darme cuenta, estuviera actuando como un niño.

—Mirá, Eren... evidentemente no podés mantener la concentración mucho tiempo. Yo que vos no murmuraría tanto y en cambio me ocuparía de descubrir qué te impide hacer la transformación. Sos mi subordinado y si yo digo que detendremos los experimentos, los detendremos.

Y entonces, como si no fuera suficiente con haberme lastimado, con haber dicho estupideces y con tener el cuerpo más hediondo de la tierra, ahora también me sonrojé. Violentamente. Toda mi cara parecía arder.

—¿Y ahora, qué te pasa? ¿Te acordaste de eso que te desconcentra? —Sin soltar mi mano, el capitán acercó su rostro al mío y me inspeccionó, como si fuera a leer en mis ojos lo que estaba pensando. —¿No será alguna chica? Estás en esa edad.

—N-no, ¡claro que no, señor! ¡No tengo tiempo para eso! ¡No importa... no importa mi edad!

Por supuesto, yo estaba cada vez más nervioso. No me gustaba para dónde estaba yendo esta conversación y si el capitán no soltaba mi mano pronto iba a quedar todo pringado con mi sudor asqueroso.

—Bueno, ningún soldado tiene tiempo para eso, pero a veces no se puede evitar. Es normal a tu edad. —Otra vez, esa declaración horrorosa de mi edad como un castigo total, sin solución posible. —Tal vez si lo reconocieras sería más fácil para vos manejarlo y no te desconcentraría tanto.

—¡Le juro que no pienso en ninguna chica, señor!

El capitán entrecerró los ojos y se aproximó aún más. Yo sentía el perfume hermoso de su pelo, así que seguramente él olía mi podredumbre. Esperaba que de un momento a otro me empujara con repugnancia.

—Entonces no será que... ¿pensás en algún chico?

Me lo dijo así, como si tal cosa. Mi corazón se aceleró y de pronto se me ocurrió que podría convertirme en titán y escapar. Traté de alejar esa idea antes de que realmente ocurriera. En todo caso, ¡yo no pensaba en chicos! ¿O acaso pensar en él... contaba como pensar en chicos?

—Señor, yo solo... solo pienso en que no quiero decepcionarlo, capitán.

De nuevo, ese pequeño gruñido como de resignación, casi podía escucharlo pensar "este mocoso"...

—Así que por miedo a no cumplir mis expectativas, no cumplís con mis expectativas. No suena muy razonable. En todo caso, resulta que yo soy la persona que te desconcentra.

Tomó un poco de distancia (¡al fin!) y caminó en torno a mí, con la mano en su mentón, pensando.

—Pero yo no suelo estar cerca en los entrenamientos. No es mi presencia lo que te desconcentra. ¿Quizás si realmente estuviera ahí saldría mejor?

—N-no lo sé, capitán... pero yo... bueno, sí me agradaría que estuviera presente. Creo que me daría ánimos.

¿Acaso lo vi sonreír? No podía ser... fue un gesto fugaz, era imposible confirmarlo. Pero al menos no se veía enojado conmigo por lo que había dicho. Ni asqueado.

—Bien... mañana estaré allí desde el comienzo. Más te vale esforzarte esta vez. Quiero que te cures esas malditas heridas.

—¡Sí, señor, así lo haré!

Y así es como vine a comprobar que mi cuerpo no era tan desagradable como yo pensaba. Mi cuerpo era la excusa para que el capitán Levi se mantuviera junto a mí.

* * * FIN PARTE I * * *

Abril de 2017