A/N: Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas. Por favor, quienes dejan reviews anónimas, DEJEN UN MAIL DE CONTACTO para que pueda responder sus comentarios con más agilidad… o de lo contrario no podré responderles. Las referencias al manga de Inuyasha serán debidamente explicadas en la Brújula Cultural cuando corresponda, y más extensamente en mi blog, al cual se puede acceder desde mi profile. Es importante que en este capítulo, LEAN el blog.
¡MUCHAS GRACIAS A MI LECTORA DE PRUEBAS! Sonomi, eres un sol conmigo. Gracias por leer y corregir mis desvaríos.
"Saint Seiya", la trama y sus personajes pertenecen a Masami Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. Lo mismo ocurre con los personajes del manga "Inuyasha: O–Togi Sengoku Zoushi", que pertenece a Rumiko Takahashi y que han sufrido leves modificaciones para beneficio de la trama. El personaje de Selene Ishikawa pertenece a Fanny Shadow y cuento con su autorización para usarlo. No estoy sacando beneficio económico de este escrito: nada más hago esto para relajarme y entretener a mi imaginación, eso es todo.
ADVERTENCIA.
Del Manual del Villano Para la Malvada Conquista de la Galaxia, Artículo Séptimo: Cuando haya capturado a mi adversario y él diga: "Antes de matarme¿podrías decirme al menos cuáles son tus planes?", yo diré "NO" y le dispararé. (No, pensándolo mejor le dispararé primero y sólo entonces diré "NO")
Ciertas escenas de violencia innecesaria y algo cruda pueden lastimar algunas sensibilidades, por lo que se pide discreción por parte de los lectores.
Cualquier coincidencia con la realidad, con situaciones reales y semejanzas con personas vivas o muertas, es una mera coincidencia. Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.
"Nihil Novum Sub Sole."
("Nada Nuevo Bajo El Sol")
Apertura:
Tres Lugares del Mundo.
Bangkok, Tailandia.
23:45 pm.
Aterrizó limpiamente sobre el techo, con la suavidad de un gorrión, sin levantar ni la más mínima sospecha de que se había dejado caer con todo su enorme volumen encima. Bueno, y aunque no hubiera mostrado tener el mismo cuidado, de todos modos nadie se habría percatado de su llegada. Aquél apestoso edificio le provocó grima tan solo de pisarlo, eso y sin mencionar que los olores y los ruidos eran como una cruel blasfemia a sus afinados sentidos. Rápidamente sacó un pañuelo de entre sus ropas, para cubrirse la nariz y la boca.
Miró a su alrededor con una mueca de disgusto estampada en el rostro: se acercó al borde del edificio y le echó un vistazo a la ciudad. Percibía ruidos, olores, contaminación, luces hasta donde alcanzaban sus sentidos. ¿Por qué los humanos tenían que ser tan fétidos, ruidosos y molestos? Bah. Sin quitarse el pañuelo de la cara, plegó las alas, se dio la media vuelta y se dirigió a las escaleras que llevaban hacia el interior del edificio. Allí, a sus espaldas, había dos criaturas muy parecidas a él que le esperaban pacientes. Ambas eran de menor tamaño, y de momento se quedaron en sumiso silencio: parecían los temerosos vasallos de un cruel señor feudal.
"Koumori–sama: el sujeto que busca está abajo, en el club." Dijo una de estas criaturas, que llevaba tampones en los oídos. "O al menos los humanos que le obedecen están allí. La búsqueda casi ha concluido."
"Hmpf."
Koumori pasó de largo y de un fuerte golpe con su mano abrió la puerta, sacándola de quicio. Se introdujo en el edificio tras agachar la cabeza, maldiciendo entre dientes la peste que le llegaba a su nariz: sudor humano, al menos tres tipos de drogas diferentes, y sobre todo, olor a cigarro y humo. Con desprecio siguió avanzando, con firmeza en sus pasos. Su enorme figura comenzó a descender con elegante gracia aquellos escalones, pese al profundo disgusto que sentía. Sí, con gracia: pese a tan enorme tamaño y a sus alas, la criatura cuidaba sus movimientos al caminar, con los cuáles no era torpe, sino al contrario. Era preciso y perfecto: no malgastaba energía extra, como lo habría hecho una persona normal.
Bueno, Koumori no era normal. Para empezar, no era un ser humano. Era un youkai–murciélago, como sus compañeros que le seguían, que, efectivamente, eran sus vasallos. Por esta misma razón, sus sentidos estaban mucho más afinados que los de un ser humano. Incluso era fuerte: me atrevo a decir, quizás exagero, quizás no, que su fuerza podría equipararse a la de un santo plateado.
Este extraño trío de criaturas salidas de leyenda, buscaban algo en ese edificio y lo encontrarían. Los murciélagos menores siguieron al mayor cuál si fueran sombras, pisándole los talones. Si bien su líder estaba tan incómodo como ellos, al menos tenía más temple y no demostraba su disgusto. Ellos no hacían ningún esfuerzo por ocultar sus náuseas. Además estaban neuróticos y parecía que saltarían al ataque en cualquier momento.
Koumori se detuvo al llegar a un último set de escaleras que llevaba a un club nocturno de muy mala muerte. El piso inferior, en donde se encontraba el club, era quizás el peor antro en su tipo en la ciudad de Bangkok. Estaba abarrotado de humanos de la más diversa 'fauna' delictual. Ese club era un punto álgido para tráfico de drogas y trata de blancas: allí se hacían aquellos viciados negocios, y no por sumas bajas. Quizás estos murciélagos no soportarían estar allí mucho rato antes que los atacara una fuerte jaqueca. La estridente música alcanzaba decibeles tan molestos que habrían puesto a aullar un perro (de hecho, en la calle podían oírse algunos), el olor a humano sudado y hacinado amenazaba con hacerles perder su cena y sentían comezón por todo el cuerpo. Ojalá pronto terminasen sus asuntos para poder largarse cuánto antes. Koumori se volvió hacia sus vasallos.
"Más les vale que este sujeto esté aquí." Les gruñó de un pésimo humor. "No dejé Grecia y me vine hasta acá solo por un ridículo rumor¡Si Le Pierdo El Rastro A Esa Cochinada Que Tengo Por Pariente, Les Sacaré Los Tímpanos A Los Dos!"
"Koumori–sama, estamos seguros." Respondió uno de sus murciélagos. "El tipo ha estado oculto en Bangkok desde que se le arruinó el negocio en Europa. Aquí ha remontado, aunque no sin dificultad."
"¿Cómo no? El sujeto no se ensucia las manos, pero conoce el negocio mejor que su bolsillo." Respondió la otra criatura. "Apuesto mi cabeza que está aquí: es más, debería estar en una de aquellas oficinas."
Koumori miró a la derecha, para ver cuatro puertas cerradas. No había nadie en ese pasillo, pero supo enseguida que aquellas habitaciones estaban siendo ocupadas por humanos en distintas actividades. El youkai enfocó sus oídos a cada una de las puertas… y entrecerró los ojos al concentrarse en la puerta del fondo hacia la izquierda.
"Goh. Soun. Hagamos esto rápido." Les dijo Koumori a sus vasallos.
Con los ojos entrecerrados, Goh y Soun sisearon, sacaron las garras y erizaron el espinazo. Se adelantaron dando zancadas intimidantes y en un abrir y cerrar de ojos, derribaron la puerta que Koumori les había indicado. Se trenzaron en una trifulca con 4 sujetos armados y con cara de tener las muelas podridas. Resonaron algunos balazos con silenciadores, que no pasaron desapercibidos para Koumori. Supo en seguida que uno de sus vasallos había sido herido, pero no le fue difícil interpretar que aquél enfermizo sonido de carne rasgándose a punta de zarpazos, aunado al grito ahogado en sangre, equivalía a la venganza de su protegido.
Koumori sonrió de soslayo. Con elegancia guardó su pañuelo y avanzó hacia la habitación. Soun, con el rostro contorsionado por la rabia y en dolor, tenía un bonito balazo en un costado que se estaba curando a gran velocidad. Sacó hacia fuera el cuerpo de un humano corpulento, que tenía la yugular cortada, y sus tripas a la vista. Soun hizo una reverencia al ver a su señor, que sin prestarle atención al cadáver, entró en aquella oficina. El lugar estaba hecho un desastre: había otro humano muerto, uno a medio morir y un tercero que observaba lleno de miedo a Goh. Y allí, arrinconado entre la espada y una ventana, estaba la persona por quién había ido.
Allí estaba el Jefe, la mente maestra detrás del secuestro de Ana Korber, aquella niña inglesa que por una serie de eventos más o menos afortunados, había terminado al cuidado de Isabella y de Kanon… el mismo que había ordenado su extracción del Santuario a como diera lugar y que había huido luego que su millonaria transacción, de varios miles de euros, se fuera por el retrete al ser frustrada por Isabella.
"¿Se Puede Saber Qué Significa Esta Intromisión¿Quién Les Ha Enviado¿Sabes Con Quién Te Estás Metiendo?"
El sujeto, que tenía un delgado y enfermo aspecto, enfrentó a Koumori con la arrogante insolencia y arrojo de un capo de la mafia poderoso y experimentado. No lo parecía, pero era un criminal de los más peligrosos, con tantas influencias en todo nivel, que llegaba a dar miedo. De otro modo no se explicaba el hecho que hubiera podido evadir por los pelos a varias agencias de la INTERPOL en su huida de Grecia. El sujeto era un camaleón.
Sin embargo, la virulenta hostilidad de sus palabras, apenas hicieron efecto en Koumori, que con desdeño le miró de pies a cabeza. Sí, el Jefe era peligroso, pero él lo era aún más. Koumori, del clan de murciélagos del occidente de Japón, hijo menor de Taigokumaru, era su equivalente entre los youkai. Dio un paso adelante.
"Sé perfectamente con qué tipo de basura trato." Gruñó Koumori, tras un rápido movimiento, con el cuál apresó al Jefe con una de sus garras. "La pregunta es¿lo sabes tú?" Le preguntó mientras ejercía presión en sus manos. El Jefe, que no en balde era cauteloso, negó con la cabeza y lo dejó al suelo.
"¡COF, COF, COF¿Qué, COF, Quieres, Criatura?" Preguntó entre toses el Jefe.
Koumori no contestó. Le dio la espalda al Jefe en tanto Soun, que ya había retirado el segundo cadáver, le pasaba una toalla húmeda para que se limpiara las manos. Goh rió con desdeño, mientras vigilaba con atención al humano que no había perdido la conciencia.
"Ofrecerte un trato." Dijo por fin Koumori. "Verás, tengo problemas para encontrar a mi sobrinita." Fue tal el asco con el que pronunció esta última palabra, que el Jefe hasta sintió lástima por la mujer en cuestión.
"¿Y a mi Qué?" El Jefe endureció la mirada y se puso en pie.
Estaba impactado. ¿QUÉ era esa cosa? Nunca antes había tratado con algo así. ¿Qué clase de demonio era? Estaba asustado, mucho, pero trataba por todos los medios de no perder los estribos. Koumori se puso las manos en las caderas.
"Mucho. Tienes contactos que necesito, pero que no puedo usar."
"Mis servicios tienen un precio."
"Te dejaré vivir." Esta vez, quien vertió virulencia en sus palabras no fue otro que Koumori. "Prometo no comerte." El Jefe tragó saliva: le pareció un buen trato.
"Conozco algunas personas. ¿Qué necesitas?" Algo menos tenso, el Jefe movió el cuello para así poder mover los músculos, que los sentía como de piedra.
En su fuero interno, el sujeto esperaba que Koumori le dijera que necesitaba sacar de algún puerto un cargamento de drogas, matar a su sobrina o algo por el estilo. Pero no. El murciélago sacó de entre sus ropas dos fotografías y varios documentos escritos. Los dejó caer encima del escritorio de forma que quedaron a plena vista del Jefe… quien ni bien las observó, palideció.
Aquellos documentos no eran sino copias del expediente de Isabella en INTERPOL, y las fotografías habían sido obtenidas con un teleobjetivo, no hacía mucho.
"¿QUÉ SIGNIFICA ESTO?" Bramó el Jefe, asustado hasta la médula. Reconoció a Isabella en el acto, y por mucho rencor que le guardase, SABÍA que no debía meterse con ella, mucho menos luego de lo que le había pasado.
Sabía que había cierto santo dorado que PAGARÍA por darle una paliza.
"Es tu contacto." Koumori rió con desdén. "El repugnante monstruo que mi hermano mayor tenía por hija, está bajo la protección del Santuario de Athena… y verás, aunque yo, Koumori, podría darle pelea a un dorado, no le ganaría… por lo que necesito negociar."
"¿Negociar? No me voy a prestar para ese juego, bastantes problemas tuve ya con los dorados. ME NIEGO a ser parte de esta locura."
"Dije que necesito negociar, pero no tengo con qué." Insistió la criatura, sin que se le moviese un músculo. "Mi sobrina no sale del Santuario, pero esta hembra humana va y viene a gusto." Explicó señalando la fotografía. "Sé que es importante para uno de los santos. Tú te las arreglarás para secuestrarla y que así yo pueda negociar un intercambio."
"¡Imbécil! Si tu sobrina está en el Santuario¿qué te hace pensar que te la cambiarán por esta mujer? Si está allí, es porque la aprecian de algún modo. Lo único que conseguirás es tener a una horda de santos, muy enojados, golpeando tu puerta."
"¡JAJAJAJAJAJA!" Koumori rió con fuerza, al igual que sus vasallos. El Jefe les miraba incrédulo. "No, humanito, eso no es verdad. Los humanos de la clase de esos santos solo cuidan de sus hembras y nada más. ¿Quién querría proteger a un monstruo como Shiori? Intercambiarán a ese monstruo por esta mujer sin dudarlo ni un segundo."
"Eres un loco." El Jefe se cruzó de brazos y miró amenazante a Koumori. No lo ayudaría en su suicida misión ni aunque lo desollaran vivo: le tenía más miedo a los dorados que a otra cosa. "Estás solo en esto. Apáñatelas como puedas."
Koumori le dio un repentino golpe en la tripa, lo sujetó por el hombro y lo aventó contra la ventana. El Jefe sintió los agudos besos de los cristales rotos en su piel y creyó que caería hasta el suelo, lo cuál, a fin de cuentas, no ocurrió. El murciélago no le soltó, le sujetaba por el hombro, con sus garras clavadas en la piel, y le dedicaba una mirada terrorífica.
"No te estaba preguntando si querías ayudarme, humano." Koumori le enseñó los colmillos. El Jefe, lleno de miedo (y a punto de perder el control de sus esfínteres), asintió con energía.
Bien que podía reconsiderar sus lealtades, en vista de las circunstancias.
Santuario de Athena. Coliseo.
En esos momentos.
Alde levantó de un sopetón a Kanon del suelo. El Gemelo menor tenía los ojos cerrados, y una mueca de dolor le adornaba el rostro. El santo de Tauro, preocupado, le miraba lleno de ansiedad: después de todo, Kanon apenas se había reincorporado a los entrenamientos hacía unas dos semanas y no quería lisiarlo de por vida.
"¡Kanon! Condenado seas¡Debes ser más cuidadoso! Te pude haber sacado el brazo." Lo regañó Alde preocupado. Kanon, haciendo una mueca, hizo un gesto con la mano para que se tranquilizara.
"Lo acepto¡Auch, fue mi culpa… me distraje."
"Evidente: sabes que en una lucha, un error de esos se paga con la vida." Le aleccionó el enorme santo con el ceño fruncido y aspecto preocupado. "¿Estás bien o necesitas que llame a los matasanos?"
"No, estoy bien." Kanon miró preocupado lejos de Alde y más allá del Coliseo, hacia la ciudad de Atenas. Es que de pronto había tenido una severa subida de aprehensión por Isabella. ¿Estaría bien?
"No lo pareces. ¿Qué te pasó?"
"No lo sé… tuve… un mal presentimiento." Kanon se masajeó el hombro y se irguió en toda su estatura. "Alde… no puedo ignorar esto. ¿Te molesta si dejamos el entrenamiento hasta aquí? Quisiera asegurarme de algo." Alde pestañeó curioso, pero asintió.
"Dale compadre, por mi no te preocupes." Le dijo con una sonrisa, tras darle un fuerte golpe en la espalda… que dolió. "¡Kanon¿Estás bien?"
"¡Casi Me Sacas La Espalda, Pero Sobreviviré!" Se quejó Kanon divertido. "Gracias Alde, en serio lo aprecio."
Y sin decir más, el Gemelo Menor abrió un portal a otra dimensión y desapareció tras introducirse en él. Alde ladeó la cabeza con curiosidad y suspiró como abatido.
"Espero que no pase nada malo."
Ciudad de Kyoto, Japón.
4 días después.
Sus pasos apenas se sentían por los pisos de madera de aquella antigua mansión. Caminaba elegante y digno, como siempre lo había hecho. Era un noble Señor con todo derecho. Sólo quienes lo conocían en serio podían identificar algún rastro de emoción en su frío rostro, que solía permanecer inmune a las expresiones. Era estoico, duro y frío como el mármol… pero en el fondo era como esos gentiles perros gruñones, mañosos y territoriales: este milagro se debía a la experiencia reunida en todos los años de su ya larga vida.
La mansión, ubicada en el lugar más tradicional y acomodado de Kyoto, era su residencia durante sus estadías en aquella ciudad. Su residencia principal se hallaba oculta en las montañas. En esos momentos, aquél sector de la casa estaba en silencio… sin perturbar en nada aquella aparente tranquilidad, se acercó a una puerta y tocó la madera con sus nudillos.
"Shiori, entraré."
Con apenas esta pequeña advertencia, deslizó la puerta de papel shoji y Lord Sesshomaru entró en la habitación. Shiori no se inmutó: apenas sí pudo incorporarse en su futon y mostrar los debidos respetos del caso.
"Sesshomaru–sama." Apenas se la oyó decir esto. Shiori no le miró a los ojos, y pudo oír muy claro el preocupado resoplido de su Padrino.
"Hueles a lágrimas y a que no has comido ni medio bocado. Tendré que obligarte de nuevo a comer y eso no te gustará." Anunció Sesshomaru con elegancia. No hizo preguntas. Shiori tan solo suspiró entristecida.
"No tengo hambre."
"Deberías. Hace una semana que apenas pruebas bocado." Sesshomaru entrecerró los ojos. "No permitiré que uno de los cachorros bajo mi cuidado se mate de hambre." Si bien en sus palabras había dureza, dejó trasmitir algo de entrañable cariño paternal. "Sé que estás triste, pequeña, pero piensa en tu Hahahue."
"Hahahue está muerta. Igual que Chichihue."
"A ninguno de los dos les gustaría verte así. No es honorable que una hime como tú se la pase llorando encerrada."
Sesshomaru suavizó el rostro tras decir esto. Shiori entonces se echó a llorar, dejándose caer sobre su futon. Como siempre lo hacía para que no la vieran así, tomó la esquina de una manta y se tapó la cabeza. Su padrino se sintió algo incómodo. ¡Tenía más de 500 años y todavía se sentía inseguro a la hora de consolar a alguien! Se sentó junto a ella y la acompañó un rato en su llanto. Suspiró.
Era difícil de explicar. Parecía como si fuera ayer cuando Inuyasha, su hermano menor, le había hecho mención que en uno de sus viajes, había encontrado a una pequeña hanyou murciélago de 5 años de edad. Parecía como si apenas hubiera pasado un día desde el momento en que él mismo y su esposa la habían encontrado en aquella miserable caleta de pescadores. Ni bien la vio, supo en seguida que esta hanyou era hija de Tsukoyumaru, un viejo amigo suyo, a quien le había jurado en cierta ocasión que apadrinaría a su primogénito. Fue en ese momento en que decidió tomar a la niña y a su madre bajo la protección de su clan y tras mucho negociar con la mamá de Shiori, Rem, logró llevarlas a su casa. Su esposa había estado encantada de tener compañía humana con quién charlar, y tanto ella como Rem se llevaron estupendo desde el principio.
¡Miren nada más! Habían pasado unos 509 años de aquellos sucesos.
"Calma, cachorro, No puedes llorar para siempre."
"¡No puedo evitarlo, Padrino, no puedo!"
En momentos como estos, Sesshomaru deseaba no haber tomado aquella decisión que había cambiado para siempre la vida de Shiori. A finales de 1497, decidió que aquella época, el tortuoso Sengoku Jidai, era demasiado peligroso para Shiori y su madre. Con tristeza tuvo que asumir que no podría mantenerlas a salvo a ellas y a toda su familia, al mismo tiempo que se ocupaba de asuntos realmente cruciales en ese momento. Por eso, se le ocurrió la idea de enviar a la hanyou y a su madre a lugar más seguro… Optó por probar suerte con el Pozo Come Huesos, a ver si lograba enviarla a otro tiempo.
"¡No debió pasar nada de esto!" Shiori no dejaba de llorar. "¿Por qué la mató? Nunca le hizo nada… ¡Me siento tan culpable!"
"Ya te encargarás de Koumori, pero no podrás hacerle frente si sigues llorando cachorro."
Tras convencer a Rem, ella y su hija saltaron al interior del pozo, desvaneciéndose sin dejar rastros. Shiori contaba con unos 6 años, y por casi 500 años, no supo qué había sido de ellas. Entonces, en 1987, tuvo una corazonada que lo llevó al Santuario Higurashi, lugar en el cuál se encontraba el Pozo Come Huesos… solo para ver como madre e hija pedían ayuda para salir del fondo, lugar al cuál acababan de aterrizar. Sesshomaru pudo llevarse a ambas a la protección de su mansión, y fue de este modo que Shiori creció en el mundo moderno, pese a haber nacido hacia 1492.
Aunque la vida le resultó mucho más fácil de sobrellevar en esta época que durante el Sengoku, hay cosas que nunca cambiaban, como la intolerancia y la discriminación.
Koumori era la prueba: en cuanto descubrió que su sobrina y su madre seguían con vida, juró matarlas a ambas a como diera lugar y nunca perdía oportunidad de intentarlo. Sobre todo porque Shiori, al ser hija de su hermano mayor, y al haberle heredado éste todos sus derechos, le significaba un molesto obstáculo a nivel político. Sin mencionar que era un hanyou, cosa que Koumori no soportaba.
"Necesitas ponerte fuerte."
"¿Para qué?" Protestó entre lágrimas. Es que por muy lógico que sonara, Shiori se sentía tan miserable que no podía verle el lado bueno a nada. Sesshomaru suspiró: era hora de darle una tarea que le ocupara la cabeza y ponerla a hacer algo productivo.
"Koumori fue visto… de regreso en Grecia." Añadió con calma. "Creí que volvería a Japón cuando no te encontrara allí, pero veo que me equivoqué. Necesito que regreses a Atenas." Le ordenó tajante. Shiori se destapó con cautela y se sentó.
"¿Qué regrese a Atenas?" Preguntó, limpiándose las lágrimas con el revés de la mano.
"Sí. Necesito que elimines a Koumori de una vez por todas. Ese sujeto está desequilibrando demasiado las relaciones entre los clanes youkai y los humanos. Recibo quejas todos los días." Sesshomaru sonaba muy serio. "El que tu tío se haya vuelto internacional, está generando problemas con occidente, lo cuál, debo añadir, no me hace gracia: bastante delicadas son ya las relaciones diplomáticas como para que él las empeore."
"Pero…"
"Sabes que tenemos otras preocupaciones. No en balde te mandé a que revisaras la Biblioteca Arcana del Santuario. La información que trajiste es preocupante y no puedo darme el lujo de prescindir de Aoshi, Touja o algunos de los Taiji–Ya para que se encarguen de Koumori y la basura que lo acompaña. Están bastante ocupados con el otro asunto." Lleno de misterio, Sesshomaru tomó aire. "Supongo que no tienes quejas y que cumplirás con tu deber."
Shiori miró a su Padrino con la misma tristeza, pero más enfocada. Tomó aire y apretó los puños: hizo una reverencia. Sí, era la ahijada de Lord Sesshomaru, lo cuál tenía ciertas ventajas, pero al ser parte de su casa, eso también le daba responsabilidades para con su Padrino… si la llamaba a pelear o si le encomendaba una misión, debía cumplirla, y había sido entrenada para eso. Shiori era la mejor kunoichi bajo las órdenes de su Señor.
"Se hará lo que diga, mi Señor." Le anunció con decisión. Sesshomaru asintió satisfecho… al cabo de unos momentos de intenso escrutinio, su expresión se tornó juguetona, como traviesa… Si, era extraño y hasta daba a veces un poco de miedo ver a este perro portarse así, pero digamos que cosas más raras han ocurrido antes. Shiori le miró curiosa. "¿Pasa algo, mi señor?"
"Estaba pensando… que cuando termines tu misión… puedes quedarte en Grecia todo lo que quieras." Le dio un juguetón empujón que la tomó por sorpresa. "Supe que por ahí hay alguien que hace que tu corazón dé latidos más fuertes de lo normal."
Shiori se puso roja como tomate y en seguida sintió como se le subía toda la sangre a la cabeza. Asintió tímida y fijó la vista en sus manos, que de pronto las sentía heladas. Sesshomaru se puso se pie y caminó hacia la puerta.
"Partirás mañana a Grecia, Jaken ya apartó un vuelo para ti." Le dijo cuando alcanzó la puerta. "Tu madrina manda a decir que tiene deseos de que bajes a cenar esta noche con todos nosotros: te has recluido mucho y está preocupada." Añadió antes de atravesar la puerta y retirarse. Ni siquiera le dio tiempo a la chica de responder.
Shiori se quedó observando la puerta de Shoji con intensidad varios minutos, antes de caer agotada en su futon. Cerró los ojos e inspiró aire. Ni modo… tarde o temprano debía volver a ocupar su mente en algo. Se quedó quieta unos momentos y con pereza buscó las mantas…
… Volvería a Grecia… ¿Eso era bueno o malo?
Quizás…quizás le volvería a ver…
Fin de la Apertura.
Por
Manquehuito (Misao–CG)
PS¡CALMA, CALMA! Todas sus dudas serán resueltas, que sé que no son pocas. Bien pueden guiarse por la brújula cultural o bien por el link hacia mi blog, en donde daré información más específica, sobre todo la relacionada al manga de Inuyasha, para quienes no lo conocen. Trataré de mantener las referencias al mínimo, para quienes no estén familiarizados con Inuyasha, al mismo tiempo que intentaré ser clara. De momento, pueden gustar de leer las referencias abajo o pasar al próximo capítulo. Faltas de ortografía, de gramática, tipeo y redacción (excepto en el caso de los diálogos de Niké) no son intencionales y si descubren alguna, por favor, sean buena leche y avísenme para poder corregirla, lo mismo si tienen quejas o críticas respecto de la historia, para poder ver como lo soluciono (en tanto sean educadas y civilizadas) ¡GRACIAS POR HABER LEÍDO EL CAPÍTULO!
Brújula Cultural:
Bangkok, Tailandia: (en thai, Phra Nakhon, 'la ciudad capital', o Krung Thep, 'ciudad de los ángeles') Capital y principal ciudad de Tailandia, situada en la parte central del sur del país, a orillas del río Chao Phraya, junto al golfo de Siam.
Papel Shoji: En la arquitectura japonesa tradicional, un shoji (障子) es un divisor del sitio o una puerta que consiste en el papel translúcido del washi sobre un marco de madera 8 papel de arroz, para simplificar). Las puertas del Shoji se diseñan a menudo para deslizarse por una superficie o doblar por la mitad, para así conservar el espacio que sería requerido por una puerta. Actualmente se usa en conjunto con las puertas de estilo occidental, en una fusión de estilos que marca tanto la identidad japonesa como las nuevas tendencias.
Futon: (布団, futon) Es el tipo de cama que utilizan los japoneses. Por lo general sin son bajos, no más altos de 5 cm. de altura, tienen una funda exterior con rellenos como algodón o material sintético. A menudo se venden en conjuntos que incluyen el colchón de futon (shikibuton), un edredón (kakebuton) y almohada (makura), que, dicho sea de paso, las más tradicionales se rellenan con judías, trigo negro o abalorios de plástico.
Youkai: En mitología japonesa, los youkai (en Japonés: 妖怪) son apariciones o espíritus animales, diferente de onis, ogros y kitsune, que poseen rasgos animales y humanos, siendo los de mayor poder, quienes más rasgos humanos tengan. Viven cerca de las aldeas. Los Youkai son más poderosos que los seres humanos, y debido a esto, suelen ser algo arrogantes y subestiman a los humanos. Tienen un código ético bastante particular, más relacionado con su lado animal, y, sin importar cuál sea su relación con los hombres, pueden elegir ser buenos o malos. Esto determinará cómo traten a los humanos: algunos entablan amistad, otros no. Incluso hay cuentos de youkais que se enamoran de irremediablemente de seres humanos, con quienes tienen hijos, llamados hanyou. Para mayor información, revisar blog.
Kunoichi: Es una mujer ninja. Fueron utilizadas como asesinas y espías. La mujer dentro del mundo del ninjutsu tuvo un papel mucho más importante y reconocido que las demás mujeres en el antiguo Japón. Para mayor información, visitar mi blog.
Kyoto, Japón: Ciudad de Japón situada en el sur de la isla de Honshu y capital de la prefectura urbana de Kyoto, cerca de Osaka. Para más información, revisar blog.
