Strach zaczyna (el terror inicia)

10 de octubre de 1340:

Sentía los disparos, los sentía acercarse, los gritos, los sollozos, las miradas aterradas de mis padres, todo indicaban de que estaban cerca.

-Mamá tengo miedo.- decía temeroso Kelsi, mi pequeña hermanita, quien se aferraba con toda su fuerza al regazo de nuestra madre. Aún era muy pequeña para entender todo lo que pasaba, no siquiera nosotros lo entendíamos bien. Solo sabía que algo malo estaba cerca, algo muy malo. En su corta vida, nunca había visto a su madre así de asustada.

-No tengas miedo querida, solo son personas, tal y como nosotros, no hay nada que temer.- Mi madre trataba de calmarla, pero su voz sonaba entrecortada y nerviosa. Ella sabía que los que venían eran personas muy peligrosas y crueles, ni siquiera deberían ser considerados seres humanos.

-Ahí vienen, cinco minutos y estarán aquí.- gritaba desesperado mi hermano mayor, Jason. Venía desesperado, agitadísimo después de haber corrido desde el pueblo vecino.

-Hay que separarnos.- dijo seguro mi padre. Era la cabeza de la familia, interiormente se moría de miedo justo como nosotros, peor exteriormente debía darnos fuerza, y él lo sabía muy bien.- Jason, lleva a Gabriela con la vecina, pídele que por favor la esconda y tú quédate en uno de los armarios de arriba, pase lo que pase no salgas. Yo me quedaré en el sótano con tu madre y Kelsi.

Sin perder tiempo, mi hermano corrió conmigo, tocó la puerta de la vecina desesperadamente, al principio no la abrió, pero al verme, la abrió rápidamente.

-Jason ¡Dios! ¿Qué hacen aquí? Deberían estar escondidos.- susurraba con la voz preocupada y aterrada.

-A eso vengo.-hizo una pausa, tomó aliento y prosiguió.- ¿Podría quedarse con Gabriela? Tenemos que separarnos… ¿Podría quedarse con ella, por favor?- susurró mi hermano, al borde de las lágrimas. Su voz era entrecortada, le dolía dejarme, tenía miedo de dejarme, ambos sabíamos que era probable que fuera la última vez que nos viéramos.

-Por supuesto, yo me quedaré con ella; solo tengo a Ryan, la cuidaré como si fuera mi hija, Jason, puedes dar fe de eso. Te lo prometo.- dijo con firmeza Lucy. Nuestra adorada vecina, la de más confianza del pueblo.

Mi hermano solo sonrió, fue una sonrisa triste, pero una sonrisa a final de cuentas; para luego irse corriendo a esconderse.

-Bueno Gabriela, nos meteremos en el sótano y no podemos hacer ninguna clase de bulla.- Solo asentí con la cabeza, puede que tuviera 16 años, pero la señora Lucy aún me veía como una niña pequeña.

Ya en el sótano, estaba Ryan, el único hijo que tenía nuestra vecina; era un gran amigo, siempre jugábamos juntos cuando éramos niños, al crecer nos habíamos distanciado un poco, pero ahí estábamos, en los momentos difíciles, nos teníamos el uno al otro.

-Hola Gabriela.- dijo entre dientes, moviendo la mano hacia mi dirección.

-Hola Ryan.- respondí nerviosa.

-Ahora chicos, se tienen que quedar callados y les aseguró que nada malo pasará.-Su tono pretendía ser tranquilizante, pero en realidad era nervioso e inquieto.

Estuvimos una cantidad inmensurable de tiempo en silencio, esperando…esperando a que llegaran los malos. En nuestra espera fuimos testigos de sonidos de balas, gritos, plegarias, ruegos, rezos, insultos de alto calibre. Todo en conjunto era por completo atemorizante, parecía salido de una película de terror de Hitchcock, pero se puso peor cuando escuché los ruidos de dolor de Kelsi, luego los de mi padre y los de mi hermano; quise gritar e ir por ellos, hacer un estúpido esfuerzo por salvarlos, por rescatarlos; pero fueron las fuertes y seguras manos de mi amigo las que no permitieron moverme ni una milésima. Me tenía firmemente agarrada por la cintura y la otra estaba sobre mi boca, evitando que gritara.

-Gabriela si gritas, nos matarán a todos.- susurraba ante la suplicante mirada de su progenitora. Solo opté por llorar silenciosamente, mientras me acomodaba en los cómodos brazos de Ryan, necesita su apoyo.

Como a la hora ya no oímos nada más, se habían ido, pero sabíamos muy bien que no sería por mucho. Eran como las cucarachas, se iban por un tiempo, pero regresaba el doble.

-Mi madre.- murmuré en shock, media sorprendida, pero con una pena infinita.-Mi madre.- repetí en un tono más fuerte.

Ya no pude soportarlo más, salí corriendo del refugio, sin siquiera oír los gritos de atrás, yo solo corría y corría rumbo a mi casa.

-¡Mamá! ¡Mamá!- gritaba, buscando por todas partes- ¡¿Jason?!

Los buscaba desesperadamente, por cada ambiente de mi hogar, pero no los encontraba. Gritaba con toda mi fuerza, pero nadie respondía.

Subí a las escaleras, con destino al segundo piso, y entonces vi a Jason al lado de la puerta, sonreí, tranquila, pensando que aún estaba escondido, pero al acercarme, la escena que presencié me hizo gritar de pánico.

Estaba echado en el suelo, boca arriba, en un charco de sangre, con varios agujeros de bala; aún se podían ver los casquillos tirados por el suelo.

-¡Joseph! ¡No! ¡No!- grité desesperada, mientras abrazaba el inerte cuerpo de mi hermano. Pensaba, tontamente, que al abrazarlo volvería conmigo.- ¡Por favor, no me dejes!

No podía estar muerto, no podía, tenía que ser mentira, no era posible, hace tan solo minutos que lo había visto. Mi cerebro se negaba a creerlo. Lloraba sobre mi hermano muerto cuando una nueva preocupación se empezó a formar en mi cabeza.

"¡Oh Dios! ¡Mis padres! ¡Kelsi!", pensé.

-No.- musité. Corrí con todo mí ser, directo hacia el sótano, rogando que no pasara lo que más temía.

Pero nada de esto sirvió. Al llegar, la misma escena escalofriante y horrorosa me recibió: Mi madre sin ropa alguna, tirada en un baño de sangre, al lado mi pequeña hermana con un devastador y letal corte en la garganta; y mi padre, lleno de agujeros de balas, aún agonizaba.

-¡Papá! ¡Papá!-grité poniéndome a su lado. Al ponerme en cuclillas sentí un gran brazo en mi cintura y grité temiendo lo peor. Pero rápidamente fui callada, era Ryan.

-Ya Gabriela, vámonos de aquí, tienes que ser fuerte…sé que es difícil, pero tienes que ser fuerte.- trataba de calmarme, pero no podía hacerlo. Nada ni nadie podría.

-Está sufriendo.- dije, ignorando por completo los pedidos de mi amigo.- ¿Por qué no lo mataron por completo? ¿Por qué lo dejaron aquí muriéndose de dolor? Son unos bastardos.

-Gabriela, tranquila, tienes que calmarte…por favor, cálmate. No podemos quedarnos aquí, ellos podrían regresar.- su voz denotaba miedo, pero a la vez seguridad. No me dejaría sola, así se muriera de miedo.

-Espera.- pedí llorando.- Espera un minuto.- No podía irme, no podía dejar a mi padre solo, en ese estado. Lo tomé fuertemente de la mano y suspiré, sin dejar de mirarlo.

Estuvimos ahí una cantidad inmensurable de tiempo, hasta que mi padre por fin pudo descansar. Agradecí a todos los dioses que conocía que por fin mi padre se haya visto exonerado de ese infierno en vida.

Lentamente nos retiramos, y nos dirigimos a la casa de Ryan; yo simplemente ya no podía más, estaba a punto de desmoronarme, si no fuera por las fuertes manos de mi amigo ya me hubiera desmayado. Sentir que te arrebatan todo lo que te importa es…horrible, sentir que todo lo que siempre conociste, todo lo que siempre amaste se fue para siempre…y que nunca más volverá es simplemente exasperante y es capaz de destrozar hasta al ser más duro.

-Lo siento mucho Gabriela.- dijo apenada Lucy.- Pero no te preocupes por nada, no te faltará nada, este es tu hogar, puedes quedarte aquí, te protegeremos siempre.- aseguró con una tímida sonrisa.

-Gracias, realmente aprecio lo que hacen por mí.- admití mirando a Lucy y a Ryan.- Gracias a ambos. Ryan, tú y tu madre son como santos, como ángeles.- ambos solo sonrieron. Entendiendo la intensidad del momento.

Y así, con un abrazo de Ryan y un golpecito amistoso en la espalda de parte de Licy, terminó ese horrible día lleno de desgracias.