¡Hola! Me ha parecido interesante escribir un fic sobre Yume Nikki, me encanta este juego y pienso que merece tener más fics sobre él. Tengo pensado ir escribiendo sobre cómo Madotsuki visita los diferentes mundos, encontrando mensajes escondidos sobre su pasado (inventado por mí pero basado en las teorías más conocidas sobre él). Así que seguramente será algo largo y puede ser incluso un poco tedioso a veces, pero aún así, espero que a quien lo lea le guste.
Sobre el título del fic, "Yume no Genkaku" significa "Ilusión de Sueño", y se llama así porque yo veo los sueños como una ilusión de nuestra mente. El título del capítulo, "Kazu no Sekai", significa "Mundo de Número", supongo que ya se entiende por qué viene.
Como ya he dicho, me basaré en diferentes teorías hechas por los fans para explicar el pasado de Madotsuki o la importancia de los diferentes personajes.
Yume Nikki fue creado por Kikiyama, no es mío.
Ya no me enrollo más. Sólo espero que los fans de Yume Nikki que lean esto pasen un buen rato leyendo sobre el juego y les guste.
Yume no Genkaku
Capítulo 1 - Kazu no Sekai
Para la mayoría de personas, el día empieza cuando se despiertan. Al levantarse, su humor puede cambiar dependiendo de si ha tenido un sueño agradable, una pesadilla, o simplemente no ha soñado nada. Los sueños son y han sido siempre algo complementario, una distracción para cuando la mente está en calma. La gente no le da mucha importancia, pues a veces ni se acuerda de lo que han soñado. Aquellos que recuerdan sus sueños, se entretienen recorriéndolos en sus recuerdos una vez despiertos; los que han disfrutado de su sueño lo cuentan a sus amigos, aunque muchas veces se adornan las partes que no recuerdan, como un bonito envoltorio que cubre un papel rasgado; en cambio, si despiertan de una pesadilla, quizá se levantan asustados por haber sido perseguidos por el monstruo de su subconsciente, tal vez un espectro, un fantasma, o puede que una gran bestia, carente de belleza a simple vista, pero con una profundidad en sus palabras que va más allá de la belleza, revelando algo de ti mismo que aún estaba escondido en el fondo de tu alma; también hay quien se levanta agotado, pues a pesar de haber descansado el cuerpo, su mente ha participado es una gran batalla, junto a los griegos o los romanos, o en su mundo fantástico, después de haber irrumpido al castillo del enemigo en medio de la noche, en busca de su amada princesa, aquella que sólo existe en su subconsciente y de la cual nunca recuerda ni siquiera el color de cabello o su nombre, tan solo su largo vestido de un blanco inmaculado.
Pero, por supuesto, los pensamientos de la gente se apartan de lo vivido en la noche al tener algo en qué centrar su atención, desde vestirse hasta empezar un examen o atender al ordenador que hay delante de sus ojos. Porque, al fin y al cabo, un sueño es una simple ilusión que vives de noche en tu mente, aún sin haber ningún ilusionista cerca de ti. Al igual que si en el desierto, tus ojos cansados y tu mente agotada logran vislumbrar un oasis en la lejanía, por mucho que esa vista te llene por dentro, no se consigue nada persiguiéndola, tan solo más cansancio; pues un espejismo no expresa la verdadera realidad, la cual siempre se forma de dunas, fina arena que se desliza entre tus dedos, que te quema la piel de día, siendo iluminado por un sol ardiente y cruel, así como te hiela el alma de noche, cuando la luna la ilumina dándole un matiz plateado, frío y lejano.
Un sueño, una ilusión inexistente e irreal que no es tan importante comparado con la realidad. Pues lo que importa es lo que haces cuando estás despierto, ¿o no?
A pesar de eso, siempre hay excepciones y Madotsuki era una de ellas; para ella, no era importante la hora del día, si era de mañana o de noche, si era invierno o verano. El mundo real no tenía importancia, ya no después de haberlo perdido todo. La única razón por la que seguía viviendo era su mundo interior. Tres segundos le bastaban para que su mente se trasladara a un lugar fantástico y, a la vez, tenebroso. No le importaba la realidad, era feliz en sus sueños, persiguiendo la difusa, pero al mismo tiempo, clara ilusión que residía en su mente, logrando alcanzar por fin, en la oscuridad de la noche, oasis que tan lejos parecía antes.
Al principio, sus sueños se disipaban cuando despertaba y ya no volvía a saber nada de ese mundo, pues la siguiente vez, todo había cambiado. Pero, hacía poco, Madotsuki había conseguido controlar sus sueños dentro de las posibilidades de estos, para así soñar siempre con el mismo mundo, ese mundo que le llevaba a diferentes lugares listos para ser explorados.
La joven Madotsuki se levantó de su escritorio al terminar de escribir el sueño de esa noche. Su diario de sueños, con una bonita portada donde se podía leer en el alfabeto hiragana las palabras "Yume Nikki" seguía allí intacto, pero con una página más escrita.
Madotsuki pasó si vista por su habitación. Fuera, en la terraza, se podía observar un cielo azulado, con algunas nubes surcándolo como navíos piratas en un mar, como lágrimas en unos ojos azules de alguna persona desconocida para ella. Observó los cojines tirados por la habitación, ni se molestó en recogerlos. Se sentó en uno de ellos, delante de la televisión, para jugar un rato al "Nasu", un juego quizá un poco desesperante y monótono, pero entretenido al fin y al cabo, si se trataba de pasar el tiempo.
Estuvo jugando unos minutos, pero pronto se hartó. Apagó la consola y dio algunos pasos inútiles por la habitación. Se detuvo delante de la puerta que daba a la salida de su cuarto. Su mirada abandonó la típica expresión de aburrimiento con la que siempre miraba al mundo, pasando a ser de tristeza y melancolía. Negó con la cabeza para deshacerse de esos pensamientos. Sólo podía hacer una cosa para distraerse, como siempre: dormir, caer en su profundo sueño, dejar envolverse por esa ilusión.
Sin prisa, se dirigió a su cama. No se quitó la ropa, prefería ir vestida en su sueño. No era muy buena idea ir desnuda en ese mundo, podía resultar peligroso, más de lo que ya era. Porque, en verdad, aunque quizá no podía dañar su cuerpo, sí podía dañar su alma.
Se tapó con las sábanas hasta la cabeza, quedando como un bultito en la cama. Cerró los ojos con pesadez. No tenía sueño, pero ya era hábil en dormirse voluntariamente y en poco tiempo.
Así fue, a los tres segundos, ni uno más ni uno menos, se encontraba ya dentro de su ilusión, su subconsciente. Como siempre, apareció en la terraza de su casa. El cielo había cambiado, ahora era negro, sólo oscuridad. Al fondo podía verse algo de color marrón, aunque no era importante descubrir si en realidad se trataba de algo, o simplemente era parte del sueño ilusorio, algo abstracto. No se demoró más en el balcón y entró a su habitación. Todo seguía igual, su cama, su televisión, su armario, los cojines en el suelo… ¿Todo? No, había algo distinto, faltaba su consola con el "Nasu". Pero eso no era relevante; en ese mundo no necesitaba jugar para pasar el rato. Al contrario, tenía algo mejor que hacer, y jugar era lo de menos.
Madotsuki pasó al lado de la televisión y la encendió. Tal como esperaba, la pantalla se volvió negra con un extraño símbolo blanco en el centro. La apagó, pues seguro que eso no sería de ninguna utilidad. Fue hacia la puerta para salir de esa habitación. Esta vez, no dudó, su mirada continuó siendo la misma de siempre y no negó. Abrió la puerta y salió de ahí.
Ahora se encontraba en una gran y amplia sala. El suelo, si eso podía llamarse suelo, era todo negro, adornado con diferentes dibujos que recordaban en cierta manera a antiguas civilizaciones. Delante suyo tenía doce puertas muy diferentes, dispuestas en círculo, como si fuera un crómlech de la edad del metal. Así, contando la puerta de su espalda, que llevaba de vuelta a su habitación, la sala contenía trece puertas.
Madotsuki avanzó hacia el círculo. Se detuvo en el centro y observó todas las puertas. Cada una tenía un diseño muy distinto a las otras, lo que hacía que todas le llamaran la atención. ¿A cuál podía ir? Ya tendría tiempo de explorarlas todas, así que debía ir una por una. En el sueño anterior, había elegido ir a una puerta con un aspecto extravagante, pues tenía un marco de color lila y puntos brillantes que cambiaban de color. Le había llevado a un mundo bastante extraño, donde todo estaba hecho de neón; los seres que lo habitaban, las esculturas… Todo era neón. Madotsuki, para recordar bien sus sueños, los seres que encontraba y los lugares que visitaban, había decidido poner nombre a todo, así que a ese divertido lugar de neón decidió llamarle "Mundo de Neón", sin complicarse mucho la vida en buscar un nombre original, ¿para qué, si no hacía falta?
Esos animales, objetos, o quizá pequeños monstruos a la vista de otros, que habitaban en el Mundo de Neón, emitían sonidos guturales tan diferentes como su apariencia. Pero lo que más le sorprendió fue el hecho de que uno de esos seres le había dado algo parecido a un efecto que podía usar cuando quisiera, llamado obviamente "Neón".
Madotsuki decidió probar qué hacía ese efecto. Al momento vio que su piel se iluminaba como si fuera de neón, y que su vista iba cambiando a diferentes colores: rojo primero, azul después, amarillo…
Una vez ya había visto las funciones del efecto Neón, se lo quitó y lo 'guardó'. Decidió ir a la puerta que estaba arriba del Mundo de Neón. Tenía un diseño gris, como hecha de metal, con un botón rojo en medio. Abrió la puerta y pasó a través de ella.
Se encontró en un mundo con un suelo transparente, por lo que se podía ver a otros lugares de ese mundo debajo. Tenía paredes verdes adornadas con dibujos de personas, si eso es lo que eran, y, sobretodo, números; muchos números estaban inscritos ahí donde pisaba. Parecía como el interior de un microchip donde se almacena la memoria del juego, como si ahí se almacenase la memoria de sus sueños, aunque no parecía haber circuitos que lo conectasen. Madotsuki apuntó en su mente que la puerta gris con el botón rojo llevaba al "Mundo de los Números". Luego, al despertar, ya lo escribiría en su diario de sueños.
Empezó a pasear por ese lugar. Fue hacia abajo y encontró una especie de habitación con una estrecha entrada, que contenía una puerta roja en su interior. Con ganas de explorar todo su subconsciente, Madotsuki atravesó esa puerta, llegando a una parte del Mundo de los Números algo distinta al resto. No había tantas paredes como en el lugar anterior, y el suelo era totalmente negro. Lo que más destacaba quizá eran las farolas que había ahí. Ella podía apagarlas y encenderlas a su antojo, pero la iluminación del lugar no cambiaba. Caminó un poco por ahí hasta que se fijó en una farola más pequeña que las otras. Era más o menos de su misma altura. La tocó, pensando en si habría algo diferente en ella.
Y así fue. Al tocarla, Madotsuki fue llevada a un mundo diferente; sólo podía moverse unos tres o cuatro pasos sin caer a un abismo de diferentes tonos de violeta y con un fino y casi imperceptible humo blanco, como una gran nebulosa celeste. El suelo era de cuadros blancos y lilas, como un tablero de ajedrez en que el negro ha sido substituido por este otro color. A su lado había un armario. Con curiosidad, caminó hacia él y lo abrió, esperándose encontrar cualquier fenómeno. Pero lo que no esperaba fue encontrarse a ella misma; Madotsuki vio cómo otra Madotsuki estaba sentada dentro del armario, ocupándolo todo. Parecía dormir. La joven cerró el armario sin entender muy bien qué pasaba. Sus sueños eran cada vez más confusos, aunque ya estaba acostumbrada a eso. Y, al fin y al cabo, eso los hacía atrayentes y curiosos.
Volvió a tocar la farola para volver al "Mundo de los Números". Habría seguido explorando el lugar donde se encontró a ella misma, pero no podía alcanzar los caminos que estaban a los lados del vacío. Así que siguió paseando entre las farolas, buscando algo interesante. Cuando ya estaba a punto de decidir volver al otro lado del Mundo de los Números, vio un ser extraño caminando en dirección opuesta a ella; tenía forma de farola, pero no tenía un palo que lo sostuviese, sino pies. Madotsuki recordó el animal que le había dado el "Neón" y fue hacia el objeto viviente que acababa de ver. Al tocarlo con la mano, obtuvo un nuevo efecto; no hacía falta probarlo, está claro que una "Farola" sólo puede iluminar un lugar oscuro. La chica sonrió, ya tenía dos efectos. ¿Cuántos habría en sus sueños? ¿Qué pasaría cuando los encontrase todos?
Ya tendría tiempo de pensar en eso. Cuando encontró la puerta, volvió al otro lado del "Mundo de los Números" para seguir explorándolo. Al fin y al cabo, aún no tenía ganas de despertar, sólo en sus sueños tenía algo que hacer, aunque simplemente consistiese en seguir explorando su propio mundo. Encontró tres seres que podían ser considerados como monstruos; uno era de color azul, otro era rojo, y el último era verde que custodiaba una puerta a la cual, gracias o por culpa del monstruo, no podía entrar. Así que sólo le quedó caminar hacia una dirección, encontrando una puerta roja como la anterior. Sin dudar la abrió, llegando a otro pasillo de ese mundo matemático. Allí no había múltiples direcciones para tomar, sólo una. Caminó hasta llegar a una sala llena de camas. Algunas estaban ocupadas, aunque sólo se veía un bulto, no lo que las ocupaba, y quizá era mejor no verlo. Aún parecía haber otra habitación, así que no se detuvo y se encontró con, una vez más, una habitación llena de camas, aunque esa también contenía algunos armarios.
Madotsuki estaba tan absorta examinando ese lugar que no se dio cuenta de lo más importante. Una mujer se encontraba justo a su lado, y cuando la joven la vio, se asustó hasta el punto de que estuvo a punto de lanzar un grito. Se alejó de ella por prudencia, parecía diferente a los otros seres que se había encontrado hasta ahora. Era más humana, sí, pero a la vez, más monstruosa. La mujer clavó los ojos en Madotsuki, y esta pudo ver que algo extraño había en su rostro. La nariz y su boca no eran normales, eran como un pico, como si esa mujer fuera un híbrido de pájaro y humana. El resto en ella parecía normal, un peinado nada extravagante y una ropa de las que usaría cualquier humano. Aún así, no era su aspecto físico lo que hacía que Madotsuki tuviera una sensación de inquietud y, quizá, miedo; se trataba de su interior. Algo en ese ser no era bueno, aunque no parecía dispuesta a hacerle daño, pues sólo le había prestado atención durante un momento. Su espíritu, su alma, su simple presencia, todo eso desprendía una aura negativa, y la joven soñadora podía sentir cómo dentro de esa mujer, algo terrorífico se escondía, algo que se encontraba dormido y que no debía ser despertado.
Madotsuki se había quedado estática después de asustarse al ver a esa mujer pájaro. "Toriningen" había pensado al verla, pues, ya que no sabía cómo llamarla, la llamaría por lo que era, un pájaro humano. Aunque esperaba no volver a encontrar otros seres como esa Toriningen, quizá en lo más profundo de su alma, sabía que volvería a ver algo así, puede que más pronto de lo que se pensaba y hubiera querido.
De pronto, la chica prestó atención a una entrada a otra sala. Eso pensaba que era, así que fue hacia allí, pasando al lado de esa mujer, cosa que le causó escalofríos. Al llegar al pasillo que le debía llevar a una nueva sala, encontró que era sólo una prolongación de la habitación en la que ya estaba. Sin embargo, vio en la pared algo demasiado inquietante. Uno de los dibujos, que representaban humanos o quizá robots, había sido desgarrado, y en lo que, en teoría, era su boca, había un agujero parecido a una entrada, de donde brotaba una cascada de sangre que resbalaba por toda la pared. ¿Cómo, si era un dibujo en una pared? Madotsuki sintió el terrible impulso de tocar ese agujero para ser transportada a algún lugar y seguir explorando, pero se detuvo. Su instinto quería ir allí, pero sus cinco sentidos, su mente e incluso su corazón le gritaban que no se acercara ni siquiera. Tenía la misma sensación que cuando observaba a la Toriningen. No debía ir.
La vista de la chica se desvió hacia la mujer de esa sala. Parecía distraída, daba pasos aquí y allá sin prestar atención a nada… Hasta que su mirada se cruzó con la de Madotsuki, y entonces, en ese momento, el temor de la chica aumentó. Se sintió entre la espada y la pared. La mirada de esa mujer era como el filo de una espada que rozaba su cuello, amenazando con cortarlo al instante, sin piedad. Una espada que la acorralaba en una pared ensangrentada, que en ese momento parecía su única salvación. La gota que colmó el vaso fue el hecho de que la Toriningen diera un paso hacia Madotsuki; quizá no había ninguna intención maligna en ese paso, un simple movimiento inocente. Pero hizo que, sin pensárselo dos veces, la joven se precipitase hacia el agujero de la pared, buscando cualquier cosa que la apartara de esa mujer, machando su mano de una sangre espesa y siendo transportada a un mundo nuevo…
Una acción de la que se arrepintió cuando vio donde se encontraba. El suelo era de un color lila pálido, tenebroso. Ese lugar era extremadamente pequeño, pero cuando ibas hacia arriba, aparecías debajo y así una y otra vez, privándote de cualquier esperanza de poder huir. Contenía un armario que ni siquiera se molestó en observar, pues estaba más concentrada prestando atención a una horrible guillotina que tenía a su lado. La cortante hoja de la guillotina subía y bajaba sin parar. Madotsuki, horrorizada, pensó que eso no debía estar allí por nada, así que tocó la guillotina, aunque evitó por todos los medios posibles acercar cualquier parte de su cuerpo al mortal filo de esta. Como imaginó, al instante obtuvo un efecto llamado "Cabeza cortada", que no hizo sino aumentar el temor de la joven. Y justo cuando empezaba a pensar en alguna manera de salir de ahí, la vio.
Una Toriningen se acercaba hacia ella sin detenerse. Estaba a tan solo unos metros y Madotsuki pudo observar claramente cómo los ojos de la mujer eran de un color violeta y le bailaban de arriba hacia abajo, totalmente fuera de sus órbitas. Esto, junto al hecho de que la lengua le saliera de su pico, mordiéndosela, le daba un aspecto totalmente demente. Madotsuki estaba aterrorizada. En ese momento entendió por qué tuvo un mal presentimiento al pasar al lado de la Toriningen del Mundo de los Números. Eso era lo que residía en el interior de esas mujeres: un ser consumido por la locura.
La joven empezó a correr hacia el armario. Era lo único que se le ocurría que podía salvarle, ya fuera transportándola a algún lugar o simplemente encerrándose ahí. Pero no fue así; al abrir las puertas del mueble, dos ojos rojos estaban ahí, burlándose de ella, y la puerta se cerró inevitablemente. Madotsuki ya no sabía qué hacer. Estaba desesperada, necesitaba huir, pero no podía. Sus piernas estaban en su límite, no podía correr más rápido.
La Toriningen se acercaba cada vez más y más, y Madotsuki no pudo evitar recordar algo que había encerrado en lo más profundo de su ser y no quería volver a sufrir. Recordó cuando, en la escuela, las otras niñas la perseguían con cara de desequilibradas mentales para burlarse de ella, cómo le sacaban la lengua y le hacían muecas rodando los ojos. Eso había sufrido cada uno de sus días, burlas, risas e incluso agresiones físicas. No quería recordar eso. Quería olvidarlo. Deseaba que no lo hubiese vivido nunca, y a pesar de ello, estos actos se reproducían en sus sueños, siendo perseguida por una mujer demente. Recordó cómo, ya en el instituto, la gente la dejaba de lado, aislándola en un rincón, excluyéndola. En el momento en que la Toriningen la alcanzó, las piernas de Madotsuki fallaron, y al instante se encontró rodeada de árboles, en una zona boscosa. Sin nada. Sin nadie. Sin poder moverse de ahí. Totalmente aislada. Todo era como en su vida real. No podía hacer nada. Simplemente llevó una de sus manos a su mejilla y tiró de ella para despertarse.
Al fin, volvía a encontrarse en su cama, en su habitación, en su casa. Se dio cuenta de que las lágrimas habían empezado a resbalar por su rostro cuando había despertado. Lentamente se levantó y fue hacia su escritorio. Abrió su diario por la última página escrita y empezó a escribir en la siguiente. Sus manos temblaban, haciendo que la caligrafía fuese algo pésima, y un par de gotas salidas de sus ojos cayeron encima de el papel.
Entonces se dio cuenta de que ella no controlaba sus sueños. Ella no era nadie experimentado que pudiese usar los mundos de sus sueños a su antojo. Al contrario. Su subconsciente estaba jugando con ella, eran sus sueños las que la controlaban.
Y aún así, quería seguir soñando. Era lo único que tenía.
Los sueños son simples ilusiones del subconsciente, y dicen que las ilusiones no pueden mostrar el verdadero sentido de la realidad. Pero Madotsuki pensaba al contrario. Esa ilusión le estaba mostrando una recreación de su vida. Lo único que cambiaba era que había otros elementos, otros seres, otros lugares.
Madotsuki vivía sólo por sus sueños y en sus sueños.
Esa ilusión era su realidad.
Continuará…
¡Hasta aquí el primer capítulo! Espero que no os hayáis aburrido y lo hayáis encontrado interesante.
No puedo prometer nada en cuanto las actualizaciones, no sé cuanto tardaré.
Si os ha gustado, dejad un review, al igual que si tenéis alguna sugerencia.
¡Nos leemos!
~ Yume-chan ~
