I.
- "Déjame irme, por favor"
Silvia me lo pidió una vez por favor, sentada frente a mí. Entre lágrimas, diciéndome a la vez que yo era la mujer de su vida, que me creía capaz de todo por ella pero que no podía estar conmigo. Y yo no pude. Creí que podría hacerlo, que si mi pelirroja me lo pedía yo no podría negárselo. Pero no pude. Me sentía perdida, desgarrada por dentro. Verla por los pasillos de comisaria, ignorándome deliberadamente, sabiendo que las dos estábamos sufriendo. Tener que dedicarle miradas furtivas para apartar rápidamente la mirada si ella se daba la vuelta. Sentir sus miradas, porque las había, quemándome en la espalda. Cruzarme con ella cada día en el trabajo y desear olvidarme de todo para besarla como si fuera el último minuto de nuestras vidas… No pude y después de muchas lágrimas, todo volvió a la normalidad. Nos recuperamos y empezamos a vivir nuestra historia de verdad.
Pero la mafia tuvo que cruzarse en nuestras vidas. La Mafia! ¡Qué absurdo! España, Madrid, una investigación casual nos convirtió en el punto de mira de uno de los jefes mafiosos más poderosos de la Camorra. Casi me dan ganas de reír, de tirarme de un edificio para despertarme antes de destrozarme contra el suelo, sólo por comprobar mi absurda teoría de que todo esto no es más que un macabro sueño. Sólo que sé que no lo es. Lo sé porque Silvia murió en mis brazos, horas después de haber unido nuestras vidas para siempre. "Hasta que la muerte nos separe"… Tardó muy poco. Y yo comencé lo más parecido que se me ocurre a una muerte en vida.
- "Déjame irme, por favor"
Esas palabras me quemaban cada segundo. Silvia se había ido para siempre. Pero meses después, yo no podía hacerlo. No podía aceptar su marcha. Y nunca lo haría…
I'm
so tired of being here
Suppressed by all my childish fears
And
if you have to leave
I wish that you would just leave
'Cause
your presence still lingers here
And it won't leave me alone
[Estoy tan cansada de estar aquí, anulada por mis miedos infantiles… y si tienes que marchar, me gustaría que simplemente lo hicieses, porque tu presencia aún permanece atada aquí y no me deja estar en paz]
En mi cabeza resonaba esa canción, "My Immortal", que no podía reflejar mejor lo que sentía por dentro. Odiaba al "Gordo" por arrebatarme, quizá, lo único que había amado en mi vida, lo único bello y puro que había ocurrido en mis desordenados días. Pero también odiaba a Silvia, mi dulce pelirroja, por abandonarme así. Y me odiaba a mi misma por pensarlo y por sentirlo. Por no ser capaz de dejarla ir, una vez más y para siempre… Supongo que a ella no le gustaría verme así, comprobar en qué me había convertido, pero la rabia, el dolor y el deseo ciego de venganza habían borrado lo mejor de mí. Lo sabía pero ni podía, ni quería hacer nada por evitarlo. Vivía en el pasado, sobreviviendo gracias a los recuerdos y sensaciones de mi vida con ella.
…
- Pepa, ¿qué haces? – rió Silvia, entre divertida y asustada.
La euforia del momento, ligeramente borracha y colocada, la sensación de lo prohibido, me llevaron a hacerlo. No lo pensé dos veces. Ella me hablaba y yo sólo podía mirar sus labios, deseando besarlos, deseando sentirla cerca. Y lo hice. La besé. Un piquito rápido pero impulsivo. Silvia se quedó estupefacta. Yo no contesté a su pregunta, pero me di cuenta de que quizá había arriesgado demasiado. Silvia no era como yo, yo ya tenía claro que me gustaban las chicas y lo que no esperaba era enamorarme perdidamente de mi mejor amiga. Pero no pude evitarlo. Siempre me quedaba la excusa de la borrachera para tratar de arreglarlo después. No me hizo falta. Tras el shock inicial, la sorprendida fui yo cuando Silvia me devolvió el beso. Me dejé arrastrar, no pensé. Su boca era más suave de lo que podía haber imaginado. La sensación de su lengua perdida en la mía me electrificaba y me dejaba sin aliento. No quería que ese beso acabara nunca. Pero la voz de don Lorenzo nos devolvió a la cruda realidad. Estábamos en el 2000 y era la comunión de Sarita. Y parecía que aquello empezaba y terminaba allí mismo…
…
