Natural

Rin no es una chica común. Y nunca la seria, tal vez por eso Sesshomaru la eligió.

Prologo

Edificios, autos, gente, eso veía una chica de 17 años por la ventanilla de la limusina que su padre había rentado para ambos, mientras recorría la enorme ciudad de Tokio.

La chica tenía un hermoso cabello negro y unos bellos ojos verdes que parecían un par de gemas, vestía un sencillo vestido blanco, ondulado y unas preciosas zapatillas color beige que deberían enfundar sus preciosos y delicados pies, pero estos descansaban en el suelo del auto.

: Rin, ponte los zapatos, estamos a punto de llegar

La bella jovencita, de nombre Rin miro al hombre frente a ella que leía tranquilamente su periódico pero levanto la mirada viéndola divertido.

Era un hombre que de apariencia no parecía tener más de 30 años de edad, un hombre alto de contextura musculosa y alargada. Su cabello es largo, erizado, solo mostrándose ondulado cuando se lo recoge a un lado. Su cabello es de color azul violáceo y ojos de color viridián y piel pálida. Sus cejas son pronunciadas, de una tonalidad azul más oscura.

Su nombre era Gemini no Saga y era el padre de la jovencita que hacia pucheros mientras se ponía los zapatos.

Rin suspiro mientras veía la ventana de nuevo, viendo de nuevo aquellos arboles de la calle que hace tantos años había visto.

Al llegar a la zona más modesta de la ciudad, en una casa de un piso, la limusina se detuvo.

Ambos bajaron, mientras el chofer sacaba las maletas, Rin miro con nostalgia la pequeña casa.

Saga se acerco a la puerta y dio unos elegantes golpes en la puerta.

Al abrirse la puerta, ambos vieron a una mujer de unos 50 años lleno de arrugas, con un parche en el ojo, que los miro sorprendida, ya que no esperaba al parecer su llegada.

Rin: Abuelita Kaede

La mujer soltó lágrimas y se acerco cojeando a la muchacha y la abrazo mientras la abrazaba y sollozaba como si no creyera que allí estaba.

Kaede: Regresaste, mi niña.

Rin sonrió mientras se acurrucaba.

Saga: Se quedara hasta que termine las clases y la titulación.

La anciana se separo de su amada nieta y miro con su único ojo, seria al apuesto hombre, el cual la miraba indiferente.

Rin suspiro, desde que tenía memoria Kaede odiaba a su padre, y el odio incremento cuando Saga consiguió la custodia de Rin al cumplir 6 años y llevársela a Grecia hasta el día de hoy.

Kaede: ¿No tiene que volver si no quiere, cierto Rin?

Rin entrecerró los ojos, no es que no le gustara Japón ni que Kaede fuera mala, pero prefería mil veces las tranquilas playas y cultura de su amada Grecia que la bulliciosa Tokio.

Rin: Solo es hasta acabar mis estudios, abuelita (Sonriéndole dulce)

La anciana no parecía muy contenta con la respuesta pero asintió. Después de todo tenía unos tres años para hacerla cambiar de opinión.

El chofer entro a la modesta casa de la anciana para dejar el equipaje dentro de la casa.

Saga: Yo debo retirarme, las clases empiezan en un mes hija así que quiero que hagas todo bien para que regreses pronto a casa.

Rin asintió tiernamente y lo abrazo.

Saga: Todas las vacaciones vendré a verte y tu ven a vernos, te dejare dinero en una cuenta para gastos y algún gusto que quieras darte…

Rin: Papa, voy a estar bien

Saga suspiro y abrazo a su pequeña, sin importar el dinero que tuviera, su mayor tesoro era esa adorable chica que estaba entre sus brazos.

Kaede miraba seria la escena, no quería nada de ese hombre pero era un precio que estaba dispuesta a aceptar con tal de tener a su amada nieta a su lado.

Después de casi una hora el padre de la chica salió de la vivienda con un amargo sentir, aunque estuviera con alguien que la cuidaría y la amara casi tanto como él lo hacía, no deseaba dejarla sola, pero si era feliz pues él se tragaría las lagrimas que querían salir y subió a la limusina despidiéndose de su mayor tesoro.

Rin se despidió con la mano, suspirando triste.

Kaede: Rin, entra, tenemos mucho de qué hablar.

Rin miro el ocaso, viendo como la limusina se perdía en la calle y cerró la puerta de la casa, marcando el inicio de una nueva etapa de su vida