Lo siento.
Sarada, en serio lo lamento. No tienes idea de cómo me duele esto. Sé que he sido un hijo de puta, sé que sólo te he visto tres veces. También sé, que, ahora, tu madre ya no está dispuesta a esperarme. Sé que me detestas y probablemente esta carta sea inútil.
Ahora eres mayor de edad y estás más lejos de mi alcance que nunca.
Te considero madura y por primera vez, te seré completamente sincero: terminé mi misión hace más de cinco años. Y no he vuelto por vergüenza. ¿Con qué cara iba a hacerlo? ¿Con qué cara reclamaría mis derechos sobre ti? Decidí mejor, deshacerme de la idea de formar una familia contigo ya que sabía que todo sería en vano, Naruto ya me lo había dicho: tú ya no te sentías unida a mí. Y si no te tenía a ti, mi sangre, nada me interesaba. Ni siquiera la hermosa mujer que tienes como madre.
Aquí va la segunda razón por la que te escribí: hay una mujer. Una mujer que me llena. Una mujer que me hace olvida todo lo malo a cada instante que paso con ella. Sarada, tenía que decírtelo.
Tienes un hermano, un niño, de hecho. Un varón que portará el apellido tras casarse.
Sakura lo sabía, pero acordamos ocultartelo hasta que fueras legalmente una adulta. Creíamos que todo sería más fácil.
Tu madre, joder, que me dijo que en algún momento me arrepentiría y decidió esperarme aún más. Realmente es una mujer increíble.
Pero, no, no me arrepiento.
Espero me entiendas, por favor.
Siempre estaré para ti, no me importa todo lo que hayas pensado de mí o que ahora me odies.
Eternamente implorándote perdón:
Sasuke Uchiha.
.
.
Tras leer la carta, no lloré. Él no lo merecía. Simplemente, la quemé.
Ni siquiera activé el Sharingan. Nada. Ya me lo imaginaba. Nada que proveniese de él me sorprendía.
Suspiro y bebo un último trago de té. Me pongo de pie, y dirigo mi vista a la ventana la cual, a pesar de su blanca cortina, me permite ver parcialmente la aldea. Sonrio y me incorporo mientras pongo la taza de té en su lugar.
Suspiro una vez más, y coloco aquél gorro rojo y blanco que anhelaba desde mi niñez en mi cabeza por primera vez. Ajusto mi capa. Aún no puedo creerlo.
Llaman la puerta. Mi madre, feliz por mí, sonríe al abrir la puerta.
-Sarada, ¿lista para tu gran día?
Me mira, con lágrimas en sus ojos, y me abraza. Me dice que está orgullosa de mí. Y es cuando lo entiendo: nunca necesité a Sasuke Uchiha. Yo también tengo una mujer que me llena, que me hace olvidar todo lo malo, y se llama Sakura Haruno. Es mi madre. Ha dado todo por mí y yo le he pagado de mala manera recriminándole, haciéndole la espera aún más difícil, llegando al punto de romperla y que ella llegara a la resignación; a mentirme, porque no quería hacerme sufrir más.
Hago lo que nunca: no interrumpir el abrazo y darle un beso en la frente.
Murmurando, consigo articular:
-Mamá, perdóname.
Ella niega con la cabeza.
-No tengo nada que perdonarte, Sarada, basta- ella me acaricia el cabello y me sonríe, algo divertida-. De verdad que éste ha sido tu año.
Toma mi mano, aquella que porta el anillo, y me sonríe nuevamente. Yo también lo hago, sin darme cuenta.
-Boruto resultó no ser tan tarado como creíste- agregó.
Giró la cabeza rápidamente al notar que ya no estamos solas en mi futura oficina.
-Naruto- digo, vacilando un poco. Suelto a mi madre.
-Es hora, Sarada- sonrió él, y yo me sonrojé. Realmente estaba pasando.
Decidida, pongo la frente en alto y camino por el largo pasillo. Atravieso aquella puerta, y soy recibida por mi meta cumplida.
Gracias, mamá, por hacerme una mujer de bien.
