¡Hola! ¿Por qué escribí esto? La verdad, la única respuesta que tengo es que: ¡Vi Amanecer parte 2! ¡Definitivamente, me inspiró esa película! Aunque, mi inspiración tomó forma de los pequeños hermanos Yagami :S Sigo sin entender porqué…
Definitivamente, me encanta la relación entre estos niños, eso sí. Desde que vi que el capitulo en el que presentan a Hikari, me encantó como se llevan ambos… Escribir sobre Taichi me resulta muy sencillo, y es que es un personaje que adoro. ¡Lo amo! ¿No lo había dicho? :P En cuanto a la pequeña Hikari, es un amor también.
Me basé el capítulo en el que siente lo que, teóricamente, es el calor del corazón de Daisuke. Y pensé, ¿Se puede sentir el calor del corazón?
Así nació esto…
Por cierto, el mundo y los personajes de Digimon no me pertenece. Esta historia nació para fines de entretenimiento y no busco lucrar con ella.
DIGIMON ADVENTURE:
Crónicas
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Hikari: Sueños de Oscuridad
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[…] Me hundo en el sueño, envuelta en su calor, y cuando abro los ojos de nuevo, la luz del día entra por las ventanas.
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Julio de 1999
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Parpadeó, confusa en un principio, inquieta un momento después. Estaba en su habitación, lo cual era un alivio. No escuchaba ya los gritos, no veía ya los rostros consternados... Sólo percibía oscuridad.
Una oscuridad que ella ya conocía, la oscuridad que una tenue y etérea luz pretendía alejar en su dormitorio, las tinieblas que la cubrían en todas sus direcciones.
Sin embargo, pese a su primera impresión de libertad, causada por haber logrado escapar de sus pesadillas... pronto se vio arrastrada nuevamente hacia sus sentimientos... Sentimientos que no lo habían abandonado, pese a que esa había sido su primera impresión.
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Frío.
Mucho.
Lo percibía con una intensidad tal que parecía helar cada fibra de su ser, cada rincón de su cuerpo...
Podía sentir su cuerpo temblar, quizás por la fiebre, quizás por el miedo, quizás por sus sueños, sus pesadillas... No entendía muy bien los motivos, pero sentía que el frío comenzaba a lograr su cometido...
Tristeza.
Algo oprimía muy fuerte su corazón. No podía identificar a que se debía esos sentimientos... A que se debían aquellas sensaciones que habían comenzado a azotarla desde que la imprevista pesadilla la despertó.
Dolor.
Intentó controlar, en vano, aquella sensación que se expandía lenta pero firmemente en su interior. Era una emoción demasiado parecía a la tristeza, demasiado diferente a la alegría... Demasiado oscura para pertenecer a su corazón...
Lágrimas.
Las gotas cristalinas que se formaron en sus ojos amenazaban con rodar por sus mejillas en casi cualquier momento... ¿Cómo podía detenerlas? ¿Cómo resistirse a ellas? ¿Qué debía hacer para olvidarlas...? No tenían causa, más que pesadillas. No tenían motivos, más que sueños...
Con firmeza, cerró sus ojos.
Pero sólo sintió frío... Y con el frío... Llegó la oscuridad. La oscuridad que la atormentaba, la oscuridad que la acosaba, la oscuridad que ella desconocía, a la que le temía.
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Oscuridad. Oscuridad. Oscuridad.
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Sus manos se adueñaron de las sábanas rosadas que cubrían su cuerpo y se escondió totalmente debajo de la delgada tela de la ropa de cama, para protegerse de su oscuro y amorfo atacante. Temblaba de pies a cabeza, sin razón, sin motivo, pero no podía quedarse quieta bajo las mantas, por más que lo intentase con todas sus fuerzas. La oscuridad la rodeaba, las sombras se cernían sobre ella, ansiando devorarla. El frío se extendía por cada fibra de su ser, desponjadola del calor vital que necesitaba y obligandola a acurrucarse sobre la cama, cerrando firmemente los ojos.
¿Por qué? ¿Por qué a ella? ¿Por qué no la dejaban en paz?
Aquellas pesadillas que la asaltaban sin piedad. Aquellos sueños que la consumían, la rodeaban, la llenaban… Eran sueños oscuros.
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Sueños de Oscuridad…
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— Hikari — Susurró, entonces, una voz suave y conocida.
Los ojos cobrizos, brillantes por las lágrimas, se asomaron por encima de las sábanas que la rodeaban y se enfrentaron a una mirada chocolate, que, pese a no ser claramente percibida por su visión, sabía que estaba allí. La luz tenue, apenas llegaba a iluminar más allá del velador, que se encontraba en la mesita de noche que su hermano tenía. Ella había pretendido ser silenciosa, ser cuidadosa para no despertar a Taichi, aunque, aparentemente, los resultados eran inversos. No sólo no había logrado tranquilizarse, sino que, además, había despertado a Taichi, lo cual era toda una hazaña.
— Tengo miedo — Confesó, como si su temor fuese un crimen terrible y horrendo, mientras volvía a esconder su rostro. — La oscuridad…
La sábana abandonó su rostro, cuando las manos de Taichi la retiraron cuidadosamente, apartándolas de ella. Hikari parpadeó, confusa, para contener las traviesas lágrimas que querían escapar de sus ojos, y luchó para apoderarse de la única protección que ella poseía en ese instante. Era un recurso inútil, obsoleto e inservible, pero se sentía segura cuando las mantas la escondían, ocultándola de la oscuridad. Sin embargo, una calidez inmensa la embargó cuando sintió que Taichi se apoderaba de sus manos y las mantenía prisioneras.
El frío parecía retroceder... El frío parecía abandonarla...
Parpadeó, confusa.
— Escúchame, Hikari — Susurró Taichi, rompiendo con sus cavilaciones, con voz tranquila y baja, para no alarmar a sus padres. — No estás sola en la oscuridad. Yo estoy aquí. Y no dejaré que nada te suceda. ¿De acuerdo? Estamos juntos. Lo sabes, ¿verdad?
— Hermano... — Musitó ella, con ternura antes de agregar, en murmullo apenas audible — Siento calor.
En las sombras, Taichi esbozó una sonrisa. — Estamos en verano — Le recordó, como si las palabras de su hermana carecieran de relevancia.
— Sí… — Hikari no se refería al clima del exterior, pero su hermano parecía no comprenderla.
¿No hacía un momento ella temblaba por el innegable frío que la abordaba? Ahora parecía que el frío parecía haberse desvanecido, casi por completo. En realidad, era curioso, era una sensación que la llenaba de abrumador alivio porque parecía que ese frío la había dejado en libertad. Aun temía que esa sensación la dejase, que el frío retornase, que la oscuridad volviese al acecho... Pero la calidez que había aparecido ante la llegada de su hermano, parecía provocar que olvidase ese miedo...
— ¿Quieres que encienda la luz? — Cuestionó Taichi, inquieto por el silencio de Hikari. Su cuerpo había dejado de temblar pero, momentos antes, ella no había controlado sus movimientos.
— No. — Replicó ella, de manera automática — No podrás dormir.
Taichi suspiró, sacudiendo la cabeza con molestia. Esa respuesta era tan Hikari. Rodó los ojos en la oscuridad, antes de tomar una decisión. Sujetó firmemente las sábanas.
— Entonces, hazte a un lado.
Adivinó la expresión confusa de Hikari, aun pese a las sombras que los rodeaban, por aquel nuevo silencio. Sonrió ampliamente, divertido, conteniendo una carcajada. La pequeña Yagami comprendió, de pronto, a lo que se refería su hermano y se movió ligeramente en su cama, para darle espacio a Taichi.
— Si mamá y papá nos llaman… — Le indicó él a la pequeña, antes de recostarse a su lado. — Tienes que despertarme. No les gustara que este durmiendo aquí.
— Sí — Aseveró ella, con firmeza. No iba a dejar que su hermano se metiese en problemas, menos por ayudarla. El calor, la tibieza, parecían haber inundado la habitación, por más sorprendente que eso sonase.
— Empujame hacia el suelo, o algo así. Eso bastará — Continuó Taichi, bostezando.
— ¡Hermano! — Protestó idea de que le sucediese algo malo a su hermano, la perturbaba enormemente. Él tenía que estar bien, porque él era fuerte y valiente. ¡Nunca iba a sucederle nada! ¡Ella no lo permitiría! Ni siquiera en sus sueños más oscuros..
Taichi se rió, ahora con libertad. Hikari imaginó su expresión, con una leve sonrisa. Ella se sentía mejor, mucho mejor, si Taichi se reía. Si su hermano estaba con ella, la luz volvía a estar con ella.
Hikari sabía que Taichi podía sobrevivirlo todo. Ella no dejaría que nada cambiase eso... ¡Por eso tenía que ser fuerte! ¡Tenía que ser más fuerte!
— Buenas noches — Murmuró la niña, acurrucandose al percibir un poco más de calor en el ambiente, como si el frío hubiese sido totalmente disipado. Estaba segura, en realidad, de eso.
—Dulces sueños, Hikari — Susurró su hermano, mientras le acariciaba suavemente el cabello.
Hikari sonrió, mientras sus ojos se rendían al cansancio. Si Taichi velaba por sus sueños… Estos ya no serían de oscuridad, porque su hermano siempre, cuando parecía que la oscuridad quería aprisionarla, había conseguido encender en ella… la sagrada Luz.
Y si la luz estaba con ella, como debía ser, entonces, tendría sus dulces sueños...
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